El
almanaque y pronóstico anual gozó de enorme popularidad en la España
del siglo XVIII siendo un género narrativo que se encuadra entre las
producciones de la literatura popular. Si bien estos calendarios
constituyeron un buen negocio editorial protegido mediante privilegio de
impresión -en el caso que presentamos, por diez años a Jerónimo de
Estrada-, su carácter efímero es causa de la escasez de ejemplares
conservados. Los almanaques se distribuían por el impresor, los
libreros, las tiendas y los puestos en ferias y mercados. Pero una
manera de llegar directamente al pueblo llano fue a través de los
vendedores ambulantes y, especialmente, los ciegos que -mediante coplas
cantadas a viva voz- difundían por las calles los elementos más
entretenidos.
El
almanaque de comienzos del siglo XVIII era un impreso de pocas páginas y
escasa calidad tipográfica que agrupaba información básica sobre el
calendario civil y religioso, junto con predicciones sobre el clima, la
salud, las cosechas, así como sucesos políticos y militares. El que aquí
traemos corresponde con el “Año de la Encarnación de Nuestro Señor” de
1718 e incluye los quartos de luna ajustados para el meridiano
de Madrid, circunstancia que obedece a procesos centralizadores
tendentes a convertir esta villa en modelo para el resto de las
capitales hispanas. Era común que estos almanaques ilustraran sus
portadas con estampas xilográficas que hicieran alusión visual a los
pronósticos astrológicos; así encontramos: estrellas, soles, lunas (como
en este caso), vientos, meteoros, astros e instrumentos astronómicos.
El
almanaque conservado en la Fundación Museo de las Ferias se ajusta a
modelos estandarizados más propios de finales del siglo XVII y consta
de: 1) unas secciones iniciales con datos generales del año y fechas de
las principales fiestas eclesiásticas, 2) descripción de los eclipses de
sol y de luna previstos, 3) el “Juicio del Año” donde se plasman notas
astronómicas y astrológicas desglosadas por estaciones; aquí se habla de
los planetas dominantes de año, las configuraciones celestes y sus
efectos, terminando con la frase ritual “Dios sobre todo”, 4) sigue con
tablas diarias que detallan la información por meses, las fases de la
luna e información para cada día con una o varias noticias: fiestas,
santo del día, pronóstico climático y si es propicio para determinados
trabajos como purgas, sangrías o faenas agrícolas.
Su
autor, Pedro Enguera, fue una destacada figura de la astrología,
maestro de matemáticas de los pajes del rey y arquitecto, que publicó
pronósticos anuales -seguramente como un complemento a su economía
doméstica- algunos abreviados y otros más elaborados. Diego de Torres
Villarroel, en su obra El embajador de Apolo y volante de Mercurio
(Salamanca, 1722) dice de él: “en sus observaciones he hallado mucho
que aprehender, y que notar de sus buenos discursos, y … hoy es el que
más se acerca a la verdad astronómica, y de su cercanía resulta el más
acertado juicio de sus influjos”.
Fernando Ramos González
BIBLIOGRAFÍA
ÁLVAREZ
BARRIENTOS, Joaquín “El astrólogo y su gabinete. Autoría, ciencia y
representación en los almanaques del siglo XVIII”, Oviedo, IFESXVIII /
Ediciones Trea (ACESXVIII, 4), 2020, pp. 1-180.
ÁLVAREZ BARRIENTOS, Joaquín “Almanaque, ciudadanía y ciudad en la España del siglo XVIII”, Bulletin hispanique. Presses Universitaires de Bordeaux [En línea], 122-2 | 2020, Publicado el 02 enero 2024.
DURÁN
LÓPEZ, Fernando “De las seriedades de Urania a las zumbas de Talía.
Astrología frente a entretenimiento en la censura de los almanaques de
la primera mitad del XVIII”, Oviedo, IFESXVIII / Ediciones Trea
(ACESXVIII, 6), 2021, pp. 1-202.
MENÉNDEZ MARTÍNEZ, Benjamín “Los almanaques de Diego de Torres Villarroel”, Archivum, XLIV-XLV, Universidad de Oviedo, 1994-1995, pp. 497-522.
https://www.museoferias.net/17023-2/