sábado, 16 de agosto de 2014

Sinastría. Como reconocer el amor en una relación. Por David Parcerisa.











Os dejo un interesante vídeo sobre Sinastría, por el astrólogo David Parcerisa.













Por la Astrología, pero, cual ?. Por Patrice Guinard.











Por la astrología! - Pero, ¿cuál?
(Actas de la Conferencia de París - Dic. 2000)
por Patrice Guinard

-- traducción Pía Urruzuno --


El astrólogo y el charlatán

"¿Por qué arrojar sobre el arte la culpa del obrero, y por qué es necesario sancionar a una ciencia porque aquellos que quieren ejercerla sin capacidad abusan de ella?" (Eustaque Lenoble, Uranie)
 

     Deseo a todos la bienvenida al último congreso astrológico en habla francesa del milenio. Jacques Halbronn organiza congresos astrológicos desde 1974-1975. Ha lanzado en Francia la dinámica de los congresos, y la mayor parte de los astrólogos franceses han participado en una u otra época, al igual que numerosos extranjeros.
     Este año, el M.A.U. de Jacques Halbronn se ha asociado al C.U.R.A.. Deseo que esta asociación sea fecunda. Este coloquio será esencialmente un foro de intercambio entre astrólogos, científicos e historiadores, un debate de ideas, que espero sea fructífero, instalado bajo el signo de una crítica sana. Al hilo de nuestros tiempos, el congreso del M.A.U. se ha convertido, en relación con otros congresos que se han llevado a cabo ulteriormente, en lo que el Canard Enchaîné es al Jours de France.
     En sí misma, una conferencia de astrología no puede ser una conferencia como las otras, pues la astrología no es una actividad reconocida de utilidad pública, ni incluso digna de estima pública. Sería en cambio una actividad de uso privado. Nietzsche, en 1878, escribió que "El Estado tiene que defender la ciencia, no la religión, la astronomía, no la astrología. Esta última queda como una tarea del particular."
     Sin embargo, como lo ha demostrado el historiador François Furet en 1978, desde que la revolución francesa y el advenimiento de los derechos del hombre y del ciudadano inauguraron la secularización de la conciencia moral y la disolución de la vida privada y social en el dominio público (véase hoy el rol principal del estado en todos los niveles de la existencia individual desde el nacimiento del niño: salud y hospitales, educación y escuelas, patrimonio y bancos...), uno puede preguntarse si el Estado no ganaría también al administrar y controlar la astrología que trata sobre las representaciones mentales que la persona se hace de sí misma y de su entorno, puesto que ella informa en primer lugar -- o debería-sobre el psiquismo, sobre el equilibrio de las "pulsiones" individuales, sobre la energía de los deseos, y sobre la percepción íntima del ambiente y de la realidad.
     Sería necesario para esto que la astrología fuera una disciplina fiable, que tenga capacidad de presentar indicaciones y resultados cuantificables y reproducibles, explotables por los oficiales del pensamiento público. Algo que está lejos de ser el caso, y hace de la astrología un saber esencialmente huidizo. De allí la relativa libertad y autonomía de los astrólogos, que viven en un no man's land (tierra de nadie) del pensamiento, exentos de los controles culturales que tocan a otros dominios. La astrología es una actividad gozosa que escapa al control del Estado. La pregunta que no dejo de hacerme, en cuanto a mí, es la siguiente: ¿Hasta dónde esta libertad es deseable?
     La astrología ha entrado hoy en día en una fase feudal: por doquier pequeños señores locales, unos condotieros [N. del T.: forma españolizada del italiano condottiere: jefe de soldados mercenarios en Italia; soldados mercenarios en general.] insometibles, rebeldes ante cualquier designio común. Ninguna autoridad central. Pero, el consultor astrológico que se retira, con sus biblias y sus ídolos, a la alcoba del consultorio, temiendo que se le quite una parte de su libertad, ¿no está haciéndole el juego a los charlatanes?
     De aquí la paradoja de las asociaciones de practicantes, de los estatutos y de los códigos de deontología elaborados: ¿Quién va a definir las competencias de un astrólogo, quién va a designar a éste como digno de practicar la astrología, y no a aquél? ¿Según que criterio? --- Ciertamente no en razón de la aplicación, incomprobable, de reglas azarosas, sobre todo motivadas por los intereses asociativos más que establecidas para comprobar las competencias reales del postulante. Antes de evaluar a los candidatos, ¡son las asociaciones y las escuelas de astrología las que sería necesario someter al exámen!
     La astrología está presa de un círculo vicioso, entre el desafecto de los investigadores y el desdén de los intelectuales por un lado, y la rapacidad de los charlatanes y de los comerciantes por el otro, quienes proclaman, como el consultor astrológico, su capacidad de hacer y de vender astrología, de atraer y satisfacer a una clientela. ¿Qué es lo que diferencia a un charlatán de un practicante, si tienen el mismo discurso, si distribuyen quimeras más o menos equivalentes, si rehusan tanto los unos como los otros aprender y perfeccionarse, si adoptan una actitud estrictamente idéntica frente a la investigación? ¿El argumento de la autoridad? ¿El disparo de advertencia de los pequeños ídolos de capilla?
     No son las instituciones las que tienen que acabar con el debate, ya que ellas no se preocupan por el destino de la astrología, y el astrólogo no desea en realidad que ellas se ocupen. El astrólogo de asociación no puede del mismo modo demandar que se le garantice la seguridad de su caparazón, mientras rehusa a exponerse al debate de ideas. Él sueña con que el estado le dé garantías contra los charlatanes, como en tiempos de Alfonso X el Sabio, mientras que no está dispuesto a apoyar la investigación, incluso muy a menudo está inclinado a negarla, si no a obstruírla, como lo he experimentado desde hace más de diez años.
     Alfonso había tomado medidas judiciales contra los usurpadores y los incapaces, pero concedía créditos por la edición, la traducción y la investigación. Lo mismo sucedía en todos los períodos de progreso de la astrología. Ya que el precio a pagar por la libertad de la que gozan los astrólogos es simplemente la ausencia de medios para la investigación. El mundo de los astrólogos permanece como un campo cultural marginalizado, alejado de los dispositivos estatales, contrariamente al psicoanálisis que ha sabido adaptarse a la ideología moderna.
     No hay más que una solución: que las asociaciones de practicantes de la astrología apoyen los esfuerzos de la investigación - sean de orden histórico, psicoestadísticos, científicos, antropológicos o filosóficos - y que cada practicante pague un impuesto o tributo a la investigación - como es el caso de la medicina. Es la única regla de "deontología" que vale. Este impuesto no significa que la investigación validará las prácticas ejercidas (consultas, cursos, horóscopos de periódicos, comercio Minitel e Internet...), sino que sea un precio a pagar por tener el derecho de utilizar o usurpar el título de astrólogo.
     Entonces un debate internacional podrá ser instalado a condición de que cada astrólogo digno de su nombre, diga 1) cuál ha sido la experiencia inicial que lo ha incitado a tomar seriamente a la astrología, 2) en que consiste su práctica de la astrología, 3) cuales son los elementos y las técnicas que utiliza, 4) cuáles son sus fuentes, y por qué las ha elegido, 5) cuál es la lógica intrínseca (si hay alguna) de su modelo de la astrología, y por último 6)cuál es su concepción de la historia de la astrología y de la evolución de los modelos. No hay salida para la astrología fuera de este debate.
     El alejamiento de la astrología del campo del saber data del siglo XVII. Después de la catástrofe de las "Luces" en el siglo XVIII y de los positivistas del siglo XIX, la astrología ha perdido el derecho de figurar honorablemente en los tratados históricos, y a pesar de su ubicuidad y el status radiante (la reina de las ciencias)del que ha podido ser revestida en el pasado. Su status ambiguo hace que no ocupe más que un lugar menor y ocasional, a menudo incluso inexistente, en las diferentes historias, bien sea la historia de las ciencias y de la astronomía, la historia de la filosofía, o la historia de las religiones.
     Este estado de hecho está cambiando: en Seattle, en Southampton, en Zaragoza, en Amsterdam. Hay pues que desear que este congreso participe en esta renovación y suscite la vocación por la investigación. Ciertos oscurantistas creen que el retorno de la astrología a la universidad es una fantasía, y minimizan el lugar que ha podido ocupar en el pasado. Son los mismos oscurantistas que presiden o incluso honran (!)las diversas pequeñas asociaciones tras varios decenios, tiempo largamente necesario para haber comprobado, si no la imposibilidad para la astrología de integrarse en la universidad, ¡al menos su incompetencia!
     Esta conferencia será consagrada a la investigación, mal que les pese. El título anexo de la conferencia, de Nostradamus a los Gauquelin, señala el prestigio y la influencia del pensamiento "astroesotérico" francés en el mundo. No hay autor, en el dominio de la profecía, que haya tenido un esplendor comparable al de Nostradamus. Asimismo los trabajos contemporáneos de Michel y Françoise Gauquelin han tenido un impacto considerable en el extranjero, aunque se han convertido, por la investigación astroestadística, en un punto de partida inevitable. "El efecto Marte" es discutido a capricho por los investigadores anglosajones (y también por los comités de los escépticos universitarios), si bien yo he podido hablar de un "efecto Gauquelin" sobre la investigación astroestadística de los anglosajones.
El objeto mismo de la conferencia, las Fronteras de la Astrología puede ser entendido de dos maneras:
  • Se puede intentar definir las fronteras de la astrología para determinar en qué medida la astrología documenta los dominios que, a priori y teniendo en cuenta el ambiente cultural moderno, no tienen relación con ella (historia, geografía, medicina, biología, psicología, psiquiatría...)
  • Se puede intentar también, en esta problemática, definir qué es astrología y qué no lo es, dicho de otro modo, interrogarse sobre la naturaleza misma de la astrología.

     ¿Cuál es la permeabilidad de las fronteras entre la astrología y la no astrología? ¿La astrología está en condiciones de definir sus propias fronteras? ¿Qué astrología? ¿Y quién puede hablar en su nombre? ¿El astrólogo es el astrónomo filósofo de ayer? El practicante que realiza cartas natales y reivindica el status del astrólogo profesional, porque tiene una clientela, da cursos, y/o pertenece a una asociación, ¿está en condiciones de definir qué es la astrología, y las fronteras de ésta con lo que no sería?
 

La astrología entre saber y creencia

"Y no sólo las actividades, sino también todas las guerras, todos los gobiernos y todos los productos del espíritu, reciben su impulso de los astros, ahora y por siempre. Y todos los músicos y artesanos estarían muertos, ese maestro de escuela subsistiría... y continuaría aún instruyendo a los nuevos." (Paracelso, Astronomia magna)
     ¿La astrología es lo que hacen los astrólogos? ¿O está más allá de lo que aquellos hacen? ¿Todas las interpretaciones y los discursos sostenidos por los astrólogos son legítimos por el mero hecho de existir? ¿O bien existe un campo del conocimiento, la astrología, que estaría a descubrir, un saber con sus leyes, sus imperativos y sus limitaciones, como la matemática, o más bien una puesta en perspectiva del saber, relativamente independiente de aquello que los modelos y las comunidades astrológicas han desarrollado en el pasado?
     Dicho de otro modo ¿es la astrología una rama autónoma del conocimiento humano que posee, en tanto saber, un potencial intrínseco de desarrollo?, ¿o no es más que un simple reflejo de una actividad circunscrita por sus riesgos culturales e históricos?
     Se podría volver a la astrología del pasado, a la astrología griega de Schmidt y Hand, o a la astrología medieval de Zoller y Bezza. Sería necesario saber en qué este conocimiento de la astrología es susceptible de aclarar una visión moderna de la astrología. Pues no existe sino una sola astrología: la actual, y sobre todo la futura. El proyecto Hindsight de Robert Schmidt no es concebible sin un Project Foresight al estilo Elwell (autor de Cosmic loom, ed. rev.2000).
     El conocimiento de la historia de la astrología no tiene por objetivo la imitación de los antiguos, o la descalificación de la astrología actual (como para el historiador), sino la comprensión de la evolución de los modelos astrológicos: la razón de una multiplicidad de modelos en el curso de su historia está ligada en gran parte al fracaso de las predicciones. Comprender el error del pasado, comenzando por la esclavitud de la astrología a la filosofía aristotélica, es también darle a la astrología una perspectiva y un porvenir.
     ¿Existe una unidad a través de las prácticas, interpretaciones y discursos que reclaman depender de la astrología, o son contradicciones entre los unos y los otros? ¿Qué es lo que "funciona" en la astrología? ¿La sensación de que la astrología funciona es simple autosugestión? ¿Depende de una armonía y de una verdad que sobrepasa los límites del entendimiento? ¿Resulta la astrología de una estricta influencia que la ciencia moderna estaría en posición de definir si se tomara el trabajo de consagrarse? ¿Racionalidad o irracionalidad?
No existen más que tres respuestas al hecho astrológico:
  • No funciona. Y la astrología no puede concebirse en tanto que artefacto, autosugestión del astrólogo, efecto placebo. Es la respuesta última de la astroestadística al estilo Geoffrey Dean, o más precisamente la de la interpretación escéptica de los resultados de la astroestadística.
  • Funciona siempre. Si la astrología es un lenguage simbólico, una simple herramienta de interpretación y de discurso, se puede hacer funcionar lo que se quiera y finalmente no garantizar la validez del discurso, salvo por la virtuosidad del intérprete. Todo funciona así pues al igual que el tema aleatorio, la "wrong chart" ("carta incorrecta"), ya que la astrología finalmente no es más que interpretación y hermeneutica. El astrólogo es un narrador que nos cuenta historias sobre nosotros mismos - y que se cuenta historias!. Es la respuesta común del practicante, expuesta con virtuosismo por Geoffrey Cornelius en su Moment of astrology (Momento de astrología) (1994)
  • Una tercera respuesta consiste en decir que "funcionar" o "no funcionar" son vacíos de sentido: la astrología es una concepción de la realidad dependiente de ciertos imperativos científicos. Existe una relación física real entre los planetas y la materia viviente, relación que produce cambios en el psiquismo, y que implica una astrología susceptible de definir y de rendir cuentas de la mejor de estas relaciones, un tanto objetivas, entre los ciclos planetarios y la psique.

Yo propongo la siguiente explicación sobre el nacimiento del hecho astrológico:

  • 1) La señal astronómica está integrada a la organización neurofisiológica.
  • 2) La impresión astral es el efecto psíquico imperceptible de esa señal. Es "quasi vivido".
  • 3) El símbolo astrológico es la traducción psicomental y cultural de esa impresión.

     Esto se debe a que la señal astronómica enerva de manera permanente a la conciencia, y deja vestigios neuropsíquicos, donde el símbolo es posible. Causalidad así, en tanto origen energético exterior, menor en apariencia. Sincronicidad entonces, en el sentido que tiene coexistencia y simultaneidad espaciales de realidades separadas: los procesos son coordinados, allí en la conciencia y en el cosmos, en el seno de una dinámica común. Ciclicidad también, porque sus resonancias impregnan la conciencia por la repetición temporal de las fases, de ciclos y de ritmos. Matricialidad por último, porque estos ritmos sólo pueden enraizar verdaderamente en razón de una cristalización de orden estructural.

     Dicho de otro modo la causalidad es sincrónica, la sincronicidad es cíclica, la ciclicidad es matricial. Entre las cuatro concepciones de la astrología (causalidad, sincronicidad, ciclicidad y matricialidad), sólo la última es susceptible de rendir cuentas de la realidad astrológica en su totalidad.
     Y la Matriz no es, definitivamente, lo que ciertas personas entienden de ello, especialmente Jacques Halbronn que recientemente se ha adueñado de este término ("abordaje matricial" o "matricialista" del cielo), tras la lectura de mi Manifiesto. No hay lugar para hablar "de astromatricialistas", porque todos los abordajes de la astrología son "matricialistas" por definición, incluyendo la suya, desde el momento en que establecen un modelo, como sería el reducido a Saturno, a las luminarias y a dos estrellas. La primera protoastrología de los hombres del paleolítico era más simple aún: no comprendía más que el Sol y la Luna, lo que no le impedía, en aquel momento, ser matricial.
     La Matriz es el concepto más difícil entre los que he introducido en mi tesis de 1993. Lo impresional y la razón matricial no presentan problemas; ocurre lo contrario con la Matriz que comprende al menos tres cosas:
  • La matriz es la causa final de la astrología, como acabo de demostrar. Y para razonar, aquí, con la terminología de Aristóteles: la causalidad sería la causa motriz, eficiente, exterior, la sincronicidad la causa formal, y la ciclicidad la causa material (nótese que esta repartición cuaternaria es típica de aquello que he llamado " razón o lógica matricial", que los filósofos utilizan bastante frecuentemente con mucha más inventiva y genio que los propios astrólogos!)
  • La matriz es el lugar de encuentro y de armonización de las estructuras astrológicas (Zodíaco, Planetario, Dominio y Cíclada), y no una de sus estructuras, como lo cree Halbronn. Un conjunto de doce signos es una estructura, nada más, al igual que un conjunto de diez planetas. La matriz es el objeto ideal para el reencuentro de estas estructuras, no debe ser confundida con una u otra de estas estructuras, y menos aún con los modelos de los que da cuenta.
  • La matriz es incognoscible por definición: es el eterno objeto o proyecto del saber astrológico.

     Pero, ¿por qué es tan difícil de justificar la astrología? Si la vivacidad de la astrología no es más que el resurgimiento de lo irracional en la cultura moderna, como lo afirman los sociólogos, entonces ¿por qué el vudú, la filosofía de Platón, la alquimia o las religiones no han corrido la misma suerte a pesar de los esfuerzos de la investigación académica? ¿Por qué la astrología, que se ha mantenido durante más de tres mil años de existencia en la conciencia popular - mientras que otras "creencias" y religiones no son más que curiosidades - debe soportar inagotablemente el ostracismo de la gente intelectualizante y remunerada por los ministerios? El astrólogo, incapaz de comprender que se trata ante todo de problema ideológico, es un paralítico. Si la astrología es un saber, entonces es en alguna parte una forma, innata, de la conciencia cognitiva, como lo comprendió Parascelso, en el Siglo XVI. Si no es más que una simple creencia, en ese caso: ¡que vaya al cubo de la basura!



 http://cura.free.fr/esp/21porapq.html




viernes, 15 de agosto de 2014

El juez Elpidio Silva, se casa.





Elpidio con Eliana, en el centro, y una amiga.



 
http://www.publico.es/538856/elpidio-silva-se-casa-en-nueva-york-con-la-numero-dos-de-su-partido


Elpidio Silva eligió la fecha de su  55 cumpleaños para casarse con Eliana.



Nació en Granada, el día 15.08.1959,  a la 1.14 a.m. según mi hipótesis.



Veamos su carta contrastando con el ciclo del 84, que se emplea para asuntos de la casa VII.










A partir de un ascendente en Géminis, nos encontramos por el ciclo del 84 , al atacir del Descendente, o cúspide de la casa VII, sobre Mercurio en Leo , que es regente de su ascendente y está en el domicilio del Sol.



Muchas felicidades a la pareja.







A propósito de la Astrología : Apuntes para un debate. Por Jesús Navarro








A propósito de la Astrología: Apuntes para un Debate
por Jesús Navarro



Nota P.G.: Esta ponencia fue presentada al Congreso de Astrología de Barcelona (Forum Europeo sobre Astrología y Sociedad, 6-8 Diciembre 2003), organizado por la revista Mercurio-3.
 

Introducción
La astrología es, hoy por hoy, un espacio ajeno a la cultura dominante en nuestra sociedad, un ámbito a medio camino entre lo tolerado y lo rechazado, un cuerpo de doctrina desconocido por lo común en sus auténticos términos y fundamentos, y del que sólo resulta fácilmente accesible la imagen caricaturizada, deforme y equívoca, que los medios de comunicación suelen ofrecer de ella.
Frente a semejante estado de cosas, se alzan las voces de quienes comprendemos lo que la astrología ha sido y, remozadamente, puede volver a ser en nuestra historia, reclamando que se le otorgue atención y estudio primero, reconocimiento y apoyo después.
Estamos también quienes, a nuestras voces, añadimos acciones de compromiso, en el ánimo de abrir nuevas vías para que el saber astrológico encuentre eco en ámbitos hasta hoy difícilmente accesibles.
Imprudente de todo punto sería que, aun asumiendo sin arredrarnos las innegables dificultades por afrontar, avanzásemos prescindiendo de una reflexión detenida, concienzuda, pormenorizada, respecto a la coyuntura de lo astrológico, sus dinámicas, los planteamientos, tácitos o expresos, existentes tanto fuera como dentro de su ámbito, coadyuvantes o antagónicos a ese proceso de apertura y reintegración de la astrología a la corriente principal de nuestra cultura.
Sería totalmente pretencioso por mi parte siquiera plantearme llevar a cabo, en tan breves páginas, un repaso detallado, y menos aún exhaustivo, de dicho estado de cosas.
Como lo sería tratar de zanjar estas o aquellas cuestiones sobre el particular o, más todavía, presumir la posibilidad de aportar en solitario las claves resolutorias de las mismas.
Mi ánimo es, por el contrario, tal cual indica el título de mi ponencia, ofrecer unos breves apuntes con los que animar la detenida consideración de tales cuestiones, subrayando a tal fin ciertos interrogantes cuya oportuna respuesta encuentro perentoria, estimulando un debate que, hoy por hoy, considero imprescindible.
Un debate, claro está, en el mejor de los sentidos de la palabra, y cuyo oportuno desarrollo habría de extenderse a la totalidad del colectivo astrológico, para empezar, pero luego también fuera del ámbito estrictamente astrológico.
En él habrían de considerarse, necesariamente, puntos tan ineludibles como la naturaleza de lo astrológico (apartado 1), sus posibles aportaciones diferenciales frente a otras disciplinas (apartado 2), su situación con respecto a la cultura actual (apartado 3), la viabilidad (o no) de su reencuentro con y su reintegración a ella (apartado 4), amén de todo lo relativo al avance del cuerpo de doctrina astrológico (apartado 5), la transmisión del mismo (apartado 6) y su práctica (apartado 7).
Tras un mínimo repaso a todas y cada una de tales cuestiones, unas breves consideraciones finales (apartado 8) cerrarán el conjunto de mis comentarios.
 

1. ¿Qué es la astrología?

Definir equivale, etimológicamente hablando, a poner límites, de ahí las diferentes definiciones posibles para una misma realidad, dependiendo de los límites que nos sirvan de referente a tal fin, es decir de los esquemas o presupuestos conceptuales desde los que pretendamos expresarla, o bien de nuestro grado de comprensión de ella.
Así la astrología pasa, simultáneamente, por ser, para quienes se asoman a su amplitud desde territorios de saber ajenos a ella, tanto "la más grandiosa tentativa de una visión sistemática y constructiva del mundo jamás concebida por el espíritu humano" [Kna 88], aunque sea una perspectiva bien minoritaria, como, mucho más frecuentemente, "superstición culta" [Cum 97] o "pseudociencia" [Der 99], o bien "arte adivinatoria", siendo finalmente confundida, en consecuencia, con la astromancia [Lar 77].
Valoraciones que contrastan llamativamente con las de quienes, inmersos en el saber astrológico, tienden a considerarlo preponderantemente como "ciencia" [Wei 73] o como "pensamiento simbólico" [Cor 98], pero que casi nunca lo relacionan con el mundo de la adivinación, antes al contrario, establecen una clara diferenciación entre las características formales y metodológicas de uno y otro ámbito [Cor 98].
Por otra parte, las comprensiones de lo astrológico se orientan actualmente, como es fácilmente constatable en aquéllas que simultanean planteamientos de modernidad y referencias a los conceptos tradicionales, hacia una concepción armónica, holográfica, relacional, interdependiente y holística tanto del universo como de sus dinámicas, remitiendo a la sintonía y la resonancia como claves subyacentes a los nexos entre "lo de arriba" y "lo de abajo" [San 85, Gar 98, Nav 02, Nav 03].
Parece también que el pensamiento astrológico viene decantándose progresivamente hacia la percepción de la astrología como referente más que como causante, como elemento excitador antes que como elemento provocador [Wei 73, Who 81] y, en consecuencia, viéndola menos cada vez como pauta normativa sobre lo terrestre y más como vía de comprensión, mediante el espejo de las dinámicas cósmicas, de los procesos evolutivos y existenciales, sean individuales sean colectivos, que tienen lugar sobre nuestro planeta y, gracias a ello, como vía de ayuda para una mejor gestión de los mismos [Rup 78, For 99].
Esta perspectiva hace honor, por lo demás, a la que brota de las propias raíces conocidas del saber astrológico, tal cual nos llega desde las primeras referencias disponibles al respecto [Enu 94], detectable a su vez en las obras de Ptolomeo [Pto 80] y que alcanza, a través de los árabes [Rag 97], las universidades medievales y renacentistas, pudiendo sobrevivir, más o menos oscuramente, en siglos posteriores, hasta reaparecer con fuerza en nuestros días [Nav 03].
En ella se nos indica cómo "los dioses" ponen "la tarea del Destino" en manos de los hombres [Enu 94], si bien se comprende que la descripción de la persona humana no es factible completarla acudiendo únicamente a lo astrológico, sino que, para dar razón suficiente de ella, han de ser oportunamente tenidos en cuenta también otros factores: como el genético, el ambiental, el social, etc. [Pto 80, Rag 97].
Sin embargo, la tendencia a explicarlo todo, absolutamente todo, desde lo astrológico sigue perviviendo en nuestros días, como también la de otorgarle carácter 'a-divinatorio', sea en el sentido etimológico del término (en los mejores casos) sea en el sentido vulgar del mismo (en la mayoría de las ocasiones), por no hablar de la astrología "popular" (o pseudoastrología de mercachifle) [Cel 95], frente al interés manifiesto de quienes preferiríamos una más directa integración del saber astrológico en el cuerpo de conocimientos actuales, llevándolo hacia el territorio de lo académico y el ámbito de lo científico [Mer 02].
Frente a todo este abanico de alternativas, ¿por qué no existe todavía un posicionamiento formal de los/as astrólogos/as españoles/as que marque unas líneas, de mínimos si se quiere, pero en cualquier caso claras y precisas sobre qué es y qué no es la astrología?.
Unas líneas maestras que, de existir, permitirían precisar coherentemente sus opciones tanto a quienes pretenden integrarse o reconocerse en ese colectivo como a quienes, permaneciendo fuera del mismo, tratan de situarse honestamente a propósito de lo astrológico.
¿O es que se pretende la "solución" (sólo aparente, pero a todas luces contraproducente) de la callada o, lo que sería todavía peor, la "indefinida" por respuesta, dejando la astrología a merced de advenedizos/as de todo tipo y condición [Cel 95]?.
La respuesta que se dé (o deje de darse) acerca de la naturaleza del saber astrológico, sobre el 'qué' de la astrología en definitiva, orientará automática e inexorablemente la línea de respuesta a todas y cada una de las preguntas que a dicha cuestión subyacen, cimentando o socavando la coherencia y credibilidad del discurso astrológico.
Comentario, este último, que puede resultar hasta perogrullesco, por su obviedad, al plantearnos el interrogante de si existen posibles aportaciones de la astrología que, en la coyuntura actual, sean de interés para los miembros de nuestra sociedad, o para ésta en su conjunto.
Una cuestión que nos lleva directamente a las consideraciones del apartado siguiente.
 

2. ¿Qué puede aportar hoy la astrología?

Aunque perdura la imagen de lo astrológico, ampliamente difundida además, como perteneciente al territorio de la futurología [Eys 82], debido fundamentalmente a esa pseudo-astrología "popular" tan en boga en ciertos ámbitos y medios [Cel 95], también es cierto que va haciéndose cada vez más firme la constatación del interés de lo astrológico en la comprensión de la naturaleza humana, sus características y sus procesos [Eys 82, For 99].
Esto último, en cualquier caso, ha sido antigua y modernamente defendido por astrólogos del mayor renombre [Pto 80, Wei 73], de modo que pudiera parecer ocioso insistir reiteradamente en ello.
Sin embargo, la imagen tópica, y distorsionada, de lo astrológico en nuestra cultura [Eys 82, Ami 98] requiere, incluso exige, para ser convenientemente reconducida, un compromiso y una actividad expresos por parte del colectivo astrológico.
En cualquier caso, el énfasis en la faceta psicológica y de evolución personal viene a ser un rasgo diferencial de la astrología de los últimos decenios, del último siglo en realidad [Rup 78, Rud 83, Arr 85], que entiendo oportuno subrayar.
Esta proclividad a lo psicológico viene asociada, como es bien sabido, al positivo eco que el saber astrológico tuvo en Jung y su escuela [Arr 85], y viceversa, lo que une a la ventaja del correspondiente reconocimiento sociocultural el posible inconveniente de un cierto sincretismo de "lo arquetípico" con "lo simbólico" astrológico que pudiera acabar difuminando los perfiles diferenciales de este último saber frente al psicológico.
De hecho, entre los modernos astro-psicólogos/as más en boga es, por lo general, escasa o nula la referencia a las pautas conceptuales y metodológicas propias de la astrología tradicional, prefiriendo aportar su personal perspectiva simbólica, así como "nuevas" técnicas astrológicas (innovaciones en no pocas ocasiones sólo aparentes, por desconocimiento de las obras astrológicas clásicas), antes que ir a unas fuentes menos familiares, pues de hecho no son las suyas, ya que beben preferencialmente de los estudios psicológicos y mitológicos desarrollados a lo largo del siglo XX y muy poco, prácticamente nada, de la cultura astrológica del pasado, lo que hace de ellos más psico-astrólogos/as que lo contrario.
En cualquier caso, su trabajo ha sido claramente significativo para que lo astrológico haya ganado un margen de credibilidad social que antes no tenía, pero bueno sería, sin dejar de reconocer esto, no caer en el error de relegar las riquezas del pasado por lo perentorio del presente, pues, como muy bien se subraya en [Arr 85], el propio C. G. Jung reconocía cómo es más lo que la astrología puede ofrecer a la psicología que a la inversa.
Pero hay bastante más en lo astrológico que el hecho, con ser determinante, de lo instrumental, lo clínico, la asesoría evolutiva, llámese como mejor se prefiera, según va siendo paulatinamente reconocido incluso en ámbitos académicos [Eys 82, Kpc 00, Scb 02].
Son sus propias raíces conceptuales, filosóficas, epistemológicas, es su visión del mundo, del universo como cosmos, característica de lo astrológico frente a la cultura desarraigada del cientifismo positivista [Nav 02, Nav 03], lo que hace a la astrología tan relevante, tan valiosa, y ello más aún si cabe en el momento histórico en que vivimos.
Esa comprensión de un universo y una humanidad interdependientes, dinámica y evolutivamente interconectados, es una aportación diferencial de lo astrológico a la cultura del presente que, convenientemente explicitada y comprendida, habría de coadyuvar positivamente a ese cambio radical de orientación que nuestra civilización está demandando y que, parece, comienza a explicitarse a nivel conceptual en algunas de las propuestas más avanzadas de la física teórica y de la cosmología de ahora mismo [Smo 97, Smo 00, Nav 02, Nav 03].
Pero ¿es consciente de esto el colectivo astrológico?. Y, en cualquier caso, ¿a qué nivel de profundidad está considerando dicho colectivo, si es que lo hace, el impacto que su saber puede significar para el decurso histórico presente y futuro de nuestra sociedad?.
Encarar la amplitud de implicaciones de todo tipo que, a corto, medio y, especialmente, largo plazo puede tener el hecho astrológico para la evolución de nuestra cultura, para las dinámicas de futuro de la civilización occidental, sin duda requeriría un serio replanteamiento de ciertos posicionamientos, personales y/o de grupo, en el seno del colectivo de astrólogos/as, pero ¿se está realmente por llevar adelante tal tipo de reflexión y, más todavía, por asumir los compromisos derivables de sus resultados?.
Nos hallamos considerando en este apartado, evidentemente, una cuestión de gran calado, una cuestión histórica, que, si de este modo me atrevo a calificarla, no es tanto por ánimo de impacto retórico ni de ínfulas grandilocuentes, sino por hacer justicia a un hecho ampliamente constatable: la dificultad secular de dar cabal y cumplida respuesta a semejante interrogante [Cor 98], quizá, apunto yo, porque dicha respuesta ha de desplegarse con la propia historia que la astrología, desde su característica visión del mundo, puede ayudar a construir y está esperando ser construida [Nav 02, Nav 03].
Sea como fuere, ¿asume hoy el colectivo astrológico el reto de replantearse la pregunta, tan nuclear y radical, acerca de qué puede aportar la astrología y su práctica a, precisamente, aquello que (según se dice) está llamado el saber astrológico: el beneficio de la evolución de la humanidad, tanto en lo individual como en lo grupal?.
 

3. ¿Tiene la astrología sitio en nuestra cultura?

Responder la pregunta que encabeza este apartado es, me temo, de todo punto inviable sin afrontar la planteada de principio a fin del apartado anterior, pero, aun sin entrar en semejante tarea, resulta factible llevar adelante ciertas consideraciones al respecto. Veámoslo.
Para comenzar, dejar bien sentado que, querámoslo o no, acéptenlo o no sus detractores/as, percíbanlo o no sus defensores/as, la astrología está profundamente inmersa en el tejido humano, social y cultural de nuestra civilización occidental. Por activa o por pasiva, pero indefectiblemente presente.
Como muy bien se deja ver en [Sav 97], "el mensaje de la educación siempre abarca, aunque sea como anatema, su reverso o al menos algunas de sus alternativas. Esto es particularmente evidente en la modernidad".
Una modernidad que desde la intransigencia cientifista, que no científica [Pop 00], no sólo nos recuerda la existencia de la astrología [Der 99], sino que, con la dogmática inconsistencia de sus apriorismos, es capaz de motivar un estudio del saber astrológico libre de prejuicios [Elk 98] y también una defensa crítica de lo que es y significa la astrología [Wes 92].
La presencia, implícita o explícita, de lo astrológico en los veneros culturales de nuestra sociedad se concreta, asimismo por activa y por pasiva, en un abanico de manifestaciones que hacen sitio a lo mejor y a lo peor de sus posibilidades.
La falta de referentes, institucionales o consuetudinarios, culturalmente validados hace que "astrología" y "astrológico" sean términos ambiguos, cuando no equivalentes a divertimento irrisorio, y suceda otro tanto con el de "astrólogo", tantas veces equiparado a personaje risible o/y ridiculizable que opina "ocurrentemente" sobre el futuro.
Así pues, la astrología cuenta, en cualquier caso, con un lugar y un papel en nuestra cultura: ya sea de bufón, ya sea de circo mediático, ya sea de ámbito desatendido, ya sea de concepción del mundo marginalizada, ya sea de ... ¿de qué?.
¿Qué lugar y qué papel, según las aspiraciones del colectivo astrológico, ha de ocupar y desempeñar en nuestra cultura ese saber que él dice avalar?.
¿Qué tiempo, energías y recursos está dispuesto a dedicar dicho colectivo, tanto en lo individual como en lo grupal, al empeño de potenciar y dignificar tanto ese lugar como esa actividad?.
En lo humano, los espacios de libertad no son algo natural y espontáneo, sino que deben ser conquistados con dedicación y compromiso, con perseverancia tanto mayor (incluso a lo largo de generaciones) cuanto de mayor enjundia son sus connotaciones [Sav 97], y las de lo astrológico apelan, nada menos, si es que estamos de acuerdo en ello, a toda una visión del universo, sus dinámicas y procesos, incluidos por supuesto los humanos como integrantes de la realidad universal que somos.
Por otra parte, el lugar, es decir los múltiples lugares que la desatención colectiva de lo astrológico ha ido generando, poco o nada positivos la mayoría de ellos para la buena imagen y el buen nombre de la astrología, están enmascarando las más genuinas posibilidades de un reencuentro del saber astrológico con los niveles de mayor entidad cultural en nuestra sociedad.
¿Pero entiende el colectivo astrológico como positivo que tales convergencias y reencuentros se produzcan?.
Deberá contarse con que dichos contactos tienden a modificar los ámbitos que entran en interacción, apareciendo posibilidades de mutuo avance desde el diálogo crítico con lo diferente, pero también el riesgo de sufrir degradaciones por reduccionismo simplificador, simbiosis de conveniencia, sincretismos acríticos o/y coyunturales fagocitosis.
¿Cuál es el posicionamiento del colectivo astrológico frente a todo ello?: ¿el aislacionismo "protector" del 'ghetto', la contradependencia autosuficiente, la autarquia marginal, el aperturismo cauteloso, el diálogo cabal, ...?.
Todas y cada una de estas alternativas (y otras más que puedan considerarse) implican y conllevan un determinado lugar (o "no-lugar", según los casos) en nuestra realidad sociocultural, pero ¿cuál de tales alternativas posibles cuadra con las preferencias del colectivo astrológico?.
Parece que dirimir esto último bien merecería un esfuerzo por parte de dicho colectivo, con el añadido de definir una estrategia para llegar al correspondiente espacio sociocultural con todas sus consecuencias, sin dejar que sean los hechos consumados los que, más o menos "ciegamente", sigan poniendo el saber astrológico en el lugar, los lugares, "que sea", tan poco dignos y saludables para él por lo general.
Además, si estamos en lo cierto quienes valoramos como positivo el eventual interés del mundo académico por lo astrológico y el correspondiente acercamiento de la astrología al ámbito universitario, fundamentados en un mutuo compromiso de diálogo abierto y desprejuiciado (algunos ya estamos intentando ponerle ese cascabel al gato), los beneficios para ambos campos serían incuestionables.
En el ámbito filosófico, incluso epistemológico, los cambios de perspectiva, convenientemente asumidos, podrían ser revolucionarios, y otro tanto podría suceder en lo metodológico, por no hablar de las profundas connotaciones histórico-culturales de ello derivables para nuestra civilización.
 

4. Integración, ¿a cambio de qué?

Pero las cosas no sucede porque sí, ni se obtienen resultados a cambio de nada.
Si se aspira a un lugar de calidad en nuestro contexto socio-cultural, toda tentativa de "astrología basura" deberá quedar conveniente y oportunamente desenmascarada, de manera que los "shows mediáticos" de la pseudoastrología "a granel" ya no serían un medio de supervivencia (o de enriquecimiento) impunemente accesible a cualquier "experto/a" (o advenedizo/a) que esté dispuesto/a a oficiar en ellos, al menos no en la forma directa y ausente de controles curriculares que actualmente impera, en contraste con lo establecido para profesiones institucionalmente reconocidas.
Si el colectivo astrológico no potencia un cambio deontológico de esa naturaleza, podría fácilmente entenderse que avala las acusaciones sobre el interés mercantilista, que no vocacional ni profesional, de las sociedades astrológicas, así como de sus miembros, cuando su principal criterio de actuación "en beneficio" de lo astrológico es, no el del rigor conceptual y metodológico, sino el de "si vende, vale" [Cel 95].
Habré de volver sobre estas cuestiones al considerar la práctica astrológica, así que, por ello mismo, voy a orientar ahora mis comentarios en otro sentido.
Los planeamientos astrológicos poseen una marcada impronta ecológica, ampliando el concepto de "medio ambiente humano" hasta darle una dimensión interplanetaria, cósmica, subrayando que el marco significativo, a la vez que nutricio, para la evolución terrestre en general, y la humana en particular, es el universo como tal, a través de sus pautas cíclicas, tomando como referencia principal, por su inmediatez espacio-temporal, las propias del sistema solar que nos alberga.
La naturaleza abierta de dichos ciclos contradice, por otra parte, el posicionamiento de las escuelas astrológicas deterministas a ultranza: nunca la trayectoria asociada a un ciclo astronómico es geométricamente cerrada, antes bien las curvas trazadas por los cuerpos celestes son abiertas, de manera que un ciclo no termina, dando lugar al siguiente, exactamente en el lugar donde comenzó, siendo las "distancias" entre los citados "puntos", de hecho, literalmente astronómicas.
Lo astrológico, en su raíz, antes que a los modelos aristotélicos o estoicos, platónicos o pitagóricos, hace referencia a un universo dinámico, en proceso de creación, donde, en determinado "momento", aparece la especie humana, presentándonos, dicho en términos actuales, un universo caracterizable por sus propios procesos evolutivos, una de cuyas resultantes es el hombre, la humanidad.
Su emergencia es fruto de esos mismos ciclos, que empujan, no sojuzgan, dicha evolución, y que, oportunamente leídos, nos desvelan sus características, sus requisitos, sus riesgos potenciales, sus mejores oportunidades: nuestro destino es, así, puesto en nuestras manos por el propio proceso evolutivo-creativo que se nos aparece como universo, tal cual nos dicen, en su lenguaje y desde sus conceptos por supuesto, las tradiciones recibidas de la antigua Babilonia [Enu 94].
La concepción de universo dinámico, evolutivo, con significado humano, preñado de vida y de inteligencia (al menos de la humana, pero con muchos puntos suspensivos más al respecto) es una aportación característica de la astrología, a la que nunca debiera renunciar.
Tampoco debiera renunciar al diálogo con la cultura, con la espiritualidad, con la ciencia, con el saber del momento: eso quizá le requeriría renovar su rostro, tan ajado de siglos de encierro o/y desinterés por el territorio "enemigo", pero le ayudaría a renovar el cúmulo de conceptos anquilosados, metodologías obsoletas, epistemologías caducas, estructuras corroídas, construcciones inestables que no hacen justicia a la esencia astrológica, sino que perviven, como poco, por un doble error: no volver a las raíces conceptuales, históricas, de lo astrológico y vivir de espaldas a las dinámicas culturales dominantes del presente.
¿Hasta dónde está dispuesto el colectivo astrológico a sacrificar lo accesorio en aras de trasladar lo esencial al núcleo civilizatorio de nuestra cultura?.
¿Hasta dónde está dispuesto a aceptar este colectivo que puede aprender (bastante, incluso mucho, acaso más de lo que le sería grato reconocer) de la cultura dominante actual, abandonando contradependencias históricas que le impiden ver los cambios, también históricos, que se están produciendo en el secular territorio "enemigo"?.
Si, pero la avenencia a la cultura dominante, se nos recordará certeramente, suele traer consigo la dependencia del poder, la tendencia de éste al aprovechamiento controlador, manipulador o/e interesado de todo aquello que, de uno u otro modo, pueda ser útil a sus intereses, y la astrología, en su pasado histórico más ilustre, estuvo siempre al servicio de los poderosos. Entonces, ¿porqué tropezar dos veces en la misma piedra?.
Mejor sería, efectivamente, que tal no ocurriera, pero ¿no es cierto que, hoy por hoy, quienes se hallan en los círculos del poder ya ponen lo astrológico a su servicio?, entonces, pregunto yo a mi vez, ¿por qué renunciar a aportar lo más deseable cuando lo menos se halla, en cualquier caso, presente?.
Dejando al margen que, a título particular o/y de grupo, siempre existe la posibilidad (y con ello vuelve a hacernos sus guiños la temática deontológica) de no entrar en las servidumbres al poder establecido, las preguntas recién planteadas (cuyo número sería fácilmente ampliable, por lo demás) parecen justificar por sí solas, y hasta sobradamente diría yo, la oportunidad de un debate colectivo para darles, siquiera mínima, respuesta.
 

5. ¿Cómo hacer avanzar el conocimiento astrológico?

Está claro que una forma de obtener recursos para llevar adelante cualquier tipo de conocimiento es ubicarse en el territorio de lo culturalmente reconocido como de interés.
No voy a ser yo quien recomiende en ningún caso, y menos aún en el astrológico, vender la primogenitura por un plato de lentejas: no se trata de eso, sino de la perentoriedad de dar a conocer la auténtica realidad, el valor potencial y las posibilidades todavía inexploradas de la astrología.
Pero para conseguir algo así en el territorio del saber es requisito indispensable que las aportaciones hechas a tal fin lo sean desde un rigor conceptual y metodológico del que normalmente, y particularmente por nuestros pagos, los trabajos de investigación astrológica suelen carecer.
Para ser honesto, debo, lamentablemente, dar fe de que únicamente desde la organización de eventos astrológicos (exactamente en dos ocasiones diferentes) se me ha pedido retirar un trabajo enviado o no presentarlo, porque su nivel era "excesivo", más alto de lo deseable, y por tal motivo "inadecuado" para ser acogido en tales eventos.
En paralelo a ello, aunque afortunadamente en los últimos años esto está cambiando, hace un tiempo no era fácil que los trabajos de investigación más proclives al formalismo académico encontraran un lugar en las publicaciones astrológicas al uso.
Porque a la hora de investigar no se trata simplemente de llevar adelante la tarea siguiendo el procedimiento que mejor le cuadre a su autor, para luego enunciar unas cuantas conclusiones, basadas en unos ciertos resultados, que muchas veces no se concretan suficientemente ni, menos todavía, se explicitan los elementos imprescindibles para valorar la consistencia de los mismos, o para dar la oportunidad de replicar el trabajo con otras muestras, o para estimar la procedencia de la metodología aplicada, etc., etc.
Raramente se menciona siquiera el empleo de los imprescindibles grupos de control para tener en cuenta las desviaciones de tipo estacional, social, astronómico, etc., que pueden sesgar, o deformar, o enmascarar, precisamente, lo que se pretende verificar (o falsar).
Es de sospechar que, muy probablemente, tal silencio sea debido a la falta de empleo de dichos grupos [1] , lo cual convertiría la correspondiente "investigación" en mero divertimento, sin consistencia conceptual ni demostrativa alguna.
Y esto sin entrar en cuestiones mucho más especializadas, como, por ejemplo, las relativas a la validez de las muestras empleadas, o las concernientes a lo poco o lo mucho significativos que, estadísticamente hablando, puedan ser los resultados obtenidos.
Por no mencionar la, por lo general, pobre documentación de los trabajos, particularmente en lo que se refiere a los antecedentes existentes a propósito de la temática investigada, la bibliografía empleada, o las referencias y citas expresas de la misma en la publicación de los oportunos informes, artículos o/y ponencias.
Amén de ello, cuando aparecen presentaciones metodológicas explícitas en las correspondientes publicaciones de resultados, lo que suele suceder es que el lector medio, poco o nada habituado a semejantes menesteres, salta las páginas que las recogen y se dedica a "lo que de verdad merece la pena y es de interés práctico".
Por otra parte, si como, también lamentablemente, he escuchado en algún congreso, "yo me dedico a esto de la astrología porque las matemáticas se me dan muy mal", a lo que luego se ha añadido un "me dedico a investigar lo que puedo sobre estos temas", no es de extrañar que los resultados de tales posicionamientos y actuaciones lleven a científicos, epistemólogos e historiadores de la ciencia a críticas demoledoras, y tan apabullantemente justificadas en semejantes casos, acerca de las pretensiones "demostrativas" de lo astrológico, aunque haya otras ocasiones en las que, ciertamente, se haya pretendido desvirtuar fraudulentamente [Wes 92] lo avalado por resultados perfectamente rigurosos y consistentes.
Amén de ello, siempre habrán de tenerse bien presentes las insidias de los "escépticos" [Elw 01], cuyos argumentos, con o sin comillas, nos llevarán sistemáticamente a la "conclusión" de que la astrología "no es creíble" dado que su validez no ha sido demostrada "por nadie".
Así y todo, quien aspire a que sus aportaciones investigadoras cumplan unos mínimos estándares de validez y credibilidad, habrá de asumir y satisfacer los oportunos requisitos técnicos y procedimentales.
¿Estamos dispuestos, está dispuesto el colectivo astrológico, al esfuerzo de adquirir la formación imprescindible, conceptual y metodológica, que ello implica?. ¿O se conforman sus miembros con el diletantismo autosuficiente y autocontenido, mirando hacia otro lado para no verse en la necesidad de contrastar esa producción investigadora con los estándares de calidad de nuestro entorno cultural?.
Y si los recursos institucionales no nos llegan, y es verdad que consideramos imprescindible la investigación astrológica para avanzar en nuestro dominio de este saber, ¿no deberían ser aportados los recursos necesarios por los integrantes del propio colectivo astrológico?.
Quizá un problema al respecto sería el señalado por aquel aforismo de "no es lo mismo predicar que dar trigo", pero, de ser así, ello vendría a indicar un desinterés de hecho, al margen de las buenas palabras, del colectivo en cuanto tal a propósito de una actualización rigurosa y profunda, comprometida y comprometedora, de la astrología.
Y de este modo, si se me permite la caricatura, tan contentos con el juguetito astrológico, felices de lo a gustito que se está con él y de lo bien que se pasa gracias a él.
Pero si se quiere transmitir que la astrología es bastante más, mucho más, que un entretenimiento, una actividad marginal, o una dedicación trasnochada y, por ello, sin trascendencia alguna, ¿por qué la ausencia de un compromiso investigador conjunto, colectivamente planteado en sus objetivos, recursos y formalismos?.
¿Por qué el picoteo, tantas veces sin método, y todas ellas sin referencia a unos estándares internos de calidad, avalados por el propio colectivo astrológico, con los que contrastar y validar esfuerzos individualmente emprendidos [2] ?
Y no sólo contrastarlos y validarlos, sino también compartirlos y reconocerlos, y apoyarse en ellos para seguir avanzando, ¿o es que el colectivo astrológico no considera de interés la génesis de un banco de trabajos y resultados de investigación de calidad, merecedores del aval colectivo, en que apoyarse para consolidar, actualizar y profundizar el cuerpo de conocimiento astrológico?.
Ese compromiso y esa dinámica de calidad, de conseguirse, resultarían conjuntamente, sin duda alguna, inestimable piedra de toque para ir acallando críticas y obteniendo reconocimientos en pro de lo astrológico.
 

6. ¿Cómo transmitir la astrología?

Como sencilla, pero certeramente, se nos dice en [Sav 97], el sistema educativo sólo transmite lo que socio-culturalmente es considerado valioso.
No habrá, en consecuencia, mejor verificación de que la astrología ha sido formalmente reintegrada a la cultura occidental que su reaparición en los 'curricula' académicos y, a partir de ahí, escolares.
Entretanto, parece razonable que fuese el colectivo astrológico quien tutelase la correcta transmisión del saber astrológico, estableciendo también en este ámbito de actuación unos objetivos de formación y unos criterios de mínimos a cubrir para validar y reconocer la calidad de dicha transmisión.
En tal caso, ¿cuál sería el nivel exigible para otorgar tal reconocimiento colectivo?, ¿o acaso sería interesante establecer diferentes grados?.
Pero ¿entiende el colectivo astrológico como deseable la existencia de una formación mínima sin la cual nadie debiera ser aceptado como astrólogo/a?.
Si la respuesta a esta última pregunta fuese afirmativa, para plantear dicha formación, ¿sería razonable pensar en estratos formativos al estilo del sistema educativo convencional, o sería preferible remitirnos a los de, por ejemplo, la psicología genética, o a los de otras escuelas psicopedagógicas?.
En cualquier caso, ¿se sabe astrología cuando se es capaz de reconocer y manejar sus símbolos?, ¿o hay que dominar además ciertas técnicas concretas?, ¿o mejor aún ciertos conceptos filosóficos y epistemológicos específicos?, ¿o todo ello conjuntamente?.
¿Se puede saber astrología y ser astrólogo/a sin profundizar en la realidad astronómica a que lo astrológico hace sistemática referencia?.
¿Se llega a saber astrología y, en consecuencia, a ser astrólogo/a sin hacer trabajo de campo en ella?.
¿Es defendible una formación astrológica que prescinda del milenario legado de la astrología tradicional?.
¿Es adecuada una formación astrológica si no introduce en su avance curricular materias sobre cuyas áreas va necesariamente a incidir el trabajo astrológico: psicología, economía, medicina, sociología, etc., etc.?.
Estas y otras preguntas relacionadas con las precedentes parecen reclamar respuesta perentoria por parte del colectivo astrológico, que, por descontado, puede inspirarse para ofrecerlas en las ya existentes en nuestro entorno, próximo o lejano, pero que, en la medida de lo posible, debieran ser creativa e innovadoramente suyas.
Si nos centramos en el colectivo astrológico español, un buen referente de partida para proceder, si se está por la labor en el sentido de lo recién planteado, podría ser, por ejemplo, el conjunto de propuestas formativas existentes en el propio ámbito astrológico occidental, europeo o americano, aunque también podrían serlo las de reciente aparición en el ámbito universitario [Kpc 00, Scb 02] de uno y otro continente.
Estas últimas iniciativas pueden ser, por lo demás, un arma de doble filo para los colectivos astrológicos, lo mismo a escalas nacionales que internacionales, pues, en efecto, van a potenciar tanto el interés por la astrología como su práctica, es decir su integración sociocultural, pero también están amenazando con dejar atrás a dichos colectivos en su propio territorio, si es que tardan en dar respuesta expresa a cuestiones clave para su existencia: la formativa entre ellas, claro está.
Y, por otra parte, frente a iniciativas de corte académico, no caben contraofertas faltas de calidad o/y rigor curricular: están condenadas al fracaso.
Quizá pudieran sobrevivir a (muy) corto plazo, por cuestiones de accesibilidad espacio-temporal o/y económicas principalmente, pero la formación no presencial es una realidad en explosivo proceso de expansión que dejará pronto obsoletas dichas cuestiones de dificultad.
¿Va a hacer algo el colectivo astrológico frente a todo ello, o dejará que otros enseñen la astrología y acabe no siendo reconocido (ni en lo colectivo ni, mucho menos todavía, en lo individual) su nivel de conocimiento o/y de desempeño astrológico, pudiendo acabar "expulsado" de "su propio territorio" o/y ámbito de actuación?.
Este interrogante nos remite, además, a la realidad de la práctica astrológica, tantas veces tan similar, y tan lamentablemente de nuevo, al río revuelto, del que, con muy poca "inversión", no es difícil obtener alguna "ganancia" [Cel 95].
 

7. ¿Cómo practicar la astrología?

Al hilo del apartado anterior, en que he planteado cuestiones acerca de la formación requerida para alcanzar, por así decirlo, el "grado" de astrólogo, la primera pregunta a considerar aquí sería, parece obvio, la siguiente: ¿qué nivel de conocimiento y desempeño práctico debería poseer un/a astrólogo/a para poder postularse y, además, ser reconocido como astrólogo/a profesional?.
Parece razonable pensar, una vez más, que, ante la ausencia de otras alternativas formales, fuese el colectivo astrológico quien estableciese unos criterios deontológicos firmes para, en base a ello, poder precisar si quien practica, o quiere hacerlo, profesionalmente la astrología cuenta con el reconocimiento colectivo de su formación y capacidad en tal sentido.
¿Entiende el colectivo astrológico que tales consideraciones son procedentes?, ¿deseables?, ¿imprescindibles?. ¿Bajo qué premisas y consecuencias?.
¿Entiende que son defendibles como profesionales todas las prácticas que cotidianamente se suelen ofrecer como astrológicas, que como tales se venden y producen retornos económicos nada menguados en no pocas ocasiones?.
Antes de responder tales cuestiones convendrá tener muy en cuenta que, hoy por hoy, la situación es tal que acaban metidos en un mismo saco el (la) neófito/a que apenas ha leído algún libro, más o menos convencional, sobre astrología y el (la) experto/a que atesora lustros de experiencia en asesoría astrológica, y también que en la presente coyuntura aparecen igualmente etiquetados como astrólogos/as quienes basan sus aportaciones recurriendo a un elenco simbólico y técnico astrológico suficientemente completo, quienes recurren a un mínimo insuficiente para hacerlo y, más todavía, quienes caricaturizan y degradan lo astrológico reduciéndolo a un único elemento simbólico desde el que ofrecen conclusiones que, además, suelen ser muy indebidamente colocadas bajo el epígrafe de "horóscopo".
¿Entrará en algún momento el colectivo astrológico a poner orden en semejante estado de cosas, dejando claro quiénes deben, y quiénes no, ser considerados astrólogos/as y, más aún, astrólogos/as profesionales, y ello, para comenzar, ante sus propios integrantes, deslindando lo que proceda, pero enseguida también ante quienes desde fuera, pero muy justamente, critican dicho desafuero?.
¿Y qué decir de quienes afirman practicar la astrología "seria" y a la par ejercen de "horoscoperos" mediáticos?.
¿Se puede dignificar la astrología desde semejantes opciones o/y planteamientos?.
¿Cuál es la posición del colectivo astrológico ante todo ello?, ¿o se prefiere la opción de no optar?.
A veces, que todo siga como está es más cómodo y menos conflictivo que traer luz y taquígrafos para dar fe de la situación y, a partir de ahí, poner orden y concierto en ella, pero ¿existe interés en esto último?.
Realmente, de hecho, ¿qué quiere hacer con su futuro el colectivo astrológico?.
Y, séase bien consciente de ello, de cómo dé, o no dé, respuesta concreta a esta pregunta dicho colectivo (obras son amores ...) depende muy directa e inexorablemente no sólo su futuro sino también el futuro de la astrología: ahí es nada.
Y a este respecto tiene un peso particular, y es de suponer que lo tendrá cada vez mayor, la imagen ofrecida por quienes formal, o tácitamente, la representen, pues a dicha imagen son subsidiarias, en definitiva, la credibilidad social del saber astrológico, el puesto que pueda ocupar en la dinámica cultural y su posible integración en ámbitos de los que actualmente se ve marginado.
Si efectivamente se desea cambiar el presente estado de cosas, parece imprescindible una decantación formal, liderada desde el ámbito colectivo, por parte, como mínimo, de quienes se postulan públicamente como astrólogos/as profesionales (mejor de todos/as quienes se dicen, genéricamente, astrólogos/as), que establezca, sin ambigüedades, linderos, que los hay, entre la práctica astrológica técnicamente fundamentada y éticamente defendible y la que, por carecer de tales referentes, caería en el territorio de lo pseudo-astrológico, lo no-astrológico, o lo anti-astrológico, y debiera ser, en consecuencia, claramente identificada como tal y por ello reprobada.
 

8. Consideraciones finales

Entiendo que lo hasta aquí recogido ofrece un amplio número de temáticas, y de amplitud y profundidad más que suficientes, para abrir multitud de caminos por los que adentrarse en ese debate clarificador sobre cuya conveniencia, necesidad de hecho, he venido abundando desde la propia introducción de esta ponencia.
Ese debate, que habría de ser razonable, aunque crítico, noble, pero no por ello condescendiente, debiera comenzar en el seno del propio colectivo astrológico, y generar en él un consenso de mínimos, pero no mínimo, entiéndase esto bien, sobre puntos tan cruciales como los revisados en los diferentes apartados que anteceden.
Un consenso que, a largo plazo, habría de tener lugar tanto dentro como fuera del ámbito astrológico, si ha de cumplirse, claro está, el objetivo de reintegrar la astrología al cauce principal de la cultura en la civilización occidental.
Pero entiendo que, para prender fuera, debe haber sido satisfactoriamente obtenido dentro, haciendo posible a partir de ello su extensión al resto del tejido social, en la oportuna dinámica de recuperación dignificada de lo astrológico.
En semejante proceso, tanto interno como externo al colectivo astrológico, el correspondiente debate, en realidad la serie encadenada de ellos, habría de tener muy presentes las certeras palabras del filósofo Fernando Savater [Sav 97], a propósito de la sacralización de las opiniones y la incapacidad de practicar la abstracción como sendos obstáculos para la búsqueda racional de la verdad, que conducen a estas otras citadas a continuación.
"Aprender a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa es (...) irrenunciable (...) Para ello no basta con saber expresarse con claridad y precisión (...) y someterse a las mismas exigencias de inteligibilidad que se piden a otros, sino que también hay que desarrollar la facultad de escuchar (...). Se trata (...) de propiciar la disposición a participar lealmente en coloquios razonables y a buscar en común una verdad que no tenga dueño y que procure no hacer esclavos".
Es un excelente recordatorio de cómo podemos y debemos avanzar conjuntamente hacia metas colectivas que, más allá de nuestros intereses del presente, tienen profundas implicaciones de futuro, no sólo para nosotros mismos, sino también para nuestra sociedad, nuestra civilización, la humanidad entera.
 

Referencias bibliográficas

Ami 98.- I. Amigo. Astrología. El Mito de las Estrellas. Alba, Barcelona, 1998.
Arr 85.- S. Arroyo. Astrología, Psicología y los Cuatro Elementos. Kier, Buenos Aires, 1985.
Bar 96.- B. Barnes, D. Bloor & J. Henry. Scientific Knowledge. A Sociological Analysis. Athlone, Londres, 1996.
Cel 95.- S. A. Celâyir. "The World of Astrology (A Criticism of the Astrological Milieu)". American Astrology, 1995. (htttp://cura.free.fr/xx/19sirma2.html).
Cor 98.- G. Cornelius. "Is astrology Divination and Does it Matter?. The Mountain Astrologer, n° 81, Oct-Nov 1998. (http://cura.free.fr/quinq/01gfcor.html).
Cum 97.- F. Cumont. Astrology and Religion Among the Greeks and the Romans. Kessinger, Whitefish, 1997.
Der 99.- G. N. Derry. What Science is and How it Works. Princeton University Press, Princeton, 1999.
Elk 98.- B. Elko. "The Magus of Magnetism. (An Interview with Dr. Percy Seymour)". The Mountain Astrologer, n° 80, 1998. (http://cura.free.fr/decem/09seym.html).
Elw 01.- D. Elwell. "The Reseachers Reseached: A Reply to the Cynics". Revista Virtual C.U.R.A., n° 12, 27 jun.2001. (http://cura.free.fr/xv/12elwell.html).
Enu 94.- Enuma Elish (Poema Babilonio de la Creación). Trotta, Madrid, 1994.
Eys 82.- H. J. Eysenck & D. K. B. Nias. Astrology: Science or Superstition?. Temple Smith, Londres, 1982.
For 99.- Foro 'Dyatessaron' de Astrología. "Resoluciones". Mercurio-3, n° 25, p. 88, 2§ trimestre 1999.
Gar 98.- M. García. "Naturaleza Holográfica de la Impronta Natal", en Suite Armónica. Cuadernos de Investigación Astrológica Mercurio-3, n° 3, pp. 23-28, 1998.
Gau 01.- F. Gauquelin. "Clefs pour la Recherche Statistique en Astrologie". Revista Virtual C.U.R.A., n° 15, 23 nov. 2001. (http://cura.free.fr/decem/15frgq.html).
Kna 88.- W. Knappich. Geshichte der Astrologie. Klostermann, Frankfurt, 1988.
Kpc 00.- http://www.kepler.edu/index.html.
Lar 77.- Gran Enciclopedia Larousse. Larousse, Barcelona, 1977.
Mer 02.- Mercurio-3 (ed.). "Tribuna Abierta: I Forum Europeo sobre Astrología y Sociedad". Mercurio-3, n° 37, tercer trimestre 2002, y siguientes.
Nav 01.- J. Navarro. "Astrología y Terremotos". Mercurio-3, n° 33, pp. 19-33, 3er trimestre 2001.
Nav 02.- J. Navarro. "Astrología y Ciencia: Una Perspectiva Crítica". Mercurio-3, n° 38, pp. 62-76, 4§ trimestre 2002.
Nav 03.- J. Navarro. "Astrology and Science: Two Worldviews searching for a Synthesis". Int. Conf. on Astrology and the Academy. Bath Spa University College. Bath, junio 2003. (http://cura.free.fr/xxx/28navar2.html).
Pop 00.- K. R. Popper y K. Lorenz. El Porvenir está Abierto. Tusquets, Barcelona, 2000.
Pto 80.- C. Ptolomeo. Tetrabiblos. Barath, Madrid, 1980.
Rag 97.- A. ben Ragel. El Libro Conplido en los Iudizios de las Estrellas. Gracentro, Valencia, 1997.
Rud 83.- D. Rudhyar. Un Estudio Astrológico de los Complejos Psicológicos. Cárcamo, Madrid, 1983.
Rup 78.- A. Ruperti. Cycles of Becoming. CRCS, Reno, 1978.
San 85.- D. Santos. Astrología Teórica. Ecuaciones Fundamentales. Autoedición, Madrid, 1985.
Sav 97.- F. Savater. El Valor de Educar. Ariel, Barcelona, 1997.
Scb 02.- http://www.bathspa.ac.uk/school-of-historical-and-cultural-studies/the-sophia-centre/.
Smo 97.- L. Smolin. The Life of the Cosmos. Oxford University Press, New York, 1997.
Smo 00.- L. Smolin. Three Roads to Quantum Gravity. Weinfeld & Nicholson, London, 2000.
Wei 73.- A. Weiss. Astrología Racional. Kier, Buenos Aires, 1973.
Wes 92.- J. A. West. The Case for Astrology. Arkana Books, Londres, 1992.
Who 81.- L. de Whol. Usted y la Astrología. Teorema, Barcelona, 1981.
 

Notas
[1]  A propósito de ellos en relación con lo astrológico, véase [Gau 01], y para una mínima ilustración de su empleo en la investigación astrológica [Nav 01]. « Texto
[2]  Bien interesante sería, y particularmente significativo además, que un compromiso en tal sentido pudiera dar lugar a nuevas aportaciones de la astrología a la historia de la ciencia, tanto conceptuales como metodológicas, planteando modelos de referencia, procedimientos y criterios de validación o/y de trabajo capaces de poner de relieve sus peculiaridades epistemológicas, en la intención de que acabaran extendiéndose posteriormente al ámbito científico (máxime existiendo el precedente del método experimental, de origen claramente alquimista [Bar 96]). « Texto




 http://cura.free.fr/xxx/28navar3.html




 

jueves, 14 de agosto de 2014

Avatares del zodiaco astrológico. Por Patrice Guinard













Avatares del zodíaco astrológico
por Patrice Guinard

-- traducción Angeles Rocamora --




Este estudio, ampliamente remodelado, cubre los capítulos 7, 8, 9 y 10 de mi tesis doctoral (1993).
 

1. Los orígenes del Zodíaco: el estado pre-zodiacal
"El huevo en bola de Amma estaba cerrado: pero hecho de cuatro partes llamadas 'clavículas', también ovoides, que estaban unidas, como unidas las unas con las otras. Amma es cuatro clavículas juntas; no es más que estas cuatro clavículas". (Marcel Griaule & Germaine Dieterlen, Le renard pâle)
     Los habitantes de Mesopotamia no fueron los primeros en observar los astros y en delimitar en la extensión celeste algunas porciones de cielo, las constelaciones, que respondían a ciertas regularidades y a ciertos ritmos, y que estaban ocupadas por objetos llamados estrellas. Los pueblos del neolítico tenían su astronomía, y probablemente también los que les precedieron. Lo que caracteriza a los mesopotamios, es que a partir de estas observaciones ellos crearon una astrología bastante cercana a la nuestra, digan lo que digan, y que nos ha sido mal que bien, esporádicamente transmitida. No es el momento de tratar aquí las múltiples formas proto-astrológicas que pudieron existir en los pueblos neo y paleolíticos.
     La observación de las estrellas y su reagrupamiento en constelaciones es atestiguada desde el 2400 a. de C. En Elba (en la actual Siria): la salida de la constelación de las Péyades coincidía en esta fecha con el equinoccio de primavera. Y hacia el 2000 a. de C., más al este, en Mari, la salida de Arturus marcaba el inicio de la cosecha. Existía una astronomía sabia desde el inicio del primer imperio acadiano, fundado por el semita Sharrum-kîn (2334-2279), conocido bajo el nombre de Sargon, y cuyo nieto Narâm-Sîn (2254-2218), "el Amado de Sîn", es decir, el dios Luna, será el heredero inspirado. Estas primeras observaciones astronómicas registradas son también atestiguadas en el mismo siglo XXIII por el neoplatonicista Simplicius en el capítulo XI de su Comentario sobre el tratado Del Cielo de Aristóteles.
     Las constelaciones estelares servían de referencias para el calendario en las diversas actividades de la vida social. Han conocido numerosas transformaciones al hilo del progreso de la observación y también de las rivalidades entre escuelas concurrentes. Una lista de constelaciones que data alrededor del 1300 a. de C., proveniente de la ciudad hitita de Boghaz-Köi (en la actual Turquía), contiene ya casi todas las constelaciones que llegarán a ser "zodiacales", a excepción de Leo y de Libra.
     La sexta sección de la primera tabla de la serie MUL APIN (el famoso tratado babilonio de uranografía y también el primer catálogo de estrellas conocido), del cual el principal ejemplar, el BM 86378 (British Museum), datado en el 687 a. de C. es una copia de una compilación algunas décadas anterior, y da la lista de 16 o 17 constelaciones recorridas por la Luna y también por el Sol y los demás planetas: MUL.MUL (las "estrellas-estrellas" en sumerio, o las Pléyades, equivalentes a una parte de la constelación de Tauro), GUD.AN.NA (el Tauro celeste, equivalente a una parte más meridional de la constelación de Tauro), SIBA.ZI.AN.NA (el fiel pastor celeste, u Orión), SHU.GI (el anciano, equivalente a la constelación de Perseo), GAM (el bastón quebrado, o Auriga), MASH.TAB.BA.GAL.GAL (los grandes gemelos, equivalente a la constelación de Géminis), AL.LUL (el cangrejo, o Cáncer), UR.GU.LA (el perro gigante, equivalente a la constelación de Leo), AB.SIN (la espiga de cebada, o Spica, equivalente a la constelación de Virgo), zi-ba-ni-tum (donde observamos el nombre acadiano y ya no sumerio, equivalente a la constelación de Libra), GIR.TAB (Escorpio), PA.BIL.SAG (equivalente a la constelación de Sagitario), SHUHUR.MASH (el pez-cabra, equivalente a la constelación de Capricornio), GU.LA (el muy alto o el gigante, equivalente a la constelación de Acuario), zibbâti SIM.MAH (y) A-un-ni-tum (las colas de la gran golondrina y del pez, recubriendo la constelación de Piscis), LU.HUN.GA (el trabajador temporero, equivalente a la constelación de Aries). [1]
     En este estadio pre-zodiacal, encontramos los 12 signos-constelaciones del futuro zodíaco, además con las constelaciones de las Pléyades (comprendidas en el Tauro moderno), de Orión, de Perseo, de Auriga y de "la Golondrina" (comprendida en el Piscis moderno). Las imágenes y nombres babilonios de las constelaciones zodiacales, con la sola excepción de Aries, serán retomadas por los astrónomos griegos. Estas estaciones lunares, en el origen de los signos zodiacales solares, comprenden constelaciones situadas fuera de la aclíptica (en razón de la inclinación de la órbita lunar), las cuales serán suprimidas de la organización zodiacal futura.
    Una lista de época posterior, neo-asiria (Berlín, Museo arqueológico, VAT 7851), no comprende más que 14 constelaciones: Perseo y Auriga han desaparecido y las colas han sido reunidas bajo una misma constelación llamada DIL.GAN (la ballena).
     La aparición del zodíaco de los 12 signos iguales ha sido datada de mital del siglo VI a. de C. [2]  En su reciente obra sobre el nacimiento de la astrología en Mesopotamia, Giovanni Pettinato relata el descubrimiento de una tabla salida de la biblioteca de Sippar, recientemente exhumada por arqueólogos iraquíes: encontramos allí, datado alrededor del 600 a. de C., un zodíaco dividido en doce secciones. [3]  Los doce signos zodiacales de 30 grados cada uno, delimitados sobre la eclíptica y sin referencia a las constelaciones estelares, están claramente atestiguadas en una tabla datada en el 419 a. de C. Es pues en los siglos VI y V, cuando se establecieron las reformas de la concepción babilonia del cielo astronómico y astrológico, del que los griegos, que en la misma época inventaron la metafísica, fueron los herederos.
     El advenimiento del zodíaco no corresponde forzosamente al establecimiento de las significaciones astrológicas atribuídas más tarde a los doce signos zodiacales, en una época en la que las referencias estelares corresponderán más o menos a los meses de la cosecha. Como lo señala pertinentemente Florisoone: "Contrariamente a lo que se pudiera pensar, el zodíaco no fue una invención de inspiración exclusivamente astrológica, sino más bien una de las primeras manifestaciones del espíritu "científico" y del nacimiento de una verdadera astronomía en Mesopotamia". [4]
     La invención del zodíaco está ligada a la de una localización eclíptica, solar, y no ya solamente lunar [5] , y también a una armonización entre el calendario, la geometría y la artimética. Para Neugebauer, "El zodíaco no era de hecho otra cosa que una idealización matemática necesaria para los cálculos, y utilizada exclusivamente para esta finalidad." [6]  La invención del zodíaco puede ser considerada como la "revolución cartesiana" de la astronomía babilónica que se dota así de un nuevo sistema de localización, y del que los sacerdotes-astrónomos-astrólogos babilonios supieron sacar partido. La función práctica del zodíaco y su definición en cuanto banda recorrida por los planetas, ha sido posible porque los babilonios no conocían los graves problemas de excentricidad que se darían para la astrología moderna con la introducción de Plutón.
     Podemos preguntarnos en torno a las razones de esta tardía aparición, mientras que los conocimientos astronómicos de los babilonios permitían su introducción mucho antes. Parece que sea, paradójicamente, ¡el poder de la religión y de las concepciones astrológicas de la época los que frenaron esta innovación! Además, la nueva situación política (caída del imperio asirio y de Nínive en el 611 a. de C., toma de Babilonia por los persas en el 539 a. de C.) probablemente permitió una liberación de la investigación de su empresa sacerdotal. Podemos creer que la invención del zodíaco ha sido la obra de investigadores independientes, alejados de las esferas del poder sacerdotal.
     Pero ¿qué es lo que justifica la división zodiacal en doce secciones iguales? Kepler destacó sobre ello lo arbitrario, y discutió toda relación natural entre los Elementos (cf. Infra) y los "triángulos" formados por los signos zodiacales. Se invoca comúnmente la sincronización aproximativa del ciclo lunar en el año, así como las facilidades aritméticas ofrecidas por la división duodecimal del círculo de 360° y, parece verosímil que éstas hayan podido incitar a los astrónomos de la época a privilegiar el número Doce. Sin embargo, la existencia mucho más antigua de los 12 meses del calendario y la de los presagios que le están asociados (y sobre todo en la serie de los presagios astrológicos ENÛMA ANU ENLIL -o más exactamente ENÛMA ANU ENLIL EA-, pero también en otros textos como la serie "mensual" IQQUR ÎPUSH) ha podido ser un factor decisivo en la materia. Así pues, incluso si los significados astrológicos han sido atribuidos más tardíamente a los signos zodiacales, una lógica matricial (y duodecimal) preexistía ya mucho tiempos antes de la introducción del zodíaco astronómico. Y tanto la razón matricial como la "razón matemática", habrá dirigido el nacimiento del zodíaco. El hecho de que los signos zodiacales hayan salido de una selección tardía entre las constelaciones lunares, descalifica la interpretación de los signos a partir de los mitos asociados a estas constelaciones, además en épocas diversas. La matricialidad de la estructura zodiacal reclama que sea creada una semántica homogénea, independiente de estos avatares culturales.
 

2. El zodíaco elemental y sus dificultades
"Hic igitur deus et ratio, quae cuncta gubernat,
Ducit ab aetheriis terrena animalia signis."
(Manilius, Astronomica, II 82-83)
 

     Encontramos el zodíaco elemental en un número incalculable de tratados modernos de segunda mano, que encumbran la sección "astrología" de las estanterías de las librerías generales o especializadas. Este zodíaco llamado "simbólico" organiza los doce signos zodiacales, porciones iguales de una banda de la esfera celeste, centrada sobre la eclíptica y de una anchura aproximada de 35 grados en función de la inclinación orbital de Plutón, según una doble serie, elemental y modal. Este zodíaco supuestamente "tradicional" no es cuestionado nunca, y no nos preocupamos de conocer los orígenes, ni de saber por medio de qué astrólogos o de qué escuelas del pasado, y por qué razones, ha podido ser utilizado.
     El universo simbólico de los cuatro elementos no se impone, por ejemplo, en el autor del Tetrabiblos, y a pesar de una alusión teórica aristotélica de los cuatro, e incluso de los cinco elementos incluyendo el éter (Tetrabiblos, I.2), Ptolomeo se cuida, cuando define las asociaciones triangulares entre signos zodiacales, de evocar solamente la cualidad masculina o femenina de los signos, y no sus asociaciones elementales. [7]  De igual forma, Manilius quien sin embargo multiplica a su antojo los criterios de agrupación de los signos zodiacales, no asocia los Elementos a sus trígonos zodiacales, y no más que Coroteo de Sidón o que el ateniense Antíoco. Hermosa "tradición" en suma ¡que no existe en ninguna parte! Por otro lado, Bouché-Leclerq, que se complace en hacer la exposición cínica de las invenciones astrológicas frívolas, omite en su Astrología griega de mencionar la teoría de los elementos aplicada a los signos zodiacales.
     Vettirs Valens, el alejandrino de origen sirio, contemporáneo de Ptolomeo, parece ser el primero en mencionar esta asimilación de los trígonos zodiacales a los trígonos elementales, aunque este esquema no implique para este autor que la semántica de los signos zodiacales depende de ella. [8]  Dicho de otro modo, los signos zodiacales permanecen definidos por características heredadas de la mitología sin ninguna relación con los elementos.
     Se ignora, a mi conocimiento, el origen de esta asimilación así como la asociación más general entre elementos/cuartos. Podría ser que estos modelos hayan salido del crisol alejandrino, y que dos sistemas rivales hayan estado en competencia, uno "egipcio" y el otro "caldeo" (en esta cuestión como en numerosas otras), asociando en un primer momento los elementos con los cuartos zodiacales, según algunas consideraciones astro-meteorológicas (AGUA lluvias, inundaciones, AIRE tempestades, FUEGO sequía, TIERRA temblores de tierra) y según las variaciones climáticas estacionales medias (humedad, calor, sequedad, frío): dicho de otro modo, un sistema egipcio FUEGO-AGUA-AIRE-TIERRA (marcado por un verano lluvioso y por el desbordamiento del Nilo), que habría dado nacimiento al sistema "clásico" por atribución de la cualidad estacional al primer signo de la estación (Aries Fuego, Cáncer Agua...) y generalización por los trígonos, y un sistema "babilonio" AIRE-FUEGO-TIERRA-AGUA (marcado por un invierno lluvioso), que encontramos en Pablo de Alejandría. [9]
     En el zodíaco elemental convertido en "clásico", los doce signos se suceden de Aries a Piscis, según una doble serie elemental (Fuego, Tierra, Aire, Agua) y modal (cardinal, fijo, mutable). Así, a Aries están asociados los atributos Fuego y cardinal, a Tauro la Tierra y lo fijo, a Géminis los atributos Aire y mutable, a Cáncer el Agua y la cardinalidad... Elementos y Modos se definen por las cualidades triviales siguientes:
FUEGO: combustión, expansión, animación
TIERRA: lentitud, condensación, fijación
AIRE: difusión, dilatación, impregnación
AGUA: absorción, disolución, fluidez

CARDINAL: introducción
FIJO: estabilización
MUTABLE: distribución
 

    Las atribuciones de valores elementales y modales a los signos zodiacales recortan pues los agrupamientos tripartitos y cuadripartitos que les serían anteriores: por ejemplo, el "triángulo" de Tierra (Tauro, Virgo, Capricornio) o la "cruz" cardinal (Aries, Cáncer, Libra, Capricornio).
     En este dispositivo, es la atribución de los Elementos a los cuartos zodiacales y a los primeros signos de los cuartos, los "signos cardinales", la que es retenida, y que, por extensión triangular, define la cualidad elemental de los otros dos signos en trígono. El Fuego primaveral y Aries se extienden a Leo y Sagitario; el Agua estival y Cáncer se extienden a Escorpio y Piscis; el Aire otoñal y Libra se extienden a Acuario y Géminis; la Tierra hivernal y Capricornio a Tauro y Virgo. Así, siguiendo la lógica del dispositivo y de las cualidades elementales, los ignos zodiacales se oponen según el eje de los equinoccios (Aries/Piscis, Tauro/Acuario...) y los cuartos según el eje de los solsticios (FUEGO/AGUA, AIRE/TIERRA), pero jamás por el centro.
     Los cuatro Elementos están atestiguados en la cosmología egipcia bastante anteriormente a su integración tardía en el corpus astrológico, y fueron conceptualizados por los filósofos presocráticos. Con Pitágoras y sus discípulos, figuran como los símbolos de la Tétrada; con Empédocles son los protagonistas de una cosmología cíclica: no creados, "raíces de todas las cosas", llenos, inmutables, eternos, materiales y dotados de conciencia, iguales entre ellos y dirigiendo los ciclos temporales según el orden fijado por el destino: "Por turnos, en el curso de la revolución, cada uno (de los elementos) lo lleva; cada uno, pereciendo se transforma en otro y se incrementa con la parte fijada por el destino. Son pues, los únicos a tener el ser, y en su curso pues, por intercambios mutuos, se convierten en hombres y en razas de animales." [10]
     En los capítulos 6 y 7 del famoso tratado De la naturaleza del hombre (antes del 400 a. de C.), atribuido por los griegos a Hipócrates o a su yerno Pólibo, aunque los elementos no sean mencionados, las cualidades elementales están asociadas a las cuatro estaciones y a los cuatro humores [11]:
 

Primavera Verano Otoño Invierno
Sangre Bilis amarilla Bilis negra Flema
sanguíneo colérico melancólico flemático
calor y húmedo calor y seco frío y seco frío y húmedo

 
     Platón, en su Timeo, explica la necesidad de suponer la existencia de cuatro elementos, y no sólo tres, para constituir el cuerpo del Universo: "Si fuera, pues, una superficie no teniendo profundidad alguna la que hubiese debido convertir el cuerpo del Universo, una sola mediación habría bastado para unir los términos extremos y el medio mismo; pero es de naturaleza sólida que convino que fuese; ahora bien, para los sólidos, no es jamás una sola sino siempre dos mediaciones lo que hace falta para armonizarlos." [12]
     Aristóteles insiste en los valores climáticos de los elementos y en el principio de su generación sucesiva en un ciclo reversible. [13]  Sin embargo, si el ciclo resulta de una cosmología naturalista (de la tierra al cielo) pasando por las capas hidro y atmo-sféricas), ¿cómo explicar el paso del Fuego a la Tierra, y por consecuencia, cómo justificar la circularidad? Además, surgen dificultades durante la atribución de un valor elemental a cada uno de los elementos. En efecto, si el Fuego es caliente y la Tierra seca, el Aire sera húmedo y el Agua fría (solución de Aristóteles), o también, el Agua será húmeda y el Aire frío (solución del estoico Crísipo). [14]
    Escapamos a este dualismo atribuyendo a cada elemento un principio positivo específico: el calor permanece como principio del Fuego; para el Agua, la fluidez (su propiedad física) es preferible a la humedad (más dependiente de la meteorología); la solidez (o la densidad) será el principio de la Tierra; la luminosidad (o la claridad, o incluso la transparencia como para los tibetanos) será el principio del Aire.
     Los astrólogos, prisioneros de los valores climáticos asociados a los elementos, han sido llevados a sobrestimar el doble principio calor/humedad preponderante en la astrología clásica hasta Cardan, Kepler y Morin. El astrólogo francés Eustache Lenoble, acepta aún el calor y humedad como los dos principios, respectivamente, masculino y femenino que determinan la naturaleza de los Elementos: "Hay dos principios de generación: el calor y la humedad; el calor es la cualidad activa, y la humedad la pasiva". [15]
     La idea de los dos principios generadores está ligada a una sexualización de los factores astrológicos (planetas y signos), en el origen de todos los equívocos en cuanto a la comprensión de la Tétrada, la cual, se encuentra así sometida a un dualismo que le es extraño. Ahora bien, la astrología, intrínsecamente no dualista, no soporta tal dicotomía. La aporía dualista puede ser resuelta de la siguiente manera: si los signos "primaverales" o FUEGO (para atenerse a un modelo estacional, solar, del zodíaco elemental) son masculinos y los signos "estivales" o AGUA son femeninos, los signos "otoñales" o AIRE serán signos hermafroditas y los signos "invernales" o TIERRA signos asexuados.
     No hay dos sexos psíquicos en astrología, sino cuatro, cuatro sexos psíquico-astrales, es decir, cuatro modos de sensibilidad atractiva. Los primaverales atraen a los invernales, y recíprocamente; los estivales seducen a los otoñales, y viceversa, según el eje equinoxal. Así, las atracciones no se hacen entre masculinos y femeninos, y entre hermafroditas y asexuados, sino entre masculinos y asexuados, y entre femeninos y hermafroditas. Las consecuencias psicológicas de este dispositivo son importantes: lo femenino no puede amar lo que encubre una parte de feminidad; lo masculino no necesita ni de feminidad ni de virilidad, sino que privilegia un terreno neutro.
     Dos sistemas elementales incompatibles han estado en competición en los medios astrológicos helenistas, ambos relacionados con el zodíaco estacional: el sistema "egipcio", estoico, simbólico (FUEGO-CALOR, AGUA-HÚMEDO, AIRE-FRÍO, TIERRA-SECO), y el sistema "mesopotamio", aristotélico (neo-hipocrático), físico (AIRE-HÚMEDO, FUEGO-CALOR, TIERRA-SECO, AGUA-FRÍO). La organización estoica me parece más conforme a la naturaleza de los Elementos que no son más que símbolos. También conservaremos la localización elemental a condición de comprenderla como un prangón simbólico de la Tétrada. Los Elementos son los símbolos de los cuatro estados de la materia (sólido, líquido, gaseoso, ígneo), es decir, de las imágenes materiales de la Tétrada.
 

Símbolos elementales FUEGO AGUA AIRE TIERRA
Signos cardinales ARIES CÁNCER LIBRA CAPRICORNIO
Cualidades climáticas (Crísipo) Calor Húmedo Frío Seco
Estaciones Primavera Verano Otoño Invierno
Estados de la materia Ígneo Líquido Gaseoso Sólido
Principios materiales Calor Fluidez Claridad Densidad
Sexos psíquicos Masculino Femenino Hermafrodita Asexuado

 
3. Los zodíacos astronómicos
"Mañana, el Hombre habrá reconocido en todas las cosas la necesidad de las Estaciones, de sus Solsticios y de sus Equinoccios. Pero las Estaciones no tendrán lugar más sin él." (André Faussurier, 1967)
 

      Diversas tentativas contemporáneas han buscado reconstruir el zodíaco según los criterios más rigurosos. El zodíaco ptolomeico, así como por otro lado su planetario, fundados sobre criterios climatológicos, se han revelado incapaces a la larga, de justificar las diferenciaciones zodiacal y planetaria. [16]
     El zodíaco inicialmente fue imaginado para servir de referencia geométrica. La inclinación del plano de rotación de la Tierra alrededor de su eje en relación con su plano de revolución alrededor del sol, es su realidad fundadora. Un ángulo de 23°26' separa el plano del ecuador celeste y el plano de la eclíptica. Sus intersecciones Este y Oeste marcan el punto vernal (0° de Aries) y su opuesto (0° de Libra). Los puntos de los solsticios (0° de Cáncer y 0° de Capricornio) marcan el alejamiento máximo, Norte y Sur, del sol en relación con el plano ecuatorial. Cada una de las cuatro porciones así definidas es a continuación dividida en tres partes iguales sobre la eclíptica. Los doce signos zodiacales se deducen de ello. La banda zodiacal es una extensión de una parte y de otra de la eclíptica, es decir, del círculo de la esfera celeste recorrido por el Sol en su revolución aparente alrededor de la tierra. Ha sido imaginada a fin de tomar en cuenta la latitud de los planetas y sus separaciones en relación con la eclíptica.
     El Zodíaco así definido es una realidad solar, o más bien, helio-centrada. Cada signo podría así ser definido como el momento específico del recorrido de un planeta dado, proyectado sobre la eclíptica y medido por su declinación, es decir, por su altura en relación con el plano del ecuador celeste. Esta declinación es nula al principio de Aries y de Libra, y máxima al principio de Cáncer y de Capricornio.
De 0° Aries a 30° Géminis, aumento de la declinación que es positiva (Norte).
De 0° Cáncer a 30° Virgo, disminución de la declinación que permanece positiva (Norte).
De 0° Libra a 30° Sagitario, disminución de la declinación que se convierte en negativa (Sur).
De 0° Capricornio a 30° Piscis, aumento de la declinación que permanece negativa (Sur).
 

    La sinusoide que sigue ilustra las cuatro fases de un zodíaco de las declinaciones anuales del Sol. [17]
 
in Patrice Guinard, L'astrologie, TH D, 1993, p.31
     Las declinaciones de los signos equinocciales (Aries, Virgo, Libra, Piscis) varían fuertemente (11°28'), las de los signos medianos (Tauro, Leo, Escorpio, Acuario) varían un poco menos (8°42'), las de los signos solstisciales (Géminis, Cáncer, Sagitario, Caprincornio) débilmente (3°16'). Este zodíaco es universal, sea cual sea la latitud del lugar, tanto en el hemisferio Norte como en el hemisferio Sur. Es preferible al zodíaco solar estacional (cuya semántica es estrechamente dependiente del ciclo de las estaciones), y legitima la práctica de los astrólogos argentinos o australianos, los cuales, en general, no inversan los signos zodiacales. [18]
    Para cada planeta podríamos imaginar un zodíaco semejante, con fases deteminadas por la variación de las declinaciones, con el 0° de Aries y su punto opuesto definidos por los nodos planetarios.
     La cuadripartición de un zodíaco natural y solar, en relación con el lugar de observación, no era ignorada por los griegos: el astrónomo Gémino de Rodes señala, dos siglos antes de Ptolomeo, que la diferencia de la duración entre los días y las noches es positiva para seis signos, negativa para los otros seis signos; que hay un aumento de la duración del día para seis signos y disminución para los otros seis: "Además, el aumento de los días y de las noches no es igual en todos los signos. En los alrededores de los puntos solsticiales, es muy débil. (...) En el momento de los equinoccios, por el contrario, el aumento de los días es importante." [19]
     Este esquema puede generalizarse al conjunto de los planetas, y cada zodíaco local organiza los signos según las variaciones anuales de los arcos diurno y nocturno del planeta considerado. Así, en un momento dado y para una latitud geográfica dada, para cada planeta existe una relación específica entre la duración de su arco diurno (su duración de presencia por encima del horizonte) y la duración de su arco nocturno (su duración de presencia por debajo del horizonte). Así, en París, el Sol tiene un arco diurno de alrededor de 12 horas el 20 de marzo, de alrededor de 16 horas el 22 de junio, de 12 horas el 23 de septiembre y de 8 horas el 21 de diciembre, fecha en la que el arco diurno retoma la parte superior sobre el arco nocturno y que los romanos celebraban como la fiesta del sol invencible (Sol invictus).
     En los equinoccios, los arcos diurno y nocturno solares se igualan, en el solsticio estival, el arco diurno alcanza su máximo y en el solsticio invernal su mínimo. La sinusoide que sigue ilustra las cuatro fases de un zodáico fundado en las diferencias anuales de duración entre los arcos diurno y nocturno del sol en París.
 
in Patrice Guinard, L'astrologie, TH D, 1993, p.32
De 0° Aries a 30° Géminis, crecimiento del arco diurno dominante.
De 0° Cáncer a 30° Virgo, disminución del arco diurno dominante.
De 0° Libra a 30° Sagitario, disminución del arco diurno recesivo.
De 0° Capricornio a 30° Piscis, crecimiento del arco diurno recesivo.
     Este zodíaco local puede ser llamado "foto-periódico" (Nicola) en referencia a la presencia o a la ausencia de la fuente luminosa planetaria por encima o por debajo del horizonte. La luz, solar y directa, o planetaria y refractada, es el criterio aceptado en razón de su regularidad, contrariamente a la inconsistencia de los criterios de naturaleza meteorológica, como el calor. [20]  Las vicisitudes de la astrología "clásica" provienen justamente de su servilidad a la climatología, comenzando por Ptolomeo, y el mismo Kepler no consiguió cambiar gran cosa. En realidad, la luz no sólo es el testigo localizable, la huella visible, de una fuente actuante que permanece hasta este momento imperceptible a la medida experimental. "La luz, parte evidente del espectro solar, no será más que el escalón visible de influencias más vastas de las que ésta señala las periodicidades". [21]
     A semejanza del zodíaco de las declinaciones, el zodíaco local se adapta a cada planeta y varía en función de la inclinación del plano de revolución de este planeta alrededor del sol. Así, el arco diurno de un planeta puede efectuarse por la noche (durante el arco diurno solar). Los zodíacos de cada planeta se superponen en la carta, que une, por ejemplo, un invernal por el sol a un "estival" por Urano. Los zodíacos planetarios locales son modulaciones topocéntricas de los zodíacos de las declinaciones.
Nota: Antes de seguir la lectura de este texto, ruego al lector de conocer mi texto consagrado a la reflexología pavloviana : http://cura.free.fr/16pavlov.html
 

4. El zodíaco reflexológico
"El hombre posee un Cielo particular a él, que es como el de fuera y posee la misma constelación (...) Es el Cielo interior con sus planetas el que actúa: el Cielo exterior no hace más que demostrar e indicar el cielo interno." (Paracelso, Colica)
 

     El zodíaco obedece a una dinámica general que casa todo proceso, bien sea biológico o cultural: la generación y la expansión de un aliento primero, seguido de una fase de replegamiento y de resistencia, después de un equilibrio, al cual sucede un período de saneamiento y de cristalización. Estas cuatro fases sucesivas se encuentran en el arte, el pensamiento o la literatura, en geología o en embriología. [22]
     Los zodíacos astronómicos admiten una misma osamenta: una diferenciación según cuatro fases distintas (equivalentes a las estaciones en el ciclo solar anual) y según tres modalidades cuantitativas (con una separación máxima para los signos solstisciales y una separación mínima para los signos equinocciales). El zodíaco reflexológico, imaginado por el astrólogo Nicola a partir de los trabajos de Pavlov [23] , demuestra la integración temporal y de la cristalización estructural por el sistema nervioso de las diferencias de declinaciones y de las relaciones de duración de los arcos diurnos y nocturnos de los zodíacos astronómicos, externos.
     Los procesos fisiológicos puestos en evidencia por el sabio ruso, se redefinen como las distintas fases de un proceso cíclico. No que la fisiología esté en la base de la astrología: más bien sería la astrología, en tanto que necesita como hipótesis inicial la integración biológica de los ritmos planetarios y su cristalización progresiva por el retorno cíclico de fases específicas [24] , la que sería susceptible de proponer un modelo a la variabilidad fisiológica y a la existencia de los diferentes tipos nerviosos, experimentalmente observados.
Los doce tipos de sistemas nerviosos ordenados según la variabilidad de la excitabilidad según sus cuatro formas y bajo sus tres fases sucesivas, son isomorfos al ciclo zodiacal de los doce signos, organizados en cuartos zodiacales según los tres momentos sucesivos de estos cuartos.
     El arco diurno de un planeta es una señal específica de la excitación o de la activación, el arco nocturno de la inhibición. Dicho de otro modo, el arco diurno es un excitante positivo, y el arco nocturno un excitante negativo. Una diferencia de duración positiva entre los arcos diurno y nocturno favorece el proceso de excitación, una diferencia negativa, el proceso de inhibición. (Igualmente, una declinación planetaria positiva es excitadora, una declinación negativa, Sur, es inhibidora).
     Por otro lado, el crecimiento (o aumento de duración) de la relación entre los arcos diurno y nocturno, implica un aumento de duración de la excitación, y por tanto, una mayor celeridad de las respuestas. A la inversa, su decrecimiento implica una mayor inercia. (Igualmente, un aumento de la declinación planetaria favorece la velocidad de los procesos, una disminución, la lentitud de los procesos).
Así, las cuatro fases del ciclo astronómico natural tienen cada una su fiador neuro-fisiológico:
  • Aries, Tauro, Géminis: VELOCIDAD DE EXCITACIÓN
  • Diferencia de duración positiva entre los arcos diurno y nocturno (y declinación planetaria positiva): EXCITACIÓN
  • Crecimiento (o aumento de duración) de la relación entre los arcos diurno y nocturno (y aumento de la declinación planetaria): VELOCIDAD
  • Cáncer, Leo, Virgo: LENTITUD DE EXCITACIÓN
  • Diferencia de duración positiva entre los arcos diurno y nocturno (y declinación planetaria positiva): EXCITACIÓN
  • Decrecimiento (o disminución de duración) de la relación entre los arcos diurno y nocturno (y disminución de la declinación planetaria): LENTITUD
  • Libra, Escorpio, Sagitario: LENTITUD DE INHIBICIÓN
  • Diferencia de duración negativa entre los arcos diurno y nocturno (y declinación planetaria negativa): INHIBICIÓN
  • Decrecimiento (o disminución de duración) de la relación entre los arcos diurno y nocturno (y disminución de la declinación planetaria): LENTITUD
  • Capricornio, Acuario, Piscis: VELOCIDAD DE INHIBICIÓN
  • Diferencia de duración negativa entre los arcos diurno y nocturno (y declinación planetaria negativa): INHIBICIÓN
  • Crecimiento (o aumento de duración) de la relación entre los arcos diurno y nocturno (y aumento de la declinación planetaria): VELOCIDAD

    Para atenerse a un zodíaco solar: en la primavera, los días son más largos que las noches y aumentan más (VELOCIDAD DE EXCITACIÓN); en verano son siempre más largos que las noches pero disminuyen (LENTITUD DE EXCITACIÓN); en otoño son más cortos que las noches y disminuyen aún (LENTITUD DE INHIBICIÓN); en invierno son siempre más cortos que las noches pero aumentan (VELOCIDAD DE INHIBICIÓN).

     Globalmente, en primavera y en otoño, el crecimiento del arco (diurno o nocturno) dominante, es decir, el aumento en duración de la excitación positiva o negativa, implica una amplificación del proceso de excitación (natural o temporal) y el desarrollo de tres fases pavlovianas de irradiación que le están ligadas. El decrecimiento, en verano y en invierno, del arco dominante indice una amplificación del proceso de inhibición (protectora o extintora) y el desarrollo de una irradiación invertida.
     Los signos equinocciales admiten una relación de duración mínima entre los arcos, y los signos solsticiales una relación de duración máxima. La excitación evoluciona de lo equinoccial a lo solsticial, dicho de otro modo, se alarga, se irradia verdaderamente. A la inversa, la inhibición, protectora o extintora, se acorta y se encoge pasando de lo solsticial a lo equinoccial, lo que es conforme a su naturaleza. [25]
    La agrupación de los signos equinocciales, solsticiales y medianos según la relación de duración de los arcos, introduce en el seno de cada proceso una nueva diferenciación.
  • Los signos EQUINOCCIALES tienen una declinación débil (y una débil relación de duración entre los arcos): POLARIZACIÓN (fase igualitaria).
  • Los signos MEDIANOS tienen una declinación mediana (y una relación media de duración entre los arcos): COMPOSICIÓN (fase paradójica).
  • Los signos SOLSTICIALES tienen una fuerte declinación (y una relación de duración máxima entre los arcos): TOTALIZACIÓN (fase ultra-paradójica).
     Por otro lado, de la concentración del proceso en medio de cada fase (es decir, en el nivel de los signos medianos), se deduce un fenómeno de inducción, dicho de otro modo, la aparición de una zona periférica de inhibición (o de excitación) alrededor del nudo concentrado de excitación (o de inhibición), que es, a mi saber, la única "justificación", de naturaleza neuro-fisiológica, de una división ternaria de los cuartos zodiacales. En efecto, los astrólogos generalmente son incapaces de justificar la división duodecimal del zodíaco. ¿Por qué no solamente cuatro signos, u ocho, o incluso no importa qué otro múltiplo de cuatro? Únicamente la analogía fisiológica es susceptible de proporcionar un principio de explicación comprensiva para el desarrollo del ciclo zodiacal en doce fases sucesivas. Sabemos que Kepler, que necesitaba garantías, metido de lleno en la ignoracia de este loquero, prefirió verter el zodíaco astrológico con "el agua del baño". Obtenemos las correlaciones fisiológicas siguientes, aplicables a los doce signos zodiacales:
ARIES: excitación natural (= velocidad de excitación), polarización.
TAURO: excitación natural concentrada, inhibición natural (por inducción), composición.
GÉMINIS: excitación natural (= velocidad de excitación), totalización.

CÁNCER: inhibición protectora (= lentitud de excitación), totalización.
LEO: inhibición protectora concentrada, excitación retrasada o de huella (por inducción), composición.
VIRGO: inhibición protectora (= lentitud de excitación), polarización.

LIBRA: excitación temporal (= lentitud de inhibición), polarización.
ESCORPIO: excitación temporal concentrada, inhibición diferencial (por inducción), composición.
SAGITARIO: excitación temporal (= lentitud de inhibición), totalización.

CAPRICORNIO: inhibición extintora (= velocidad de inhibición), totalización.
ACUARIO: inhibición extintora concentrada, excitación reactiva (por inducción), composición.
PISCIS: inhibición extintora (= velocidad de inhibición), polarización.
 

     Cada signo zodiacal está definido por una forma de excitabilidad y por un principio que ilustra su fase de irradiación. La cualidad de los procesos de excitación y de inhibición se relaciona con la señal astronómica en su conjunto (en la separación media entre los arcos diurno y nocturno); las fases traducen una cierta evolución del proceso (una relación específica entre las duraciones respectivas de los arcos). Este esquema fisiológico legitima en el conjunto los significados atribuidos empíricamente a los signos zodiacales. El zodíaco reflexológico autoriza el establecimiento de una fisio-semiología zodiacal que subsume los diversos estratos semánticos establecidos en el curso de su historia.
    En efecto, la semántica zodiacal de la astrología contemporánea es deudora de uno u otro de estos cuatro "modelos" culturales, todos caducos:
- El zodíaco mitológico, que no tiene sentido ya que los nombres y los mitos atribuidos a las constelaciones zodiacales han sido establecidos mucho antes de la existencia misma del zodíaco, y en un contexto necesariamente "a-zodiacal".
- El zodíaco figurativo, cuyos significados dependen del trazado de las figuras de las constelaciones y de sus emblemas, en estrecha dependencia al primero, y preconizado por las franjas más ignorantes y supersticiosas del medio astrológico.
- El zodíaco elemental, penosamente y tardíamente elaborado, de las asociaciones conexas relacionadas, de naturaleza meteorológica o climática, que no ha podido nunca desembocar en un sistema coherente (cf. supra).
- El zodíaco estacional, a veces estrechamente relacionado al precedente, anteponiendo vagas asociaciones ligadas al ciclo solar, y que no tiene estrictamente ningún sentido para los demás planetas del sistema solar.
     El dispositivo que yo preconizo difiere sensiblemente del imaginado en 1965 por el astrólogo Nicola. [26]  Su lectura, parcial, de Pavlov lo condujo a establecer correspondencias diferentes. Yo he recogido en ciertos textos de este autor, original por otro lado, un cierto número de meteduras de pata que gravan su dispositivo y que, en consecuencia, pesan mucho en la interpretación que da a los signos zodiacales.
1. Nicola ignora los cuatro modos de excitación condicional, todos "asociativos", y sobre todo el reflejo de huella y el reflejo temporal, observados por Pavlov en sus Lecciones: "Pavlov no ha llevado su pensamiento hasta el hecho de distinguir por el nombre cuatro funciones de excitación". [27]  ¡Pues precisamente, sí! [28]
2. Nicola disocia en sus análisis los arcos planetarios diurnos y nocturnos como si no se tratase de un mismo proceso. De ello se deduce una separación facticia entre un polo llamado "fuerte" y un polo llamado "débil" en un análisis del signo, según la toma en consideración de un arco u otro. Ahora bien, la "debilidad" no se debe a un pretendido "polo recesivo" del signo, asimilado al "polo dominante" del signo complementario, sino a la exhacerbación de la sola y única forma de excitabilidad propia al signo considerado. Mientras que un Géminis "débil" no está en inercia de inhibición, a semejanza de un Piscis, sino en exceso de excitación, lo que garantiza la posibilidad de una adaptación creativa según las posibilidades ofrecidas por el entorno. No hay debilidad en sí - Proust según Nicola [29]  - sino una inadaptación, o a veces, una "sobre-adaptación" a las condiciones del entorno.
3. Nicola separa en sus descripciones la movilidad de los procesos y las diferentes formas de reflejo condicionado sin darse cuenta de que se trata de las dos caras de una misma realidad. No entiende que la excitación natural y la velocidad de excitación son un mismo y único fenómemo, así como la inhibición protectora y la lentitud de excitación, la excitación temporal y la lentitud de inhibición, la inhibición extintiva y la velocidad de inhibición. Aquí incluso, la dualización de los materiales reflexológicos conduce a una complejificación superflua de las herramientas analíticas.
4. Finalmente, y sobre todo, Nicola tiene tendencia a identificar la movilidad de los procesos con lo que él llama su "fuerza", de ahí su confusión entre la velocidad y la lentitud de inhibición para los cuartos otoñal e invernal. Los equinoccios permutan la excitación en inhibición, y los solsticios transforman la velocidad en lentitud, como aparece en las curvas de los zodíacos astronómicos (cf. supra). ¿Cómo "lo inhibido vivo" de Nicola (que tiene la capacidad de retractarse rápidamente) podría estar marcado por un modo de la excitación? ¿Cómo "lo inhibido lento", supuestamente invernal, podría ataviarse de inhibición extintiva? Es necesario que la inhibición lenta esté en relación con una función de excitación, la excitación temporal de los otoñales, y que la inhibición rápida esté en relación con una función de inhibición. Nicola acerca con razón la velocidad de inhibición y la función junguiana de "Pensamiento", y la lentitud de inhibición de la función "Intuición", lo que le obliga, según sus correspondencias, a hacer de los Libra, Escorpio y Sagitario, unos "pensadores" y de los invernales unos intuitivos, lo que va al encuentro de la observación astrológica más trivial. [30]
 


[1]  Cf. Hermann Hunger & David Pingree, MUL.APIN. An astronomical compendium in cuneiform, Horn (Autriche), Archiv für Orientforschung 24, 1989, p.144 ; y también Bartel van der Waerden, Science Awakening II: the Birth of Astronomy, 1965; English rev. ed., Leyden, Noordhoff, 1974, p.80. « Texto
[2]  Franz Boll, Sphaera, Leipzig, Teubner, 1903, p.186. « Texto
[3]  Cf. Giovanni Pettinato, La scrittura celeste (La nascita dell'astrologia in Mesopotamia), Milano, Arnoldo Mondadori, 1998, p.96, el informe de Walid Al-Jadir, "Une bibliothèque et ses tablettes", in Archeologia, 224, 1987. Addenda Mars 2002: Esta tabla que acaba de ser publicada (por Wayne Horowitz y F. N. H. Al-Rawi, in Iraq, vol. 63, 2001) concierne a estrellas próximas al zénit (ziqpu), y no a los singos zodiacales. (Gracias a Hermann Hunger por esta preciosa puesta a punto). « Texto
[4]  André Florisoone, "Les origines chaldéennes du zodiaque", Ciel et Terre, 66, 1950, p.263 « Texto
[5]  Cf. mi texto sobre los reyes antediluvianos, http://cura.free.fr/12rois.html « Texto
[6]  Otto Neugebauer, Les Sciences exactes dans l'Antiquité, New York, Dover, 1957; trad. franç. Pierre Souffrin, Actes Sud, 1990, p.137. « Texto
[7]  Cf. Ptolemy, Tetrabiblos, I 18, ed-tr. Frank Robbins, London, William Heinemann, 1940 ; 1956, p.82-87. « Texto
[8]  Cf. Vettius Valens, The Anthology (Book I), trad. Robert Schmidt, Berkeley Springs, Golden Hind Press, 1993, p.7-17 (I. 2) et The Anthology (Book II, Part 1), 1994, p.1-2 (II. 1). « Texto
[9]  Para otro guión posible, cf. mi texto sobre las Ocho Casas, http://cura.free.fr/02domi2.html (nota 21) y http://cura.free.fr/imago/02loci1.gif) « Texto
[10]  Empédocle, in Les Présocratiques, ed. Jean-Paul Dumont, Paris, Gallimard, 1988, p.385 « Texto
[11]  Cf. Raymond Klibansky, Erwin Panofsky & Fritz Saxl, Saturne et la mélancolie, London, 1964, trad. franç., Paris, Gallimard, 1989. « Texto
[12]  Platon, in Oeuvres complètes, trad. franç. Léon Robin, Paris, Gallimard, 1950, p.447. « Texto
[13]  Ptolomeo quien atribuye la humedad a la primavera, el calor al verano, la sequedad al otoño y el frío al invierno, seguiría el esquema elemental "babilonio" (Aire-Fuego-Tierra-Agua) y las atribuciones aristotélicas. (Cf. Ptolemy, Tetrabiblos, ed-tr. Frank Robbins, London, William Heinemann, 1940 ; 1956, p.59). « Texto
[14]  Cf. Aristote, De la génération et de la corruption (II 3), éd-tr. Charles Mugler, Paris, Belles Lettres, 1966, et Émile Bréhier, Chrysippe et l'ancien stoïcisme, Paris, P.U.F., 1951. « Texto
[15]  Eustache Lenoble, Uranie, ou les Tableaux des Philosophes, 1694-1697 ; in Les Oeuvres de Mr Le Noble, Tome XVII, Paris, Pierre Ribou, 1718, p.212; reed. parcial CURA, http://cura.free.fr/docum/10lenob.html « Texto
[16]  Sobre las propiedades meteorológicas de los signos zodiacales, cf. Ptolomeo, II 12 (éd. Alleau), o Ptolemy, Tetrabiblos, II 11, ed-tr. Frank Robbins, London, William Heinemann, 1940 ; 1956, p.200-205. « Texto
[17]  Encontramos este esquema por ejemplo en Wilhelm Hartmann & Friedrich Sieggrün, Die Hamburger Astrologenschuhle, Leipzig, [~1925], p.7. « Texto
[18]  Cf. por ejemplo Darrelyn Gunzburg (dir.): Under Capricorn (An anthology of Australian astrology), Welland, Federation of Australian Astrologers, 1989, y José Garaña, Caracteres y destinos según la astrología magistral, Buenos Aires, Kier, 1946. « Texto
[19]  Géminos, Introduction aux phénomènes, VI 29-33, éd-tr. Germaine Aujac, Paris, Belles Lettres, 1975 « Texto
[20]  El zodíaco local de los arcos diurnos y nocturnos no acaba con el problema de las cartas levantadas para los nacimientos en el hemisferio Sur, o exactemente en el ecuador. En efecto, a 4000 metros de altitud, en la capital boliviana de La Paz, es, en el mes de agosto, el pleno invierno, rudo y glacial. Si la interpretación astrológica según el zodíaco solar estacional llega a ser caduca, queda por justificar la inversión de los efectos de los valores positivo o negativo de los arcos bajo el ecuador. Los astrólogos del Renacimiento se planteaban ya este problema, como Christopher Heydon, o incluso el mejicano Enrico Martínez (~1555-1632) que se pregunta sobre la aplicación del zodíaco solar estacional en las regiones australes, por el hecho de la inversión de las estaciones en el hemisferio Sur (in Repertorio de los tiempos, México, 1606, p.24-25). « Texto
[21]  Jean-Pierre Nicola, La condition solaire, Paris, Éditions Traditionnelles, 1965; 1976, p.38. « Texto
[22]  Cf. por ejemplo, la repartición categorial de los autores griegos en la obra de Philippe Brunet, profesor de griego en la universidad de Tours y lector de mis "Décadas filosofales": in La Naissance de la littérature dans la Grèce ancienne, Paris, Librairie Générale Française (Livre de Poche), 1997, p.192. « Texto
[23]  Cf. mi texto: Corrélations physiologiques: La Réflexologie de Pavlov, http://cura.free.fr/16pavlov.html (Janv. 2002). « Texto
[24]  Cf. la continuación de mi tesis : "La carta natal". « Texto
[25]  El agrupamiento ternario de los signos zodiacales (equinocciales, medianos, solsticiales) completa y aclara su reagrupamiento ternario clásico (cardinales, fijos, mutables): en efecto son los signos cardinales los que "introducen" los cuartos y las formas de excitabilidad que les están ligadas. « Texto
[26]  Comparemos con el esquema de Nicola (in Pour une astrologie moderne, Paris, Le Seuil, 1977, p.121-122). Principales divergencias subrayadas.
ARIES : excitación natural, velocidad de excitación, sentido de los contrarios.
TAURO : excitación natural concentrada (velocidad de excitación), inhibición natural (por inducción), sentido de composición.
GEMINIS : excitación natural, velocidad de excitación, sentido de síntesis.
CÁNCER : inhibición de protección, lentitud de excitación, sentido de síntesis.
LEO : inhibición protectora concentrada, lentitud de excitación, excitación desbloqueo (por inducción), sentido de composición.
VIRGO : inhibición de protección. Lentitud de excitación, sentido de los contrarios.
LIBRA : excitación asociativa, velocidad de inhibición, sentido de los contrarios.
ESCORPIO : excitación asociativa concentrada (velocidad de inhibición, inhibición diferencial (por inducción), sentido de composición.
SAGITARIO : excitación asociativa, velocidad de inhibición, sentido de síntesis.
CAPRICORNIO : inhibición extintora, lentitud de inhibición, sentido de síntesis.
ACUARIO : inhibición extintora concentrada (lentitud de inhibición), excitación re-creadora (por inducción), sentido de composición.
PISCIS : inhibición extintora, lentitud de inhibición, sentido de los contrarios. « Texto

[27]  Jean-Pierre Nicola, La condition solaire, [Op. cit.], p.47. « Texto
[28]  Lo sorprendente no es tanto la ignorancia de Nicola para algunos textos, es cierto, bastante poco accesibles para quien no frecuenta las bibliotecas de investigación, ni su obstinación en rechazar el conocerlos, a pesar de varias advertencias por mi parte, ni incluso el menor interés por la investigación argumentada y la ausencia de probidad intelectual, comunes en los medios astrológicos, de algunos feligreses formados en la jerga condicionalista después de treinta años, sino su desinterés por la reflexología en sí, dicho de otro modo, por materiales que tienen como vocación el cuestionar al menos el "condicionalismo" (si no es la astrología), si tanto es que este modelo zodiacal puede acceder a algún futuro. « Texto
[29]  "Tipo inadaptado de Cáncer, marcado igualmente por el egocentrismo, la rumiación del pasado, la actividad diferenciadora cortada de lo real objetivo, el estilo sobreimpresionista, la sestereotipia." (in La condition solaire, [Op. cit.], p.121). ¡Todo un programa de exégesis del Tiempo perdido en resumen!... « Texto
[30]  El astrólogo está de hecho cogido en la trampa por la tipología junguiana que opone el Pensamiento al Sentimiento y la Intuición a la Sensación, según una simetría central, donde se reproducen las oposiciones por una simetría axial. Pero nada permite afirmar que la cuadripartición junguiana sea fundada, de otro modo que por la idiosincrasia de su autor (cf. la continuación de mi tesis: "Análisis comparativo de diversas tipologías 'para-astrológicas' "). « Texto



 http://cura.free.fr/esp/20avatar.html