martes, 4 de abril de 2017

Romanticismo. De Manuel Longares.

 
 

 

Manuel Longares

Romanticismo



Romanticismo es una excelente novela que aborda con actitud lírica y mirada irónica el momento histórico de aquella burguesía improductiva, poseída por el miedo a los cambios







Madrid es un territorio literario cuya imagen se ha multiplicado en la mirada de grandes escritores. Sin remontarnos hasta Galdós, sólo en el último medio siglo este espacio plural ha dado materia para novelas importantes en nuestra historia literaria. Dos, al menos, son emblemáticas: La colmena (1951), con su lírica expresión de la incertidumbre existencial de los vencidos en aquel tierno acuario de desdichas en unos días de 1943; y Tiempo de silencio (1962), por su rabiosa interpretación intelectual y su barroca plasmación estilística del atraso y la injusticia en la sociedad de posguerra en 1949. Después Madrid y el franquismo han concitado la atención de escritores tan relevantes como García Hortelano, Umbral o Isaac Montero, que han explorado este territorio y aquel período en sus mejores, si bien con actitudes ideológicas y estéticas diferentes. También en la transición Madrid ha seguido dando un escenario fértil para novelar el cambio político y sus transformaciones en la sociedad española. Son muchas las novelas que han acometido este proceso, algunas con alcance genera-
cional ideado por autores del 68. Dos muy recientes abordan, en su dimensión colectiva, aquel intenso periodo de la transición en distintos ámbitos de la sociedad madrileña: La caída de Madrid (2000), de Rafael Chirbes, atenta a diferentes sectores sociales en el día postrero de vida de Franco; y Romanticismo, de Manuel Longares (Madrid, 1943), centrada en la burguesía del barrio de Salamanca.

Romanticismo es una excelente novela que aborda con actitud lírica y mirada irónica el momento histórico de aquella burguesía improductiva, poseída por el miedo a los cambios que se avecinan con la muerte del dictador y dispuesta a abrir sus ojos a sectores de la clase media para acomodarse a los nuevos usos sociales, sin ceder ni un palmo en la defensa de sus intereses económicos. Al mismo tiempo los personajes de la clase media que por su trabajo entran en el reducto privilegiado del barrio de Salamanca comprenden que, a pesar de los cambios en las costumbres y en la moral de la burguesía adinerada, aquel territorio sigue siendo inexpugnable para los nacidos fuera de aquellas familias. Sólo fue un tiempo de “romanticismo” en que unos y otros columbraron la posibilidad de un mundo mejor, algunos en el otoño de sus vidas con sus insatisfacciones y ansias adormecidas, otros más abiertos al orden nuevo con las ilusiones que da la juventud, aunque cada cual acabe clavado en el lugar donde estaba. Pues por más que la joven heredera educada entre vecinos de una casa con pasado ducal se acomode en un programa nocturno de radio y ascienda en él a la esposa del administrador de su familia, siempre será “Un programa de Virucha Arce” (pág. 472), que tiene como jefes a un tío y a un primo. Porque, como explica el hijo de un juez depurado, por mucho que hayan cambiado las apariencias, “para ellos somos lo que sabes y valemos lo que les aporta nuestro trabajo. En este mundo todo es como ellos quieren” (pág. 491). En ello Romanticismo descubre la inagotable capacidad de la burguesía para acomodarse a cada situación en defensa de sus privilegios. Y la narración, ambiciosa en su realismo abarcador de un tejido social con más de cien personajes, escrita con brillantez en su prosa envolvente, de impecable factura clásica, imaginativa y de altas calidades poéticas, se redondea como un acabado producto con los mejores logros de las novelas de amplio vuelo y firme pulso narrativo.

La historia novelada gira en torno a una familia del barrio de Salamanca a lo largo de tres generaciones, con especial hincapié en las tres mujeres más representativas de la casa en cada momento. Su estructura narrativa está organizada en tres partes que se corresponden con tres momentos de la historia y que, en buena medida, siguiendo una cronología lineal con muchas retrospecciones temporales, reproducen el clásico esquema de planteamiento, nudo y desenlace. La primera parte, “Sepulcro de la memoria”, se centra en los veinte días anteriores a la muerte de Franco en noviembre de 1975. La incertidumbre de aquella burguesía, lastrada por el peso inútil de su pasado y preocupada por su patrimonio, se manifiesta en estas páginas con ironía y humor aprendidos en Cervantes, hasta dar cabida a dosis bien controladas de parodia, caricatura y deformación esperpéntica, por ejemplo en el soberbio padre Altuna o en la grotesca sexualidad de Javo Chicheri y otros componentes de su comando fascista. En la segunda parte, “Desajustes”, se novelan más de dos años de rápidos cambios producidos entre 1975 y 1978. Si antes todo se circunscribía al barrio de Salamanca (“el cogollito” en el habla de Serrano), con sus tiendas, cafés y restaurantes, y unas vacaciones de tres meses entre el chalet de San Rafael (“Sanra”) y la playa de la Concha (Donosti), sin más contactos que los clandestinos con los rojos (“rogelios”), ahora en la transición los miembros de estas familias empiezan a moverse desconcertados por el aluvión de la democracia. Pero aprenden rápido y se adaptan incluso a las libertades sexuales de la nueva etapa, sin compartir de verdad ni su grandeza ni sus finanzas. La tercera parte, “Restauración”, más fragmentaria y elíptica, apura su resumen del paso de esta clase social por la travesía de los gobiernos socialistas hasta la victoria del PP en 1996. Muchas cosas cambiaron en el barrio, que sigue siendo inexpugnable porque el dinero está en las mismas manos. Y con el dibujo de sus transformaciones internas Longares ha dado cima a una espléndida novela de la vida cotidiana de la burguesía madrileña en la transición. 
 



lunes, 3 de abril de 2017

Cuando Júpiter y Venus no son benéficos.










Tradicionalmente el planeta Júpiter es el planeta benéfico mayor y Venus el planeta benéfico menor, pero según el estado celeste o terrestre en que se encuentren puede invertirse  la tendencia y  convertirse en energias potencialmente perjudiciales.

Júpiter en Virgo, Géminis o Capricornio,  y en las casas VI, VIII o XII no son per se lugares donde pueda manifestarse facilmente el beneficio que da Júpiter

Asimismo ocurre igual con Venus en Aries, Escorpio o Virgo, y en las mismas casas.

Si además tenemos a Saturno en conjunción, cuadratura u oposición a ellos, la cosa se agrava, y más aún si Venus o Júpiter se encuentran en una cúspide angular.

Es por eso que la carta debe mirarse en su conjunto y no aplicar recetas.

Júpiter en casa I y en mal estado cósmico, determinará muchísimo al individuo, y lo mismo ocurrrirá con Venus en esas mismas circunstancias.

Así pues también hay que tener en cuenta el orden de importancia de las casas en que se encuentren.




domingo, 2 de abril de 2017

Ante todo no hagas daño. De Henry Marsh.










A punto de poner fin a una dilatada carrera plena de éxitos y reconocimiento, Henry Marsh —uno de los neurocirujanos más eminentes de Gran Bretaña— ha querido exponer a los ojos del mundo la esencia de una de las especialidades médicas más difíciles, delicadas y fascinantes que existen. El resultado es este volumen que ha cautivado y conmovido tanto a los críticos más exigentes como a todo tipo de lectores, y que poco tiempo después de su publicación se encaramó a las listas de más vendidos del Sunday Times y el New York Times. Escogido «Mejor Libro del Año» por el Financial Times y The Economist, obtuvo los premios PEN Ackerley y South Bank Sky Arts y fue finalista del Costa Book Award, el Guardian First Book Award y el Samuel Johnson de no ficción.
A los mandos de un microscopio ultrapotente y un catéter de alta precisión, el doctor Marsh se abre camino por los intersticios del cerebro. Con frecuencia, de su pericia y de su pulso dependen que un paciente recupere la visión o acabe en una silla de ruedas. Hay días en los que salva vidas, pero también hay jornadas nefastas en las que un pequeño error o una cadena de infortunios lo hacen sentirse el ser más desdichado sobre la faz de la Tierra.
Mucho más cercano a una confesión personal que a una autobiografía complaciente con el autor, este libro —cuyo título se inspira en el juramento hipocrático— supone un auténtico alarde de valentía y de honestidad intelectual, un relato vibrante y luminoso que logra remover nuestros sentimientos más profundos y ensanchar nuestro umbral de sabiduría y compasión.



 http://salamandra.info/libro/todo-no-hagas-dano


https://www.academia.edu/36305829/Henry_Marsh_Ante_todo_no_hagas_dano
 
 

Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera. De Ramiro Pinilla.











Basada en hechos reales, «Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera», es la narración en primera persona de una vida extremadamente dura en La Baña, un pueblo recóndito en León. Hijo de madre soltera, abocado a robar para comer, Antonio se sitúa desde pequeño fuera de la ley. Pronto sus hurtos provocarán el repudio de sus vecinos y el maltrato de la autoridad, lo que le obliga a sobrevivir en solitario largas temporadas en el monte. Luego conocerá las miserias de las cárceles, los penales y el manicomio, donde sufre y es testigo de humillaciones indecibles. Como un reflejo agudísimo de las penurias de la posguerra, Antonio vive experiencias que superan en crudeza todo lo imaginable. Con personajes reales e información fidedigna, su relato, sobrecogedor e impetuoso, de esas miserias es también el de un espíritu inocente e indómito que ansía escapar de la represión permanente. 


 http://assets.espapdf.com/b/Ramiro%20Pinilla/Antonio%20B.%20el%20Ruso,%20ciudadano%20de%20te%20%283709%29/Antonio%20B.%20el%20Ruso,%20ciudadano%20d%20-%20Ramiro%20Pinilla.pdf


sábado, 1 de abril de 2017

Neurología de la maldad. Por Adolf Tobeña.













ENTREVISTA

Adolf Tobeña: "Así como hay gente con talento para el fútbol, la hay con talento para hacer daño"

En 'Neurología de la maldad' (Plataforma Actual), el catedrático Adolf Tobeña se zambulle en los engranajes de las mentes criminales y perversas a partir de casos recientes. El libro nace del interés de los profesionales del derecho por la neurociencia
El profesor y catedrático de psiquiatría Adolf Tobeña tiene una larga trajectoria en la investigación en neurobiología de las emociones. / PERE TORDERA
El profesor y catedrático de psiquiatría Adolf Tobeña tiene una larga trajectoria en la investigación en neurobiología de las emociones.


La cuota de malvados, torturadores y defraudadores está asegurada en cada generación. El psiquiatra Adolf Tobeña (Graus, Huesca, 1950) aporta, sin embargo, una brizna de esperanza con el libro 'Neurología de la maldad' (Plataforma Actual). Así como la biología explica las predisposiciones al comportamiento asocial, también "deja grados de libertad; hay margen para corregir".
¿Los malos nacen o se hacen?
La inmensa mayoría nacen. Todos los rasgos de la conducta humana -esto no es exclusivo de la maldad- tienen ingredientes de nacimiento, crecimiento y crianza. En el caso de la malignidad, los de nacimiento son muy potentes. También se puede llegar a ser instruido dentro de un gremio para ser malo, pero la mayoría viene de fábrica.
¿Y la educación puede revertirlo?
La instrucción de un gremio profesional de sicarios, traficantes de drogas o torturadores podría hacer que alguien sin talento natural adquiriera la maldad, pero la educación, es decir, escuela y familia, tienen muy poco papel, en realidad, en todos los aspectos de la vida. Lo que cuenta más en la conducta humana son los elementos de fábrica, luego los compañeros de adolescencia y juventud, y, después, el gremio profesional.
¿Es difícil escapar de este destino?
En absoluto. La carga biológica no es sólo la prescripción de fábrica, también está la maduración del organismo, y cada uno llega cuando llega. Unos a los 16 años y otros a los 30. Y aunque tengamos una carga hereditaria fuerte, las dos cosas dejan abierto lo que llamamos grados de autonomía o grados de libertad, y el margen que deja es muy considerable.
En el libro cita al extremista noruego Anders Breivik y al financiero Bernard Madoff como malos de manual.
La consideración social de uno y otro es diferente pero los dos se lo pasan bien haciendo daño y infligiendo dolor a los demás. Hay estas dos clases de gente tóxica: los que matan, torturan o lesionan sin escrúpulos y los que se lo pasan bien perjudicando a los otros en términos económicos o de reputación, como los defraudadores, corruptos, estafadores o calumniadores.
Son los que en el libro llama "psicópatas de cuello blanco".
La psicopatía es una etiqueta que utiliza mi gremio de psiquiatras y psicólogos clínicos pero que no me gusta. Tiene un aire de patología y son gente normativa. Excepcional, pero normativa. Es decir, hay entre un 1% y un 2% en todas las poblaciones, culturas y etnias. En una reunión de 100 personas, hay uno o dos individuos capaces de hacer mucho daño a los demás.
¿Hay entornos que lo favorecen?
En las grandes corporaciones se calcula que el porcentaje sube hasta el 3% o el 4%. El mundo de las finanzas, las grandes firmas, la política, el periodismo... El mundo de los tiburones, vaya. Los malos de cuello blanco son más listos, tienen mucho más ingenio y, en general, no hacen daño físico. Pero reúnen un grupo de atributos espléndidos: falsos, manipuladores, mentirosos, seductores, dominantes, inquisitivos y no tienen ningún escrúpulo para sobornar, camuflar o mentir.
Dedica un capítulo a las psicopatías femeninas. ¿Qué las diferencia de las masculinas?
Usan mucho menos la violencia física por una cuestión biológica y, en cambio, usan más tácticas de agresividad indirecta como marginar, retirar totalmente la atención o practicar el ostracismo. Y eso ya lo hacen en la guardería, mientras los niños se pelean a puñetazos. También son muy hábiles a la hora de simular dolores diversos y cambiantes, y se autolesionan.
¿Qué otras tácticas utilizan?
La más típica, tanto de hombres como mujeres, es que de entrada son cordiales, amables y simpáticos. Tienen una seducción inicial y superficial que les permite romper el hielo. Después vienen las manipulaciones, las mentiras y los engaños.
Y eso ya se ve desde pequeños.
Es una señal prototípica que el niño o la niña disfrute maltratando al animal de compañía de casa. Y cuando se convierten en pequeños líderes que mortifican y acosan a un compañero. Los maestros hace 40 años que intentan poner remedio, pero no hay manera de que cambie porque en cada generación nacen y nacerán, ya que es una conducta normativa. Los individuos son así y los que no terminan muertos o en prisión -son muy temerarios-, dejan descendencia. Son gente de éxito económico y sexual y, por tanto, está asegurado que en cada generación habrá malignos.
Debemos diferenciar estos comportamientos de la enfermedad mental.
La maldad que proviene de los trastornos neurológicos o mentales es extraordinariamente poco frecuente. Y la mayor parte de casos son corregibles y se pueden prevenir. En cambio, la maldad de los psicópatas, los trastornos límites de personalidad, de los mesiánicos o de los narcisos, es muy frecuente. Esto son variantes excepcionales de la personalidad. Así como hay genios o gente con talento futbolístico, también la hay con talento para hacer daño.
¿Y esto es un atenuante o un agravante?
Es un atenuante cuando hay una enfermedad mental y pérdida de juicio, pero los psicópatas tienen pleno juicio, criterio y responsabilidad y normalmente los jueces lo ven como un agravante. Tenemos identificados genes para la agresividad así como también para la irascibilidad o para la insensibilidad ante el dolor ajeno. De hecho, desde la neurobiología ofrecemos a jueces, abogados y policías herramientas muy útiles para ser más sofisticados a la hora de juzgar, imputar y asignar culpabilidades.







Una pequeña reflexión sobre la mezquindad.










Que cosa hay más mezquina que una bala, ...que actividad humana puede ser más mezquina que la de ser sicario.

Unimos bala y sicario y obtenemos la fórmula de la ignominia..., aunque el factor indiscutible de la ecuación es el dinero, y el resultado es la muerte.

Es una ecuación plenamente " normalizada " en nuestra sociedad insociable,.... o tal vez habría que decir " insaciable ".

Los desalmados no tienen alma ?....ahí lo dejo.


jueves, 30 de marzo de 2017

Una novela. " En la orilla ", de Rafael Chirbes.






En la orilla


El hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba pone en marcha la narración. Su protagonista, Esteban, se ha visto obligado a cerrar la carpintería de la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él. Mientras se encarga de cuidar a su padre, enfermo en fase terminal, Esteban indaga en los motivos de una ruina que asume en su doble papel de víctima y de verdugo, y entre cuyos escombros encontramos los valores que han regido una sociedad, un mundo  y un tiempo. La novela nos obliga a mirar hacia ese espacio fangoso que siempre estuvo ahí, aunque durante años nadie parecía estar dispuesto a asumirlo, a la vez lugar de uso y abismo donde se han ocultado delitos y se han lavado conciencias privadas y públicas. Heredero de la mejor tradición del realismo, el estilo de En la orilla se sostiene por un lenguaje directo y un tono obsesivo que atrapa al lector desde la primera línea volviéndolo cómplice.
«La cara oculta, el patio trasero y sórdido de Crematorio, que siempre estuvo ahí pero al que nadie miraba. Desde allí, desde las aguas podridas del pantano ha escrito Rafael Chirbes En la orilla… Una historia llena de vidas derrotadas, de sueños rotos, de la mejor literatura… La novela es de una densidad literaria y una carga simbólica apabullantes. Retumban las voces desde el estercolero, y en ese patio trasero que teníamos olvidado todo son sueños rotos. … El que mejor definió a Rafael Chirbes fue Vázquez Montalbán, con el que tenía tantas afinidades. “Chirbes, una isla que se esfuerza por serlo”, escribió. Ciertamente Chirbes es un solitario, ajeno a modas y generaciones» (Blanca Berasátegui, El Cultural, El Mundo).
«La gran novela de la crisis. La corrosiva voz de Rafael Chirbes retrata en su obra En la orilla un universo de paro y desilusión… En el fondo, una es la cara B de la otra. Si Crematorio era el pelotazo y la burbuja inmobiliaria pilotados por un arquitecto valenciano que cambió ideales políticos por corrupción política, En la orilla es el largo y resacoso invierno que sigue a aquella fiesta. Y que todavía dura… Reich-Ranicki proclamó en su programa de televisión que La larga marcha, su quinta novela, era “el libro que necesitaba Europa”» (Javier Rodríguez Marcos, El País).
«Sirviéndose de la primera y la tercera persona, el estilo indirecto libre y el monólogo, además de diversas voces que van tomando la palabra, nos ofrece un fresco variado y completo: un microcosmos representativo del conjunto del país… El lector avezado que es Chirbes reutiliza con sagacidad nuestra tradición literaria, haciéndola suya, sobre todo el motivo calderoniano de la existencia como representación teatral; y en el logrado desenlace, el tema del ubi sunt, remedando las coplas de Jorge Manrique. La obra, por lo que se refiere al tratamiento del cuerpo, a su envejecimiento y podredumbre, se nutre también de la pintura de Francis Bacon y Lucien Freud, como en su anterior obra… De cómo el mundo aparece gobernado por los pecados capitales: la avaricia, la ira, la lujuria y la gula sobre todo. Por ello, podría emparentarse la narración con la pintura de El Bosco o con algunas obras de Brecht y Kurt Weill…Una gran novela que no deberían dejar de leer quienes quieran entender mejor el terrorífico arranque del siglo XXI, un tiempo sin dioses, plagado de trepas y seres corruptos, en el que el capitalismo financiero, con la complicidad de los Gobiernos conservadores y la pasividad de los socialdemócratas, ha ido acabando con el Estado de bienestar» (Fernando Valls, El País).
«Hay libros que se leen como purgas, como latigazos que le conmueven a uno hasta lo más hondo y este es uno de ellos… Chirbes, como tantos grandes novelistas desde Balzac a Faulkner, viene escribiendo el mismo libro –o la misma “comedia humana”– desde hace muchos libros, y en En la orilla volvemos a encontrarnos con todos sus temas: desde las ilusiones (colectivas) perdidas a los engaños (individuales) aceptados, desde los meteóricos ascensos a las más fulminantes derrotas y abandonos, desde los mecanismos nada sutiles de la explotación a la angustia universal de la irreversibilidad del tiempo… Para mi gusto, la mejor novela española acerca de la crisis y, en todo caso, una de las cuatro o cinco más importantes del último lustro» (Manuel Rodríguez Rivero, El País).
«Ahondando en el carácter depredador de la condición humana, el valor resolutivo del dinero o la decrepitud de la vejez, esta novela, de lectura torrencial e imprescindible, nos sumerge en un derrumbe social de imprevisibles consecuencias morales. Con un inmejorable desarrollo psicológico de los personajes, esa desazonante intriga anclada en la oscura posguerra y una muy lograda atmósfera asfixiante, estas páginas impresionan en la honesta dignidad de una crítica social planteada sin prejuicios ni maniqueísmos. Pero ésta no es sólo una novela sobre la crisis, porque aborda también algunos lacerantes aspectos de nuestra desorientada época, como la explotadora globalidad comercial o una tiránica telefonía móvil, síntomas aquí de una moderna, árida, deshumanización del presente. Llevando hasta el límite el mejor realismo crítico, Chirbes acierta plenamente con esta impresionante historia de fracasos y rencores» (Jesús Ferrer, La Razón). «Chirbes muestra su pesimismo más radical haciendo emerger del fango una sociedad que es a la vez víctima e inductora de la crisis moral… En estas páginas el documento ha sido sustituido por una indagación de la naturaleza humanaEn esta poderosísima novela Chirbes llega a la más alta expresión del realismo» (J.A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia).
«Si con Crematorio se metió en el tuétano del pelotazo inmobiliario, aborda ahora la metástasis de aquel cáncer, su turbadora resaca tras la explosión de una burbuja de ladrillos y millones. Unos fuegos de artificio que solo dejaron desolación. Recorre el paisaje después de la batalla para contar cómo el bosque de grúas de su anterior novela –Premio de la Crítica– se transforma en un cementerio de esqueletos de hormigón, esperanzas y dignidades quebradas» (Miguel Lorenci, Sur).
«No se toma la palabra para ejercer una catarsis, sino para sacar la desolación a la plaza pública y que esa desolación sea un acto. Chirbes se inscribe en la olvidada estética de los Max Aub del mundo y comparte, de algún modo, el marxismo, poético y cruel, de los que vivieron la guerra en primera persona: generación de la derrota y la bilis, pero también de esa lucidez del aguafiestas que tanto incomoda a los de las burbujas y la pechuga envuelta en papel film… La lucidez del aguafiestas se clava como astilla en la córnea del lector que busque amabilidades en la literatura. Esta lectura no es amable, sino imprescindible» (Marta Sanz, El Mercurio).
«Las cosas que verdaderamente más me ilusionan a mí, en las que deposito mis esperanzas y la seguridad de que mi tiempo se sentirá colmado durante los próximos días, es el venturoso anuncio de que ese demoledor, bronco y extraordinario escritor español llamado Rafael Chirbes publica nueva novela titulada En la orilla, que tras excesivos años de silencio David Bowie saca el anhelado disco The next day, […] Las 50 páginas que he leído de la novela me parecen extraordinariasUn escritor impresionante. Crematorio es la novela española que más me ha conmovido en muchos años» (Carlos Boyero, El País).
«Las voces de los personajes levantan una radiografía del fracaso. Nos cuentan por qué han acabado sus ilusiones rotas. Nos dicen lo que está pasando hoy en la calle. En la orilla es la anatomía de la crisis. Refleja con maestría un mundo de derrotados que viven en una sociedad triste, movidos por las pulsiones del poder, el sexo y el dinero» (J.L. Martín Nogales, Diario de Navarra).
«La literatura, como decía Adorno, es un reloj que adelanta. Pero también la mejor herramienta para comprender el mundo cuando la realidad se hace trizas. Ambas reglas se cumplen a rajatabla con los grandes autores. Y Rafael Chirbes lo es… Más de un lustro después de Crematorio, Chirbes regresa con la secuela de aquella memorable novela: En la orilla» (Matías Néspolo, El Mundo).
«Rafael Chirbes, ha tardado décadas en abandonar su estatus de escritor secreto hasta llegar a estaconsideración general de maestro que se ha ganado a golpe de rigor literario. No porque lo que hiciera antes no fuera excelente, sino porque se ha mantenido empecinadamente al margen de modas y capillitas» (Elena Hevia, El Periódico).
«ApabullanteEl arte de Chirbes para representar la realidad en sus aspectos más turbios y pantanosos es admirableLibros como este explican el sentido que aún hoy tiene escribir literatura» (Domingo Ródenas, El Periódico).
«Una de las mejores prosas que hay hoy en castellano, tanto por la fuerza rítmica como por la brillantez de las evocaciones. Rafael Chirbes es ya definitivamente el cronista moral de la realidad española reciente, con un realismo que ciertamente es muy fiel a las situaciones cotidianas y con momentos de álgida inspiración» (J. M. Pozuelo Yvancos, ABC).
«Después de la magistral Crematorio, Rafael Chirbes publica En la orilla, para describir y descifrar una geografía desoladora. Nadie como Chirbes, tal vez Manuel Longares, escribe en relieve la realidad más cercana; nadie logra atrapar al lector y dejarlo sin aliento ante la emoción, la tensión, el desgarro, la denuncia. Con un estilo poderoso, cifrado, torrencial, las historias que cada una de las voces narra o confiesa forman una enciclopedia de la desolación… Literatura en estado puro, sentido de las palabras y relato de cosas que suceden, no el limbo, sinoaquí mismo, hacen de esta novela la historia íntima y brutal de las naciones. Mil veces soberbia» (Fernando R. Lafuente, ABC).
«De su mano maestra En la orilla nos proporciona una visión crítica, pesimista, muy corrosiva, pero también lúcida, de la condición humana, de los perversos mecanismos que rigen el funcionamiento de la sociedad, del hombre enfrentado al triunfo y al fracaso. Y esa visión inmisericorde de la familia, retratada con dureza como un microcosmos social donde los engaños, el poder destructor del dinero, la codicia o la envidia degradan a sus integrantes… En la orilla es una gran novela que retrata de manera descarnada lo que está siendo el arranque de este brutal siglo XXI, un tiempo plagado de trepas y seres corruptos, en el que el capitalismo financiero, con la complicidad de los gobiernos conservadores y la pasividad de los socialdemócratas, ha ido acabando con el llamado estado del bienestar, esa gran fiesta a la que nos dijeron que estábamos todos invitados y de la que ahora nos expulsan a patadas» (Javier García Recio, La Opinión de Málaga).
«Sí hay un realismo duro, en efecto, en las páginas de este libro, pero también una renovación contemporánea de éste. Hay una verdadera estética del deterioro e incluso un manierismo en su descripción y una metaforización de la podredumbre moral como un trasunto de la podredumbre física que se inaugura en la primera línea de la primera página: «El primero en ver la carroña es Ahmed Ouallahi»… Y hay la sabiduría del escritor en el arte de narrar, de pasar de la tradicional y convencional tercera persona omnisciente a la primera o de ambas a los diálogos» (Iñaki Ezquerra, El Correo Español).
«Todos los que piensen que en el realismo social no hay estética literaria que valga tendrían que leer a Chirbes para convencerse de lo contrario. En la orilla es un monumental fresco barroco de la España actual, concebido con deslumbrante rigor sintáctico. Cómo él mismo ha señalado, de la novela parten terminales en todas las direcciones. Con sonido coral de fondo, el orfeón va dando paso a diferentes solistas que cuentan la historia desde distintos ángulos. Por el relato desfilan el dinero –ésta es una novela sobre el vil metal–, la corrupción, el terrorismo, la inmigración, el desarraigo, la prostitución, el fracaso existencial, la ambición sin límites y un pantano que lo preside todo y que sobrevuela la historia como un símbolo del fango y de la podredumbre que han envuelto los últimos años del país… En la orilla es una novela densa que encierra tensión en cada párrafo. Las palabras, afiladas como cuchillos, se agolpan a veces de modo obsesivo en largos monólogos. Otras veces son las narraciones en primera y tercera persona las que se ocupan del relato, que va desvelando los fantasmas de una existencia gris, las decepciones y el derrumbe familiar» (Luis M. Alonso, La Nueva España).
«Abrimos... y parece que entre un torbellino por la ventana. Una prosa potente, aromática, penetrante. Una escritura que te arrastra, cascada de ideas transformadas en imagen que te acaricia con sus sutiles matices, languidece y de pronto se encabrita, se estremece y se enoja, y entonces el lenguaje se vuelve crudo y despiadado... Es lo primero que choca al leer En la orilla: la frase de Rafael Chirbes carga con todo, con las pepitas y el barro, la poesía y la política, el hedor y los perfumes sutiles, la historia, la memoria, la amistad, el dinero, la vejez, las traiciones. Y, en todo momento, el humor y el amor a la vida. En Chirbes, las páginas ríen por un ojo y lloran por el otro. Aplaudimos. Saboreamos. Nos sorprendemos. ¿Cómo es posible que el enorme talento de este español -que ha publicado siete novelas en la editorial Rivages desde 1998- no sea más (re)conocido en Francia? Visto desde Madrid, hay un hecho evidente: Rafael Chirbes es uno de los mejores escritores españoles, uno de los grandes autores europeos de nuestro tiempo» (Florence Noiville, Le Monde des Livres).
«Es la novela, terrible, de una sociedad minada que se hunde en la crisis económica, en las marismas de la memoria histórica, en los pliegues de la conciencia. Un libro poderoso y cruel (…) Con su estilo a veces fulminante, nos demuestra que del fondo de los pantanos pútridos puede surgir una nueva vitalidad» (David Fontaine, Le Canard enchaîné).