La censura es un fenómeno universal. La exposición que ahora presenta
la Biblioteca Nacional de España, bajo el título Malos libros: la censura
en la España moderna, explora el impacto de este fenómeno en nuestra
historia cultural y en nuestro patrimonio bibliográfico. Al mismo tiempo, y
si bien aborda de forma exhaustiva la presencia y el impacto de la censura en
España durante los siglos modernos, nos recuerda que la censura ha existido
en todas las épocas y en todos los países. En nuestro país se establecieron
mecanismos para la vigilancia del disenso desde la creación del Tribunal de
la Inquisición en 1478. Más tarde, se extendió la idea de que la censura era
una actividad propia de nuestro país, hasta el punto de que formaba parte de
nuestra idiosincrasia. Nada más lejos de la realidad. No sólo se produjo una
severa represión censora en otros países europeos durante la misma época,
a menudo más estricta, sino que en España la resistencia a la censura fue
especialmente destacada.
La censura y el control de las mentalidades, con independencia de su forma, alcance o consecuencias, siempre resulta un interesante objeto de estudio y análisis, más si cabe cuando llega a convertirse en uno de los eternos caballos de batalla de la historiografía sobre la Edad Moderna hispánica. Y más aún cuando se identifica con una institución siempre atractiva y siempre polémica, como es la Inquisición Española, a la que se ha vinculado con todo tipo de políticas y actuaciones oscuran-tistas que justificaban un supuesto atraso de la ciencia, la cultura, la economía y la sociedad hispanas durante los siglos en los que estuvo activa y que incluso tendrían su eco en la actualidad. El trabajo de Mathilde Albisson, que ahora reseño, resulta, por tanto, esencial para mejorar la comprensión del fenómeno global de la censura inquisitorial, pero no porque la autora haga una mera síntesis del estado de la cuestión y la exponga a sus lectores, sino porque acude a las propias fuen-tes del Santo Oficio para mostrar los mecanismos internos de la censura, con todo lo que ello supone.
https://revistas.ucm.es/index.php/DOCU/article/view/102626/4564456572958
El domingo 1 de noviembre de 1992, la primera página del diario del Vaticano, L'Osservatore Romano, destacaba con un gran titular la noticia principal: «Pertenece ya al pasado el doloroso malentendido sobre la presunta oposición constitutiva entre ciencia y fe» 1. El mensaje era inequívoco. Para eso se había constituido once años antes una Comisión especial que se ocupó del caso Galileo. Lo que el papa Juan Pablo II esperaba de esa Comisión era poder proclamar a los cuatro vientos lo que hoy decía el diario vaticano. De todos modos, no faltaba una llamada de atención a los teólogos, porque en el subtítulo del diario se leía: «La trágica incomprensión sobre el "caso Galileo" enseña que los teólogos deben mantenerse informados sobre las adquisiciones de la ciencia».
https://dokumen.pub/qdownload/galileo-y-el-vaticano-978-84-7914-919-2.html
Un punto clave del capítulo es la
intrincada relación entre la ciencia y la fe, ilustrada a
través de las cartas de Maria Celeste a su padre, Galileo.
Dava Sobel presenta a Maria Celeste como un pilar de
apoyo emocional, abogando por la fe en medio de los
esfuerzos científicos de Galileo. Esta representación
sugiere que las búsquedas científicas de Galileo no se
oponían inherentemente a sus creencias religiosas. Sin
embargo, se invita a los lectores a considerar que la
interpretación de Sobel puede simplificar en exceso las
complejas dinámicas históricas entre la ciencia y la
religión durante el Renacimiento. Académicos como
Edward Grant e Ian H. Hutchinson sostienen que la
relación era a menudo más adversarial, enfatizando
cómo la respuesta de la Iglesia a los descubrimientos
científicos estaba influenciada por preocupaciones
sociales y teológicas.
La adivinación es una práctica integrada plenamente en la vida pri vada y pública de las sociedades tradicionales, de tal manera que en ellas juega un papel central tanto en las decisiones de los individuos como en las que afectan a la comunidad en su conjunto. En este sentido se documentan extensamente en las fuentes de conocimiento prácticas adivinatorias en buena parte de las culturas del Próximo Oriente antiguo, la Antigüedad Clásica, de amplias regiones de Asia, África y América a lo largo de su historia, así como también de la Europa medieval y moderna . En estas sociedades en las que la adivinación forma parte regular de las instituciones de gobierno y la vida social, los hombres estiman que los sistemas adivinatorios reposan sobre principios racionales, pues de hecho se ajustan a los mismos fundamentos que los que regulan la práctica del derecho, la política o la administración. En estas sociedades, además, el ‘adivino’ forma parte del cuerpo de agentes responsables de la vida en común del grupo, y sus competencias se deciden y delimitan en relación con las de los otros garantes de la vida social. La ‘racionalidad adivinatoria’ no formaba, pues, un sector aparte ni una mentalidad aislada, sino que estaba coherentemente inserta en el pensamiento social (Vernant 1974a). Hasta tal punto esto se concebía así, que la adivinación cumple en muchas de estas comunidades la función de instancia de legitimación de las actuaciones oficiales, proporcionando decisiones socialmente objetivas (pues teóricamente quedan al margen de intereses particulares) y por encima de cualquier posible contestación
https://www.academia.edu/29745965/Adivinaci%C3%B3n_y_Astrolog%C3%ADa_en_el_Mundo_Antiguo_2014
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