viernes, 31 de julio de 2015

La importancia de los Tránsitos en la Astrología Helenística.












LA IMPORTANCIA DE LOS TRANSITOS EN LA ASTROLOGIA HELENISTICA



Al juzgar por la escasez de los tratamientos e invocaciones a los tránsitos en la astrología Helenistica, podemos inclinarnos a considerarlos como teniendo una importancia menor. Sin embargo, el siguiente pasaje breve de una obra genuina de Valens deberìa servir para contrarrestar esa opiniòn. Tambièn indica que los transitos solo deberìan ser tomados en consideraciòn bajo ciertas circunstancias. La (antología) de Valens, Libro VI,5:

Los ingresos de los planetas, entonces, serán juzgados suficientemente intensos (1) siempre y cuando ingresaran sobre los lugares (o estuviesen en cuadrado y diámetro a ellos) mientras que fueran ellos señores de los tiempos (2). De manera similar, cada uno de los planetas tambièn tiene suficiente tensiòn para preservar o destruir cuando hace su ingreso sobre esos planetas que han obtenido la soberanía o el liderazgo a la hora del ingreso. Y ningùn planeta puede prevenir la amenaza de este planeta ingresando para algunos (3) o su buen servicio a ellos, incluso si sucede que fuera mucho màs fuerte en relación a familia, vida, o reputación, pero se somete a las leyes temporales del periodo hasta que (el planeta ingresante) abandona la regencia. Cuando completa (su) tiempo, cediendole el liderazgo a otro, vuelve a estar sin tensiòn (4) en relaciòn a bueno o malo…

1.eutonos.Literalmente, “bien-estirado” “tirante”
2.Cuando son uno de los cronocratores, de los regentes temporales.
3.Planetas o personas?
4.atonos. Esto es “flojo”.

.En un pasaje hacia el final del Tetrabiblos, Ptolomeo concurre en el asunto de su importancia. El dice,

“Debemos prestar atención a los ingresos hechos a los lugares de los tiempos, ya que no hacen una contribución ordinaria a los efectos de los periodos vitales (5), y especialmente a los ingresos de Kronos relativos a los lugares generales de los tiempos, a los de Zeus relativos a los lugares de los años, a los del Sol y Ares y Afrodita y Hermes relativos a los lugares de los meses, y a los trànsitos (6) de la Luna relativos a los lugares de los dìas. Esto es porque los cronocratores generales tienen màs autoridad para el cumplimiento del efecto, mientras que los cronocratores particulares cooperan o entorpecen de acuerdo a la congenialidad o antipatia de sus naturalezas; pero los ingresos liquidan la intensificación o relajación (7) del evento. Porque el lugar afetico y el señor de los tiempos generales junto con el señor de los términos significan la propiedad general de la calidad y de la prolongación (8) del tiempo…”

5.kairos. Esto no es estaciones del año, sino estaciones o etapas especiales en la vida de uno.
6.parodos.
7.epitasis kai anesis.
6.paratasis

.Y Ptolomeo, tambièn, destaca el caso donde el mismo planeta es tanto un regente temporal como el que hace un ingreso.

“Y si las mismas estrellas tienen autoridad sobre los tiempos y los ingresos, la naturaleza de los efectos se vuelve excesiva y sin adulterar, ya sea que inclinen hacia lo bueno o hacia lo vil.”

Viniendo de Valens por un lado, y de Ptolomeo por el otro, podemos inferir que esta puede haber sido la opiniòn dominante entre los astròlogos Griegos respecto a la importancia de los ingresos.

-El Contexto del Empleo de los Transitos.

 


La doctrina moderna de los transitos se concentra en los trànsitos de un planeta al grado ocupado por otro planeta (u otro punto significante en el tema natal). Esto puede ser solo un subconjunto dentro del espectro ocupado por el concepto Griego de ingreso. Primero que nada, el concepto Griego  claramente incluye transitos al zoidion (signo) ocupado por el planeta, que es considerado como el lugar ocupado por el planeta en el sistema de casas de signo completo. Y de hecho, no tenemos referencias inequivocas a trànsitos por grado en ningùn material  aqui traducido, aunque es posible que sean tomados como un caso especial en todas las delineaciones dadas. No sabemos aùn si el tipo màs basico de ingreso fuè aplicado a transitos de casas mundanas, que son los lugares ocupados por los planetas en un sentido diferente.

Segundo, el concepto Griego de ingreso puede incluir transitos a lugares natales que son caracterizados màs abstractamente, tales como lugares definidos por profecciòn. Aqui, tambièn, parece que el énfasis es mayor en el zoidion regido (pero no necesariamente ocupado) por planetas que asumen importancia de tiempo en tiempo al volverse cronocratores.

Tercero, nosotros sabemos que los ingresos eran empleados en el retorno solar en tanto que la pieza de Doroteo esta  inequivocamente en este tipo de contexto, y la que se atribuye a Valens puede tener esa misma conexiòn. Pablo (Paulus Alexandrinus) menciona ingresos en el contexto de las circumboluciones (direcciones). De hecho, en ningùn lugar de las escasas y desparramadas referencias a los ingresos en el resto de Valens y Efestiòn encontramos transitos mencionados aisladamente de las direcciones, regencias temporales, profecciones, o retornos solares. Entonces, sobre el solo precedente del uso Griego, es dificil justificar el empleo de los transitos como un concepto autònomo.

He analizado los cuatro textos gramaticalmente para ver si alguno de los escenarios es favorecido por la sutilezas del lenguaje. Solo puedo concluir que los escritores Griegos eran casi perversos en su uso del lenguaje al incluir todas estas posibilidades de transito. Probablemente entonces, no deberíamos generalizar el concepto de ingreso  a partir de ninguno de los casos especiales mencionados arriba (incluidos los transitos simples en el tema natal), sino que deberíamos màs bien tratar de encontrar una conceptualizaciòn màs amplia que los incluya a todos. Lo que nos lleva a la siguiente cuestiòn.

-El Principio detrás de las Delineaciones

 


Me animo a decir que cualquiera familiarizado con las interpretaciones modernas de los trànsitos que lea estas delineaciones va a encontrar algunas que le suenan completamente equivocadas. Permitanme mencionar solamente el trànsito de Ares a Kronos, que es considerado como muy favorable por todos los escritores; y el trànsito de Afrodita a Zeus, que es considerado como bastante desagradable. Claramente, si estos trànsitos no son solo el resultado de una experiencia astrològica muy diferente, y revisten algùn aspecto constructivo, no pueden derivar de la misma “mezcla de energìas” que encontramos en los aspectos. De hecho, los Griegos consideraban los aspectos Ares-Kronos en una natividad màs o menos como nosotros lo harìamos en la astrologìa moderna, como bastante terribles. Entonces, no podemos solo depender de este principio.

En este contexto, es interesante ver lo que Abu Mashar dice sobre el principio detras de los trànsitos en los retornos solares en su obra sobre revoluciones solares. Traduzco de la ediciòn de Pingree de la traducciòn medieval griega de su obra, Libro v, secciòn I.

“Los ingresos de los planetas en la revoluciòn de los años a sus propios lugares fijos y a aquellos  de los otros planetas tienen ciertas significaciones inefables para cosas buenas y malas. Es necesario entonces, examinar los lugares. Porque, en la revoluciòn del año, el planeta a menudo vuelve a su propio grado, y a menudo al signo aunque no al grado. Al momento de la revolución del año cuando hubiera llegado al grado en que estaba al momento del establecimiento (el radix) o al tèrmino en que estaba, su significaciòn sera completa. Y si el planeta en la revolución del tiempo està en un cierto zoidion, luego retrograda de vuelta a su lugar en el radix, tambièn tiene algùna significaciòn de este modo. Pero cuando hubiese llegado al lugar de otro planeta, uno debe investigar en un modo triple.

Primero es necesario mezclar la significación de ambos planetas cuando se miran uno al otro, luego (segundo) investigar la naturaleza de estos. Porque, igual que es benèfico cuando hubiese llegado al lugar de un benèfico, tambièn un benèfico en el lugar de un malèfico hace la actividad del malefico benèfica. Y si un malèfico llegara al lugar de un benèfico, arruina la actividad del benèfico, intensifica su malevolencia. Tercero, es necesario examinar el zoidion en que el planeta estaba en el fundamento, y tomarlo como un Horoskopos y poner sus efectos en concordancia con esto (esto suena a casas derivadas)

.La mezcla de energías tiene un aire muy moderno, pero no veo como el par de delineaciones referida anteriormente puede derivarse en manera alguna de un principio tan simplista. Entonces, como delinea Abu Mashar estos dos trànsitos? Consistentemente con su propio principio, pero no completamente de acuerdo con la tradiciòn, el ha moderado la cualidad positiva del trànsito de Ares-Kronos, y revertido el carácter negativo del trànsito Afrodita-Zeus.

“Ares haciendo un ingreso a Kronos, al momento del retorno causa la adiciòn de hermanos y amigos y produce estadìas fuera del hogar en las inmediaciones. Si Ares tiene relaciòn con el año, indica inactividad y lentitud; si Kronos hubiera de tener relaciòn con el año, enfermarà por un golpe.

“Si  Afrodita ocupa el lugar de Zeus, indica mucha confianza y viajes fuera del hogar a lugares sagrados. Y otorga riqueza a través de herencia, y viajes hacia amistades, y adquisiciòn de nuevos amigos que son poderosos, y causará enfermedad y salud.”
Me parece que hemos perdido el hilo en algùna parte. Por el interes de recuperarlo, voy a ofrecer un breve anàlisis lingüístico de la palabra epembasis para ver que puede ser de utilidad.


Nota General

 


Epembasis es un sustantivo abstracto formado por el verbo epembainò.La raìz de esta palabra es el verbo Griego comùn baino, que simplemente significa “caminar”. Tiene el compuesto preposicional epem precediendolo, que se construye de la preposiciòn epi, que significa “sobre”, “en” “hasta” etc., junto con la preposición en, que significa “en”, o “entre” El verbo resultante , entonces, significa “pisar sobre, en, por encima”, etc. En un contexto figurativo, a menudo tiene las connotaciones negativas “pisotear” “atacar”, “acercarse”. Sin embargo, cuando los sinònimos son usados en los siguientes textos sobre trànsitos, son elegidas palabras màs neutrales (algunas veces bastante deliberadamente, me parece a mi) para contrarrestar cualquier sugerencia de hostilidad. Y algunas veces parodos, el equivalente semàntico Griego de nuestra palabra “trànsito”, se usa en conjunciòn con epembasis para hacer este significado màs especìfico.

Hay un segundo uso figurativo que es un contexto temporal: “embarcarse” o “comenzar”, el primero derivado de la idea de subirse a bordo de una embarcaciòn o nave en preparaciòn para un viaje, el segundo de la nociòn de embarcarse en un perìodo de la propia vida. Ahora, sabemos que la palabra epembasis es ocasionalmente usada como sinònimo de paradosis kai paralepsis, el momento de ceder y tomar que significa la entrada en un nuevo perìodo de regencia temporal, y sabemos que el ingreso es aumentado (o incluso hecho posible) cuando el planeta ingresante tambièn es un cronocrator. Entonces, hay un cercano e intrínseco vínculo entre estos dos conceptos.

Ptolomeo mismo ha señalado su conexión esencial al final de su primera cita arriba. El cronocrator indica el carácter especìfico y la prolongación, paratasis, de un cierto perìodo de tiempo, mientras que el ingreso produce una intensificaciòn o relajaciòn epitasis kai anesis en el efecto. Paratasis y epitasis ambos vienen del mismo verbo teinò que simplemente significa “estirar”.  Ek oruneri tiene el significado de “estirar a lo largo”, como en la expresiòn “la pared se extiende a lo largo del camino,”el segundo “estirarse hasta cierto punto” como en la expresiòn “la linea se estira ajustadamente.” De nuevo, el primero esta relacionado con la extensiòn, el segundo con la intenciòn.

Ahora, recuerden que el estiramiento de una cuerda en diferentes grados (el segundo sentido) produce tonos discretos de la escala musical que nosotros llamamos “grados” (gradus en Latin, de la raiz verbal de “ingreso” ingreditor), mientras que la palabra Griega que traducimos como “ingreso” concretamente significa “poner el pie en.” Entonces, en la mente de Ptolomeo al menos, debe haber una conexiòn entre el concepto de ingreso, epembasis, y el concepto de intensificaciòn, epitasis, yaciendo en la idea de que un ingreso planetario toma su “nota” fundamental del cronocrator unos cuantos grados arriba o abajo – esto es, trae cierta intensificaciòn del evento que produce un “grado” o “tono” bien definido caracterìstico del planeta recibiendo el ingreso. De esta manera la misma palabra que describe un hecho fìsico en los cielos expresa la naturaleza de su efecto en un evento de este mundo. Esta duplicidad de significado parece ser caracterìstica del lenguaje astrològico en general.

Valens tambièn parece estar usando esta metáfora de estiramiento de cuerdas en la primer cita de este prefacio, aunque el està aplicàndola algo diferentemente. Nosotros podemos producir diferentes tonos en una cuerda de una tensiòn dada variando  las amplitudes de sonido. Sin embargo, sin una tensiòn subyacente a la cuerda ningùn tono puede ser producido. Valens asimila el efecto del cronocrator a la tensiòn de la cuerda, y argumenta que ningùn “tono” puede ser producido por ingreso si la cuerda misma estuviera floja.

Casualmente, estas dos metáforas diferentes, parecen jugar sobre los dos diferentes sentidos de la palabra Griega eutoneo, que puede significar ya sea “tensar suficientemente”, o “tensar apropiadamente”
Es quizás tambièn util mencionar que los Persas asociaron las diferentes cuerdas de la Lira de siete cuerdas con los siete planetas. Entonces, podemos asociar los efectos de un ingreso de Ares sobre Kronos cuando Ares es cronocrator a la producción de un “tono” de Kronos sobre la cuerda de Ares.

Podemos tambièn ver aqui la intima conexiòn entre el concepto de ingreso y el concepto de regencia temporal. En la versiòn de Ptolomeo de la metàfora, el ingreso es la tensiòn de la cuerda mientras que la regencia temporal es la amplitud – y todos sabemos las interrelaciones entre extensión, tensión y tono de una cuerda.

Esta metàfora de tensar y relajar de una cuerda es de importancia crucial en la filosofía Griega. Los Griegos regularmente la usaban para caracterizar la manera en que la intensidad de una cualidad puede cambiar mientras la cualidad permanece la misma. Por ejemplo, la “rojeza” puede variar en intensidad o “grado”(una palabra que significa “paso”, por cierto) mientras sigue siendo roja. Tal cambio fue conceptualizado como resultando de una variaciòn de tensiòn de opuestos “tirando” uno en contra de otro.  Esta metàfora da cuenta tanto por la continuidad de diferentes intensidades como por la existencia de “pasos” discretos o “grados” de cualidad, correspondiendo a los diferentes tonos producidos por la tensiòn de una cuerda.

Esto fue considerado como la forma fundamental de entender el cambio de cualidades, como el color, peso, e incluso la velocidad. Pero lo que es bastante sorprendente en la presente discusiòn es que los astròlogos estàn empleando estos conceptos en un contexto temporal, como caracterìsticas de un evento. Esto nos puede parecer enigmàtico de entrada porque nuestro propio entendimiento de los acontecimientos està altamente condicionado por el ejemplo paradigmàtico de una colisiòn de dos cuerpos, que sucede màs o menos instantaneamente. Que podrìa estarse representando por la intensificaciòn y relajaciòn de un evento? Evidentemente, el evento se entiende como teniendo lugar a travès de un perìodo de tiempo. Esto nos lleva de vuelta al significado fundamental de la tìpica palabra Griega para “evento”, apotelesma.

En nuestras primeras traducciones, usualmente hemos entendido esta palabra como el efecto causado o producido por el planeta – lo que el planeta ha hecho, por así decir. Pero aqui tambièn podemos haber estado demasiado influenciados por conceptos de la física moderna. Hemos pensado demasiado en términos de causa eficiente, la causa que empuja y tira y actua màs o menos instantáneamente. Algo que acontece a lo largo de un perìodo de tiempo se conceptualiza como una serie de eventos cada uno de los cuales sucede en un momento. Pero la palabra Griega apotelesma se refiere tanto a la actividad de lograr una meta o un fin (telos) como a la meta o el fin mismo, bastante como nuestra palabra Inglesa logro (acomplishment) lo hace.Y la actividad de lograr puede muy bien ser algo que tiene lugar a travès del tiempo. En el pasaje de Ptolomeo arriba, el logro se entiende como teniendo cierta cualidad caracterìstica de prolongaciòn – no solo como una extensiòn temporal, por ejemplo, puede suceder de golpe y porrazo, o frenèticamente, o sostenidamente y ritmicamente. Y la cualidad de prolongraciòn misma, yendo de los extremos de agudeza de actividad hasta el agotamiento paulatino. Entonces, en el contexto de regencia temporal y de ingresos, la prolongaciòn total e intensidad del logro tiene un caràcter planetario – no solo el resultado obtenido en si mismo, mientras que puede ser posible correlacionar cada tipo de prolongaciòn y de intensificaciòn con un cierto planeta.

Si este anàlisis es correcto, entonces significa que no podemos llegar al nucleo de las delineaciones Griegas de ingresos por una simple combinaciòn de “energìas” planetarias, como si fuera un tipo de aspecto; porque uno de los planetas representa la prolongaciòn mientras que el otro representa la intensificaciòn. Ni podemos meramente considerar los efectos generados por las energìas planetarias; debemos adicionalmente aprender a delinear el caràcter de estas energìas planetarias mientras estàn en acciòn, y asi entender la autèntica dimensiòn temporal de la causaciòn astrològica.

En vista de la anterior discusiòn, hemos decidido traducir epembasis por la palabra latinizada “ingreso”, (de ingreditor), que es el equivalente perfecto, y que ha tenido ampliamente a travès de la historia el mismo espectro de significados. Tambièn es màs general (y por lo tanto confusa) que nuestra palabra “trànsito”


Traducciòn Libre de: Robert Schmidt ” Dorotheus, Orpheus, Anubio, & Pseudo Valens Teachings on Transits ” PROJECT HINDSIGHT GREEK TRACK VOLUME IX









jueves, 30 de julio de 2015

Sobre la calidad del tiempo. Una reflexión.










Mejor declararnos a nuestra amada en un Viernes y en hora de Venus.

Mejor dar una conferencia en un Miércoles y en hora de Mercurio.

Mejor tener una reunión familiar  un Lunes y en hora de la Luna.

Mejor iniciar un proyecto un Martes y en hora de Marte.

Eso por poner algunos ejemplos de Astrología electiva, ya que la elección de la calidad del tiempo es importante a la hora de tomar decisiones.

También es cierto que esas elecciones están sujetas a la información  fundamental que representa el tema natal.

Pero probad de regalar un ramo a flores a vuestra amada ( si os quereis reconciliar ), en un Martes en hora de Marte.....vereis que no habrá sido una buena idea.

O probad  de dar una conferencia un  Sábado en hora de Saturno.....posiblemente se aburran hasta los caracoles.

Tampoco se puede generalizar, porque hay que ver más cosas en conjunto.

Lo importante es que pilleis la idea básica.





Una Astrología Hermética. Por Darcy Woodall.











UNA ASTROLOGÍA HERMÉTICA
Del Renacimiento al comienzo de la Edad Moderna
Por Darcy Woodall
Traducción de Enrique Eskenazi


Donde la historia está en marcha, gracias a reyes, héroes e imperios, supremo es el sol.
MIRCEA ELIADE

En la tarde del 11 de Noviembre de 1572, el brillante y excéntrico noble danés Tycho Brahe caminó desde su laboratorio hasta una cercana abadía para comer su cena y se encontró captando algo impensable. Apenas pasada la constelación septentrional de Casiopea, brillando con asombroso resplandor, había una nueva estrella sorprendente .En los meses siguientes esta nueva luz -que brillaba tanto que quienes tenían una vista normal podían verla durante el día- fue contemplada con sorpresa y consternación. Por toda Europa estudiosos, sacerdotes y reyes se veían confrontados con una posibilidad que tenía implicaciones heréticas. Porque si era en efecto una nueva estrella, como Tycho sabía que debía serlo, entonces el gran orbe más exterior del cosmos, la esfera supra-lunar fija que mantenía en su sitio al reino eternamente divino de las estrellas fijas inmutables, se había vuelto tan frágil y delgado que se había abierto una filtración en su firmamento, permitiendo que una irrupción sin precedentes de luz divina penetrara en el reino sub-lunar de los hombres.

Para muchos esta aparente irrupción del caos en el orden cósmico era un mal presagio; una manifestación visible del rampante desorden político, cultural y religioso que asolaba al mundo conocido. Mientras la discordia social era alimentada más evidentemente por el ascenso pendenciero de un feroz cristianismo fundamentalista, tanto dentro como fuera de la Iglesia Católica, había otras indicaciones de que se estaba descascando el pegamento espiritual que había mantenido unido al mundo desde el comienzo de la creación. Del otro lado del Océano extraños mundos paganos se descubrían, se conquistaban y se saqueaban, y los despojos llenaban rápidamente los cofres de monarcas europeos nuevamente poderosos y autónomos. Codiciosos de poder, se desafiaban unos a otros y a la iglesia en pos de hegemonía, y lo que una vez fuera una masa trabajadora simple y complaciente abandonaba cada vez más la tierra y se incorporaban a las nuevas ciudades y pueblos en lo que devenía una clase ambiciosa, próspera, bien educada y mercantil, que cada vez ejercía más su propio poder económico y político. En medio de todo este cambio, el estado de ánimo era apocalíptico. Parecía que nada era como "debería ser", y muchos sentían que la ruptura del orden aparente era tanto causa como resultado de la ira de Dios, de lo cual la nueva estrella era una advertencia indiscutible y poderosa. Entonces, alrededor de un año más tarde, tan repentinamente como había aparecido, la luz de la nueva estrella comenzó a desvanecerse, como si su breve aparición y desaparición fuera sólo el resplandor de un nuevo orden mundial aún inimaginable (Koestler 1959 293-4; Woolley 2000 132-7).

Hoy Tycho Brahe es recordado no sólo por su papel en el desarrollo del paradigma heliocéntrico, sino también como uno de los personajes más pintorescos e influyentes dentro de un nuevo orden de pensadores responsables del desarrollo conceptual de la ciencia moderna. Como pionero de la observación empírica cuidadosa y famoso por haber hecho tablas con las posiciones astronómicas más precisas desde la era babilónica, fue aplaudido por Johannes Kepler como el Ave Fénix de la astronomía. Lo que no es tan bien conocido es que a lo largo de sus vidas, tanto Kepler como Tycho (como la mayoría de astrónomos de la era) eran seguidores entusiastas de un nuevo Hermetismo Renacentista, un mezcla sincrética de neoplatonismo helenístico, astrología, magia y filosofía griega clásica como la había conceptualizado Marsilio Ficino, y que a mediados del Renacimiento había teñido casi todos los aspectos de la cultura europea. (Garin 137; Koestler 1956 290; Tarnas 1991 295).

Presumiblemente la revolución conceptual más radical que emergió de la fecundidad artística e intelectual del Renacimiento fue la teoría copernicana del heliocentrismo. Este paradigma no surgió en un vacío social y político, ni emergió plenamente formado en la conciencia cultural. Requirió una gran cadena de pensadores e inventores -cuyos aportes culminaron en la ocurrencia tentativa original de Copérnico. Fue mantenida viva por las observaciones empíricas de Tycho, explicada por las leyes de Kepler, “demostrada” por el telescopio de Galileo, y finalmente vuelta doctrina por las Leyes de Newton. Todos estos hombres, así como muchos otros que en mayor o menor medida contribuyeron a dar forma al paradigma emergente, estaban convencidos de la necesidad de un orden universal perfecto y predecible, particularmente tal como el idealizado en la filosofía neoplatónica y hermética. Tales progresos fueron parte de una revolución de ideas mayor, construida principalmente sobre los fundamentos escolásticos establecidos por pensadores como Tomás de Aquino, Francis Bacon y Nicolás de Cusa, notables por el estímulo de la investigación independiente de la naturaleza basada en los sentidos (Tarnas 1991, 291).

El papel inspirador desempeñado por la cosmología Hermética - y por tanto tácitamente astrológica- en el desarrollo de la moderna ciencia occidental nunca se señala lo suficiente. El Renacimiento alimentó su emergencia más potente de vapor intelectual de la reanimación de textos filosóficos clásicos, , gnósticos y neoplatónicos, originalmente rechazados por la Iglesia, en gran parte porque celebraban las imágenes paganas. Durante el periodo fundamental de 200 años desde la mitad del siglo quince a la mitad del diecisiete que marcaron la emergencia del poder y la civilización europea occidental, el pensamiento hermético estaba en la raíz de disciplinas teóricas y prácticas que incluían la medicina, la teología, la filosofía, la política, la astronomía, la navegación y las matemáticas. Hacia el siglo dieciséis virtualmente cada coarte europea, incluyendo el Vaticano, tenía un astrólogo residente. Tycho, Kepler y Galileo fueron empleados como astrólogos reales. Hombres como Marsilio Ficino, Pico della Mirandola, Paracelso, John Dee y Giordano Bruno -todos defensores de una perspectiva hermética- se contaban entre los científicos y filósofos prominentes de la época. A medida que una concepción pitagórica renovada del Harmonius Mundi (armonía de los mundos) comenzó a suscitarse, sus imágenes alegóricas astrológicas y matemáticas no sólo alimentarían a la musa de pintores y poetas, sino que fertilizaría el genio científico de Nicolás Copérnico, Tycho Brahe, Johannes Kepler, René Descartes, Francis Bacon e Isaac Newton, todos los cuales harían contribuciones fundamentales a lo que llegaría a ser la visión moderna del mundo. Hacia el siglo dieciséis, debido a la gran disponibilidad de las traducciones de Marsilio Ficino de los textos filosóficos y neoplatónicos griegos (traídos a Europa poco antes de la caída del Imperio Cristiano Bizantino en 1453) el hermetismo penetró en casi todos los aspectos de la cultura europea, desde la literatura y las artes figurativas, hasta la investigación, la ciencia y la vida religiosa.

Antes de la aceptación universal de la visión heliocéntrica de Copérnico en el siglo XVII, la naturaleza de la realidad abarcaba una doctrina religiosa que estaba fuera de dudas. Desde la Grecia clásica en adelante, se suponía que la tierra era el escalón más bajo de un orden cósmico preciso; era el centro alrededor de cual giraban los cuerpos celestiales en perfectas órbitas semejantes a dioses, cada uno engarzado en su propia esfera celestial cristalina. Por encima y más allá de esta estructura jerárquica, estaba el primum mobile (primer motor), que movía todo de una manera absolutamente uniforme e incambiable, emblemático de la eternidad, es decir, la perfección. Al orden divino se le aproximaba así de manera más perfecta la gran Bóveda Celeste (a través de la cual se veían destellos de fogosa luz divina a través de agujeros en su sólido firmamento) - Yuxtapuestos en el gran camino celestial (el Zodiaco), el Sol, la Luna y cinco planetas “vagabundos” describían la “causa” celestial de todo cambio y diversidad en el mundo. Este universo de relojería jerárquico era el gobernante de toda vida en la esfera “sublunar” (terrenal) del nacimiento, la vejez y la muerte; del llegar a ser y el dejar de ser; del flujo y el cambio. Arthur Koestler asemejó esta realidad a un “universo amurallado”. Un poco como la vida en un castillo feudal, toda la gente y todos los aspectos de la naturaleza estaban destinados a vivir en roles predeterminados, fijos, dentro del mecanismo cósmico, construido como decía Copérnico “por el mejor y más ordenado Trabajador de todos”. El cielo era la gran sala donde se sentaban los nobles celestiales, (supuestamente) modelos de decoro, del cual las cocinas sublunares era una imitación imperfecta. Pero, como en un castillo medieval, esta máquina celeste no era un autómata ni carente de vida intrínseca. Era un sistema viviente e interconectado en todos los sentidos. Toda la vida estaba animada; como encarnación del Anima Mundi, el Alma del Mundo. “Los acontecimientos terrenales armonizados con los acontecimientos celestiales, como una cuerda afinada al mismo tono” (Carey, 8). Con la llegada del Renacimiento esta visión inspiraría una poderosa transformación de la misma cultura occidental. Una de las consecuencias más notables de esta apertura intelectual fue la renovación de la deificación hermético-egipcia de la imagen solar como símbolo último de divinidad celestial y espiritual, desafiando implícitamente el rol preeminente del reino de las estrella como el ápice de todo orden (Mumford 1964 29-32). Esta re-deificación de las imágenes solares apoyaba los ideales humanistas del Renacimiento, que ante todo exaltaban al “Hombre” como “el dios hermético Anthropos bajo forma humana” (Garin 137).
En 1511, cuando Copérnico comenzó a considerar una solución heliocéntrica, no pretendía descubrir una nueva realidad; su intención empírica era eminentemente conservadora. El calendario eclesiástico, el ritmo aparente que demostraba la perfecta alineación de la Iglesia con el orden celestial, ya no se correspondía con las estaciones. Así, su objetivo era reparar las Tablas Alfonsinas del movimiento planetario, inspiradas en Tolomeo, para “preservar la apariencia geocéntrica de los movimientos celestes” (Koestler 1959 125). La exactitud de estas tablas, modeladas de acuerdo a la hipótesis aristotélica de órbitas planetarias perfectamente esféricas (compuestas de epiciclos crecientemente complejos) se había estado viniendo abajo durante siglos. Esto no sólo creaba obvios problemas para los astrólogos (puesto que el conocimiento preciso de las posiciones de los planetas es esencial para la interpretación astrológica), sino que su creciente inexactitud amenazaba con generar una crisis teológica sin precedentes dentro de la Iglesia Católica.

Cuando Copérnico desarrolló su conclusión heliocéntrica como una solución racional para las discrepancias que encontró en sus observaciones empíricas, su solución fue inspirada. Remitiéndose a los escritos herméticos que había encontrado cuando estudiaba en Italia, llamó al Sol “un dios visible”, una creencia que le permitía demostrar el fenómeno con lo que parecía ser una solución, a la vez elegante y práctica, al problema. En su dedicatoria al Papa Pablo III al comienzo de “De revollutionibus orbium coelestium” (Sobre la revolución de las esferas celestes), escribió:

“Por tanto me esforcé por releer todos los libros de los filósofos que puede conseguir, para ver si alguno de ellos había supuesto que los movimientos de las esferas del mundo eran diferentes de aquellos propuestos por los que enseñaban matemáticas en las escuelas. De hecho, primero hallé en Cicerón que Nicetas enseñaba que la tierra se movía. Y después encontré en Plutarco que había algunos otros de la misma opinión: copiaré sus palabras para que todos puedan conocerlas....”
Los “algunos otros” de que habla son los antiguos pitagóricos, notables por su creencia de que el sol era la fuente divina de toda vida y el centro de toda existencia. Copérnico prosigue señalando que, puesto nada menos que Platón había estudiado con los pitagóricos, su teoría estaba justificada. Continúa así:

“...porque sabía que otros antes de mí dispusieron de la liberad para construir los círculos que quisieran a fin de demostrar los fenómenos celestes, pensé que a mí también se me permitiría poner a prueba, suponiendo que la Tierra tuviera algún movimiento, demostraciones para las revoluciones de las esferas celestes menos inseguras que las de mis predecesores”.

Con frecuencia se supone que, puesto que un mapa astral u horóscopo se levanta desde una perspectiva geocéntrica, el heliocentrismo es incompatible con la teoría astrológica. En oposición a este malentendido popular, los astrólogos fueron de los primeros en abrazar la teoría copernicana, y muchos lo hicieron con gran entusiasmo. Los ejemplos incluyen no sólo a Johannes Kepler, sino a John Dee, Giordano Bruno, Tomaso Campanella, Thomas Digges y Thomas Betnor (Whitfield 2001 165-7). Efectivamente, las ideas avanzadas por dos de estos hombres valen especialmente la pena de ser notadas. Thomas Digges especuló que las estrellas no estaban realmente fijas sobre la bóveda celeste, sino que estaban desparramadas por un espacio infinito (Ibid., 166). Mientras que el cosmos de Digges es inequívocamente heliocéntrico, Giordano Bruno fue un paso más lejos y propuso radicalmente que el universo es tan infinito que el sol de la Tierra era sólo un centro entre muchos (Couliano 1987 23), una convicción por la que fue torturado en las mazmorras del Vaticano durante siete años antes de ser finalmente quemado vivo.

Entre los textos que más apoyaban un universo heliocéntrico estaba el Corpus Hermeticum, del que se creía que su autor era el legendario y antiquísimo Hermes Trismegistus, y traducido con celeridad (por solicitud de Cosme de Medici) por Marsilio Ficino en 1463. A lo largo de la Edad Media habían perdurado leyendas respecto al Hermes “tres veces grande”, cuya talla era semejante a la de Moisés. Ahora traducido, y divulgado mediante la nueva imprenta, estos escritos perennes recorrieron los centros intelectuales de Europa con sorprendente rapidez. Ficino no dudaba de su importancia. “Mercurius Trismegistus fue el primer filósofo que se elevó por encima de la física y las matemáticas a la contemplación de lo divino”, escribió (Moore 1990 35).

El renacimiento del interés por la literatura griega de la antigüedad desplazó profundamente el centro del paisaje intelectual europeo. En su encarnación renacentista, la astrología no era meramente un sistema de adivinación (aunque también podía serlo). Fue revivida como un sistema mnemotécnico que pudiera conducir a un entendimiento abarcador de la naturaleza de la Verdad. “Para la gente del Renacimiento la utilidad de la astrología era tan estimable como la teoría de la radioactividad o de la relatividad en nuestros días” (Couliano 1987, 180). Su importancia se consideraba en todos los aspectos de la vida, incluyendo “cosmología, acontecimientos naturales, salud y enfermedad, y destino y muerte” (Whitfield 2001, 128). Para un filósofo del Renacimiento la totalidad del cosmos era un todo armonioso, un ser viviente (la palabra griega “zoidia” significa literalmente “una animal viviente”) y el Hombre es capaz de crear en su interior “una imagen de los cielos” (Ficino, I:123). Empero esta verdad no podía ser aprehendida solo por los sentidos vulgares, era “trascendente”, metafísica, oculta hasta que se revelara, y la revelación de Hermes se consideraba casi tan importante como la revelación bíblica” (Whitfield 2001, 148). Se creía que Platón era una apoteosis del hombre ideal que comprendió que la clave para el auto-conocimiento, esto, el conocimiento de aquello que es inmortal y divino, yace dentro de su propia alma. En los Diálogos repetidamente describió los cielos como la imagen más perfecta del alma del mundo, y los escritos herméticos reforzaban la idea de que toda la realidad está llena de energías de simpatía y atracción, vinculando el mundo de la materia el mundo espiritual de lo divino. El conocimiento de estos patrones de correspondencia, presentes en toda la naturaleza, estaba disponible sólo para aquellos dedicados a una genuina búsqueda de la verdadera sabiduría. La astrología se consideraba como la articulación más elocuente y comprensiva de esta realidad trascendental. Así, dentro del Corpus Hermeticum y filosófico, todas las formas de astrología, incluyendo la astrología judiciaria (siempre ambigua en la doctrina aristotélica de la Iglesia medieval) encontró sólido fundamento teológico y filosófico.

Revivió así un acento en la “conciencia Solar”: “Aun así el Creador, es decir el Sol, siempre vincula cielo y tierra” (Corpus Hermeticum, 16:5); “El sol proporciona a los inmortales su luz perdurable y alimenta las regiones eternas del cosmos” (C.H., 16:8); “El coro de espíritus se ubica bajo el mando del Sol... pero se ponen en formación bajo las estrellas” (C.H., 16:13). El hermetismo no sólo proporcionó una justificación espiritual para un cosmos cuyo centro es el Sol, sino que inspiró una visión imaginal del mundo que por consiguiente conformaría una nueva filosofía imaginal, desarrollada de modo más convincente en la magia astrológica de Ficino, y más tarde con Robert Fludd, Paracelso, John Dee, Giordano Bruno, y también muchos otros. La generosidad dadora de vida del Sol Hermético fue articulada amorosamente por Ficino. “Nuestra alma, además de mantener los poderes particulares de sus miembros, promueve el poder común de la vida a través nuestro, pero especialmente a través del corazón, fuente del fuego íntimo del alma. De modo semejante, el Alma del Mundo florece en todas partes, pero especialmente mediante el Sol, en tanto despliega sin discriminación alguna su común poder vital” (Moore 1990 127)

Uno de los argumentos más comunes propuestos contra la astrología por sus detractores durante el periodo medieval y el Renacimiento temprano era que los horóscopos eran imprecisos, un reflejo de la dificultad inherente en el uso de las tablas Alfonsinas. Si bien este punto es discutible (mucho depende del rigor del astrólogo individual), las tablas de Copérnico no fueron una mejora tan impresionante. Pero después de que Kepler desarrollara sus tres leyes del movimiento planetario, fue relativamente fácil para los astrólogos construir tablas planetarias precisas mediante el empleo de ecuaciones matemáticas relativamente simples y confiables.

La propuesta de un universo heliocéntrico surgió con un cambio radical en la perspectiva de la gente respecto a la autoridad. En lugar de sucumbir ciegamente a la autoridad tradicional, estos nuevos pensadores (siguiendo el precedente escolástico), comenzaron a someter todas las hipótesis a demostración empírica -a aquello que pudiera verse- y a la vez confiaron cada vez más en los ecuaciones matemáticas para definir las relaciones entre las variadas partes del cosmos. C. G. Jung creía que el re-descubrimiento de un universo cuyo centro es el Sol fue una motivación psicológicamente poderosa para el desarrollo de la moderna consciencia individualizada. Pero también llamó la atención sobre la Consciencia Solar “sombría” que llevó a una creciente “confianza en la observación y experimento sobre los objetos de la naturaleza” (Jung 1963 106), lo que finalmente excluyó los modos de percepción no empíricos, no basados en la sensación. El acento en el ideal de “vista” se literalizó, conduciendo a la conclusión final de que el único modo de percepción humana “real”, “objetivo” se redujo al de la visión física.

El efecto sobre la práctica de la astrología fue semejante al dios Jano. Por un lado la identificación del individuo con un “Yo” solar subrayaba el ideal humanista de la primacía del individuo y estimuló la visión de que cada vida individual es importante y significativa, como se explica en el mapa natal que es irrepetible. La astrología ya no se reservaba tan sólo a personas de rango y privilegio. A medida de que la gente común intentaba entender su propio puesto en el cosmos, buscaba consejo astrológico para lograr la comprensión de sus problemas personales. Por el otro lado, a medida que la astrología se desplazó más y más del reino teórico hacia el práctico, los astrólogos fueron cayendo progresivamente bajo e encantamiento del “literalismo espiritual”. La justificación de Kepler de su confianza en las leyes matemáticas anticipó este rasgo posterior:

“Estoy muy ocupado con la investigación de causas físicas. Mi meta es mostrar que el mecanismo celeste ha de semejarse no a un organismo divino, sino a un reloj”. De manera creciente, la astrología se tomó en cuenta como una guía para conseguir riqueza y poder y sus practicantes comenzaron a enfocar en los detalles de la vida, “para tomar decisiones vitales -desde comprar ropa hasta casarse... ya no a fin de mantener su imaginación viva... sino a fin de tener éxito en su vida física” (Moore 1990 121)

Así, si la ciencia en sus comienzos no socavó la práctica astrológica y, de hecho, la estimuló en muchos aspectos, ¿cuál fue la razón para la dramática defunción de la astrología? Para esta parte de la historia tenemos que volvernos al asunto del cristianismo y la astrología. “La batalla alrededor de la astrología tocaba todos los aspectos de la cultura” (Garin 1983, 5). Una de las consecuencias más dramáticas del renacimiento hermético fue la extraordinaria repercusión negativa religiosa y política generada por la rebelión protestante, y la contra-reforma lanzada por la Iglesia Católica. Desde el advenimiento del cristianismo antiguo, siempre había habido intensos debates entre los teólogos concernientes al papel de la astrología judiciaria, pero la Iglesia nunca había cuestionado la existencia de una causalidad celeste sobre el mundo natural: el único debate había sido respecto a la relevancia de la causalidad celestial en el alma humana. En tanto los astrólogos no desafiaron la doctrina cristiana que exaltaba la libertad moral de la voluntad humana (“el hombre sabio es el amo de las estrellas”), la astrología podía montarse a horcajadas de un cerco teológico y subsistir con diversos grados de aprobación tácita por parte de la Iglesia.

La Reforma protestante desató uno de los periodos más represivos en la historia cristiana. Dentro de uno cien años después de que Martín Lutero clavara sus estridentes demandas en la iglesia de Wittenberg, habían surgido por toda Europa, eventualmente llegando hasta Norteamérica, iglesias separatistas crecientemente reaccionarias y fundamentalistas. La Iglesia Católica reacción al profundo cuestionamiento de la Reforma sobre su hegemonía con un esfuerzo ferozmente sistemática por purgarse de toda infección pagana (demoníaca, mágica e idólatra) herética: una de las acusaciones más serias de la Reforma (Tarnas, 1990, 238). El cambio en la actitud de la Iglesia hacia la astrología fue sorprendentemente rápido; la Reforma había golpeado duro y los príncipes de la Iglesia estaban muy asustados, por primera vez en cientos de años. En 1585, sólo quince años después de la muerte del Papa Pablo III (que mantuvo un profundo y duradero interés por la astrología) Sexto V sacó la primera bula papal prohibiendo la astrología judiciaria (los astrólogos incluso habían comenzado a hacer predicciones para la Iglesia!). La segunda bula en 1631 amplió la primera y la astrología,, que había coexistido con la Iglesia durante siglos fue tachada de herejía en términos nada ambiguos (Campion 1989, 78; Whitfield 2001, 163). Consiguientemente los textos herméticos, incluyendo aquellos sobre astrología judiciaria, magia “natural” neoplatónica, alquimia y Kabbala fueron censurados en tanto se vinculaban ya no con una forma divina de sabiduría antigua sino con el paganismo, la idolatría, y asociación con los demonios. Se prohibieron todos los modos de adivinación y la astrología perdió rápidamente su lugar en los centros de enseñanza (Couliano, 1987, 202-3). A finales del s. XVI, por decreto papal, la enseñanza de la astrología judiciaria se eliminó de las universidades italianas, tendencia que culminaría con el cierre de la última universidad con cátedra de astrología en Francia en 1770. Los astrólogos, temerosos tanto de la excomunión como de la acusación de herejía (que implicaba sentencia de muerte cierta), comenzaron a renunciar a la astrología.

En el siglo XVI, tanto en la Europa protestante como en la católica, las llamadas brujas se cazaban y quemaban en números alarmantes; una histeria conformada por la misma estrechez que engendró la destrucción puritana de las imágenes religiosas: “En ambos casos la víctima fue la fantasía humana” (Couliano 1987, 91). En 1600, el mundo de la enseñanza fue sacudido por la ejecución mediante fuego de Giordano Bruno, un filósofo hermético que tuvo el coraje de defender su visión de un universo infinito. En Inglaterra, el otrora venerado Dr. John Dee fue tachado de brujo y sufrió la destrucción de su famosa biblioteca a manos de la turba del pueblo. Destruida su reputación, murió en la pobreza y el desconocimiento, y sus considerables contribuciones técnicas, matemáticas y de navegación se descartaron mayormente. Galileo fue juzgado por la Inquisición, no porque fuera un defensor de la ciencia, sino porque osó argumentar contra la doctrina de la Iglesia de un “universo amurallado”. Incluso Newton mantuvo en privado sus experimentos alquímicos “porque tenía una cabeza sobre sus hombres y prefería que permaneciera allí” (Ibid., 81). Hay que recordar también que todos estos hombres se consideraban, ante todo, devotos cristianos.

El re-descubrimiento del hermetismo abrió una profunda bifurcación en el mundo europeo. En una dirección hay una apertura hacia la imaginación, hermosamente explicada por Marsilio Ficino; la otra era hacia la adulación y culto del orden ideal. Al final, los sueños utópicos concretos empujaron a los hombres a una búsqueda fútil de un sistema físico perfecto que, fantaseaban, podrían controlar si tan sólo pudieran descubrir sus leyes. Cuando las leyes de la gravedad de Newton determinaron que las fuerzas físicas causales entre la Tierra y los planetas eran despreciables, se rompió irrevocablemente la relación cósmica entre los cielos y la Tierra. El impacto que los movimientos puritanos tuvieron sobre este periodo fundamental fue enorme; el paisaje psíquico así como la topografía social se transformaron dramáticamente. Cualquier cosa imaginaria o mítica se asociaba con idolatría o superstición: los dos lados de la misma moneda puritana. La represión de la facultad humana de la imaginación forzó una estricta confianza en la primacía de aquello que podía cuantificarse, esto es, “lo real”. El único valor cualitativo aceptable era aquello que era o bien “correcto” o “errado”. Una vez más, la Verdad quedó predeterminada por la autoridad, eclesiástica o científica; la visión individual era o subjetiva o demoníaca. Como la metafísica fue separada de la física, las únicas fuentes relevantes de conocimiento eran o bien científicas: empíricas o verificables, o basadas en interpretaciones estrechas y literales de la Biblia. Los “puritanos”, tanto religiosos como no religiosos, comenzaron a elevar el principio mecanicista por encima de una creencia en el creador que había inspirado la búsqueda de sus leyes. Más notablemente aún, la comprensión del alma cambió, la poética conectiva del alma devino una abstracción (es decir, no real) y el mundo de la naturaleza viviente se volvió un muerto mecanismo causal. Para muchos la vida se volvió des-animada; vacía y carente de significado.

Si bien el espectro de la máquina se había asomado desde el tiempo de Aristóteles, el emergente mundo moderno comenzó a llevar esta antigua metáfora hasta su conclusión más oscura. Con la victoria del cientificismo y la concurrente divulgación del fundamentalismo cristiano, el centro intelectual y espiritual de gravedad cambió. Scientia ya no incorporaría más todo el conocimiento, metafísico y físico. En cambio devino la sierva de la tecnología. La máquina cósmica se había vuelto el modelo para una mente única, autoritaria, como fuente de orden absoluto tanto en la religión como en la ciencia. En vez de un mundo vivificado por un dinamismo espiritual expresado con un lenguaje simbólico de correspondencias estructuradas, la realidad era ahora material; literal y concreta.

Antes del s. XVII los astrólogos eran buscadores de sabiduría; eran filósofos cultivados, místicos, teóricos: los buscadores de la verdad divina. Ahora, expulsados de las universidades (separados desde las rodillas, por así decirlo, de sus fuentes intelectuales y metafísicas) la astrología comenzó a tentar a los oportunistas; los incultos y los necios. A medida que progresaba el s. XVII, la descripción de su trabajo, con muy pocas excepciones, se había reducido a la de agoreros personales o curanderos populares. Mientras que los mejores y más honestos eran capaces de usar lo que conocía de astrología para ofrecer ayuda práctica con situaciones cotidianas como el matrimonio, la salud y la búsqueda de cosas perdidas, los peores eran impostores; hombres cínicos que sacaban partido de clientes crédulos siempre que podían. Se escucharon acusaciones de charlatanería: “La astrología es un arte por el cual gentes astutas estafan a simples hombres honestos... una ciencia que enseña a sus estudiantes a mentar siempre que hablan... que enseña la verdad tantas veces cuantas la s alcahuetas van a la iglesia y las brujas y las prostitutas dicen sus oraciones...” (Whitfield 2001, 176-7).

Con pocas excepciones, la astrología fue considerada meramente como un billete a una vida mejor, “había una cierta cualidad hogarthiana en los astrólogos ingleses de la época... Llegaban a Londres sin un céntimo y descubrían lo atractivo de la astrología” (Ibid., 177-8).

Los astrólogos (y sus clientes) con frecuencia parecían proponerse descubrir cómo mejor “trampear a los hados” con conocimientos ocultos superficiales, sin una comprensión genuina de los principios sobre los que se basaba ese conocimiento. Estos nuevos astrólogos también incorporaban un rasgo empresarial impensable en generaciones más antiguas. La publicación de almanaques comerciales, que habían aparecido con la invención de la imprenta, ahora era exuberante, vendiendo por millares, con charlatanería del más bajo común denominador colectivo. A medida de que la astrología caía más profundamente en los márgenes culturales poblados por fabricantes de almanaques sensacionalistas y curanderos populares, se inventó un nuevo término: pseudociencia.

Debiera recordarse también que la capacidad de la tradición astrológica para reinterpretarse y adaptarse a un contexto social continuamente cambiante no tiene acaso parangón en la historia del pensamiento occidental. Si bien el ascenso de la ciencia moderna contribuyó ciertamente a su casi fatal caída, no puede considerársele enteramente responsable. Ni puede culparse a la religión, puesto que después de todo la ciencia (en la cultura occidental como un todo) ha sido eminentemente exitosa para liberarse de sus grilletes. La razón para la obstrucción de la astrología es quizás mucho más banal: finalmente los astrólogos se autocensuraron al adoptar tácitamente un visión del mundo “reformista” que era cada más desconfiado respecto a la posibilidad de una realidad no material. Al adoptar una obediencia sin cuestionamientos a las interpretaciones más reduccionistas de sus propios ideales y principios, la astrología participó en su propia exterminación; se había infectado de hecho con su propia forma de fundamentalismo. Para finales del s. XVII, los astrólogos que suscribían a la visión de que el cosmos era un mecanismo gigante predeterminado eran la regla, más que la excepción. Al ocurrir en tales incrementos sutiles, penetrantes a lo largo del tiempo, es difícil decir exactamente cuándo esta visión se las arregló para desviar la balanza a su favor. A medida que los mismos astrólogos aceptaban un pensamiento reduccionista de causa y efecto (tal como lo prueban sus prácticas más absurdamente deterministas y superficiales) la cosmología astrológica fue finalmente arrojada a la deriva de sus raíces filosóficas y herméticas, sin un hogar en la religión, la ciencia, la filosofía o la metafísica. Expulsada fuera del contexto de otros sistemas de ideas espirituales y metafísicos, ya no tenía un medio por el cual tener sentido de sus propios principios. La “profunda modificación de la imaginación humana” (Couliano 2001, 223) fue un desastre metafísico. Si bien está más allá del alcance de este artículo intentar una respuesta convincente, la pregunta así y todo debe formularse: ¿qué factor innato hay dentro de la perspectiva hermética y/o astrológica que la hace tan susceptible a la atracción del poder materialista? Esto ciertamente vale la pena investigarlo.


A medida de que el milenio se acaba, tanto la religión como la ciencia luchan con sus propios paradigmas anticuados y reduccionistas. Las personas inquisitivas ya no pueden confiar o bien en la religión convencional o bien en la ciencia para que proporcionen respuestas; muchos descubren que, tal como enseñó Ficino hace quinientos años, han de volverse al lenguaje mágico de los procesos psíquicos para descubrir las propias correspondencias internas con la armonía divina. Afortunadamente hoy, con una renovada valoración de los reinos imaginales de la experiencia humana, los astrólogos que comprenden el espíritu del Hermetismo Renacentista, tienen una oportunidad de desempeñar un papel significativo en un nuevo renacimiento milenario. Espero que podamos aprender, no sólo de la sabiduría de nuestros precursores, sino también de sus errores.

Fuentes y trabajos citados:

Carey, Hilary. (1992) Courting Disaster: Astrology at the English Court and University in the Later Middle Ages. New York: St. Martin’s Press.
Campion, Nicholas. (1989) An Introduction to the History of Astrology. Kent: JAYBECK
Copernicus, Nicolaus. (1995) On the Revolutions of Heavenly Spheres. translated by Charles Genn Wallis. Amherst, NY: Prometheus Books.
Coulianu, Ioan P. (1987) Eros and Magic in the Renaissance. translated by Margaret Cook. Chicago: The University of Chicago Press. (Hay trad. española)
Currey, Patrick. (1989) Prophecy and Power: Astrology in Early Modern England. Cambridge: Polity Press.
Ficino, Marsilio. (1985) Commentary on Plato’s Symposium on Love. translated by Sears Jayne. Woodstock, CT: Spring Publications. (Hay trad. española)
Ficino, Marsilio. (1975) The Letters of Marsilio Ficino. Vol. 1. translated by The School of Economic Science. London: Shepheard-Walwyn. (Ver ejemplos)
Garin, Eugenio. (1983) Astrology in the Renaissance: the Zodiac of Life. translated by Carolyn Jackson, June Allen & Clare Robertson. London: Routledge & Kegan Paul. (Hay trad. española)
Grafton, Anthony. Cardano’s Cosmos: The Worlds and Works of a Renaissance Astrologer. Cambridge: Harvard University Press.
"Hermes Trismegistus". (2000) The Way of Hermes: New Translations of the Corpus Hermeticum and the Definitions of Hermes Trismegistus to Asclepius. translated by Clement Salaman, Dorine Van Oyen, William D. Wharton, Jean-Pierre Mahe. Rochester, Vermont: Inner Traditions. (hay trad. española)
Jung, C.G. (1963) Mysterium Coniunctionis. Collected Works, vol.14. translated by R.F.C. Hull. Princeton: Princeton University Press, Bollingen Series XX. (hay trad. española)
Koestler, Arthur. (1959) The Sleepwalkers: A History of Man’s Changing Vision of the Universe. New York: Arkana.
Moore, Thomas. (1990) The Planets Within: The Astrological Psychology of Marsilio Ficino. Hudson, NY: Lindesfarne Press.
Mumford, Lewis. (1964, 1970) The Myth of the Machine: The Pentagon of Power. New York: Harcourt Brace Jovanovich, Inc.
Pauli, Wolfgang. (1955) The Influence of Archetypal Ideas on the Scientific Theories of Kepler in The Interpretation of Nature and the Psyche. New York: Pantheon Books, Bollingen Series LI. (Hay trad. española)
Pico della Mirandola. (1940) On the Dignity of Man. translated by Charles Glenn Wallis. Indianapolis: The Library of Liberal Arts. (hay trad. española)
Tarnas, Richard. (1991) The Passion of the Western Mind: Understanding the Ideas That Have Shaped Our World View. New York: Ballantine Books.
Thomas, Keith. (1971) Religion and the Decline of Magic. Oxford: Oxford University Press.
Whitfield, Peter. (2001) Astrology: a history. New York: Henry N. Abrams, Inc. Woolley, Benjamin. (2001) The Queen’s Conjurer: The Science and Magic of Dr. John Dee, Advisor to Queen Elizabeth I. New York: Henry Holt and Company.
Yates, Frances. (1964) Giordano Bruno and the Hermetic Tradition. New York: Vintage Books. (hay trad. española)








martes, 28 de julio de 2015

Días de la semana y Horas planetarias en la Salud.








DÍAS DE LA SEMANA Y HORAS PLANETARIAS EN LA SALUD



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La 1ª hora del domingo al amanecer es una hora solar. Los tratamientos solares administrados durante las 3 horas solares del domingo son más beneficiosos para mejorar la salud que otras horas. Es un buen día para actividades deportivas o cualquier ejercicio físico, para estar con los niños.

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Es un buen día para el placer, el ocio, las diversiones, los viajes etc. El viernes es buen día para tratar enfermedades de la piel, de las venas, las enfermedades femeninas. Las enfermedades de Venus son susceptibles de agravarse los viernes o a empezar por dispersión, excesos o placeres. 

HORA DE VENUS

 Hora para tomar remedios de Venus.
La hora de Venus tiende a ser benévola, aporta alivio y moderación de la enfermedad y mejora general. Hora para tratamientos de afecciones de la piel, para tratamientos cosméticos y para mejorar los trastornos circulatorios.



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Regente de la mente y del sistema nervioso.Las personas mercuriales suelen fatigarse al estudiar demasiado o simplemente leyendo. Suelen sufrir desórdenes mentales y necesitan periodos de descanso mental y relajar sus nervios. 






HORA DE MERCURIO 

 Mercurio rige a Géminis y a Virgo y sus padecimientos tienden a mejorarse los miércoles y al ser tratados por remedios de Mercurio aplicados en horas de Mercurio. Hora para tratamientos del sistema nervioso, del sistema respiratorio y para ir al logopeda.




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El lunes es buen día para tratar las enfermedades lunares en horas lunares.La Luna se mueve rápido y las personas nacidas en lunes tienden a sentirse cansadas, también les gustan los cambios y viajar; son sujetos a padecimientos lunares y a que les afecten fuertemente los cuartos de la Luna.

 HORA DE LUNA

Hora para tomar remedios lunares.
En la hora de la Luna , se pueden tratar los trastornos de las defensas, los trastornos femeninos y emocionales.
Ocuparse de la higiene corporal.



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Las personas nacidas los sábados tienden a ser más melancólicas y serias, a sufrir retrasos, decepciones y desventuras en la vida. Buen día para tratar trastornos de los huesos, artritis, etc.

 HORA DE SATURNO

 Hora para tomar remedios saturnales.
En la hora de Saturno, hay que contar con retrasos, problemas, inconvenientes, sufrimiento incrementado. Enfermarse durante una hora de Saturno tiende a alargar la enfermedad. Es óptima para tratamientos del sistema óseo, reumas, dolores en articulaciones y estreñimiento. Para tratamientos con barro y aguas minerales.


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Las personas nacidas un jueves tienden a tener cualidades jupiterinas , a ser más amables y generosas. Sus desórdenes crónicos tienden a aliviarse rápidamente cuando se les trata los jueves, en horas de Júpiter con remedios de Júpiter . El jueves es un buen día para la paz de espíritu, la relajación.
 
HORA DE JÚPITER 

Hora para tomar remedios de la signatura de Júpiter. La hora de Júpiter tiende a mejorar las condiciones del enfermo (así como la de Venus).
Optima para tratamientos del digestivo y para los trastornos hepáticos.




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Las personas nacidas un martes tienden a ser más excitables, impacientes o impetuosas pero también más susceptibles a herirse, a las fiebres y a las inflamaciones. El martes es un buen día para administrar remedios de Marte , como tónicos o estimulantes y especialmente durante las 3 horas de Marte del día (la 1º hora del amanecer del martes, la 8ª hora y la 15ª hora).

HORA DE MARTE


Hora para tomar remedios de la signatura de Marte.
En la hora de Marte se tiende a tener accidentes, peleas, cortes, heridas. Es mala hora para la salud, ya que incrementa las fiebres y nada propicia para las operaciones.

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http://www.logicaecologica.es/2014/12/24/dias-de-la-semana-y-horas-planetarias-en-la-salud/

 

 

lunes, 27 de julio de 2015

Acerca de la Astrología. Por James Hillman.





James Hillman


Acerca de la Astrología
  Conferencia dada por James Hillman en 1997
Traducción de Enrique Eskenazi

"El cielo retiene dentro de su esfera la mitad de todos los cuerpos y los males"
Paracelso

Seguramente reconoceréis que el que haya venido aquí es muestra de considerable audacia. Osadía, incluso. Pues éste es vuestro campo de conocimiento, no el mío; vuestra profesión, no la mía; y vuestra responsabilidad.
El que no tenga yo responsabilidad respecto a esta antiguo tema y a esta profesión durante tanto tiempo apreciada -y difamada- me permite ser irresponsable en lo que pienso y digo esta mañana. Solo en virtud de tal irresponsabilidad puedo sentirme lo suficientemente libre como para decir algo que pueda ser útil para vosotros.
A diferencia de vuestro compromiso para con vuestro trabajo y con la defensa de vuestro campo, mi compromiso sólo es con un constante interés, incluso un amor, a la astrología como fenómeno arquetipal, esto es: extendido, intemporal, emocionalmente potente, profundamente resonador y generativamente inventivo y también poderosamente peligroso. Por ello, a causa de estas cualidades, la palabra arquetipal es adecuada para el mismo campo.

Si es arquetipal, la astrología está aquí para quedarse; porque no se irá, debe ser arquetipal. Y no se irá. El historiador de la cultura Theodore Zeldin escribe: "... En 1975 un grupo de 192 eminentes científicos, incluyendo diecinueve premios Nobel, dirigidas por un profesor de Harvard, publicaron un manifiesto declarando que les preocupaba la creciente aceptación de la astrología en varias partes del mundo... Uno de los firmantes, un profesor de astronomía en la UCLA, se quejó de que un tercio de los estudiantes de sus clases profesaban creencia en la astrología, y también su esposa". Zeldin informa además de que un tercio de la población en Francia e Inglaterra admiten creer en la astrología, y entre los franceses ("donde la lucidez es una virtud nacional") "el 90 por ciento conoce su signo zodiacal" (Una Historia Intima de la Humanidad, Harper Collins, 1984, p. 339)

Acerca de su peligro, tendremos más que decir más adelante; su poder emocionalmente seductor me sorprendió hace unos 45 años, en Zurich, cuando me hicieron mi primer tema, aunque ya había aprendido los elementos simbólicos y la grafía antes de eso. Fue tal la convicción que vino junto a esa primera lectura que continué estudiando astrología. Este interés permanente, esta fascinación, este amor no me ha abandonado nunca. A la vez, tengo que aclararos que ni creo en ella, ni la practico, ni entiendo cómo "funciona", aun cuando la astrología forma una de mis lenguajes fundamentales para la reflexión psicológica.
Sencillamente, para mí la astrología devuelve los acontecimientos a los Dioses. Depende de imágenes tomadas de los cielos. Invoca un sentimiento politeísta, mítico, poético, metafórico de aquello que es inevitablemente real. Esto es lo que hace a la astrología eficaz como un campo, un lenguaje, un modo de pensar. Es el portador para la mentalidad popular de la gran tradición que sostiene que todos habitamos en un cosmos inteligible, propocionando así a las preguntas humanas respuestas más que humanas. Nos obliga a imaginar y a pensar en términos psicológicamente complejos. Es politeísta y por lo tanto va en contra de la mentalidad dominante de la historia de Occidente.

Tomo prestada la palabra "eficaz" de Paracelso, que dijo, "se vuelve médico sólo aquél que conoce aquello que es innominable, invisible e inmaterial, y sin embargo eficaz". Y tomo prestada la idea de las antiguas lecturas neoplatónicas de las posiciones e influencias planetarias. Los intérpretes neoplatónicos en el Renacimiento y aún antes encontraron una lectura beneficiosa, eficaz, aún de los planetas más difamados, como Saturno, y de las constelaciones menos auspiciosas. Todos los Dioses desbordan beneficios; era tarea humana, la tarea del intérprete, descubrir estos beneficios. De otro modo nos perdemos las bendiciones y las confundimos con maldiciones.

En mis propios decursos, encontré los beneficios de Saturno un día en Roma hace unos años. Estaba contemplando el viejo templo de Saturno, cerrado a los visitantes por las autoridades. Cerrado, como dicen en Roma, por restauración. La restauración podría durar ya quinientos años, y podría continuar otros quinientos años más; pues uno de los modos en que la Iglesia puede impedir que el pasado politeísta tiña nuestra religión actual es mantener cercados los antiguos lugares. Así que muchos de los viejos templos están en construcción, en restauración, o son considerados "arquitectónicamente peligrosos".

Como sea, se me ocurrió al estar ahí que las maldiciones que Saturno me había infligido : frialdad y alejamiento de la intimidad humana, obsesión con ideas, oscuros humores depresivos que paralizaban la acción, preocupaciones sobre situaciones concretas que yo intentaba poner en orden, un manejo torpe de la novedad, frivolidad y artificialidad electrónica, cargas del deber, periodos de rigidez y aspereza hacia mí mismo y hacia los demás- todas estas maldiciones habían sido tomadas literalmente. No había captado su eficacia: cómo me protegían, me mantenían en el camino, fiel al llamado, permitiéndome pensar y aceptar la soledad, y cómo habían permitido que el orden fuera derrotado en nombre de la ausencia y el vacío. En otras palabras, las maldiciones que atribuía a Saturno eran bendiciones. Además, aquel día en Roma me di cuenta de que somos nosotros quienes hacemos de Saturno un planeta maligno, negativo, interpretando las bendiciones que otorga sólo en un sentido rígidamente opresivo, como pesadas cargas en lugar de dones de peso. Perdemos una mitad: la mitad celestial del mal. Puesto que no es el Dios quien nos maldice, somos nosotros quienes maldecimos al Dios mal interpretando su eficacia.

La astrología neoplatónica encontró la razón de nuestra tozudez, nuestro sentimiento de victimización, por ejemplo por Saturno, en el hecho de que todas las almas están atrapadas en la estupidez del naturalismo, literalismo, concretismo. Tomamos literalmente nuestros sufrimientos: aprehendemos las cosas sólo tal como aparecen naturalmente; insistimos en que lo real es concreto. Estos errores de entendimiento se deben a que nuestras almas están encerradas en hyle, la palabra griega para el material rígido. De modo que el viaje del alma, de acuerdo con la alquimia de Michael Meier, comienza en Saturno y concluye en Saturno, esto es: comienza en la opresión y la victimización a la vez que, escondidas en la rigidez de nuestra mente, están las bendiciones de las metas de Saturno. Su verdadero propósito, escribían las autoridades, estaba "dirigido a la iluminación y guía del intelecto y a conducirlo al conocimiento de lo que es correcto y útil".

Debéis recordar aquí que eficaz no sólo significa positivo. Los dones de Saturno todavía pueden sentirse como opresivos y limitadores. Un don no es sólo lo que literalmente parece ser: tenemos que disfrazarlo bellamente para esconder que cada don es también potencialmente tóxico; cada don (gift) es también un Veneno (Gift), la expresión alemana para "veneno". En efecto, en algunas culturas, como la China, un don puede usarse como una maldición subliminal; y, a menos que rápidamente se lo repare con un contra-don al benefactor, uno permanece cautivo, esto es, obligado, atado, constreñido, limitado por ese don. Por ello es que cuando más uno tarde en escribir un agradecimiento, más se vuelve una carga: un don desprovisto de su envoltura revela su maldición latente.

La lectura neoplatónica de un tema devuelve todas las cosas a los Dioses, pero no hace las cosas ingenuamente positivas. El modo eficaz de leer tan sólo rehúsa a dividir las cosas simplemente en negativas y positivas, afortunadas y desafortunadas. Una cuadratura puede volverse un Beethoven, un trígono un Forrest Gump.
Así, la lectura eficaz de la "otra mitad" invisible que afecta a nuestros cuerpos y nuestros males, como dice Paracelso, no significa una lectura feliz de planetas felices en posiciones felices. Júpiter en Leo en la casa dos, o diez, no indica meramente optimismo, magnanimidad, calidez expansiva; sabemos que también invita a la exageración, al derroche, a entusiasmo indiscriminado. Las costas lejanas a las que Júpiter empuja pueden ser venturosas y a la vez infladas y superficiales. En cada situación debemos tomar en cuenta el sitio cultural de la persona a quien uno le habla, el portador del tema.

Quisiera acentuar esta idea de sitio. Un humano está situado; una carta está situada. El momento natal es siempre en algún sitio. Ese sitio no es sólo un mero conjunto de coordenadas geográficas, longitud y latitud. El sitio es también una cultura, una naturaleza, una historia, una política, una geografía, un lenguaje, un estilo, un carácter. El sitio no es un accidente de nacimiento, sino aquel sitio único y particular el cual, decía el neoplatónico Plotino, el alma escoge como una de sus cuatro elecciones básicas: los padres, el cuerpo, las circunstancias y lugar de entrada en este mundo (Ver mi "Código del Alma"). Dónde esté uno y dónde uno entre en el mundo parece importarle al alma. Y este "donde" rige distintivamente sobre todas las generalidades y comunidades que los astrólogos emplean al leer un tema.

Un residente de Bay Area en la proximidad de Tiburon o Larkspur puede responder casi sin notar a un "Buenos días". Una pequeña inclinación de cabeza, un pequeña sonrisa de acuerdo a una convención familiar. En Maine, "Buenos días" puede originar como respuesta un "Ya tengo otros planes". En Manhattan, ""métase en sus asuntos" y en Alabama "Oh, gracias, muchas gracias, y que también Ud. tenga un buen día, y vuelva a pasarse por aquí".
Acentúo estas diferencias en maneras de hablar porque manifiestan diferencias en situaciones. No es que ahora me interese destacar si estas diferentes localidades -Bay Area, Maine, Manhattan, Alabama- reflejan rasgos astrales pertenecientes a este o aquél signo zodiacal, sino que me interesa destacar la importancia del sitio en la lectura de una carta, puesto que cada sitio tiene su propio humor y su tiempo, su atmósfera y su botánica, su historia y su cultura.

Los diagnósticos psiquiátricos consideran el sitio como parte del cuadro clínica. Recuerdo a uno de mis profesores psiquiátricos en Suiza que advertía acerca de los diagnósticos de depresiones maníacas. Asegúrese de saber de dónde viene el paciente, ya que lo que puede parecer depresión puede ser culturalmente normal en los valles cristianos y rocas escarpadas de la Suiza interior, y lo que puede parecer manía puede ser la conducta habitual en un pueblo bávaro.
Nuestro planeta también es un planeta y necesita nuestro reconocimiento cósmico. La suavidad polinesia y el rigor espartano son más que leyendas; son determinantes. La cívicamente cohesiva Minneapolis y la decadentemente deliciosa Nueva Orleans son sitios planetarios que comportan tanto en el carácter y el destino como los sitios de los planetas en un tema.

Al comienzo dije que, puesto que la astrología es arquetipal, es poderosamente atractiva y por lo mismo peligrosa. Quiero ahora extenderme sobre este peligro. Es el peligro con el que he estado luchando durante muchos años de muchas maneras en mis escritos: el literalismo. Específicamente para nosotros hoy, el literalismo astrológico.
Dos tipos de literalismo afligen a la astrología, de modo que la astrología, como el psicoanálisis, puede correr el riesgo de volverse una fe fundamentalista. El primero tiene que ver con el tiempo. Llamémosle el Literalismo Temporal. Se ve reforzado por cálculos, tablas, exactitudes, minutos y segundos. No cuestiona suficientemente la idea de tiempo, sino que está cogido por el tiempo. Creo que es posible continuar haciendo estos cálculos matemáticos, pero considerarlos menos como rigurosas medidas de tiempo y más como un servicio ritual, un conjuro teúrgico necesario para constelar la visión psíquica, intensidad de foco, elaborar un procedimiento distanciador así como en otras artes, la medicina por ejemplo, se deben usar medidas cuidadosas y dosis exactas, y así como las curas nativas en culturas menos técnicas usan cuidadosa precisión en sus prescripciones, o como los cocineros realizan su arte en términos de tiempo y medidas. Pero todo esto es un ritual para enfocar la intuición y refinar las propias habilidades, más que para presentar los hechos verdaderos de lo que efectivamente está ocurriendo, u ocurrirá o ha ocurrido ya, en una incognoscible esfera invisible, aquella otra mitad más allá de este mundo.

Dejando de lado el apego literalista al tiempo podemos también liberarnos de otro poder peligrosamente atractivo en astrología: la tentación de predecir. El segundo literalismo es la creencia en la influencia causal de los cuerpos astrales o los planetas reales. El literalismo astrológico supone que podemos conocer esa "otra mitad" que reside en el Cielo y, por medio de cálculos matemáticos basados en la comprensión literal del tiempo, atribuir causalidad a estos poderes celestiales.

Creo que debemos deconstruir estos literalismos. Creo que la tarea que llama al astrólogo es pensar más poéticamente y metafóricamente, y menos causalmente, como si la astrología tuviera que obedecer a la ciencia Newtoniana. No creo que necesitemos atribuir propiedades causales a los planetas o sus constelaciones, y por lo mismo no necesitamos saber cómo funciona la astrología. Más bien podemos dejar que la carta opere como un mantra que proporciona revelaciones, una mirada en el más allá, un mapa de lo no visto, un compendio de poderes invisibles operando en conjunto. Incluso podemos hablar de estos poderes invisibles como dioses que gobiernan, como fuerzas que influencian. Sin pretender conocer dónde residen efectivamente, cómo operan, lo que intentan.

Sugeriría un modo más fenomenológico de leer y menos metafísico o teológico. La fenomenología trata con las cosas tal como aparecen. Deja de lado las especulaciones sobre orígenes, causas, explicaciones, teorías. Así es como trabajo en psicología. No tengo teoría de los sueños: cómo vienen, qué buscan, dónde se originan. Tampoco tengo una teoría de los síntomas, de las neurosis, de la locura o de la salud mental. No conozco las fuentes primarias de ninguna de las cosas que me encuentro en la práctica. No sé qué ha provocado los acontecimientos sobre los que se me informa, y no me preocupo en absoluto por sus orígenes. No atribuyo el poder literal de cuasalidad a un recuerdo paterno de abuso brutal o un recuerdo materno de descuidada crueldad. En cambio, contemplo los fenómenos. Estudio lo que se presenta: el problema, las imágenes, los dolores, los sorprendentes giros del destino -aspirando a salvar los fenómenos de las explicaciones para poder permanecer enfocado en sus rostros. Tomo cada cosa por lo que muestra. He asimilado entre mis hábitos mentales lo que la filosofía, tanto oriental como occidental, han enseñado: la causalidad en este simple sentido es ilusoria. Más aún: deviene un método para huir de la confrontación con los fenómenos que están justo enfrente de la propia nariz. Esto es lo que quise decir antes al afirmar que no entiendo la astrología. Además, no necesito ni quiero entenderla. Ya es suficiente para mí ese compromiso con sus proveedoras y eficaces revelaciones.

De modo que una cuadratura Júpiter-Saturno en signos fijos, tal como yo tengo, una Luna o un Plutón aislados con sólo débiles contactos o ninguno, no son causas de problemas o errores, miserias o luchas. Estas posiciones en un tema natal proporcionan imágenes a ser ponderadas por su riqueza simbólica y amplificaciones míticas. Proveen datos arquetipales, dones divinos.

Aquí intento mostrar el paralelismo entre un enfoque fenomenológico, arquetipal, en la práctica de la psicología y en la práctica de la astrología. También intento distinguir entre lo práctico y lo empírico. La astrología es un arte práctico, pero no una ciencia empírica. Algunos, como Gauquelin, pueden tratar de establecer una base empírica para ella, juntando pruebas estadísticas de datos reunidos. Yo no veo la necesidad de esto. Es que acaso establecemos el valor práctico y la veracidad del arte por medio de datos estadísticos? Nuestras pruebas tanto en la terapia como en la astrología no son de tipo científico sino de tipo humano: anécdota, testimonio, revelación.

Quizás no debiera plantear esta distinción con tanto rigor, esta distinción entre práctico y empírico. "Empírico" original y tradicionalmente no significaba establecer una idea por medio del método científico. Más bien, "empírico" se refería originalmente a los médicos, sanadores y practicantes que se guiaban y basaban sus prácticas en la observación y en la experiencia más que en la teoría. Lo que digo es que no tenemos que tener una teoría explicativa para las experiencias psicológicas y/o astrológicas a fin de practicar nuestras profesiones. Sólo necesitamos dedicarnos a los fenómenos; necesitamos estudiar, cuidar, vigilar, escuchar, a fin de ser practicantes responsables de nuestros artes.

He de confesar que tomo más bien literalmente las dos primeras palabras en la frase de Paracelso; "El Cielo retiene" (dentro de su esfera)". Y no arguyo con él acerca de las palabras "mitad" y "todo" (mitad de todos los cuerpos y los males). No creo que haya querido decir mitad matemáticamente, como cincuenta por ciento. Creo que quiso decir que uno sólo consigue una media-verdad, una cura parcial, un entendimiento defectuoso si uno descuida el Cielo. Respecto a la enorme generalización de esa palabra "todo", tengo que conceder que o bien el cosmos entero lleva los efectos del Cielo, o uno debe decidir qué partes no están bajo su gobierno, qué acontecimientos y cuerpos pueden declararse independientes de los efectos de los Dioses.

Pero en aquellas primeras palabras "El Cielo retiene"- he ahí el misterio! 'Cielo', la palabra, entró en el inglés a través del Sajón, el antiguo Alemán gótico. El origen último de la palabra “cielo“ (heaven), dice el diccionario, es desconocido. Se lo define como más allá del firmamento (sky); mientras que cielos, en plural, se usa para regiones, esferas, jerarquías bajo cuya ley vivimos, más allá y desconocidas, y a las cuales cada vida e incluso cada momento de la vida aspira como si fuera su fin o su meta. El Cielo connota lo divino, como cuando al probar una tarta borracha de chocolate amargo exclamamos "celestial, divino". Y "séptimo cielo" es el mayor júbilo, y "cielos arriba" invoca a los Dioses y Diosas.
Ahora atendamos a lo siguiente. Paracelso dice que este cielo que rige la mitad de nuestras vidas no está sólo más allá del firmamento y es invisible, externo a la esfera humana, sino que, horribile dictu, retiene, contiene, preserva, guarda, no deja ir, no se abre a esa mitad de nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestros males, así como a todos los cuerpos y males en la tierra.

¿Está Paracelso bajo la influencia de la vieja ecuación de Dios y Saturno, un dios controlador, retentivo anal, un Dios ausente que contiene la mitad del destino en sus manos y que sin embargo es un Dios que no puede ser visto, mostrar su rostro, manifestarse? Creo que esa visión del Cielo puede haber prevalecido en tiempos de Paracelso, también antes y después, pero no creo que fuera su visión, ni que él fuera ese tipo de criatura de Saturno.
Prefiero pensar que Paracelso insiste sobre la mitad invisible de nuestras vidas, la mitad astrológica retenida por esferas más allá de la naturaleza, de modo que esta mitad no es aprehensible directamente por ningún método de la ciencia natural, ningún tipo de comprensión mundana o naturalista. Intentamos llegar a los cielos mediante las especulaciones de la teología, el misticismo, la metafísica, la poesía, la matemática, pero el cielo se contiene, se retiene y se resiste, y así su esfera permanece hermética, secreta.

De modo que nosotros, humanos, conscientes de que vivimos sólo de medias-verdades y vemos sólo a través de un cristal oscuro, nos volvemos a la astrología para encontrar el camino de regreso al cielo, a la fuente invisible que afecta a nuestros cuerpos y a nuestros males. En términos de Jung, estamos en busca del Dios en la enfermedad , no meramente esta o aquella enfermedad (disease) literalmente clasificada, sino en la inquietud (dis-ease) llamada también vida. El astrólogo revierte los acontecimientos a sus causas en los cielos, sacando así a la persona fue de las circunstancias y orientándola hacia el cielo. De aquí el sentimiento revelatorio cuando se hace una interpretación conmovedora; la puerta del cielo Imprevistamente se abre, se hace la conexión entre las dos mitades, esta vida aquí y esa esfera allí. La astrología es entonces un arte divino, pero no el arte de la adivinación, pues eso es nuevamente literalismo: un literalismo de la predicción y del tiempo.

La tarea del astrólogo, entonces, como la del psicólogo arquetipal, es menos traer los dones del Dios a mi vida, que el dar vida a los Dioses. Cada visión, cada patología, cada trozo de buena suerte que conecto a los planetas mantiene vivos a los Dioses. A ésto los cristianos podrían llamarlo un movimiento redentor. Prefiero ver esta tarea de devolver los acontecimientos a los celestes invisibles, un proceso de epistrophé siguiendo la idea del Neoplatonismo, o ta'wil en el misticismo persa. Esta visión ve el mundo entero lleno de un innato deseo de retornar a su fuente imaginal, su esencia arquetipal, su otra mitad en el Cielo.

Así, por ejemplo, aquí estoy, digamos un ascendente Géminis, en todos mis males y en mi cuerpo: las vacilaciones del carácter, la atención distraída y dividida, la duplicidad, la divertida tortura de ver ambos lados y luchar con las oposiciones, nervioso, encantador e impaciente, a la vez la lengua presta del engaño que formula la vida, como un periodista o un predicador, antes de vivirla, la intensa sensibilidad, los pequeños acuerdos, las múltiples conexiones del prestidigitador, del charlatán y del murmurador, el agotamiento que llega con la prisa y la excesiva conectividad , todas estas características pertenecen a mi carácter, esto es, el depósito celestial en mi alma, un tesoro de mercurio tornasolado, un mineral metálico o un cuerpo planetario al cual mi vida, tal como la vivo, puede pulir y volver lustroso y útil. Este pulir de los males de lo dado es lo que los escritores como Blake y Keats y Lawrence han llamado "almificar" (soul-making). El almificar (soul-making) devuelve a los Dioses lo que me dieron y que traje conmigo al llegar, devolviéndolo más "refinado" y "sofisticado" como dicen los alquimistas.

Cada vez que una consulta astrológica puede devolver una característica a su divino personaje (character), pulir un problema para que brille en una luz diferente, revelar al Dios en la enfermedad, dejar al cliente ver claramente por un momento aquella otra mitad celestial, el astrólogo está realizando una epistrophé (conversión), devolviendo una mescolanza en lo humano a un mito en los Dioses.

Para que no concluyáis que mi énfasis en los dioses, lo divino, los cielos, los invisibles, es elevado e intelectual, recordemos que los planetas residen primariamente dentro de constelaciones de animales. Los planetas están principalmente guardados en las cuadras entre bestias. ¿Porqué este más allá del Cielo está diseñado por un mapa de formas animales, y estas formas son tan terrenales: no halcones y búhos y palomas, o ruiseñores o águilas, sino serpientes y escorpiones, peces y cangrejos, carneros y cabras, caballos y toros? ¿A qué viene esta preponderancia de animales?

Para nuestras mentes vulgares, arrogantes, recientes, occidentales, "animal" significa bruto, bestia, tonto, más bajo en la escala evolutiva. Sin embargo en la mayoría del mundo antes de nuestros tiempos y aún hoy mismo en muchos sitios del mundo, los animales son los verdaderos maestros de la humanidad, espíritus guardianes y constantes compañeros del alma. Algunas terapias intentan despertar esta conexión arcaica con el animal, pero la astrología ya lo hace para nosotros- así de simple! Nacido en el año del Tigre... Uau! Sol en el Cangrejo- oooohhh! Marte en el Toro y Venus en Escorpio: vigilad!!!
Estas formas animales que permean la imaginación astrológica presentan el animal como un contenedor cósmico de poderes invisibles. Los animales como formas de lo divino, que es exactamente lo que los antiguos egipcios sentían y que también es verdad para culturas desde el Japón Shintoista hasta la Polinesia, gran parte de África hasta los nativos de las regiones circumpolares. La astronomía continúa trabajando con espacios con forma de animales configurados por líneas entre los puntos brillantes de las estrellas. Conectad los puntos y veréis lo invisible volverse un toro, un león, un par de peces.

La astrología trabaja matemáticamente, y uno normalmente supondría que los números y los animales tienen poco que ver unos con otros, unos abstractos, los otros tan concretos como la sangre, los dientes, el pelo y el veneno. Pero dos pasajes básicos en los textos de cosmología que sustentan la cultura mitológica occidental e islámica unen a los animales y los números. El primero es el arca de Noé, descrita con medidas detalladas para dar forma a la nave que puede contener todos los animales. El segundo está en el Timeo de Platón (fr. 55c). Allí podemos leer acerca de una figura de doce lados usada por el creador para el "todo". Platón da una forma geométrica para los cuatro elementos, y luego de esta quinta y más comprensiva forma de todas, dice que contiene "esquemas de figuras animales". Esta figura de doce lados, con forma de animal, es paralela a otro pasaje de La República de Platón (589 b-c) donde presenta "la imagen simbólica del alma" como una bestia de muchas cabezas con un anillo de cabezas domadas y salvajes.

Para la cosmología antigua no había necesariamente separación entre lo geométrico y lo orgánico; se correspondían, lo que nos dice hoy que los cálculos matemáticos de la astrología no son sólo necesidades rituales para enfocar la conciencia en el caso a mano y abstraerlo en una cartas visible. Los números también son modos de hacer precisas las diversas fuerzas animales, la bestia de muchas cabezas que vitaliza y conduce el alma, la vida instintiva que nos guía como nuestra compañera del alma. De nuevo el peligro del poder compulsivo de la astrología: mientras jugamos con números y reconocemos los grados, también estamos reconociendo la casa animal que contiene el alma, de hecho la casa animal que contiene todo el cosmos. Y no olvidemos que son los animales -incluido el animal humano- los que el Dios bíblico considera la única parte de toda la creación merecedora de salvar, una salvación que requiere que Noé tenga que hacer antes deliberados cálculos matemáticos.

Finalmente, entonces, si no es verdadera, ni es explicativa, si sus matemáticas son ritual disfrazado y su referencia a los planetas concretas de la astronomía son metáforas, ¿porqué nosotros, gente inteligente, racional, educada y sabia, tales como vosotros y yo, nos hemos reunido aquí para volver a la astrología? ¿Porqué ajustados con cinturón de seguridad a un asiento en un avión que puede llevarnos directo a la muerte abrimos la revista justo en la página de los horóscopos del mes? ¿Porqué recogemos los consejos que se dan sobre un Mercurio retrógrado, o analizamos la conducta de nuestro amante en término de humores lunares, o esperamos algún cambio financiero radical en el próximo tránsito por nuestra casa dos? Incluso cuando leemos tenemos que suspender la falta de creencia, ocultando la pequeña vergüenza de que estamos leyendo la trivialidad de una adivina...

Entonces, ¿por qué volvemos a ello? ¿Qué busca el alma, qué desea, por qué nos atrae tan rápidamente? Mediante ese parágrafo de la última página regresamos a nuestro daimon-estrella individual que contiene una porción de nuestro destino, esa otra mitad. Buscamos de nuevo la conexión con nuestro compañero primordial, ese hermano-hermana en el cielo que vive fuera de este cuerpo sujeto por un cinturón de seguridad a su asiento, y que comparte nuestra vida en cada instante -y este instante elevados en el aire que puede también ser el instante de la muerte- porque conecta nuestra vida con Moira, el daimon de nuestro hado: Moira, la palabra griega que significa simplemente una parcela, la mitad de Paracelso.
Buscamos en esa página de atrás, esos consejos y avisos, las predicciones y asesoramentos, tan enigmáticos y sin embargo tan íntimos, volver a ligarnos a los poderes, ritmos y mitos del cosmos, elevarnos fuera del avión en su ascenso de 35,000 pies, a un más allá de personas planetarias, más allá de mi persona y sus problemas, de sus días buenos y sus días malos.

Ese párrafo acerca de Virgo o Libra en la última página de la revista nos eleva fuera de nuestras mentes hacia otro lenguaje no terrestre, el lenguaje de las estrellas y de las ruedas animalizadas de los cielos, donde el alma pueda alojarse en imaginación, su primer hogar imaginal. Aunque el cielo nocturno este cegado por la polución eléctrica, las estrellas eclipsadas, y los signos zodiacales convertidos en baratijas para el comercio diario, Marte y Venus reducidos al mundo gris del sexo de Juan y la infatuación de Luisa, la Luna un lugar para poner la bandera americana..., aún así el lenguaje de la astrología, sus rituales matemáticos, sus intérpretes sacerdotales, sus encantos y amuletos que puedo tatuar en un pectoral o colgar en mi cuello , todo ello preserva mis males conectados fuera de este cuerpo poseído por Gillette, Exon, Disney, Walmart y el Bank of America. Un toque de astrología, la más leve referencia exótica, y los cielos retornan, y el destino.

Así que, astrólogos, en verdad tenéis un llamado superior, estáis al servicio de lo otro-de-lo-humano, de la otra mitad. Y no os preocupéis por las elevadas palabras y las visiones superiores, por el peligro de la inflación. Los Dioses son implacables con los inflados. Saben cómo protegerse mejor que nosotros los mortales. El que se limiten el uno al otro preserva su poder y es acaso precisamente eso lo que los conserva tan duraderos, inmortales, seguros contra la usurpación por parte de cualquier ideología monoteísta.
James Hillman, Febrero 10, 1997
(Trad.: Enrique Eskenazi)