https://www.youtube.com/watch?v=L7QEGFYbtuU
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Tiempo ha que se admite, aunque todavía a veces con incomo-
didad (como subrayan Vasoli, 2002: 133-137, y Hanegraaf, en
DGWE, pp. ix-x), que la magia y el hermetismo forman parte
integrante, y en ciertos campos esencial, de la cultura renacen-
tista. Su presencia, aunque no su verdadera importancia, la re-
conoció ya Burckhardt (1860, trad. 1942: 417-447) en su clásico
trabajo sobre la cultura italiana del Renacimiento y un siglo des-
pués una gran síntesis panorámica como la de Chatel y Klein
(1963, trad. 1964: 97-101) dedicaba sin ambages un apartado específico al «Saber má-
gico y oculto». Las sólidas aportaciones de Garin (1950 a 1955) y el germinal trabajo
de Yates (1964) sobre el hermetismo, pese a sus exageraciones, resultaron fundamen-
tales en este aspecto, mientras que a la conjunción de espiritualidad y alquimia le
había consagrado ya Koyré (1955) un libro esclarecedor (aunque, a mi entender, hoy
no tenido suicientemente en cuenta). Incluso Foucault (1966: 32-49) había identifi-
cado con el meollo mismo de la episteme renacentista (o, en términos más cercanos a
los suyos propios, preclásica) el sistema de correpondencias y relaciones que sustenta
la magia naturalis, en su caso epecialmente con base en Paracelso. Aunque es muy
dudoso que este planteamiento pueda hacerse coextenso con la episteme renacentista
(como bien le objetó Weightman, 1989: 389 y 391-392), dado que ni siquiera es la base
de todas las variedades mágicas del período, no cabe duda de que las indagaciones
mágicas y herméticas entran en sintonía con la efervescencia teorética y el ansia por
comprender y controlar las fuerzas naturales propios del momento, aspectos en los
que se ha detenido también Garin (1961, 1976a y b, 1988a y b) y sobre los que ofrece
dos sucesivas y buenas síntesis Brach (1998 y 2006).
La figura de Hermes Mercurio Trismegisto no ha dejado
de ejercer su fascinación en los lectores desde la Antigüedad
hasta nuestros días. Es precisamente ese halo de miste-
rio que lo rodea, amén de la profusión de escritos diver-
sos que se le atribuyen, lo que tal vez haya reforzado este
atractivo, al que sucumbieron también grandes pensado-
res medievales. Su legendaria personalidad lo caracteri-
za como rey, filósofo e incluso como un dios del antiguo
Egipto, que entrega a los hombres iniciados los secretos de
la vida y de la divinidad.1 A este inasible autor se le atribu-
yen innumerables obras desde la Antigüedad tardía hasta el
Renacimiento.
Desde la publicación de mis primeros libros de astrología, no he cesado de recibir una gran
cantidad de cartas desde todo el mundo en las que la gente me cuenta cómo mis libros son utilizados
por los estudiantes y los profesionales de la astrología, así como por aquellas personas para quienes
esta disciplina sirve de instrumento de autoayuda, sin ninguna intención de convertirse en
astrólogos profesionales. Muchas personas subrayan frases de los libros o toman notas en ellos; otras
distribuyen fotocopias de determinados capítulos entre sus clientes, alumnos o amigos, y otras me
dicen que sería útil poder disponer de un índice o una explicación más completa sobre cómo aplicar
determinados principios básicos de la interpretación. Sin embargo, hasta ahora no había creído
necesario publicar este material adicional, ya que pensaba que mi principal función era la de esbozar
lo más claramente posible los principios esenciales y el enfoque que, según mi experiencia, es el
más exacto y práctico. Creía que hacer esto era urgentemente necesario para conseguir establecer
sólidamente una verdadera psicología astrológica (o psicología cósmica).
Algunas noticias que aparecen en la correspondencia que Llorenç Fe mantuvo con
su padre mientras realizaba su formación médica en la facultad de Valencia, nos permiten la
aproximación a la realidad de sus estudios e intereses. Entre estos últimos la astrología se
menciona en diferentes ocasiones, ya que la materia formaba parte del programa de estudios
de la facultad. Sus palabras atestiguan el interés que la astrología despertó en algunos futuros
médicos, a pesar del entredicho que para su estudio y ejercicio suponían las diversas y frecuentes
prohibiciones eclesiásticas publicadas hasta entonces. Sus noticias mencionan al profesor que
imparte la asignatura, así como las necesidades prácticas que se planteaban para la realización
de un horóscopo o pronóstico de un sujeto concreto.
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4687824.pdf
El siglo IV d.C., con el progreso político del Cristianismo, tiene un papel
fundamental en la transformación del antiguo mundo greco-romano. El paganismo,
duramente combatido en los siglos anteriores por cristianos cultos y conocedores de
la cultura griega, como Taciano, Clemente de Alejandría, Hipólito u Orígenes, cede
ante el empuje de la nueva religión. Una religión providencialista, como el
platonismo, y que hace bandera en su ética del libre albedrío. De ahí su radical
enfrentamiento con la astrología que había cobrado autoridad tras ocho siglos de
experimentación en el helenismo y que había logrado penetrar en la alta sociedad del
Imperio. El siglo IV, anticipado en esto por los edictos de Diocleciano a finales del
III contra magos, idólatras y astrólogos, va a suponer la criminalización jurídica
(favorecida a partir de la conversión de Constantino) de la astrología. Pese a todo, se
sigue consultando a los astrólogos y magos, se hacen horóscopos y se escriben
tratados de astrología. Ésta se refugia en el gnosticismo y determinadas herejías del
Cristianismo, que toman de ella parte de su escatología y, sobre todo en los templos
de las divinidades astrales (Mitra, Isis, Osiris, Serapis) que irán perdiendo terreno
hasta que la destrucción del Serapeo de Alejandría, con su excelente biblioteca,
significa simbólicamente el triunfo definitivo de una nueva cultura, asentada en la
anterior, pero que guía Roma hacia la Edad Media. En este contexto, Pablo de
Alejandría escribe el último manual con cierta originalidad del mundo antiguo; un
manual que, aunque participa de algunos principios formulados por Tolomeo en el
Tetrabiblos significa una vuelta a la astrología tradicional, basada en los egipcios y
en el hermetismo; una astrología con la que tal vez Paulo se posiciona contra los
ataques a los dioses paganos alejandrinos.
https://www.academia.edu/37737469/_La_astrolog%C3%ADa_en_el_siglo_IV_Pablo_de_Alejandr%C3%ADa_en_A_J_Quiroga_Puertas_ed_%E1%BC%B9%CE%B5%CF%81%E1%BD%B0_%CE%BA%CE%B1%E1%BD%B6_%CE%BB%CF%8C%CE%B3%CE%BF%CE%B9_Estudios_de_Literatura_y_de_Religi%C3%B3n_en_la_Antig%C3%BCedad_Tard%C3%ADa_Zaragoza_Libros_P%C3%B3rtico_2011_pp_281_316
Este trabajo tiene por objetivo analizar la recepción del corpus científico
de la Antigüedad por las sociedades musulmanas y del Occidente cristiano,
centrando la atención en la astronomía, que va indefectiblemente unida a la
astrología, y viceversa. Para ello se plantea una estructura en tres partes que
cubren la tradición clásica, el mundo islámico y el mundo cristiano. En un primer
nivel queda patente el diálogo entre civilizaciones que posibilitó la trasmisión del
saber, y con ello el avance científico medieval y moderno. En planos secundarios
se observa la influencia que estos procesos tuvieron en el uso de las lenguas
vernáculas o el cambio en el paradigma mental medieval con la recepción de la
obra aristotélica.
https://zaguan.unizar.es/record/97766/files/TAZ-TFG-2020-4637.pdf