Un punto clave del capítulo es la
intrincada relación entre la ciencia y la fe, ilustrada a
través de las cartas de Maria Celeste a su padre, Galileo.
Dava Sobel presenta a Maria Celeste como un pilar de
apoyo emocional, abogando por la fe en medio de los
esfuerzos científicos de Galileo. Esta representación
sugiere que las búsquedas científicas de Galileo no se
oponían inherentemente a sus creencias religiosas. Sin
embargo, se invita a los lectores a considerar que la
interpretación de Sobel puede simplificar en exceso las
complejas dinámicas históricas entre la ciencia y la
religión durante el Renacimiento. Académicos como
Edward Grant e Ian H. Hutchinson sostienen que la
relación era a menudo más adversarial, enfatizando
cómo la respuesta de la Iglesia a los descubrimientos
científicos estaba influenciada por preocupaciones
sociales y teológicas.


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