sábado, 1 de agosto de 2015

Virtud de la Luna. Por Giuseppe Bezza.











Giuseppe Bezza

Virtud de la Luna.
Schema 7-8, marzo 1988
Ptolemaeus quoque humiditates effluere ratione luminis dixit


E
n el capitulo sobre la virtud de las configuraciones de los astros con el Sol (Tetrabiblos.1,8) Ptolomeo comienza a tratar, ya porque sus figuras son muy evidentes, sea porque son bien conocidas por todos los navegantes (Anon.Wolf 24), sobre la Luna:
“Respecto de sus configuraciones con el Sol, la Luna y los tres astros errantes (las estrellas de Saturno, de Jupiter y de Marte) alcanzan una intensidad y una distensión de sus virtudes propias. La Luna de hecho a partir de su primer visibilidad hasta el primer cuarto produce sobre todo un incremento en la humedad;  de ahí, del primer cuarto al plenilunio, del calor; del plenilunio al último cuarto de la sequedad; y del último cuarto hasta su ocultación del frio”.



A causa de esta cuádruple  naturaleza eficiente suya la Luna fue parangonada, en sus efectos, con el Sol; dice efectivamente Aristóteles: “La  Luna es casi como otro Sol pequeño y por esto contribuye a todos  los procesos de reproducción y de cumplimiento…son los movimientos de estos astros los que determinan (en los cuerpos) los límites del principio y del fin”.

En cuanto Sol en miniatura, la Luna imita los efectos:” El Sol produce invierno y verano en el arco del año entero, la Luna en el arco de los meses; esto no viene motivado por sus movimientos trópicos, sino que lo uno cuando su luz aumenta, el otro cuando esta mengua” (gen.an 767.a).  Los astrólogos en consecuencia han asimilado 






las fases de la Luna a las cuatro estaciones del año, ya que la primavera es húmeda, el verano caliente, el otoño seco, el invierno frio (Tetr.3, 11). Esta correspondencia analógica, que encontramos en Porfirio (Introductio CCAG 5/4 192, 7) fue continuada por la gran mayoría de los astrólogos; se trata no obstante de una analogía establecida por convención, donde los modos de iluminación del Sol en los cuatro cuadrantes del año son asimilados homogéneamente a las cuatro fases de iluminación de la Luna en los meses y ninguna distinción se hace entre la cualidad de la luz solar y aquella de la luz lunar. 





De hecho, el significado de los diversos modos de iluminación de la Luna queda claramente relevado por el anónimo comentador griego y por Ali Ibn Ridwan. A la hora de hacer su primera aparición (apo tês anatolês) y hasta su primer cuarto la Luna es principalmente productora de humedad y, “así como los niños apenas nacen son húmedos, en el mismo modo ella abunda en humedad” (Anon. Wolf 24). A continuación, con el incremento de su luz aumenta también su calor “y el calor abre los canales y los poros, disipa la humedad densa y congelada” (Haly fo. 14r). Del primer cuarto al plenilunio es por lo tanto más cálida: comienza en efecto a recibir el calor de la esfera solar (Anon. ibid.), porque el calor está en función de la cantidad de luz (Haly ibid.). Pero, así como asume tal cualidad humidificante  y calorífica,  del mismo modo la pierde  (Anon. ibid.). Del plenilunio al primer cuarto crece también el calor, porque su luz permanece gran tiempo sobre el horizonte y al mismo tiempo absorbe la humedad y su efecto es de acuerdo a la sequedad (Haly ibid.). Finalmente, a partir del último cuarto hasta su ocultación bajo los rayos del Sol (méchri krupseôs) se reduce su luz de día en día al tiempo que aparece el frio como su virtud.



      
                                                                                

Las cualidades producidas por el Sol dependen de su iluminación, o sea de las diversas cantidades de su luz, definibles en los cuadrantes del año; también la cualidad de la Luna depende de las cantidades variables de esta luz, las cuales no son determinables sino respecto del Sol. Entonces, el Sol niño nace en el solsticio invernal, cuando comienza a crecer la extensión del día si bien sigue siendo esta inferior a aquella de la noche; aquí comienza el principio húmedo, que se expande por dilatación sucesiva de la luz, de un mínimo a un máximo, o a lo largo del semicírculo completo hasta el solsticio estival donde la


longitud del día, en concurso con su máxima dilatación, comienza a disminuir; aquí inicia el principio seco, en virtud de un restriñimiento sucesivo de la luz, de un máximo a un mínimo, a lo largo de todo el semicírculo del solsticio estival al solsticio invernal.


Humedad y sequedad tienen por lo tanto  origen en dos círculos opuestos entre si, el trópico de Capricornio y el trópico de Cáncer. Diversamente se comportan los principios del calor y del frío: si lo húmedo y lo seco se propagan por dilatación y por contracción, el calor y el frío se propagan entre puntos delimitados por la cantidad de los arcos diurno y nocturno del Sol y obran por intensidad del uno sobre el otro. Ellos tienen origen en el mismo círculo, el círculo equinoccial, línea media de las diversas cantidades luminosas a lo largo del transcurso del año y, alcanzados sus propios máximos en los puntos opuestos, retornan al mismo círculo. En invierno nace entonces el principio húmedo, perdurando el frío originado en el otoño; en primavera nace el principio calorífico, perdurando el húmedo; en verano nace el principio seco, perdurando el calor; en otoño nace el principio frio perdurando el seco.
Este estado de cosas es común a la Luna y a todos los astros errantes, en virtud del aumento y la disminución de su luz. La luz no se dilata ni se restringe en los solsticios, no sigue, como dice Aristóteles en el texto precitado, sus “movimientos trópicos”, sino que inicia con su surgimiento de los rayos del Sol y termina con su ocultación bajo los rayos solares. Es entonces el Sol el origen de sus diversos modos de iluminación. De acuerdo a estos estados de iluminación de la Luna, Galeno asimila el período de aumento de la luz lunar al tiempo del año que va del inicio del invierno al inicio del verano y el período de decrecimiento de la luz al tiempo del año que va desde inicio del verano hasta el inicio del invierno.





Podemos entonces definir las cualidades eficientes del mes lunar como en la figura de al lado: La revolución sinódica de la Luna se caracteriza por dos mutaciones principales y muy evidentes: el novilunio y el plenilunio, que corresponden a los grados extremos de sus cualidades. En el novilunio del frio y la ausencia de humedad, en el plenilunio del calor y la abundancia de humedad. Sin embargo no es la Luna per se la que produce estos efectos, “los cuales derivan realmente todos del Sol, mientras que la Luna los manifiesta, los lleva de la oscuridad a la luz, los suscita desde fuera”. Por lo tanto se deben considerar los tiempos


del año y del día. En efecto, dice Federico Bonaventura: hemos observado a menudo que las noches y los días son más calurosos en los plenilunios estivales, más fríos en los novilunios invernales. En particular, durante el novilunio sufren los cuerpos húmedos, graves son las enfermedades que comienzan durante este periodo, débil es  quien nace por el exceso de frio y de sequedad, por la ausencia de humedad. Al contrario, durante el plenilunio hay un exceso de humedad, y estos efectos son mayormente contrarios al temperamento humano en los novilunios que se producen durante el día, en los plenilunios que se producen durante la noche, luminarias condicionantes del tiempo.



Estos dos momentos son también diferentes respecto de su duración: durante el plenilunio la plenitud del disco lunar es determinable, mientras que la Luna permanece  oculta algún tiempo antes y después del novilunio. La ausencia de la luz lunar, dice Teofrasto (de sign.temp. 5), acompaña generalmente al mal tiempo y es definida, así como en Aristóteles (gen.an. 767a), phthísis e apóleipsis (silentia lunae), queriendo así significar no la privación de la luz en el cuerpo luminoso, sino su ocultación respecto a nuestros sentidos. Este tiempo de ausencia puede durar más de tres días, por esto el novilunio es la fase mayor, que acompaña las alteraciones más largas, pero no siempre evidentes; mientras en el plenilunio el fenómeno ocurre en un punto determinado y, si bien no es fácil distinguir el exacto momento del plenilunio a partir de la observación del disco lunar, es no obstante factible reconocerlo por el movimiento de ambas luminarias: cuando el Sol se pone la Luna surge. Novilunio y plenilunio son sicigias, cónyuges, uniones maritales entre las dos luminarias, son los límites del crecer y decrecer de la luz lunar. A partir del novilunio se vierte sobre la tierra una cantidad de presencia angélica que es continuamente producida hasta el tiempo del plenilunio; a partir de aquí, toda producción cesa, lo que se ha producido se consuma. A partir de las sicigias se juzga por lo tanto sobre el tiempo, sobre el fundamento de la genitura y toda cosa nacida debe estar de acuerdo con la sicigia que la ha precedido.
Durante el novilunio, entonces,  cambios más profundos, alteraciones ya preanunciadas, porque se anuncia la desaparición de la luz lunar, durante el plenilunio mutaciones más vehementes y rápidas: los Árabes llaman el tiempo del plenilunio badr, porque la luna se apresura a surgir cuando se pone el Sol, este término  viene de badara, “venir de repente”, “llegada inesperada” , “sorprender”, realmente en el plenilunio “la luz no termina con la puesta del Sol, pero el esplendor del día se prolonga durante la noche con la luz de la Luna” (Macr. sat. 1,15,15). El novilunio, al contrario, indica lo que es secreto y oculto, el malestar de toda criatura terrestre. El día del plenilunio es presumiblemente el primer día festivo por excelencia y en acadio es denominado sapattu, día de fiesta, de plegaria y de sacrificio en el calendario babilonio.
La Luna es húmeda: vencidos por los solares, los lunares les pagaron diez mil ánforas de rocío (Luc. hist.ver. 1,20); Ersa, el rocío, es hija de Zeus y de Selene, del cielo y de la Luna (Alcmane ap. Plut. symp. 659b); hay en la Luna una cierta propiedad que humedece los cuerpos y los baña como rocío oculto velut occulto rore (Macr. sat. 7, 16,21), ella es mater roris, así la transforma San Ambrosio en el Hexamerón. Es diosa de las fuentes termales, es amnium domina por su dominio de los ríos (Catulo 34,12). Su nombre griego, Selênê, viene de selas, luz, esplendor y su luz es fecunda y humectante y benéfica en relación a las crías de los animales y a los brotes de la plantas (Plut. Is.Os. 367d). Los aborígenes de la tierra de Arnhem ejecutan las danzas propiciatorias para los frutos y los animales en un pozo con forma de Luna creciente. Ella es Melisa y abeja que preside sobre toda generación (Porph. antr.nymph. 18) es diosa endulzada (Teocr. Id. 15,4), que preside sobre el entrar y el salir del mundo. Está en ella el principio de todo germen (Lyd. de mens. 2,6; 3,4; 4,53) y esto es propio de los dioses estelares que lanzan flechas, como Apolo y Artemisa, ambos cazadores, gemelos del mismo epíteto, èkatos, ékatê “que lanzan flechas”.
Lunar es el principio vital que nutre el cuerpo (Plut. facie in orbe Lunae 26) y el pseudo -Tolomeo la llama fuente de la vida física (Centil. 86); ella es símbolo de los elementos que nutren y constituyen el cuerpo humano, como de las alteraciones fisiológicas que  el alimento ingerido sufre. El papiro Michigan 149 asigna a la Luna el rostro humano, en tanto los cambios de nuestro rostro, visibles manifestaciones de las emociones que nos afectan, asemejan a las varias formas de la Luna. Ptolomeo en Tetr. 3,14 (154,20 de qualitate animi) llama a la Luna “la luminaria más corporal”; esto no se dice de la Luna con respecto al Sol, sino de la luz lunar en relación a toda otra fuente luminosa del cielo, en cuanto más cercana a la tierra y más densa (Anon. Wolf 143); sômatôdésteron, magis corporeum, est lux quae magis naturam corpoream induit, la que mejor expresa la naturaleza del ser corporal. Por lo tanto, como observa Plutarco, la Luna tiene “naturaleza mixta y figura de demonio y su revolución concuerda con este género demoníaco, en cuanto ella se muestra ahora menguante, ahora creciente, ahora cambiante” y la naturaleza propia de los demonios es la de “participar a un tiempo de las pasiones mortales y de la virtud del Dios” (def.orac. 416E).
La Luna nace y muere, es símbolo de la vida y de la muerte. Cuando la Luna no era, no existía ni siquiera la muerte. Atravesada por el Sol, la Luna se desintegra, de ella no queda más que la espina dorsal, de la que renacerá nuevamente. Entre los Uitoto de Colombia la víbora simboliza a la Luna: el hombre enfermo, castigado por el Sol, se hallaba abatido por la parálisis, no podía pararse, ni podía moverse; entonces, cayéndose al agua, se transformó en una serpiente manchada de bellísimos colores; cuando de la Luna no se ve más que un fino creciente, la serpiente tiene el espesor de un filo; a continuación crece desmesuradamente hasta el plenilunio y su apetito es voraz;  entonces mengua, sufre y siente dolor, hasta la Luna nueva, afilada hoz, abandona el cuerpo de la vieja serpiente haciéndola morir. Del mismo modo para los hombres: la aparición del nuevo filo lunar es un retorno a la vida, su desaparición la muerte. Un rey de los bantús  meridionales, asesinado según la imposición del rito al morir de la Luna, porque estaba gravemente enfermo, vuelve a la vida al cuarto día, con el despuntar de la Luna nueva en el cielo.





Muchos pueblos al norte y al sur del ecuador vieron en la Luna a un conejo, sobre todo a una liebre, animales que duermen de día y saltan de noche. En China la Liebre es la esencia de la Luna llena y en las vestimentas ceremoniales una liebre es representada en el disco lunar, intenta aplastar un mortero de hierbas medicinales.  La representación taoísta ubica a la liebre a la sombra de un ficus, pero en China es la casia, la que da sombra, porque la casia tiene cuatro fases como la Luna.  Pero ya sea la casia, cuyas semillas negras y brillantes los Eritreos usan para preparar colirios desinflamantes, ya sea el ficus se trata de arboles otoñales; este último por la época de la maduración de sus frutos, la casia por su floración. En otoño de hecho se celebran los sacrificios a la Luna, porque el otoño es una estación yin y del mismo modo la liebre tímida y fugitiva se esconde durante el día y retoza bajo el claro de la Luna; «La luz de la Luna parece en efecto producir sobre la liebre una alegría que  sale de su naturaleza; en medio de los juegos a los que se entrega, pierde toda medida y prudencia hasta el punto de correr al encuentro del zorro que se abalanza sobre ella” Encargada por la Luna de llevarle a los hombres la promesa de la vida eterna, la liebre corre jadeante y transmite mal el mensaje. Entonces la Luna la golpea en los labios, que desde entonces muestran un corte, y ella permanece en la Luna para medicar la naturaleza mortal de la humanidad.  

Al comienzo del de re rustica, Varrone invoca al Sol y a la Luna, “las fases de la rotación de los cuales se observan cuando se siembra y cuando se recoge”. Las fases lunares actúan en general sobre los seres vivientes (Arist. gen.an. 777b), existen peces que la imitan, tales como la klopia, que se vuelve blanco en Luna creciente y se oscurece en Luna menguante (Lyd. de mens. 3,11 Wuensch 52,3). En la fase creciente de la Luna aumenta el apetito de los animales  (Arist. gen.an. 680a), con su luz aumenta y disminuye la sangre (Cic. de div. 2,33-34; cfr. Plin. nat.hist. 2, 41,109; 2, 99,221, que por esto llama a la Luna  spiritus sidus, astro del aliento vital), la medula (Firmico 4,1, 5.) En general, todo lo que debe ser podado, cortado, cultivado debe serlo durante la Luna decreciente (Plin. nat.hist. 18,321), como por ejemplo la recolección de hierbas medicinales. Todo lo que deber ser sembrado será hecho cuando la Luna crece y la temperatura es leve (Palladius opus agr. 1, 6,12), lo que debe ser cortado o recogido cuando decrece (ibíd. 1, 34,8). Un árbol plantado en luna creciente se desarrollará mucho, en luna menguante será pequeño pero sin embargo robusto  (Geoponica 10, 2,13), pero para sembrar la arveja, cereal que no soporta la humedad del rocío, ni aquella de la noche, no la siembres antes del día lunar veinticinco, si no se quiere que se le peguen las babosas (Palladius op.cit. 2,6).

Los movimientos lunares son complejos y sufren las perturbaciones del Sol y del alongamiento ecuatorial de la tierra, pero no es nuestro propósito hablar de la teoría de los movimientos lunares. Hay sin embargo una consideración que merece atención: a diferencia del Sol, la Luna puede alcanzar su máxima o mínima velocidad en cualquier punto de la eclíptica; igualmente, en cualquier lugar puede tener sus vientres y sus nodos. Mientras que para los planetas las variaciones eclípticas de estos lugares acaecen durante el curso de los siglos, no es así para la Luna, cuya línea absidal cumple una revolución completa en poco menos de nueve años. Esta consideración es importante para nosotros, porque dichas variaciones forman parte de los schèmata, de las figuras de los astros errantes. Leemos en Antíoco de Atenas:

“Debemos saber que cuando la Luna recorre la espiral superior atraviesa 11 grados en el espacio de un día y de una noche y cuando recorre la espiral inferior 14; ahora, ella forma dos disoluciones nodales: la primera cuando comienza a descender de lo alto y esta figura es reputada maligna e incierta en los nacimientos; la segunda cuando vuelve al círculo mediano y esta figura también es maligna. Son estos los lugares de los eclipses; aquí, de hecho, cuando la Luna aparece plena a nuestros ojos soporta el sufrimiento del eclipse”.

De las figuras de la Luna el aumento y la disminución de los cuerpos, el destino del hombre (Cic. de div. 2, 43,91; nat.deo. 2, 46,119). La mejor condición de la Luna, leemos en Doroteo (1, 12,10.11), es cuando, estando creciente, se dirige hacia el norte del cielo, porque indica prosperidad y gran eficacia. En particular, si es creciente y se dirige hacia el norte, habiendo superado el círculo mediano del zodiaco, dará beneficios hacia el final de la vida; si se dirige del sur hacia el norte, beneficios al comienzo y al final. Hay por lo tanto cuatro figuras, geminadas de las fases de crecida y mengua. Pero cuando la Luna disminuye su movimiento en longitud y en latitud y, menguante de luz, se dirige hacia los maléficos crea debilidad en el cuerpo, el descontento en el animo, hace los nacimientos oscuros (Heph. 2,18; Pingree I 166,30).

Notamos que el movimiento en longitud de la Luna es más lento en el apogeo, más rápido en el perigeo. Además el movimiento diurno mínimo de la Luna se sitúa entre su vientre septentrional, el movimiento máximo hacia el vientre meridional. Del vientre septentrional al vientre meridional, disminuyendo en latitud, la Luna aumenta su paso diario en longitud; del vientre meridional al vientre septentrional, creciendo en latitud, lo disminuye.

Luna gobierna los primeros cuatro años de la vida (quadr. 4,10; Albumasar rev.nat. 1,7), que son los años de la nutrición. El comentador anónimo (Wolf 166) declara que este período cuatrienal se funda en el retorno de las sicigias al mismo grado. En realidad, en cuatro años se cumple la revolución de la Luna en el epiciclo, o cada cuatro años solares el lugar de la Luna en su epiciclo es el mismo, con la aproximación de cerca de un grado (Cardano, op.cit., V 359).

 …………………………………………………………………………………………………







viernes, 31 de julio de 2015

La importancia de los Tránsitos en la Astrología Helenística.












LA IMPORTANCIA DE LOS TRANSITOS EN LA ASTROLOGIA HELENISTICA



Al juzgar por la escasez de los tratamientos e invocaciones a los tránsitos en la astrología Helenistica, podemos inclinarnos a considerarlos como teniendo una importancia menor. Sin embargo, el siguiente pasaje breve de una obra genuina de Valens deberìa servir para contrarrestar esa opiniòn. Tambièn indica que los transitos solo deberìan ser tomados en consideraciòn bajo ciertas circunstancias. La (antología) de Valens, Libro VI,5:

Los ingresos de los planetas, entonces, serán juzgados suficientemente intensos (1) siempre y cuando ingresaran sobre los lugares (o estuviesen en cuadrado y diámetro a ellos) mientras que fueran ellos señores de los tiempos (2). De manera similar, cada uno de los planetas tambièn tiene suficiente tensiòn para preservar o destruir cuando hace su ingreso sobre esos planetas que han obtenido la soberanía o el liderazgo a la hora del ingreso. Y ningùn planeta puede prevenir la amenaza de este planeta ingresando para algunos (3) o su buen servicio a ellos, incluso si sucede que fuera mucho màs fuerte en relación a familia, vida, o reputación, pero se somete a las leyes temporales del periodo hasta que (el planeta ingresante) abandona la regencia. Cuando completa (su) tiempo, cediendole el liderazgo a otro, vuelve a estar sin tensiòn (4) en relaciòn a bueno o malo…

1.eutonos.Literalmente, “bien-estirado” “tirante”
2.Cuando son uno de los cronocratores, de los regentes temporales.
3.Planetas o personas?
4.atonos. Esto es “flojo”.

.En un pasaje hacia el final del Tetrabiblos, Ptolomeo concurre en el asunto de su importancia. El dice,

“Debemos prestar atención a los ingresos hechos a los lugares de los tiempos, ya que no hacen una contribución ordinaria a los efectos de los periodos vitales (5), y especialmente a los ingresos de Kronos relativos a los lugares generales de los tiempos, a los de Zeus relativos a los lugares de los años, a los del Sol y Ares y Afrodita y Hermes relativos a los lugares de los meses, y a los trànsitos (6) de la Luna relativos a los lugares de los dìas. Esto es porque los cronocratores generales tienen màs autoridad para el cumplimiento del efecto, mientras que los cronocratores particulares cooperan o entorpecen de acuerdo a la congenialidad o antipatia de sus naturalezas; pero los ingresos liquidan la intensificación o relajación (7) del evento. Porque el lugar afetico y el señor de los tiempos generales junto con el señor de los términos significan la propiedad general de la calidad y de la prolongación (8) del tiempo…”

5.kairos. Esto no es estaciones del año, sino estaciones o etapas especiales en la vida de uno.
6.parodos.
7.epitasis kai anesis.
6.paratasis

.Y Ptolomeo, tambièn, destaca el caso donde el mismo planeta es tanto un regente temporal como el que hace un ingreso.

“Y si las mismas estrellas tienen autoridad sobre los tiempos y los ingresos, la naturaleza de los efectos se vuelve excesiva y sin adulterar, ya sea que inclinen hacia lo bueno o hacia lo vil.”

Viniendo de Valens por un lado, y de Ptolomeo por el otro, podemos inferir que esta puede haber sido la opiniòn dominante entre los astròlogos Griegos respecto a la importancia de los ingresos.

-El Contexto del Empleo de los Transitos.

 


La doctrina moderna de los transitos se concentra en los trànsitos de un planeta al grado ocupado por otro planeta (u otro punto significante en el tema natal). Esto puede ser solo un subconjunto dentro del espectro ocupado por el concepto Griego de ingreso. Primero que nada, el concepto Griego  claramente incluye transitos al zoidion (signo) ocupado por el planeta, que es considerado como el lugar ocupado por el planeta en el sistema de casas de signo completo. Y de hecho, no tenemos referencias inequivocas a trànsitos por grado en ningùn material  aqui traducido, aunque es posible que sean tomados como un caso especial en todas las delineaciones dadas. No sabemos aùn si el tipo màs basico de ingreso fuè aplicado a transitos de casas mundanas, que son los lugares ocupados por los planetas en un sentido diferente.

Segundo, el concepto Griego de ingreso puede incluir transitos a lugares natales que son caracterizados màs abstractamente, tales como lugares definidos por profecciòn. Aqui, tambièn, parece que el énfasis es mayor en el zoidion regido (pero no necesariamente ocupado) por planetas que asumen importancia de tiempo en tiempo al volverse cronocratores.

Tercero, nosotros sabemos que los ingresos eran empleados en el retorno solar en tanto que la pieza de Doroteo esta  inequivocamente en este tipo de contexto, y la que se atribuye a Valens puede tener esa misma conexiòn. Pablo (Paulus Alexandrinus) menciona ingresos en el contexto de las circumboluciones (direcciones). De hecho, en ningùn lugar de las escasas y desparramadas referencias a los ingresos en el resto de Valens y Efestiòn encontramos transitos mencionados aisladamente de las direcciones, regencias temporales, profecciones, o retornos solares. Entonces, sobre el solo precedente del uso Griego, es dificil justificar el empleo de los transitos como un concepto autònomo.

He analizado los cuatro textos gramaticalmente para ver si alguno de los escenarios es favorecido por la sutilezas del lenguaje. Solo puedo concluir que los escritores Griegos eran casi perversos en su uso del lenguaje al incluir todas estas posibilidades de transito. Probablemente entonces, no deberíamos generalizar el concepto de ingreso  a partir de ninguno de los casos especiales mencionados arriba (incluidos los transitos simples en el tema natal), sino que deberíamos màs bien tratar de encontrar una conceptualizaciòn màs amplia que los incluya a todos. Lo que nos lleva a la siguiente cuestiòn.

-El Principio detrás de las Delineaciones

 


Me animo a decir que cualquiera familiarizado con las interpretaciones modernas de los trànsitos que lea estas delineaciones va a encontrar algunas que le suenan completamente equivocadas. Permitanme mencionar solamente el trànsito de Ares a Kronos, que es considerado como muy favorable por todos los escritores; y el trànsito de Afrodita a Zeus, que es considerado como bastante desagradable. Claramente, si estos trànsitos no son solo el resultado de una experiencia astrològica muy diferente, y revisten algùn aspecto constructivo, no pueden derivar de la misma “mezcla de energìas” que encontramos en los aspectos. De hecho, los Griegos consideraban los aspectos Ares-Kronos en una natividad màs o menos como nosotros lo harìamos en la astrologìa moderna, como bastante terribles. Entonces, no podemos solo depender de este principio.

En este contexto, es interesante ver lo que Abu Mashar dice sobre el principio detras de los trànsitos en los retornos solares en su obra sobre revoluciones solares. Traduzco de la ediciòn de Pingree de la traducciòn medieval griega de su obra, Libro v, secciòn I.

“Los ingresos de los planetas en la revoluciòn de los años a sus propios lugares fijos y a aquellos  de los otros planetas tienen ciertas significaciones inefables para cosas buenas y malas. Es necesario entonces, examinar los lugares. Porque, en la revoluciòn del año, el planeta a menudo vuelve a su propio grado, y a menudo al signo aunque no al grado. Al momento de la revolución del año cuando hubiera llegado al grado en que estaba al momento del establecimiento (el radix) o al tèrmino en que estaba, su significaciòn sera completa. Y si el planeta en la revolución del tiempo està en un cierto zoidion, luego retrograda de vuelta a su lugar en el radix, tambièn tiene algùna significaciòn de este modo. Pero cuando hubiese llegado al lugar de otro planeta, uno debe investigar en un modo triple.

Primero es necesario mezclar la significación de ambos planetas cuando se miran uno al otro, luego (segundo) investigar la naturaleza de estos. Porque, igual que es benèfico cuando hubiese llegado al lugar de un benèfico, tambièn un benèfico en el lugar de un malèfico hace la actividad del malefico benèfica. Y si un malèfico llegara al lugar de un benèfico, arruina la actividad del benèfico, intensifica su malevolencia. Tercero, es necesario examinar el zoidion en que el planeta estaba en el fundamento, y tomarlo como un Horoskopos y poner sus efectos en concordancia con esto (esto suena a casas derivadas)

.La mezcla de energías tiene un aire muy moderno, pero no veo como el par de delineaciones referida anteriormente puede derivarse en manera alguna de un principio tan simplista. Entonces, como delinea Abu Mashar estos dos trànsitos? Consistentemente con su propio principio, pero no completamente de acuerdo con la tradiciòn, el ha moderado la cualidad positiva del trànsito de Ares-Kronos, y revertido el carácter negativo del trànsito Afrodita-Zeus.

“Ares haciendo un ingreso a Kronos, al momento del retorno causa la adiciòn de hermanos y amigos y produce estadìas fuera del hogar en las inmediaciones. Si Ares tiene relaciòn con el año, indica inactividad y lentitud; si Kronos hubiera de tener relaciòn con el año, enfermarà por un golpe.

“Si  Afrodita ocupa el lugar de Zeus, indica mucha confianza y viajes fuera del hogar a lugares sagrados. Y otorga riqueza a través de herencia, y viajes hacia amistades, y adquisiciòn de nuevos amigos que son poderosos, y causará enfermedad y salud.”
Me parece que hemos perdido el hilo en algùna parte. Por el interes de recuperarlo, voy a ofrecer un breve anàlisis lingüístico de la palabra epembasis para ver que puede ser de utilidad.


Nota General

 


Epembasis es un sustantivo abstracto formado por el verbo epembainò.La raìz de esta palabra es el verbo Griego comùn baino, que simplemente significa “caminar”. Tiene el compuesto preposicional epem precediendolo, que se construye de la preposiciòn epi, que significa “sobre”, “en” “hasta” etc., junto con la preposición en, que significa “en”, o “entre” El verbo resultante , entonces, significa “pisar sobre, en, por encima”, etc. En un contexto figurativo, a menudo tiene las connotaciones negativas “pisotear” “atacar”, “acercarse”. Sin embargo, cuando los sinònimos son usados en los siguientes textos sobre trànsitos, son elegidas palabras màs neutrales (algunas veces bastante deliberadamente, me parece a mi) para contrarrestar cualquier sugerencia de hostilidad. Y algunas veces parodos, el equivalente semàntico Griego de nuestra palabra “trànsito”, se usa en conjunciòn con epembasis para hacer este significado màs especìfico.

Hay un segundo uso figurativo que es un contexto temporal: “embarcarse” o “comenzar”, el primero derivado de la idea de subirse a bordo de una embarcaciòn o nave en preparaciòn para un viaje, el segundo de la nociòn de embarcarse en un perìodo de la propia vida. Ahora, sabemos que la palabra epembasis es ocasionalmente usada como sinònimo de paradosis kai paralepsis, el momento de ceder y tomar que significa la entrada en un nuevo perìodo de regencia temporal, y sabemos que el ingreso es aumentado (o incluso hecho posible) cuando el planeta ingresante tambièn es un cronocrator. Entonces, hay un cercano e intrínseco vínculo entre estos dos conceptos.

Ptolomeo mismo ha señalado su conexión esencial al final de su primera cita arriba. El cronocrator indica el carácter especìfico y la prolongación, paratasis, de un cierto perìodo de tiempo, mientras que el ingreso produce una intensificaciòn o relajaciòn epitasis kai anesis en el efecto. Paratasis y epitasis ambos vienen del mismo verbo teinò que simplemente significa “estirar”.  Ek oruneri tiene el significado de “estirar a lo largo”, como en la expresiòn “la pared se extiende a lo largo del camino,”el segundo “estirarse hasta cierto punto” como en la expresiòn “la linea se estira ajustadamente.” De nuevo, el primero esta relacionado con la extensiòn, el segundo con la intenciòn.

Ahora, recuerden que el estiramiento de una cuerda en diferentes grados (el segundo sentido) produce tonos discretos de la escala musical que nosotros llamamos “grados” (gradus en Latin, de la raiz verbal de “ingreso” ingreditor), mientras que la palabra Griega que traducimos como “ingreso” concretamente significa “poner el pie en.” Entonces, en la mente de Ptolomeo al menos, debe haber una conexiòn entre el concepto de ingreso, epembasis, y el concepto de intensificaciòn, epitasis, yaciendo en la idea de que un ingreso planetario toma su “nota” fundamental del cronocrator unos cuantos grados arriba o abajo – esto es, trae cierta intensificaciòn del evento que produce un “grado” o “tono” bien definido caracterìstico del planeta recibiendo el ingreso. De esta manera la misma palabra que describe un hecho fìsico en los cielos expresa la naturaleza de su efecto en un evento de este mundo. Esta duplicidad de significado parece ser caracterìstica del lenguaje astrològico en general.

Valens tambièn parece estar usando esta metáfora de estiramiento de cuerdas en la primer cita de este prefacio, aunque el està aplicàndola algo diferentemente. Nosotros podemos producir diferentes tonos en una cuerda de una tensiòn dada variando  las amplitudes de sonido. Sin embargo, sin una tensiòn subyacente a la cuerda ningùn tono puede ser producido. Valens asimila el efecto del cronocrator a la tensiòn de la cuerda, y argumenta que ningùn “tono” puede ser producido por ingreso si la cuerda misma estuviera floja.

Casualmente, estas dos metáforas diferentes, parecen jugar sobre los dos diferentes sentidos de la palabra Griega eutoneo, que puede significar ya sea “tensar suficientemente”, o “tensar apropiadamente”
Es quizás tambièn util mencionar que los Persas asociaron las diferentes cuerdas de la Lira de siete cuerdas con los siete planetas. Entonces, podemos asociar los efectos de un ingreso de Ares sobre Kronos cuando Ares es cronocrator a la producción de un “tono” de Kronos sobre la cuerda de Ares.

Podemos tambièn ver aqui la intima conexiòn entre el concepto de ingreso y el concepto de regencia temporal. En la versiòn de Ptolomeo de la metàfora, el ingreso es la tensiòn de la cuerda mientras que la regencia temporal es la amplitud – y todos sabemos las interrelaciones entre extensión, tensión y tono de una cuerda.

Esta metàfora de tensar y relajar de una cuerda es de importancia crucial en la filosofía Griega. Los Griegos regularmente la usaban para caracterizar la manera en que la intensidad de una cualidad puede cambiar mientras la cualidad permanece la misma. Por ejemplo, la “rojeza” puede variar en intensidad o “grado”(una palabra que significa “paso”, por cierto) mientras sigue siendo roja. Tal cambio fue conceptualizado como resultando de una variaciòn de tensiòn de opuestos “tirando” uno en contra de otro.  Esta metàfora da cuenta tanto por la continuidad de diferentes intensidades como por la existencia de “pasos” discretos o “grados” de cualidad, correspondiendo a los diferentes tonos producidos por la tensiòn de una cuerda.

Esto fue considerado como la forma fundamental de entender el cambio de cualidades, como el color, peso, e incluso la velocidad. Pero lo que es bastante sorprendente en la presente discusiòn es que los astròlogos estàn empleando estos conceptos en un contexto temporal, como caracterìsticas de un evento. Esto nos puede parecer enigmàtico de entrada porque nuestro propio entendimiento de los acontecimientos està altamente condicionado por el ejemplo paradigmàtico de una colisiòn de dos cuerpos, que sucede màs o menos instantaneamente. Que podrìa estarse representando por la intensificaciòn y relajaciòn de un evento? Evidentemente, el evento se entiende como teniendo lugar a travès de un perìodo de tiempo. Esto nos lleva de vuelta al significado fundamental de la tìpica palabra Griega para “evento”, apotelesma.

En nuestras primeras traducciones, usualmente hemos entendido esta palabra como el efecto causado o producido por el planeta – lo que el planeta ha hecho, por así decir. Pero aqui tambièn podemos haber estado demasiado influenciados por conceptos de la física moderna. Hemos pensado demasiado en términos de causa eficiente, la causa que empuja y tira y actua màs o menos instantáneamente. Algo que acontece a lo largo de un perìodo de tiempo se conceptualiza como una serie de eventos cada uno de los cuales sucede en un momento. Pero la palabra Griega apotelesma se refiere tanto a la actividad de lograr una meta o un fin (telos) como a la meta o el fin mismo, bastante como nuestra palabra Inglesa logro (acomplishment) lo hace.Y la actividad de lograr puede muy bien ser algo que tiene lugar a travès del tiempo. En el pasaje de Ptolomeo arriba, el logro se entiende como teniendo cierta cualidad caracterìstica de prolongaciòn – no solo como una extensiòn temporal, por ejemplo, puede suceder de golpe y porrazo, o frenèticamente, o sostenidamente y ritmicamente. Y la cualidad de prolongraciòn misma, yendo de los extremos de agudeza de actividad hasta el agotamiento paulatino. Entonces, en el contexto de regencia temporal y de ingresos, la prolongaciòn total e intensidad del logro tiene un caràcter planetario – no solo el resultado obtenido en si mismo, mientras que puede ser posible correlacionar cada tipo de prolongaciòn y de intensificaciòn con un cierto planeta.

Si este anàlisis es correcto, entonces significa que no podemos llegar al nucleo de las delineaciones Griegas de ingresos por una simple combinaciòn de “energìas” planetarias, como si fuera un tipo de aspecto; porque uno de los planetas representa la prolongaciòn mientras que el otro representa la intensificaciòn. Ni podemos meramente considerar los efectos generados por las energìas planetarias; debemos adicionalmente aprender a delinear el caràcter de estas energìas planetarias mientras estàn en acciòn, y asi entender la autèntica dimensiòn temporal de la causaciòn astrològica.

En vista de la anterior discusiòn, hemos decidido traducir epembasis por la palabra latinizada “ingreso”, (de ingreditor), que es el equivalente perfecto, y que ha tenido ampliamente a travès de la historia el mismo espectro de significados. Tambièn es màs general (y por lo tanto confusa) que nuestra palabra “trànsito”


Traducciòn Libre de: Robert Schmidt ” Dorotheus, Orpheus, Anubio, & Pseudo Valens Teachings on Transits ” PROJECT HINDSIGHT GREEK TRACK VOLUME IX









jueves, 30 de julio de 2015

Sobre la calidad del tiempo. Una reflexión.










Mejor declararnos a nuestra amada en un Viernes y en hora de Venus.

Mejor dar una conferencia en un Miércoles y en hora de Mercurio.

Mejor tener una reunión familiar  un Lunes y en hora de la Luna.

Mejor iniciar un proyecto un Martes y en hora de Marte.

Eso por poner algunos ejemplos de Astrología electiva, ya que la elección de la calidad del tiempo es importante a la hora de tomar decisiones.

También es cierto que esas elecciones están sujetas a la información  fundamental que representa el tema natal.

Pero probad de regalar un ramo a flores a vuestra amada ( si os quereis reconciliar ), en un Martes en hora de Marte.....vereis que no habrá sido una buena idea.

O probad  de dar una conferencia un  Sábado en hora de Saturno.....posiblemente se aburran hasta los caracoles.

Tampoco se puede generalizar, porque hay que ver más cosas en conjunto.

Lo importante es que pilleis la idea básica.





Una Astrología Hermética. Por Darcy Woodall.











UNA ASTROLOGÍA HERMÉTICA
Del Renacimiento al comienzo de la Edad Moderna
Por Darcy Woodall
Traducción de Enrique Eskenazi


Donde la historia está en marcha, gracias a reyes, héroes e imperios, supremo es el sol.
MIRCEA ELIADE

En la tarde del 11 de Noviembre de 1572, el brillante y excéntrico noble danés Tycho Brahe caminó desde su laboratorio hasta una cercana abadía para comer su cena y se encontró captando algo impensable. Apenas pasada la constelación septentrional de Casiopea, brillando con asombroso resplandor, había una nueva estrella sorprendente .En los meses siguientes esta nueva luz -que brillaba tanto que quienes tenían una vista normal podían verla durante el día- fue contemplada con sorpresa y consternación. Por toda Europa estudiosos, sacerdotes y reyes se veían confrontados con una posibilidad que tenía implicaciones heréticas. Porque si era en efecto una nueva estrella, como Tycho sabía que debía serlo, entonces el gran orbe más exterior del cosmos, la esfera supra-lunar fija que mantenía en su sitio al reino eternamente divino de las estrellas fijas inmutables, se había vuelto tan frágil y delgado que se había abierto una filtración en su firmamento, permitiendo que una irrupción sin precedentes de luz divina penetrara en el reino sub-lunar de los hombres.

Para muchos esta aparente irrupción del caos en el orden cósmico era un mal presagio; una manifestación visible del rampante desorden político, cultural y religioso que asolaba al mundo conocido. Mientras la discordia social era alimentada más evidentemente por el ascenso pendenciero de un feroz cristianismo fundamentalista, tanto dentro como fuera de la Iglesia Católica, había otras indicaciones de que se estaba descascando el pegamento espiritual que había mantenido unido al mundo desde el comienzo de la creación. Del otro lado del Océano extraños mundos paganos se descubrían, se conquistaban y se saqueaban, y los despojos llenaban rápidamente los cofres de monarcas europeos nuevamente poderosos y autónomos. Codiciosos de poder, se desafiaban unos a otros y a la iglesia en pos de hegemonía, y lo que una vez fuera una masa trabajadora simple y complaciente abandonaba cada vez más la tierra y se incorporaban a las nuevas ciudades y pueblos en lo que devenía una clase ambiciosa, próspera, bien educada y mercantil, que cada vez ejercía más su propio poder económico y político. En medio de todo este cambio, el estado de ánimo era apocalíptico. Parecía que nada era como "debería ser", y muchos sentían que la ruptura del orden aparente era tanto causa como resultado de la ira de Dios, de lo cual la nueva estrella era una advertencia indiscutible y poderosa. Entonces, alrededor de un año más tarde, tan repentinamente como había aparecido, la luz de la nueva estrella comenzó a desvanecerse, como si su breve aparición y desaparición fuera sólo el resplandor de un nuevo orden mundial aún inimaginable (Koestler 1959 293-4; Woolley 2000 132-7).

Hoy Tycho Brahe es recordado no sólo por su papel en el desarrollo del paradigma heliocéntrico, sino también como uno de los personajes más pintorescos e influyentes dentro de un nuevo orden de pensadores responsables del desarrollo conceptual de la ciencia moderna. Como pionero de la observación empírica cuidadosa y famoso por haber hecho tablas con las posiciones astronómicas más precisas desde la era babilónica, fue aplaudido por Johannes Kepler como el Ave Fénix de la astronomía. Lo que no es tan bien conocido es que a lo largo de sus vidas, tanto Kepler como Tycho (como la mayoría de astrónomos de la era) eran seguidores entusiastas de un nuevo Hermetismo Renacentista, un mezcla sincrética de neoplatonismo helenístico, astrología, magia y filosofía griega clásica como la había conceptualizado Marsilio Ficino, y que a mediados del Renacimiento había teñido casi todos los aspectos de la cultura europea. (Garin 137; Koestler 1956 290; Tarnas 1991 295).

Presumiblemente la revolución conceptual más radical que emergió de la fecundidad artística e intelectual del Renacimiento fue la teoría copernicana del heliocentrismo. Este paradigma no surgió en un vacío social y político, ni emergió plenamente formado en la conciencia cultural. Requirió una gran cadena de pensadores e inventores -cuyos aportes culminaron en la ocurrencia tentativa original de Copérnico. Fue mantenida viva por las observaciones empíricas de Tycho, explicada por las leyes de Kepler, “demostrada” por el telescopio de Galileo, y finalmente vuelta doctrina por las Leyes de Newton. Todos estos hombres, así como muchos otros que en mayor o menor medida contribuyeron a dar forma al paradigma emergente, estaban convencidos de la necesidad de un orden universal perfecto y predecible, particularmente tal como el idealizado en la filosofía neoplatónica y hermética. Tales progresos fueron parte de una revolución de ideas mayor, construida principalmente sobre los fundamentos escolásticos establecidos por pensadores como Tomás de Aquino, Francis Bacon y Nicolás de Cusa, notables por el estímulo de la investigación independiente de la naturaleza basada en los sentidos (Tarnas 1991, 291).

El papel inspirador desempeñado por la cosmología Hermética - y por tanto tácitamente astrológica- en el desarrollo de la moderna ciencia occidental nunca se señala lo suficiente. El Renacimiento alimentó su emergencia más potente de vapor intelectual de la reanimación de textos filosóficos clásicos, , gnósticos y neoplatónicos, originalmente rechazados por la Iglesia, en gran parte porque celebraban las imágenes paganas. Durante el periodo fundamental de 200 años desde la mitad del siglo quince a la mitad del diecisiete que marcaron la emergencia del poder y la civilización europea occidental, el pensamiento hermético estaba en la raíz de disciplinas teóricas y prácticas que incluían la medicina, la teología, la filosofía, la política, la astronomía, la navegación y las matemáticas. Hacia el siglo dieciséis virtualmente cada coarte europea, incluyendo el Vaticano, tenía un astrólogo residente. Tycho, Kepler y Galileo fueron empleados como astrólogos reales. Hombres como Marsilio Ficino, Pico della Mirandola, Paracelso, John Dee y Giordano Bruno -todos defensores de una perspectiva hermética- se contaban entre los científicos y filósofos prominentes de la época. A medida que una concepción pitagórica renovada del Harmonius Mundi (armonía de los mundos) comenzó a suscitarse, sus imágenes alegóricas astrológicas y matemáticas no sólo alimentarían a la musa de pintores y poetas, sino que fertilizaría el genio científico de Nicolás Copérnico, Tycho Brahe, Johannes Kepler, René Descartes, Francis Bacon e Isaac Newton, todos los cuales harían contribuciones fundamentales a lo que llegaría a ser la visión moderna del mundo. Hacia el siglo dieciséis, debido a la gran disponibilidad de las traducciones de Marsilio Ficino de los textos filosóficos y neoplatónicos griegos (traídos a Europa poco antes de la caída del Imperio Cristiano Bizantino en 1453) el hermetismo penetró en casi todos los aspectos de la cultura europea, desde la literatura y las artes figurativas, hasta la investigación, la ciencia y la vida religiosa.

Antes de la aceptación universal de la visión heliocéntrica de Copérnico en el siglo XVII, la naturaleza de la realidad abarcaba una doctrina religiosa que estaba fuera de dudas. Desde la Grecia clásica en adelante, se suponía que la tierra era el escalón más bajo de un orden cósmico preciso; era el centro alrededor de cual giraban los cuerpos celestiales en perfectas órbitas semejantes a dioses, cada uno engarzado en su propia esfera celestial cristalina. Por encima y más allá de esta estructura jerárquica, estaba el primum mobile (primer motor), que movía todo de una manera absolutamente uniforme e incambiable, emblemático de la eternidad, es decir, la perfección. Al orden divino se le aproximaba así de manera más perfecta la gran Bóveda Celeste (a través de la cual se veían destellos de fogosa luz divina a través de agujeros en su sólido firmamento) - Yuxtapuestos en el gran camino celestial (el Zodiaco), el Sol, la Luna y cinco planetas “vagabundos” describían la “causa” celestial de todo cambio y diversidad en el mundo. Este universo de relojería jerárquico era el gobernante de toda vida en la esfera “sublunar” (terrenal) del nacimiento, la vejez y la muerte; del llegar a ser y el dejar de ser; del flujo y el cambio. Arthur Koestler asemejó esta realidad a un “universo amurallado”. Un poco como la vida en un castillo feudal, toda la gente y todos los aspectos de la naturaleza estaban destinados a vivir en roles predeterminados, fijos, dentro del mecanismo cósmico, construido como decía Copérnico “por el mejor y más ordenado Trabajador de todos”. El cielo era la gran sala donde se sentaban los nobles celestiales, (supuestamente) modelos de decoro, del cual las cocinas sublunares era una imitación imperfecta. Pero, como en un castillo medieval, esta máquina celeste no era un autómata ni carente de vida intrínseca. Era un sistema viviente e interconectado en todos los sentidos. Toda la vida estaba animada; como encarnación del Anima Mundi, el Alma del Mundo. “Los acontecimientos terrenales armonizados con los acontecimientos celestiales, como una cuerda afinada al mismo tono” (Carey, 8). Con la llegada del Renacimiento esta visión inspiraría una poderosa transformación de la misma cultura occidental. Una de las consecuencias más notables de esta apertura intelectual fue la renovación de la deificación hermético-egipcia de la imagen solar como símbolo último de divinidad celestial y espiritual, desafiando implícitamente el rol preeminente del reino de las estrella como el ápice de todo orden (Mumford 1964 29-32). Esta re-deificación de las imágenes solares apoyaba los ideales humanistas del Renacimiento, que ante todo exaltaban al “Hombre” como “el dios hermético Anthropos bajo forma humana” (Garin 137).
En 1511, cuando Copérnico comenzó a considerar una solución heliocéntrica, no pretendía descubrir una nueva realidad; su intención empírica era eminentemente conservadora. El calendario eclesiástico, el ritmo aparente que demostraba la perfecta alineación de la Iglesia con el orden celestial, ya no se correspondía con las estaciones. Así, su objetivo era reparar las Tablas Alfonsinas del movimiento planetario, inspiradas en Tolomeo, para “preservar la apariencia geocéntrica de los movimientos celestes” (Koestler 1959 125). La exactitud de estas tablas, modeladas de acuerdo a la hipótesis aristotélica de órbitas planetarias perfectamente esféricas (compuestas de epiciclos crecientemente complejos) se había estado viniendo abajo durante siglos. Esto no sólo creaba obvios problemas para los astrólogos (puesto que el conocimiento preciso de las posiciones de los planetas es esencial para la interpretación astrológica), sino que su creciente inexactitud amenazaba con generar una crisis teológica sin precedentes dentro de la Iglesia Católica.

Cuando Copérnico desarrolló su conclusión heliocéntrica como una solución racional para las discrepancias que encontró en sus observaciones empíricas, su solución fue inspirada. Remitiéndose a los escritos herméticos que había encontrado cuando estudiaba en Italia, llamó al Sol “un dios visible”, una creencia que le permitía demostrar el fenómeno con lo que parecía ser una solución, a la vez elegante y práctica, al problema. En su dedicatoria al Papa Pablo III al comienzo de “De revollutionibus orbium coelestium” (Sobre la revolución de las esferas celestes), escribió:

“Por tanto me esforcé por releer todos los libros de los filósofos que puede conseguir, para ver si alguno de ellos había supuesto que los movimientos de las esferas del mundo eran diferentes de aquellos propuestos por los que enseñaban matemáticas en las escuelas. De hecho, primero hallé en Cicerón que Nicetas enseñaba que la tierra se movía. Y después encontré en Plutarco que había algunos otros de la misma opinión: copiaré sus palabras para que todos puedan conocerlas....”
Los “algunos otros” de que habla son los antiguos pitagóricos, notables por su creencia de que el sol era la fuente divina de toda vida y el centro de toda existencia. Copérnico prosigue señalando que, puesto nada menos que Platón había estudiado con los pitagóricos, su teoría estaba justificada. Continúa así:

“...porque sabía que otros antes de mí dispusieron de la liberad para construir los círculos que quisieran a fin de demostrar los fenómenos celestes, pensé que a mí también se me permitiría poner a prueba, suponiendo que la Tierra tuviera algún movimiento, demostraciones para las revoluciones de las esferas celestes menos inseguras que las de mis predecesores”.

Con frecuencia se supone que, puesto que un mapa astral u horóscopo se levanta desde una perspectiva geocéntrica, el heliocentrismo es incompatible con la teoría astrológica. En oposición a este malentendido popular, los astrólogos fueron de los primeros en abrazar la teoría copernicana, y muchos lo hicieron con gran entusiasmo. Los ejemplos incluyen no sólo a Johannes Kepler, sino a John Dee, Giordano Bruno, Tomaso Campanella, Thomas Digges y Thomas Betnor (Whitfield 2001 165-7). Efectivamente, las ideas avanzadas por dos de estos hombres valen especialmente la pena de ser notadas. Thomas Digges especuló que las estrellas no estaban realmente fijas sobre la bóveda celeste, sino que estaban desparramadas por un espacio infinito (Ibid., 166). Mientras que el cosmos de Digges es inequívocamente heliocéntrico, Giordano Bruno fue un paso más lejos y propuso radicalmente que el universo es tan infinito que el sol de la Tierra era sólo un centro entre muchos (Couliano 1987 23), una convicción por la que fue torturado en las mazmorras del Vaticano durante siete años antes de ser finalmente quemado vivo.

Entre los textos que más apoyaban un universo heliocéntrico estaba el Corpus Hermeticum, del que se creía que su autor era el legendario y antiquísimo Hermes Trismegistus, y traducido con celeridad (por solicitud de Cosme de Medici) por Marsilio Ficino en 1463. A lo largo de la Edad Media habían perdurado leyendas respecto al Hermes “tres veces grande”, cuya talla era semejante a la de Moisés. Ahora traducido, y divulgado mediante la nueva imprenta, estos escritos perennes recorrieron los centros intelectuales de Europa con sorprendente rapidez. Ficino no dudaba de su importancia. “Mercurius Trismegistus fue el primer filósofo que se elevó por encima de la física y las matemáticas a la contemplación de lo divino”, escribió (Moore 1990 35).

El renacimiento del interés por la literatura griega de la antigüedad desplazó profundamente el centro del paisaje intelectual europeo. En su encarnación renacentista, la astrología no era meramente un sistema de adivinación (aunque también podía serlo). Fue revivida como un sistema mnemotécnico que pudiera conducir a un entendimiento abarcador de la naturaleza de la Verdad. “Para la gente del Renacimiento la utilidad de la astrología era tan estimable como la teoría de la radioactividad o de la relatividad en nuestros días” (Couliano 1987, 180). Su importancia se consideraba en todos los aspectos de la vida, incluyendo “cosmología, acontecimientos naturales, salud y enfermedad, y destino y muerte” (Whitfield 2001, 128). Para un filósofo del Renacimiento la totalidad del cosmos era un todo armonioso, un ser viviente (la palabra griega “zoidia” significa literalmente “una animal viviente”) y el Hombre es capaz de crear en su interior “una imagen de los cielos” (Ficino, I:123). Empero esta verdad no podía ser aprehendida solo por los sentidos vulgares, era “trascendente”, metafísica, oculta hasta que se revelara, y la revelación de Hermes se consideraba casi tan importante como la revelación bíblica” (Whitfield 2001, 148). Se creía que Platón era una apoteosis del hombre ideal que comprendió que la clave para el auto-conocimiento, esto, el conocimiento de aquello que es inmortal y divino, yace dentro de su propia alma. En los Diálogos repetidamente describió los cielos como la imagen más perfecta del alma del mundo, y los escritos herméticos reforzaban la idea de que toda la realidad está llena de energías de simpatía y atracción, vinculando el mundo de la materia el mundo espiritual de lo divino. El conocimiento de estos patrones de correspondencia, presentes en toda la naturaleza, estaba disponible sólo para aquellos dedicados a una genuina búsqueda de la verdadera sabiduría. La astrología se consideraba como la articulación más elocuente y comprensiva de esta realidad trascendental. Así, dentro del Corpus Hermeticum y filosófico, todas las formas de astrología, incluyendo la astrología judiciaria (siempre ambigua en la doctrina aristotélica de la Iglesia medieval) encontró sólido fundamento teológico y filosófico.

Revivió así un acento en la “conciencia Solar”: “Aun así el Creador, es decir el Sol, siempre vincula cielo y tierra” (Corpus Hermeticum, 16:5); “El sol proporciona a los inmortales su luz perdurable y alimenta las regiones eternas del cosmos” (C.H., 16:8); “El coro de espíritus se ubica bajo el mando del Sol... pero se ponen en formación bajo las estrellas” (C.H., 16:13). El hermetismo no sólo proporcionó una justificación espiritual para un cosmos cuyo centro es el Sol, sino que inspiró una visión imaginal del mundo que por consiguiente conformaría una nueva filosofía imaginal, desarrollada de modo más convincente en la magia astrológica de Ficino, y más tarde con Robert Fludd, Paracelso, John Dee, Giordano Bruno, y también muchos otros. La generosidad dadora de vida del Sol Hermético fue articulada amorosamente por Ficino. “Nuestra alma, además de mantener los poderes particulares de sus miembros, promueve el poder común de la vida a través nuestro, pero especialmente a través del corazón, fuente del fuego íntimo del alma. De modo semejante, el Alma del Mundo florece en todas partes, pero especialmente mediante el Sol, en tanto despliega sin discriminación alguna su común poder vital” (Moore 1990 127)

Uno de los argumentos más comunes propuestos contra la astrología por sus detractores durante el periodo medieval y el Renacimiento temprano era que los horóscopos eran imprecisos, un reflejo de la dificultad inherente en el uso de las tablas Alfonsinas. Si bien este punto es discutible (mucho depende del rigor del astrólogo individual), las tablas de Copérnico no fueron una mejora tan impresionante. Pero después de que Kepler desarrollara sus tres leyes del movimiento planetario, fue relativamente fácil para los astrólogos construir tablas planetarias precisas mediante el empleo de ecuaciones matemáticas relativamente simples y confiables.

La propuesta de un universo heliocéntrico surgió con un cambio radical en la perspectiva de la gente respecto a la autoridad. En lugar de sucumbir ciegamente a la autoridad tradicional, estos nuevos pensadores (siguiendo el precedente escolástico), comenzaron a someter todas las hipótesis a demostración empírica -a aquello que pudiera verse- y a la vez confiaron cada vez más en los ecuaciones matemáticas para definir las relaciones entre las variadas partes del cosmos. C. G. Jung creía que el re-descubrimiento de un universo cuyo centro es el Sol fue una motivación psicológicamente poderosa para el desarrollo de la moderna consciencia individualizada. Pero también llamó la atención sobre la Consciencia Solar “sombría” que llevó a una creciente “confianza en la observación y experimento sobre los objetos de la naturaleza” (Jung 1963 106), lo que finalmente excluyó los modos de percepción no empíricos, no basados en la sensación. El acento en el ideal de “vista” se literalizó, conduciendo a la conclusión final de que el único modo de percepción humana “real”, “objetivo” se redujo al de la visión física.

El efecto sobre la práctica de la astrología fue semejante al dios Jano. Por un lado la identificación del individuo con un “Yo” solar subrayaba el ideal humanista de la primacía del individuo y estimuló la visión de que cada vida individual es importante y significativa, como se explica en el mapa natal que es irrepetible. La astrología ya no se reservaba tan sólo a personas de rango y privilegio. A medida de que la gente común intentaba entender su propio puesto en el cosmos, buscaba consejo astrológico para lograr la comprensión de sus problemas personales. Por el otro lado, a medida que la astrología se desplazó más y más del reino teórico hacia el práctico, los astrólogos fueron cayendo progresivamente bajo e encantamiento del “literalismo espiritual”. La justificación de Kepler de su confianza en las leyes matemáticas anticipó este rasgo posterior:

“Estoy muy ocupado con la investigación de causas físicas. Mi meta es mostrar que el mecanismo celeste ha de semejarse no a un organismo divino, sino a un reloj”. De manera creciente, la astrología se tomó en cuenta como una guía para conseguir riqueza y poder y sus practicantes comenzaron a enfocar en los detalles de la vida, “para tomar decisiones vitales -desde comprar ropa hasta casarse... ya no a fin de mantener su imaginación viva... sino a fin de tener éxito en su vida física” (Moore 1990 121)

Así, si la ciencia en sus comienzos no socavó la práctica astrológica y, de hecho, la estimuló en muchos aspectos, ¿cuál fue la razón para la dramática defunción de la astrología? Para esta parte de la historia tenemos que volvernos al asunto del cristianismo y la astrología. “La batalla alrededor de la astrología tocaba todos los aspectos de la cultura” (Garin 1983, 5). Una de las consecuencias más dramáticas del renacimiento hermético fue la extraordinaria repercusión negativa religiosa y política generada por la rebelión protestante, y la contra-reforma lanzada por la Iglesia Católica. Desde el advenimiento del cristianismo antiguo, siempre había habido intensos debates entre los teólogos concernientes al papel de la astrología judiciaria, pero la Iglesia nunca había cuestionado la existencia de una causalidad celeste sobre el mundo natural: el único debate había sido respecto a la relevancia de la causalidad celestial en el alma humana. En tanto los astrólogos no desafiaron la doctrina cristiana que exaltaba la libertad moral de la voluntad humana (“el hombre sabio es el amo de las estrellas”), la astrología podía montarse a horcajadas de un cerco teológico y subsistir con diversos grados de aprobación tácita por parte de la Iglesia.

La Reforma protestante desató uno de los periodos más represivos en la historia cristiana. Dentro de uno cien años después de que Martín Lutero clavara sus estridentes demandas en la iglesia de Wittenberg, habían surgido por toda Europa, eventualmente llegando hasta Norteamérica, iglesias separatistas crecientemente reaccionarias y fundamentalistas. La Iglesia Católica reacción al profundo cuestionamiento de la Reforma sobre su hegemonía con un esfuerzo ferozmente sistemática por purgarse de toda infección pagana (demoníaca, mágica e idólatra) herética: una de las acusaciones más serias de la Reforma (Tarnas, 1990, 238). El cambio en la actitud de la Iglesia hacia la astrología fue sorprendentemente rápido; la Reforma había golpeado duro y los príncipes de la Iglesia estaban muy asustados, por primera vez en cientos de años. En 1585, sólo quince años después de la muerte del Papa Pablo III (que mantuvo un profundo y duradero interés por la astrología) Sexto V sacó la primera bula papal prohibiendo la astrología judiciaria (los astrólogos incluso habían comenzado a hacer predicciones para la Iglesia!). La segunda bula en 1631 amplió la primera y la astrología,, que había coexistido con la Iglesia durante siglos fue tachada de herejía en términos nada ambiguos (Campion 1989, 78; Whitfield 2001, 163). Consiguientemente los textos herméticos, incluyendo aquellos sobre astrología judiciaria, magia “natural” neoplatónica, alquimia y Kabbala fueron censurados en tanto se vinculaban ya no con una forma divina de sabiduría antigua sino con el paganismo, la idolatría, y asociación con los demonios. Se prohibieron todos los modos de adivinación y la astrología perdió rápidamente su lugar en los centros de enseñanza (Couliano, 1987, 202-3). A finales del s. XVI, por decreto papal, la enseñanza de la astrología judiciaria se eliminó de las universidades italianas, tendencia que culminaría con el cierre de la última universidad con cátedra de astrología en Francia en 1770. Los astrólogos, temerosos tanto de la excomunión como de la acusación de herejía (que implicaba sentencia de muerte cierta), comenzaron a renunciar a la astrología.

En el siglo XVI, tanto en la Europa protestante como en la católica, las llamadas brujas se cazaban y quemaban en números alarmantes; una histeria conformada por la misma estrechez que engendró la destrucción puritana de las imágenes religiosas: “En ambos casos la víctima fue la fantasía humana” (Couliano 1987, 91). En 1600, el mundo de la enseñanza fue sacudido por la ejecución mediante fuego de Giordano Bruno, un filósofo hermético que tuvo el coraje de defender su visión de un universo infinito. En Inglaterra, el otrora venerado Dr. John Dee fue tachado de brujo y sufrió la destrucción de su famosa biblioteca a manos de la turba del pueblo. Destruida su reputación, murió en la pobreza y el desconocimiento, y sus considerables contribuciones técnicas, matemáticas y de navegación se descartaron mayormente. Galileo fue juzgado por la Inquisición, no porque fuera un defensor de la ciencia, sino porque osó argumentar contra la doctrina de la Iglesia de un “universo amurallado”. Incluso Newton mantuvo en privado sus experimentos alquímicos “porque tenía una cabeza sobre sus hombres y prefería que permaneciera allí” (Ibid., 81). Hay que recordar también que todos estos hombres se consideraban, ante todo, devotos cristianos.

El re-descubrimiento del hermetismo abrió una profunda bifurcación en el mundo europeo. En una dirección hay una apertura hacia la imaginación, hermosamente explicada por Marsilio Ficino; la otra era hacia la adulación y culto del orden ideal. Al final, los sueños utópicos concretos empujaron a los hombres a una búsqueda fútil de un sistema físico perfecto que, fantaseaban, podrían controlar si tan sólo pudieran descubrir sus leyes. Cuando las leyes de la gravedad de Newton determinaron que las fuerzas físicas causales entre la Tierra y los planetas eran despreciables, se rompió irrevocablemente la relación cósmica entre los cielos y la Tierra. El impacto que los movimientos puritanos tuvieron sobre este periodo fundamental fue enorme; el paisaje psíquico así como la topografía social se transformaron dramáticamente. Cualquier cosa imaginaria o mítica se asociaba con idolatría o superstición: los dos lados de la misma moneda puritana. La represión de la facultad humana de la imaginación forzó una estricta confianza en la primacía de aquello que podía cuantificarse, esto es, “lo real”. El único valor cualitativo aceptable era aquello que era o bien “correcto” o “errado”. Una vez más, la Verdad quedó predeterminada por la autoridad, eclesiástica o científica; la visión individual era o subjetiva o demoníaca. Como la metafísica fue separada de la física, las únicas fuentes relevantes de conocimiento eran o bien científicas: empíricas o verificables, o basadas en interpretaciones estrechas y literales de la Biblia. Los “puritanos”, tanto religiosos como no religiosos, comenzaron a elevar el principio mecanicista por encima de una creencia en el creador que había inspirado la búsqueda de sus leyes. Más notablemente aún, la comprensión del alma cambió, la poética conectiva del alma devino una abstracción (es decir, no real) y el mundo de la naturaleza viviente se volvió un muerto mecanismo causal. Para muchos la vida se volvió des-animada; vacía y carente de significado.

Si bien el espectro de la máquina se había asomado desde el tiempo de Aristóteles, el emergente mundo moderno comenzó a llevar esta antigua metáfora hasta su conclusión más oscura. Con la victoria del cientificismo y la concurrente divulgación del fundamentalismo cristiano, el centro intelectual y espiritual de gravedad cambió. Scientia ya no incorporaría más todo el conocimiento, metafísico y físico. En cambio devino la sierva de la tecnología. La máquina cósmica se había vuelto el modelo para una mente única, autoritaria, como fuente de orden absoluto tanto en la religión como en la ciencia. En vez de un mundo vivificado por un dinamismo espiritual expresado con un lenguaje simbólico de correspondencias estructuradas, la realidad era ahora material; literal y concreta.

Antes del s. XVII los astrólogos eran buscadores de sabiduría; eran filósofos cultivados, místicos, teóricos: los buscadores de la verdad divina. Ahora, expulsados de las universidades (separados desde las rodillas, por así decirlo, de sus fuentes intelectuales y metafísicas) la astrología comenzó a tentar a los oportunistas; los incultos y los necios. A medida que progresaba el s. XVII, la descripción de su trabajo, con muy pocas excepciones, se había reducido a la de agoreros personales o curanderos populares. Mientras que los mejores y más honestos eran capaces de usar lo que conocía de astrología para ofrecer ayuda práctica con situaciones cotidianas como el matrimonio, la salud y la búsqueda de cosas perdidas, los peores eran impostores; hombres cínicos que sacaban partido de clientes crédulos siempre que podían. Se escucharon acusaciones de charlatanería: “La astrología es un arte por el cual gentes astutas estafan a simples hombres honestos... una ciencia que enseña a sus estudiantes a mentar siempre que hablan... que enseña la verdad tantas veces cuantas la s alcahuetas van a la iglesia y las brujas y las prostitutas dicen sus oraciones...” (Whitfield 2001, 176-7).

Con pocas excepciones, la astrología fue considerada meramente como un billete a una vida mejor, “había una cierta cualidad hogarthiana en los astrólogos ingleses de la época... Llegaban a Londres sin un céntimo y descubrían lo atractivo de la astrología” (Ibid., 177-8).

Los astrólogos (y sus clientes) con frecuencia parecían proponerse descubrir cómo mejor “trampear a los hados” con conocimientos ocultos superficiales, sin una comprensión genuina de los principios sobre los que se basaba ese conocimiento. Estos nuevos astrólogos también incorporaban un rasgo empresarial impensable en generaciones más antiguas. La publicación de almanaques comerciales, que habían aparecido con la invención de la imprenta, ahora era exuberante, vendiendo por millares, con charlatanería del más bajo común denominador colectivo. A medida de que la astrología caía más profundamente en los márgenes culturales poblados por fabricantes de almanaques sensacionalistas y curanderos populares, se inventó un nuevo término: pseudociencia.

Debiera recordarse también que la capacidad de la tradición astrológica para reinterpretarse y adaptarse a un contexto social continuamente cambiante no tiene acaso parangón en la historia del pensamiento occidental. Si bien el ascenso de la ciencia moderna contribuyó ciertamente a su casi fatal caída, no puede considerársele enteramente responsable. Ni puede culparse a la religión, puesto que después de todo la ciencia (en la cultura occidental como un todo) ha sido eminentemente exitosa para liberarse de sus grilletes. La razón para la obstrucción de la astrología es quizás mucho más banal: finalmente los astrólogos se autocensuraron al adoptar tácitamente un visión del mundo “reformista” que era cada más desconfiado respecto a la posibilidad de una realidad no material. Al adoptar una obediencia sin cuestionamientos a las interpretaciones más reduccionistas de sus propios ideales y principios, la astrología participó en su propia exterminación; se había infectado de hecho con su propia forma de fundamentalismo. Para finales del s. XVII, los astrólogos que suscribían a la visión de que el cosmos era un mecanismo gigante predeterminado eran la regla, más que la excepción. Al ocurrir en tales incrementos sutiles, penetrantes a lo largo del tiempo, es difícil decir exactamente cuándo esta visión se las arregló para desviar la balanza a su favor. A medida que los mismos astrólogos aceptaban un pensamiento reduccionista de causa y efecto (tal como lo prueban sus prácticas más absurdamente deterministas y superficiales) la cosmología astrológica fue finalmente arrojada a la deriva de sus raíces filosóficas y herméticas, sin un hogar en la religión, la ciencia, la filosofía o la metafísica. Expulsada fuera del contexto de otros sistemas de ideas espirituales y metafísicos, ya no tenía un medio por el cual tener sentido de sus propios principios. La “profunda modificación de la imaginación humana” (Couliano 2001, 223) fue un desastre metafísico. Si bien está más allá del alcance de este artículo intentar una respuesta convincente, la pregunta así y todo debe formularse: ¿qué factor innato hay dentro de la perspectiva hermética y/o astrológica que la hace tan susceptible a la atracción del poder materialista? Esto ciertamente vale la pena investigarlo.


A medida de que el milenio se acaba, tanto la religión como la ciencia luchan con sus propios paradigmas anticuados y reduccionistas. Las personas inquisitivas ya no pueden confiar o bien en la religión convencional o bien en la ciencia para que proporcionen respuestas; muchos descubren que, tal como enseñó Ficino hace quinientos años, han de volverse al lenguaje mágico de los procesos psíquicos para descubrir las propias correspondencias internas con la armonía divina. Afortunadamente hoy, con una renovada valoración de los reinos imaginales de la experiencia humana, los astrólogos que comprenden el espíritu del Hermetismo Renacentista, tienen una oportunidad de desempeñar un papel significativo en un nuevo renacimiento milenario. Espero que podamos aprender, no sólo de la sabiduría de nuestros precursores, sino también de sus errores.

Fuentes y trabajos citados:

Carey, Hilary. (1992) Courting Disaster: Astrology at the English Court and University in the Later Middle Ages. New York: St. Martin’s Press.
Campion, Nicholas. (1989) An Introduction to the History of Astrology. Kent: JAYBECK
Copernicus, Nicolaus. (1995) On the Revolutions of Heavenly Spheres. translated by Charles Genn Wallis. Amherst, NY: Prometheus Books.
Coulianu, Ioan P. (1987) Eros and Magic in the Renaissance. translated by Margaret Cook. Chicago: The University of Chicago Press. (Hay trad. española)
Currey, Patrick. (1989) Prophecy and Power: Astrology in Early Modern England. Cambridge: Polity Press.
Ficino, Marsilio. (1985) Commentary on Plato’s Symposium on Love. translated by Sears Jayne. Woodstock, CT: Spring Publications. (Hay trad. española)
Ficino, Marsilio. (1975) The Letters of Marsilio Ficino. Vol. 1. translated by The School of Economic Science. London: Shepheard-Walwyn. (Ver ejemplos)
Garin, Eugenio. (1983) Astrology in the Renaissance: the Zodiac of Life. translated by Carolyn Jackson, June Allen & Clare Robertson. London: Routledge & Kegan Paul. (Hay trad. española)
Grafton, Anthony. Cardano’s Cosmos: The Worlds and Works of a Renaissance Astrologer. Cambridge: Harvard University Press.
"Hermes Trismegistus". (2000) The Way of Hermes: New Translations of the Corpus Hermeticum and the Definitions of Hermes Trismegistus to Asclepius. translated by Clement Salaman, Dorine Van Oyen, William D. Wharton, Jean-Pierre Mahe. Rochester, Vermont: Inner Traditions. (hay trad. española)
Jung, C.G. (1963) Mysterium Coniunctionis. Collected Works, vol.14. translated by R.F.C. Hull. Princeton: Princeton University Press, Bollingen Series XX. (hay trad. española)
Koestler, Arthur. (1959) The Sleepwalkers: A History of Man’s Changing Vision of the Universe. New York: Arkana.
Moore, Thomas. (1990) The Planets Within: The Astrological Psychology of Marsilio Ficino. Hudson, NY: Lindesfarne Press.
Mumford, Lewis. (1964, 1970) The Myth of the Machine: The Pentagon of Power. New York: Harcourt Brace Jovanovich, Inc.
Pauli, Wolfgang. (1955) The Influence of Archetypal Ideas on the Scientific Theories of Kepler in The Interpretation of Nature and the Psyche. New York: Pantheon Books, Bollingen Series LI. (Hay trad. española)
Pico della Mirandola. (1940) On the Dignity of Man. translated by Charles Glenn Wallis. Indianapolis: The Library of Liberal Arts. (hay trad. española)
Tarnas, Richard. (1991) The Passion of the Western Mind: Understanding the Ideas That Have Shaped Our World View. New York: Ballantine Books.
Thomas, Keith. (1971) Religion and the Decline of Magic. Oxford: Oxford University Press.
Whitfield, Peter. (2001) Astrology: a history. New York: Henry N. Abrams, Inc. Woolley, Benjamin. (2001) The Queen’s Conjurer: The Science and Magic of Dr. John Dee, Advisor to Queen Elizabeth I. New York: Henry Holt and Company.
Yates, Frances. (1964) Giordano Bruno and the Hermetic Tradition. New York: Vintage Books. (hay trad. española)








martes, 28 de julio de 2015

Días de la semana y Horas planetarias en la Salud.








DÍAS DE LA SEMANA Y HORAS PLANETARIAS EN LA SALUD



Imagen



La 1ª hora del domingo al amanecer es una hora solar. Los tratamientos solares administrados durante las 3 horas solares del domingo son más beneficiosos para mejorar la salud que otras horas. Es un buen día para actividades deportivas o cualquier ejercicio físico, para estar con los niños.

Imagen


Es un buen día para el placer, el ocio, las diversiones, los viajes etc. El viernes es buen día para tratar enfermedades de la piel, de las venas, las enfermedades femeninas. Las enfermedades de Venus son susceptibles de agravarse los viernes o a empezar por dispersión, excesos o placeres. 

HORA DE VENUS

 Hora para tomar remedios de Venus.
La hora de Venus tiende a ser benévola, aporta alivio y moderación de la enfermedad y mejora general. Hora para tratamientos de afecciones de la piel, para tratamientos cosméticos y para mejorar los trastornos circulatorios.



Imagen


Regente de la mente y del sistema nervioso.Las personas mercuriales suelen fatigarse al estudiar demasiado o simplemente leyendo. Suelen sufrir desórdenes mentales y necesitan periodos de descanso mental y relajar sus nervios. 






HORA DE MERCURIO 

 Mercurio rige a Géminis y a Virgo y sus padecimientos tienden a mejorarse los miércoles y al ser tratados por remedios de Mercurio aplicados en horas de Mercurio. Hora para tratamientos del sistema nervioso, del sistema respiratorio y para ir al logopeda.




Imagen


El lunes es buen día para tratar las enfermedades lunares en horas lunares.La Luna se mueve rápido y las personas nacidas en lunes tienden a sentirse cansadas, también les gustan los cambios y viajar; son sujetos a padecimientos lunares y a que les afecten fuertemente los cuartos de la Luna.

 HORA DE LUNA

Hora para tomar remedios lunares.
En la hora de la Luna , se pueden tratar los trastornos de las defensas, los trastornos femeninos y emocionales.
Ocuparse de la higiene corporal.



Imagen




Las personas nacidas los sábados tienden a ser más melancólicas y serias, a sufrir retrasos, decepciones y desventuras en la vida. Buen día para tratar trastornos de los huesos, artritis, etc.

 HORA DE SATURNO

 Hora para tomar remedios saturnales.
En la hora de Saturno, hay que contar con retrasos, problemas, inconvenientes, sufrimiento incrementado. Enfermarse durante una hora de Saturno tiende a alargar la enfermedad. Es óptima para tratamientos del sistema óseo, reumas, dolores en articulaciones y estreñimiento. Para tratamientos con barro y aguas minerales.


Imagen


Las personas nacidas un jueves tienden a tener cualidades jupiterinas , a ser más amables y generosas. Sus desórdenes crónicos tienden a aliviarse rápidamente cuando se les trata los jueves, en horas de Júpiter con remedios de Júpiter . El jueves es un buen día para la paz de espíritu, la relajación.
 
HORA DE JÚPITER 

Hora para tomar remedios de la signatura de Júpiter. La hora de Júpiter tiende a mejorar las condiciones del enfermo (así como la de Venus).
Optima para tratamientos del digestivo y para los trastornos hepáticos.




Imagen


Las personas nacidas un martes tienden a ser más excitables, impacientes o impetuosas pero también más susceptibles a herirse, a las fiebres y a las inflamaciones. El martes es un buen día para administrar remedios de Marte , como tónicos o estimulantes y especialmente durante las 3 horas de Marte del día (la 1º hora del amanecer del martes, la 8ª hora y la 15ª hora).

HORA DE MARTE


Hora para tomar remedios de la signatura de Marte.
En la hora de Marte se tiende a tener accidentes, peleas, cortes, heridas. Es mala hora para la salud, ya que incrementa las fiebres y nada propicia para las operaciones.

Imagen
Imagen


http://www.logicaecologica.es/2014/12/24/dias-de-la-semana-y-horas-planetarias-en-la-salud/