sábado, 25 de octubre de 2014

Retorno a las estrellas ( segunda parte ). Por Rafael Gil Brand.











RETORNO A LAS ESTRELLAS
Por Rafael Gil Brand
SEGUNDA PARTE

En primera parte de este artículo he expuesto una serie de argumentos a favor del zodiaco sidéreo. Tomé como punto de partida el hecho de que el sistema astrológico fue concebido en una época en que los astrólogos utilizaban un zodiaco sidéreo, cosa que siguen haciendo los hindúes, cuya astrología a su vez está directamente filiada en la tradición caldeo-helénica. Expuse también cómo la astrología occidental de los últimos siglos ha ido diluyendo el papel estructurante que tenía el zodiaco en su origen, sobre todo el papel de las dignidades planetarias. En la última parte del artículo ofrecí una breve interpretación de algunos factores marcantes en los horóscopos (calculados con el zodiaco sidéreo) de tres personajes bien conocidos; en definitiva lo que más justifica la utilización del zodiaco sidéreo es el alto grado de predictibilidad que se alcanza en la práctica. En esta segunda parte quisiera plantear la cuestión de los zodiacos tropical y sideral desde un punto de vista más teórico, y en conexión con el simbolismo de las tradiciones sagradas.

El zodiaco tropical y sus limitaciones

El zodiaco tropical tiene la ventaja de poder definirse de una manera unívoca y precisa. Podemos calcular con exactitud la posición del punto vernal, y éste además tiene que ver con un fenómeno bien conocido: marca, junto con los solsticios, las cuartas del año. Este es uno de los argumentos principales que suelen esgrimirse a favor del zodiaco tropical. Y al relacionar el zodiaco con fuerzas naturales observables, parece tener cierta justificación científica. Pero a la hora de explicar el esquema y la simbología zodiacal con ayuda de las estaciones anuales, empiezan los problemas.
Juan Kepler (siglo 17) en su día escribió: “No hay nada más indignante  que la casi exclusiva preocupación de ciertos astrólogos por repartir los doce domicilios entre los siete planetas, con credulidad infantil y sin ningún razonamiento o método científico, e idear regencias y cambios momentáneos de poder, como si nos encontraramos en la vida política humana; de ahí proviene toda magia y superstición astrológica. Concederemos que en algunos casos la probabilidad apoya esta división – como en el caso de Saturno, al que se le adjudican los signos hiemales. … pero en casos como Júpiter en seguida se demuestra el sinsentido.” (1)
A continuación nos remite al astrólogo suebo Juan Stöffler (maestro de Melanchton y de Schöner, uno de los editores de Copernico), que “rebatió esta parte de la astrología con los métodos de la ciencia” en 1523, y a Pico de la Mirandola, que refutó la astrología en su totalidad en sus “Disputationes aduersus Astrologiam” (Boloña 1495).
En la interpretación que a sus 26 años hace del propio horóscopo, Kepler no menciona en ningún momento los signos, ni siquiera el signo ascendente. Toda la interpretación se basa en los aspectos y en las posiciones domales. En el famoso análisis que hace del horóscopo de Wallenstein (1608) demuestra conocer como se determina al regente natal o almuten de la carta según “la mayoría de los astrólogos” (basándose en las dignidades en el Ascendente, el Sol y la Luna), pero deja claro: “tampoco le doy mucho crédito”. Kepler y otros astrólogos críticos de su época trazan una vía muy extendida en la astrología occidental moderna, que pone énfasis en los aspectos o armónicos, puntos medios etc., y en las posiciones domales (sobre todo angulares) de los planetas, y tiende a ignorar las dignidades planetarias, y en algunos casos los signos en general.
Kepler en realidad es muy consecuente, si se tiene en cuenta que su argumentación viene condicionada por las premisas de la física aristotélica y por la visión ptolemaica de la astrología. Claudio Ptolomeo relacionaba el influjo astral con las cualidades primitivas de la filosofía natural aristotélica (cosa que no encontramos en Doroteo o en Vettius Valens). La astrología ptolemaica de hecho es muy „meteorológica“ – y muy causalista. Y también Kepler se interesó mucho por los efectos meteorológicos de las configuraciones planetarias, aunque su explicación de tales influjos fuera más elaborada. Pero no puede seguir la justificación que da Ptolomeo de los domicilios.
La manera ptolemaica de entender el efecto astrológico como influjo cuasi-físico - idea que ha prevalecido en la Europa cristiana – nos lleva a un callejón sin salida: no creo que sea posible explicar meramente en base a fuerzas físicas el significado astrológico de un planeta (del mismo modo que la reacción bioquímica en el cerebro nunca nos revelará el contenido de conciencia que acompaña). El dato físico es un indicador, todo lo más un substrato, pero no explica el fenómeno de conciencia que augura. Aparte de esto es posible que Kepler – que por lo demás era un defensor de la astrología – empezara a darse cuenta de que las dignidades planetarias no funcionan satisfactoriamente.
Pero aun si aceptamos – al margen de las dignidades planetarias - la simbología zodiacal como reflejo del ciclo estacional, se nos presenta otro problema: en el hemisferio Sur las estaciones son contrarias a las del hemisferio Norte. ¿Es entonces el Aries argentino un Libra? ¿Si salgo de viaje en avión con Júpiter en Cáncer, en el momento de cruzar el ecuador se invierten los signos, y llego con Júpiter en Capricornio? A este problema hay que sumarle que en latitudes tropicales no encontramos la secuencia estacional a la que estamos acostumbrados los europeos – incluidos los antiguos griegos.
Vemos que el intento de justificar los signos zodiacales y sus domicilios en base a las estaciones del año nos lleva a contradicciones de difícil solución. ¿Pero es esto razón suficiente para abandonar totalmente la teoría de los domicilios planetarios, como hacían Stöffler y Kepler y han seguido haciendo muchos astrólogos hasta hoy en día? Desde luego resulta coherente atribuirle a los equinoccios y solsticios un significado astrológico, en tanto que indican momentos críticos en el ciclo de revolución solar. Es indudable que el tránsito del Sol y de otros planetas por estos puntos es de suma importancia, sobre todo para cuestiones de astrología mundial. Se ha podido constatar sin ir más lejos el 11 de Septiembre de 2001, cuando Marte y la Cola del Dragón transitaban el soslsticio de invierno, y en exacta oposición al eclipse solar previo. Y también la conjunción Urano-Neptuno de 1821 a 3° del solsticio marcó con la revolución industrial un cambio con consecuencias sin parangón para la humanidad (e incluso para el planeta, como nos descuidemos) (2).
El que estos puntos definan una especie de campo energético descriptivo de la relación Tierra-Sol es una idea que no debemos de abandonar. La cuestión es si este campo es el que originalmente plasmaron los astrólogos en el simbolismo zodiacal, y si este concepto permite explicar los domicilios planetarios y demás dignidades. ¿No se tratará más bien de un campo de tipo zodiacal, pero de naturaleza diferente del zodiaco (sideral) propiamente dicho al que se refiere originalmente la tradición?
La opinión de Kepler me parece consecuente también por otra razón. Al fin y al cabo Kepler era un defensor del heliocentrismo. Aunque no sea cierto lo que pretenden algunos detractores de nuestra ciencia al decir que la astrología se volvió obsoleta con la revolución copernicana, en el caso específico del zodiaco el heliocentrismo tiene implicaciones importantes. La visión geocéntrica concebía el zodiaco (tropical) como primum mobile, como última esfera incluyente, dentro de la cual se movían la esfera de las estrellas fijas (praecessionis motu) y las esferas planetarias, y la cual transmitía a estas esferas inferiores su movimiento diurno. La astrología occidental ha heredado el zodiaco tropical en conexión con esta visión geocéntrica del universo. Esta última esfera se pensaba movida por Dios, creador del Universo.
Paradójicamente esta idea del zodiaco tropical tal y como lo concebían Ptolomeo y los astrólogos medievales no es compatible con el heliocentrismo. Porque ahora el punto vernal y el comienzo del ciclo anual resulta ser una función del movimiento de tanslación de la Tierra alrededor del Sol. El zodiaco deja de ser entonces la esfera referencial que incluye el movimiento de los demás planetas. Deja de guardar una relación con las eferas u órbitas planetarias. Y no creo que sea casualidad que los dos últimos gigantes de la astrología del siglo 17, Morin de Villefranche y Plácido de Titis, que hicieron un último esfuerzo heróico por explicar la astrología clásica racionalmente y en concordancia con las premisas aristotélicas y ptolemáicas, fueran defensores del geocentrismo. No olvidemos que fue en gran parte el legado de estos autores – junto con el más pragmático William Lilly, sin duda - el que sirvió de referencia para el renacimiento de la astrología en el siglo 19. Astrólogos heliocentristas como Juan Kepler o Abdias Trew (siglo 17) (3) pusieron en duda el zodiaco (no la astrología en su conjunto).

Mitos cosmogónicos

La idea del cielo estrellado como una matriz envolvente es muy antigua, y tiene un carácter arquetípico muy profundo. Tenemos por ejemplo a la diosa egipcia Nut – personificación del cielo nocturno – que era representada como bóveda estrellada en forma de mujer, o a veces en forma de vaca de cuyos odres surgía la Via Láctea. Se representaba en el interior de los sarcófagos con brazos abiertos, dispuesta a recibir al difunto faraón, que se consideraba su hijo y acompañante, a su vez personificación del Sol. Esta diosa está relacionada con la antigua divinidad Neter o Netri, que algunos traducen directamente por “Dios”, y que se considera la representación de una divinidad suprema o primordial entre los egipcios. Otros traducen el nombre por “océano divino”, ya que representaba el océano uterino primordial del que emanarían todas las formas de vida. Es la misma idea que encontramos en la Prakriti hindú. El vocablo neter podía además designar diosas del destino encargadas de crear las condiciones de vida de los hombres.
Según el mito esta Gran Madre engendró al Sol, el cual muere cada día volviendo a su seno – estableciéndose una interesante analogía entre el océano terrestre y las aguas cósmicas. Encontramos analogías con la Tiamat sumera – acompañante de Absu, el dios primordial, y personificación de la materia y el caos primigenios – o mismamente con las “aguas” sobre las que aleteaba el espíritu de Dios al inicio del relato bíblico. En el mito caldeo, cuando al comienzo de la creación regían Ab-Su y Tiamat con su hijo Mummu - “nacido intemporalmente” - dice el texto que “destino y fortuna les eran ajenos”. Una vez que Marduk vence a Tiamat y ordena el universo, “midió el cuerpo de Ab-Su y fundó a su imagen y semejanza a Esharra, la casa del Universo …y puso las tablas del destino en su pecho” (epopeya de Gilgamesh).
Neter o nether está emparentada con los vocablos “natura” y “nutrir”. De la palabra egipcia nu – significando “océano primigenio” - se deriva la hebrea nun, que quiere decir “pez”. En el alfabeto hebreo la letra nun sigue a mem, significadora de “mar”, y una de las tres letras madres (junto con alef y shin). En griego delfos significa tanto “pez” como “seno”, y es sabido que antes de su usurpación por el nuevo dios (solar) Apolo el oráculo de Delfos pertencía a Temis, la diosa de las leyes eternas, emparentada con la Tiamat caldea.
En la cultura griega nos encontramos con las tres Moiras o Parcas - Átropos, Cloto y Lachesis – que regulaban la duración de la vida y el destino. Según  la genealogía, se consideraban hijas de Zeus y Temis, o bien directamente de la Noche. Esta última versión las hace pertenecer pues a la primera generación divina. Se trata de una de las muchas variantes de la triple Gran Madre, y es una figura que aparece en muchas culturas, como por ejemplo las hadas (palabra conectada con fatum) madrinas, que visitan al recién nacido para depararle su destino.
Una de las representaciones más extendidas de la Virgen María es precisamente con un manto estrellado. De hecho todas estas conexiones mitológicas se funden en la historia del nacimiento de Jesucristo, otro dios solar que la Gran Madre engendró por mediación del espíritu divino. El símbolo de la Virgen de hecho nos remite a un estado primordial.
No olvidemos en este contexto que Jesucristo es considerado una encarnación del Hombre primordial, del Adam Kadmon, el Maha Purusha de la cosmogonía hindú. Este Hombre Cósmico se considera representado precisamente en la banda zodiacal. Es el arquetipo del ser humano en el que se basa la melotesia astral.
En el zodiaco la simbología del pez y del agua cósmica la encontramos precisamente en los signos de Capricornio (cuya cola de pez forma la segunda parte del signo) y Acuario, regidos por Saturno, la última esfera planetaria, la más “cercana” al cielo estrellado. Ambos signos se hallan en el extemo del eje sobre el que se ordenan los domicilios planetarios. En la cábala hebrea la esfera Binah (Entendimiento), cuya representación en el Mundo temporal (Assiah) es Saturno, se relaciona con la Madre celestial y con el oceano primordial o cósmico (ver dib.6).
                                                           
                                                                                                          Dib. 6

La Madre reina sobre el nacimiento y la muerte, es el principio divino que crea la temporalidad. La sefirah complementaria de Binah, es decir Chokmah (Sabiduría), es representada en el Mundo por el zodiaco. Pero el árbol cabalístico solo conoce un zodiaco, mientras que la sefirah suprema Kether (Corona) podría relacionarse con el centro galáctico, patrón, en un nivel sistémico superior, del principio solar representado en Tifareth, la siguiente sefirah del pilar central. De hecho para muchos cabalistas modernos el atributo de Kether en Assiah es el primum mobile, pero no en el sentido antiguo, sino en el de “poder primordial y final…la nebulosa que se convirtió en polvo cósmico del que provenimos…” (4) En Kether todavía no se ha expresado el movimiento cíclico, que aparece prefigurado en Chokmah, cuyo coro de ángeles se denomina Aufanim, que suele traducirse por “ruedas”. La raíz Auf significa “rodear, circundar”.
En el mito de Gilgamesch la entrada en Acuario viene simbolizada por su encuentro con Utnapishtim, el Noé sumerio, que por fin le revelará el secreto de la vida eterna. El paso de Capricornio a Acuario simboliza un momento crítico en la evolución del alma, en el que superan las ataduras del ego, transcendiendo la existencia temporal (Saturno es el rey de la Edad de Oro), o se vuelve a iniciar un ciclo de encarnación.

Sistema Solar y Via Láctea

Todas estas imágenes arquetípicas son muy sugerentes. A mi entender describen simbólicamente algo que de hecho es corroborado por la ciencia moderna: El Sol con su sistema planetario forma parte de nuestra galaxia, la Vía Láctea, y literalmente puede decirse que ha sido creado, ha emanado de su seno. El cielo que percibimos cada noche, con sus estrellas fijas, no es otra cosa que esa Vía Láctea, verdadera matriz del sistema solar al que pertenecemos. Y - aunque no sepamos exáctamente cómo – parece lógico pensar que exista una conexión entre los diversos constituyentes del sistema solar y la Vía Láctea de cuyo seno ha surgido.
Una de las diosas egipcias emparentadas con Nut o Neter es Hator (Hat-Hor = casa o seno de Horus). Se consideraba también Madre de los dioses y los reyes. Pero según algunas fuentes había siete Hatores, las siete comadronas que asisten al nacimiento de las esferas planetarias.
Desde un punto de vista sistémico la Tierra – o mejor dicho el sistema Tierra-Luna – pertenece al sistema solar, pero éste en su conjunto pertenece al sistema galáctico. Esto viene magníficamente representado en el pilar central del árbol cabalísitico. Cada sefirah representa un nivel sistémico diferente: Kether al centro galáctico, Tifereth al Sol, Yesod a la Luna, y por último Malkuth a la Tierra.
La percepción del cielo estrellado – es decir la galaxia – como lugar en el que viven y se desenvuelven los dioses planetarios, y del que en última instancia son “hijos”, sucesores y representantes, es muy natural, y puede rastrearse hasta los orígenes de la Historia. Creo que, precisamente como astrólogos, deberíamos de tener muy en consideración estos mitos y analogías, ya que velan un conocimiento muy profundo de la cosmogénesis. La simbología planetaria bien puede concebirse como ligada a las diversas partes del zodiaco, aquella matriz en la que están prefiguradas todas las formas de vida (el círculo de imágenes – zodion - de animales en el cielo).
El zodiaco sidéreo mantiene en el heliocentrismo la cualidad original de esfera envolvente: es el espacio estelar que circunda al sistema solar, dividido en aquellos 12 „campos“ arquetípicos que llamamos signos zodiacales. Los planetas pueden concebirse como moviéndose en esta matriz, habitando en los diferentes signos, sus „casas“. Estos signos no dependen del movimiento terrestre, sino que pueden concebirse como representación o codificación del medio que circunda al sistema solar, aunque no tengamos claro a qué se debe la orientación específica de la banda zodiacal (5). Desde un punto de vista sistémico la Vía Láctea forma el nivel superior al sistema solar. Este ha sido engendrado por las fuerzas de la galaxia.


Las estrellas, la Luna y el calendario

Hemos visto que en la mitología se asocia una y otra vez el océano con el cielo estrellado, o con el “abismo” de cuyo seno surgen las estructuras del cosmos. En el Génesis Elohim crea “el firmamento entre las aguas, que separe las unas de las otras” en el segundo día de la creación. Por otro lado, el agua elemental y los mares se asocian con la Luna, símbolo astrológico de la madre por excelencia. En la Tierra, la vida ha surgido de un mar primigenio, y el ciclo lunar está íntimamente conectado con la reproducción y gestación de la  vida. Tenemos aqui una clara analogía según el axioma hermético: así como la vida en la tierra ha surgido del océano, los sistemas solares – las formas de vida cósmicas – han surgido de la gran nebulosa protogaláctica, el océano cósmico. Si mantenemos la idea de niveles sistémicos o de esferas, vemos que la esfera de la Luna es a la Tierra lo que la esfera de las estrellas – la galaxia – es al sistema solar. Y los planetas (con la Tierra) son al Sol lo que las estrellas fijas (con el Sol) al centro galáctico.
El zodiaco siempre se ha considerado una representación del microcosmos, sea el hombre propiamente dicho, o la diversidad de los seres vivos, o las diferentes regiones de la Tierra. Hemos visto que de las divinidades relacionadas con el cielo nocturno y con el caos primordial habían emanado las formas de vida. Ahora bien, según el axioma hermético la vida en la Tierra sería un reflejo de las formas arquetípicas plasmadas en el cielo. El zodiaco en cierto modo es el patrón que, vitalizado y mediatizado por el Sol y los planetas, se refleja en las diversas formas de vida en nuestro mundo. En el simbolismo astrológico es la Luna, última esfera inmediatamente superior a la Tierra, la que representa la gestación y reproducción de las formas y vivencias concretas. Encontramos en el simbolimo tradicional dos aspectos de la Madre: la Madre cósmica, relacionada con la bóveda celeste, y el aspecto Tierra (Gaia), o Tierra-Luna, que astronómicamente forman una unidad.
El cielo nocturno con sus estrellas siempre se ha relacionado con la Luna, ya que de día no vemos estrellas. Los primeros calendarios también fueron lunares, y posiblemente el sistema de 27 (o 28, según la tradición) casas lunares sea más antiguo que el zodiaco de doce signos. La división en 27 mansiones o nakshatras – muy importante en la astrología védica - surge del movimiento de la Luna dia a día en el curso de una revolución (de 27,3 días de duración). Pero también la división en doce signos debió de surgir de la observación de la Luna llena un mes tras otro.
Las tres divisiones más importantes del círculo representan los números „ideales“ o armónicos más próximos a los tres ritmos básicos del cosmos: el grado corresponde al movimiento del Sol en un día (365,25 días -> 360 grados), la mansión al movimiento de la Luna en un día (27,3 días -> 27 mansiones), el signo al movimiento del Sol en un mes (12,3 sínodos Sol-Luna de 29,5 días -> 12 signos). La estructura que para nosotros toma esa matriz cósmica evidemente tiene que ser la de los ciclos que crean los niveles sistémicos inferiores (día, mes, año). El devenir (tiempo, perceptible y medible a tavés de los tres centros sistémicos) va recreando los arquetipos o potencialidades existentes en la Galaxia.
El zodiaco sidéreo, tal y como se concibe por ejemplo en la astrología védica o hindú, divide el círculo según estos tres ritmos, partiendo de un punto común (en cierto modo tres, pues coinciden siempre en la transición de signos de agua a signos de fuego). Más allá de esto la astrología védica utiliza varias divisiones de los signos en unidades menores. La conexión entre las 27 mansiones (de 13°20’ cada una) y los signos (de 30°) la establece la división en 9 partes de un signo, llamada navamsa (3°20’). A partir de las posiciones planetarias y del ascendente en los navamsas se calcula la carta divisional más importante después del radical.
Una mansión lunar o nakshatra está formada por cuatro navamsas (llamados padas), nueve navamsas hacen un signo, y 108 Navamsas hacen el Zodiaco completo. 108 son los años mayores de la Luna en la tradición helénica, mientras que 120 son los años del Sol – un trígono incluye 120 grados, y nueve nakshatras (existe una relación numérica entre los años del Sol y la Luna y los de los restantes planetas según la tradición helénica, en que no puedo profundizar aqui).
El zodiaco sidéreo forma pues el transfondo sobre el cual se codifican estos ritmos y armonías, así como los demás ritmos planetarios, que en sí mismos son independientes del ciclo anual.

El problema del Ayanamsa

Ahora bien, se plantea la cuestión, ciertamente difícil, de porqué está orientado el zodiaco sidéreo del modo en que lo está. Por lo pronto la posición de las mansiones lunares y de los signos nos viene transmitida desde antiguo – las constelaciones del zodiaco pueden remontarse a la época sumeria, y las mansiones lunares ya vienen citadas en los textos védicos más antiguos.
Los antiguos utilizaban estrellas fijas como puntos fiduciales: los caldeos parece que definieron a Aldebarán (o el eje Aldebarán-Antares, en exacta oposición) como centro del signo de Tauro, y los hindúes, según las fuentes, a la estrella Revati como principio de Aries, o a Spica como 0° Libra. En esta última definición se basa Lahiri, cuyo ayanamsa fue aceptado oficialmente por el Gobierno hindú. Existen también cálculos basados en la doctrina de las eras cósmicas (Manvantaras, Kalpas y Yugas) en los que no me voy a detener aqui.
Ahora bien, el que los antiguos utilizaran estrellas fijas para definir la posición de los signos etc. no significa que vieran en cada caso a tal estrella como un factor cósmico especial. Más bien se trataba de marcas en el cielo,
utilizadas para poder ubicar el zodiaco con facilidad. Tenían una función práctica.
La mayoría de los ayanamsas que se utilizan hoy en día en la astrología hindú y en la astrología sidérea occidental difieren entre sí en unos tres grados como máximo. Los más extendidos son los siguientes en orden de magnitud:
1. Cyril Fagan, basándose en el zodiaco de los caldeos, según el cual Aldebarán estaría a 15 grados de Tauro, establece un ayanamsa que, ligeramente corregido por Garth Allen, es de 0° en 221 d.C. Para el año 2000 el ayanamsa asciende a 24°45’.
2. El ayanamsa de Lahiri asciende a 23°51’ para el año 2000. El año cero, en que coincidiría el punto vernal con cero Aries, es 293 d.C.
3. B.V.Raman postula otro ayanamsa, muy extendido también entre los hindúes, de 22°26’ para el año 2000. El año cero fue el 394 d.C. Muchos consideran este ayanamsa como el más exacto a la hora de hacer predicciones.
4. El astrólogo hindú J.N.Bhasin propone un ayanamsa que se difernencia en 1°07' del de Lahiri: Para el año 2000 su valor es 22°45', y el correspondiente año cero sería el 371 d.C. Aunque está menos extendido lo menciono aquí por considerarlo el más exacto en la práctica astrológica.
Existe un ayanamsa que se funda en el Suryasiddhanta, obra astronómica del siglo 5/6 d.C. Fué adoptado por los astrólogos sasánidas y árabes, y postula como año cero 498 d.C. El ayanamsa para el año 2000 ascendería a 20°58’. El famoso astrólogo inglés Sepharial también adoptó este Ayanamsa en sus estudios sobre astrología hindú, pero hoy en día muy pocos siguen esta teoría.
Quisiera dejar claro que el hecho de que no exista un consenso referente al Ayanamsa no implica que el zodiaco sidéreo sea en sí una falacia. Existe un zodiaco (de 12 signos y de 27 mansiones) que en la práctica funciona muy bien, aunque no sepamos exáctamente en qué se basa. Si el hecho de existir diferentes ayanamsas fuera razón suficiente para descartar el zodiaco sidéreo, el lector debería tirar inmediatamente a la basura el sistema domal con el que está trabajando!


Una conjetura operativa

Si el zodiaco refleja un campo energético galáctico, ritmificado por los ciclos más importantes de los tres sistemas inferiores – año (revolución solar), mes (revolución lunar), día (revolución axial) – parece consecuente buscar el punto referencial o fiducial de tal zodiaco en la estructura de la galaxia, o en su conexión con el plano del sistema solar.
De entre las estructuras galácticas que a mi juicio podrían definir el zodiaco tenemos (doy los datos en coordinadas tropicales, para poder compararlas, y para el año 2000):
1. el centro galáctico (CG) a 26°54’ Sg y a 3°45’ de latitud ecliptica.
2. el punto de intersección entre la eclíptica y el ecuador galáctico (E/EG), a 29°58’ Sg.
Ambos puntos se hallan cerca uno de otro, en los primeros grados del signo de Sagitario sideral. El hecho de que el solsticio de invierno esté precesando en nuestros días por el punto E/EG creo que es muy significativo desde un punto de vista astro-mundial.
De estos dos puntos, me inclino por el punto de intersección E/EG como punto fiducial del zodiaco sidéreo, ya que guarda analogía con otros factores de primera importancia en astrología: el ascendente (intersección horizonte/eclíptica), el punto vernal (intersección ecuador/eclíptica) y los nodos lunares (intersección órbita lunar/eclíptica). La cuestión podría quedar zanjada, si pudiéramos adoptar este punto como cero grados del signo de Sagitario. Pero lo cierto es que esto se desviaría demasiado de los ayanamsas que los expertos consideran (a mi juicio con razón) que “funcionan” mejor – me refiero en primer lugar a los ayanamsas de Lahiri y Raman, así como otros valores utilizados por astrólogos védicos, y que suelen estar entre estos dos.
Lo que sigue es una conjetura mía que no considero concluyente, pero que cuadra muy bien con los resultados prácticos al analizar horóscopos en detalle. Es un intento de casar el dato astronómico con la ubicación tradicional del zodiaco y la experiencia práctica, y por el momento la considero meramente una hipótesis de trabajo.
Desde un punto de vista geocéntrico (o heliocéntrico, en este caso da igual), la Via Láctea y el ecuador galáctico ascienden por Géminis (sideral) y descienden por Sagitario. Se trata de un movimiento muy lento, originado por la revolución del Sol alrededor del centro galáctico en unos 240 millones de años. Tal vez sea significativo que la aparición del hombre sobre la Tierra hace unos 3 o 4 millones de años coincidiera con el cruce del centro galáctico por la eclíptica. Pero esto ya sería paleontoastrología…
En textos árabes encontramos a veces la indicación de que la Cabeza del Dragón (nodo lunar ascendente) se exalta a 3° de Géminis, y la Cola del Dragón a 3° de Sagitario. ¿Podría esto guardar relación con la zona en que cruza la Vía Láctea la eclíptica? Lo cierto es que las mansiones lunares hindúes se reparten entre los siete planetas y los dos nodos, de tal manera que el nakshatra que comienza a 0° de Sagitario (sideral) – Moola - es regido por la Cola (Ketu), y el nakshatra que comienza a 6°40’ de Géminis – Ardra - es regido por la Cabeza (Rahu; ver dib.7). He aqui dos tradiciones muy parecidas, y ciertamente sugerentes, dada la analogía entre los nodos y la intersección E/EG, y la implicación de las dos luminarias (niveles sistémicos mediadores entre Galaxia/zodiaco y Tierra) en el fenómeno de los eclipses.
                                                      
                                                                                                  Dib. 7
 
Se consigue un grado alto de coincidencia con los ayanamsas arriba citados, si se considera al punto E/EG como centro del nakshatra Moola, a 6°40’ de Sagitario. El punto opuesto - punto de intersección ascendente – definiría el comienzo de la mansión lunar Ardra, a 6°40’ de Géminis. El ayanamsa para el año 2000 sería de 23°18’21’’, y el año cero sería el 332 d.C. Por cierto, Moola en sánscrito significa “raiz”.
El hecho de tomar el centro de la mansión Moola – primer nakshatra de un signo de fuego, y por tanto de una de las tres series de nueve – y no el comienzo, tiene su paralelismo: los caldeos consideraban al equinoccio de primavera como dia 15 del mes Nissan, es decir en el centro de su división duodenaria del año, y hemos visto que tomaban Aldebarán como centro del signo de Tauro. Los hindúes utilizan a veces las cúspides del sistema de Porfirio como centro de las respectivas casas, y los centros de los signos zodiacales son considerados los lugares en que los planetas adquieren más fuerza, mientras los últimos y primeros grados son débiles (sobre todo el último grado de un signo resulta ser muy crítico).
Se trata de elucubraciones no concluyentes. Este ayanamsa a mi juicio funciona mejor que el de Lahiri, pero en la páctica prefiero utilizar el ayanamsa de Bhasin, por obtener con éste los resultados más exactos (6). Creo que es demasiado pronto como para sacar conclusiones definitivas, y debemos seguir estudiando las posibles relaciones entre los factores más importantes de la galaxia (o del cosmos en su conjunto) y las estructuras zodiacales transmitidas por los caldeos y los hindúes.

Naturaleza y significado del zodiaco tropical

Una vez aclarado en lo posible el carácter y la orientación del zodiaco sideral, se plantea la pregunta de cual es entonces el significado del zodiaco tropical.
Desde la visión heliocéntrica el zodiaco tropical habría que entenderlo como un campo energético terrestre. Imaginemos que estamos situados sobre el polo Norte y nos „identificamos“ con el eje terrestre (dib.8). El ecuador sería el horizonte de la Tierra, que corta la eclíptica en los dos puntos equinocciales, de manera que los puntos cero Aries/Libra tropicales formarían el eje ascendente-descendente. En el curso de un año (para el polo norte análogo a un día), el Sol saldría por el horizonte en el equinoccio de primavera, culminaría en el solsticio de verano, y se pondría en el equinoccio de otoño.
                                                            
                                                                                   Dib. 8
Alfred Witte, fundador de la famosa escuela de Hamburgo, en consecuencia llama al zodiaco „casas de la tierra“. En 1922 escribe: „La influencia de los planetas sobre el cuerpo de la Tierra es causada por la posición de los planetas con respecto al plano meridional de la Tierra, Cáncer-Capricornio… 0° de Cáncer es el punto de intersección del meridiano terrestre con la eclíptica...“ y más abajo: „El horóscopo de la Tierra es pues determinante para la humanidad en conjunto.“ (7) Una de las consecuencias que saca Witte para la interpretación es que “si los planetas el 22 de Diciembre (solsticio de invierno) se hallan en aspecto (la escuela de Hamburgo utiliza solo aspectos en el orbe de un grado) con los planetas radicales, el suceso indicado ocurre con otras personas, ya que la radiación sobre la Tierra el 22 de Diciembre abarca a toda la humanidad” Al menos esto sería válido – puntualiza – para el hemisferio norte. En otro artículo Witte nos introduce en el tema del horóscopo terrestre con las palabras: “la configuración planetaria del momento actúa siempre como si la persona que sufre el suceso fuera el único poblador de la Tierra, o mejor, como si fuera propietario único del cuerpo terrestre.”
Los signos tropicales según esta concepción son „casas de la Tierra“, y guardan analogía con las casas individuales del horóscopo, más que con los signos zodiacales sidéreos (que por lo demás no admite la escuela de Hamburgo). El zodiaco tropical u horóscopo terrestre puede considerarse un sistema de casas referentes al colectivo humano en conjunto, pero el sistema de dignidades del cual se deriva el significado arquetípico de los signos, carece de conexión con este sistema. Alfred Witte y sus seguidores de hecho no trabajan con las dignidades. Pero sí valoran el punto vernal y los demás puntos cardinales como factores independientes, susceptibles incluso de ser dirigidos en una carta natal (podría planetearse aqui la pregunta: con respecto a qué transfondo?). Eso sí, a partir de su análisis sobre la naturaleza de las casas terrestres concluye que el signo de Libra corresponde a la casa primera, el signo de Escorpio a la casa segunda etc. No voy a entrar ahora en esta cuestión.
Estas ideas de Witte, a mi juicio muy sugerentes, se corresponden en cierto modo con lo que dice la doctrina de las eras zodiacales en la astrología occidental: el punto vernal se considera como un indicador del colectivo humano, cuyo „carácter“ se plasma en los diferentes mitos, religiones y formas de cultura de cada época. Pero esta presunta influencia sobre la evolución de la cultura humana se atribuye a un zodiaco sideral, cosa que muchos parecen olvidar en cuanto alguien postula la eficacia de este zodiaco. En nuestro tiempo, y en toda la época que va desde el final del Imperio Romano, sería el signo de Piscis (o el eje Virgo-Piscis, según se mire) el que daría el arquetipo dominante. A partir de aqui pueden describir las actitudes básicas del colectivo humano hacia diferentes ámbitos de vida, dependiendo de en qué signos se hallan las diferentes casas terrestres.
El que el punto vernal y los demás puntos cardinales sean factores decisivos a la hora de analizar la situación de la humanidad en conjunto, explica porqué la entrada del Sol en el grado cero de Aries tropical (o cero de Capricornio, si seguimos a Witte y otros autores) marca tendencias importantes a nivel mundial. Esto tiene sentido también desde un punto de vista astronómico, ya que es la revolución de la Tierra alrededor del Sol la que genera estas casas terrestres. Pero esto no quita que podamos (y debamos) interpretar estas configuraciones sobre el transfondo del zodiaco sidéreo (incluyendo las dignidades planetarias).
El punto vernal sería pues un ascendente colectivo que se desplaza lentamente de un signo a otro, en virtud de la precesión de los equinoccios (Dib. 9).
                                                         
                                                                                                                Dib. 9

Hipótesis de trabajo para los dos zodiacos

 
Como colofón deduzco las siguientes hipótesis:

  1. El zodiaco sidéreo (incluidas las 27 mansiones lunares y demás divisiones) es la matriz arquetípica que sirve de referencia para todos los factores de un horóscopo, incluidos el punto vernal y demás puntos cardinales.
  2. El zodiaco sidéreo crea una estructura que articula las casas del horóscopo (contadas desde el ascendente, desde la parte de la fortuna o desde cualquier otro factor del horóscopo, como era usual en la astrología clásica), los aspectos, asi como las diferentes unidades de tiempo pertinentes para el pronóstico (sean profecciones, grados igual a un año, términos, o el sistema Vimshottari Dasa).
  3. Este zodiaco representa el medio en el que se mueven los planetas del sistema solar y la Luna, y el cual es responsable de las características y del estado cósmico de los diversos factores del horóscopo. Esto incluye el concepto de domicilio, exaltación y demás dignidades.
  4. El zodiaco tropical es un sistema de casas de la Tierra. Representan diferentes ámbitos vitales colectivos, que a su vez son informados por los signos zodiacales sidéreos. Esta información es difícil de distinguir, dado que evoluciona muy lentamente, cambiando el punto vernal de signo cada 2150 años.
  5. En la carta natal individual las posiciones del Sol y de los planetas en las casas de la Tierra indicarían como se integra el nativo en el entorno cultural en que vive, y en qué ámbitos se involucra a nivel colectivo.
  6. Las casas de la Tierra indicarían además cómo las actitudes sociales hacia diferentes ámbitos de vida condicionan al nativo, según la posición de sus planetas etc. en las casas de la Tiera.
  7. Las casas de la Tierra serían especialmente importantes para la astrología mundial (a la que por cierto Ptolomeo daba prioridad), y los pasos del Sol por sus puntos cardinales mantendrían su validez predictiva.
Partiendo de la perspectiva sideral se impone una comprensión nueva de los signos tropicales en el sentido de casas de la Tierra, como han  postulado Alfred Witte y otros astrólogos modernos. Esta visión permite integrar ambos „zodiacos“ de una manera coherente, sin tener que sacrificar principios fundamentales de la astrología clásica, como son las dignidades planetarias y la concepción de „casa“ como posición relativa de los signos con respecto al ascendente u otro factor crucial de la carta.
Espero haber proporcionado algunas ideas interesantes como incentivo para tal integración. Sobre esta base podrían volver a acercarse aquellas dos tradiciones gemelas que llevan siglos andando por caminos separados: la astrología védica y la astrología occidental.

(1) Johannes Kepler, Von den gesicherten Grundlagen der Astrologie („De los fundamentos seguros de la astrología“), ed. Chiron, Mössingen 1998.
(2) José Luis San Miguel de Pablos, Urano-Neptuno, un reloj astrohistórico, ed. Barath, Madrid 1988.
(3) AbdiasTrew, Grundriss der verbesserten Astrologie,  ed. Chiron, Mössingen 1996.
(4)  William G.Gray, The ladder of Lights, ed. Samuel Weiser, York Beach, Maine 1968
(5) He ensayado un primer acercamiento a ésta cuestión – aunque desde un punto de vista tropicalista – en mis artículos Sistemas astrológicos    de posición (Meridian 3/94) y Las eras zodiacales (Meridian 1/2000).
(6) Las referencias que hago en este artículo respecto al ayanamsa de Bhasin las he intercalado a posteriori. Aunque este ayanamsa ofrece a mi juicio los mejores resultados, sigo pensando que la orientación del zodiaco sidéreo debe buscarse en la estructura de la galaxia y su relación con la eclíptica.
(7) Alfred Witte, Der Mensch – eine Empfangsstation kosmischer Suggestionen, ed. Witte-Verlag, Hamburgo 62



Retorno a las estrellas . Por Rafael Gil Brand











RETORNO A LAS ESTRELLAS
Por Rafael Gil Brand
PRIMERA PARTE

Entrando en debate

En una declaración firmada por las asociaciones astrológicas más importantes de Alemania y de Suiza se puede leer en la tesis número 6 la siguiente frase: „La experiencia acumulada en milenios ha demostrado que la posición de los astros de nuestro sistema solar en el zodiaco tropical lleva a conclusiones más acertadas“. Aparte de que los  milenios aludidos suponen una bienintencionada exageración, creo que esta aseveración hay que considerarla fruto de un prejuicio. A no ser que se pretenda ignorar la experiencia que han hecho astrólogos con el zodiaco sidéreo en otros tantos milenios, o se haya demostrado que sus conclusiones son menos certeras. La „experiencia“ de que habla la cita presupondría que los astrólogos implicados hubieran cotejado las conclusiones derivadas de ambos zodiacos – lo cual seguramente no es el caso.
Se trata de una opinión, o más bien de un dogma muy extendido entre los astrólogos occidentales. Lo cual no es de extrañar, ya que la gran mayoría de estos astrólogos ha “crecido” con el zodiaco tropical y prácticamente no conoce otra cosa. Pero no deja de ser chocante que un trabajo como el Manifiesto de Patrice Guinard, que con tan eruditos argumentos desenmascara los prejuicios y aversiones de la comunidad científica vigente contra la astrología, arremeta contra el sideralismo en el tono más despectivo, acusando a “ciertos obscurantistas” - por lo demás ”no significativos” - representantes de una “pseudo-astrología sideralista” de “incrementar inútilmente el desorden en el seno de la astrología”. Aparte de despreciar a la legión de astrólogos hindúes como interlocutores – sus argumentos parecen dirigirse únicamente contra una minoría de sideralistas seguidores de Cyril Fagan – Guinard se rebaja aquí a un nivel que poco tiene que envidiar a los detractores de nuestra ciencia. Es muy humano: después de afirmar que “la astrología atañe a otra lógica” que las ciencias físicas, deja claro que es imposible que al zodiaco sidéreo le ataña una lógica distinta de la que concibe el autor (1).
Las traducciones que se han hecho en los últimos años de textos medievales y griegos, asi como el creciente interés por la astrología védica incitan a plantear de nuevo la inquietante cuestión: ¿Debería de basarse la interpretación astrológica en el zodiaco tropical, tan extendido en occidente, o más bien en el zodiaco sidéreo, o en los dos?
Ambos zodiacos están formados por 12 sectores de la eclíptica de 30 grados de arco cada uno, denominados signos zodiacales. La diferencia de momento solo estriba en el punto de partida de la secuencia de estos 12 signos. El grado cero de Aries del zodiaco tropical se define por el punto vernal. El zodiaco sidéreo por el contrario se considera fijo con respecto al espacio estelar que circunda al sistema solar, de manera que los signos zodiacales sidéreos contienen las constelaciones de estrellas que les dan nombre.
A causa del desplazamiento que efectúa el eje terrestre en torno al polo eclíptico en 25770 años, el punto vernal o equinoccio – intersección entre el ecuador celeste y la eclíptica - se mueve en sentido retrógrado a lo largo del zodiaco sidéreo, a razón de 1° cada 71,58 años. A este movimiento le llamamos precesión de los equinoccios (dib.1). Hace unos 1670 años (en la época del emperador Constantino y del concilio de Nicea) ambos zodiacos se superponían, de manera que el comienzo de Aries del zodiaco tropical – el punto vernal – coincidía con el comienzo de Aries del zodiaco sidéreo. La distancia entre los comienzos de ambos zodiacos – denominada Ayanamsa – asciende hoy en día a unos 22°47’ (2).

                                                                    
                                                                      Dib. 1

Podría suponerse que ambos zodiacos tuvieran su relevancia y simbolizaran meramente diferentes niveles de la realidad.  Lo considero de hecho una conjetura muy razonable. Pero el problema está en que las dos tradiciones que utilizan estos zodiacos diferentes – la sidérea hindú y la tropical occidental – adjudican a los signos exáctamente las mismas analogías. Es decir, para un astrólogo védico el signo de Aries representará el carácter impulsivo y emprendedor, será el domicilio de Marte y la exaltación del Sol, se considerará un signo de fuego etc., exactamente igual que el Aries tropical en el que basa su interpretación el astrólogo occidental. Solo que este Aries se superpone en gran parte con el signo sidéreo de Piscis, mientras el Aires al que se refieren los hindúes coincide en un 75% con „nuestro“ Tauro.
Visto así nos encontramos con una manifiesta contradicción: ¿Esta Venus está en Libra en su domicilio o en Virgo y en su caída? ¿El regente de aquel ascendente es Saturno o es Júpiter? ¿Y cómo habría que interpretar tales discrepancias? Surge una duda ciertamente inquietante. Pero estoy convencido de que a la larga la astrología ganará credibilidad si se enfrenta a esta contradicción, en vez de eludir el problema.
Una de las maneras con que a mi juicio se elude el problema es el intentar desacreditar el zodiaco sidéreo como algo obsoleto, y asociar – o reducir - el zodiaco trópico y en conjunto el “efecto astrológico” a hechos físicos, como pueden ser la secuencia de las estaciones del año, variaciones lumínicas etc. En la segunda parte de este artículo me ocuparé del tema. Lo curioso es que este tipo de argumentación no toma en serio a los astrólogos y su experiencia como tales: se arropa en la pseudo-autoridad de la Física, ciencia paradigmática de nuestro tiempo, a la vez que, implícitamente, obvia que los “sideralistas” o los astrólogos védicos no saben lo que hacen, o su astrología no “funciona”. Porque lo que según nuestra lógica no puede funcionar no funciona, ¿verdad?. También los astrólogos hindúes tienden a eludir el problema, al cerrarse a menudo en la supuesta anterioridad o superioridad de su milenaria tradición, incluyendo en ella el conocimiento astrológico.
Como astrólogos practicantes, para encarar esta delicada cuestión no es suficiente comparar meramente nuestros signos solares y exclamar: „¿Yo un Piscis? ¡En la vida!“ Todos sabemos lo que nos cuesta soltar conceptos e imágenes con las que nos hemos identificado durante años. De manera que si nos ceñimos al análisis de nuestro propio horóscopo, aunque sea con más detalle, nos costará desapegarnos de las correspondencias establecidas como fruto de nuestra introspección astrológica. Pero no se preocupe, sea Vd. Piscis o Aries, le aseguro que sigue siendo Vd. mismo. ¡No lo olvide!
Antes de emitir un juicio debería tomarse uno la molestia de analizar concienzuda y desapegadamente muchos horóscopos en ambos zodiacos, y comparar las conclusiones. Y estas conclusiones deberían ser lo más verificables posible, no meramente caracterológicas, y por tanto a menudo más ambigüas. No vale tampoco decir que ya se han hecho tantos análisis con el zodiaco tropical – o sideral - y que funciona, porque sería como decir: „veo muy bien con estas gafas, luego son las mejores“, sin haber probado otras que tal vez permitirían una percepción aún más nítida. Personalmenteme, y después de llevar más de una revolución nodal trabajando con el zodiaco tropical, me he dedicado a comparar los zodiacos en un gran número de horóscopos y he llegado a la conclusión – para mi propio asombro – de que las reglas de interpretación de la astrología clásica tradicional (¡estos adjetivos son importantes!) me permiten emitir juicios más acertados si tengo en cuenta la posición sidérea de los planetas y demás factores de una carta natal. Lo cual no implica que el zodiaco tropical carezca de sentido.
Desde luego hay dos factores que dificultan la valoración y verificación de juicios astrológicos: por un lado la astrología (y basta para esto quedarse en la astrología tradicional) es un sistema muy complejo que pocos astrólogos, si cabe, dominan totalmente. La ponderación de los diversos factores de un horóscopo obliga a relativizaciones que a menudo impiden emitir un juicio claro e inequívoco. Además estamos tratando con un lenguaje simbólico, y los símbolos nos remiten a lo esencial, a algo de lo cual la realidad percibida no es más que una variante de juego. Y aparte de las limitaciones inherentes al modelo astrológico, la vida es mucho más fluída y creativa de lo que cualquier interpretación pueda captar. De modo que hay márgenes de libertad en el juicio astrológico. Por otro lado la astrología clásica proporciona un sistema de reglas bastante estrictas que permiten deducir conclusiones en principio verificables.
Es de suponer que, más allá de toda orientación clásica, los astrólogos a lo largo del tiempo tiendan a poner de relieve aquello que les parece más significativo y más acorde con su percepción de los hechos. Por otro lado las indeterminaciones arriba mencionadas permiten la superviviencia de modelos astrológicos aunque hayan dejado de „funcionar“ hace tiempo.
Pero si aquellas facetas del sistema que se han ido perfilando a lo largo de los siglos son indicativas de aquello que por lo general se percibe que „funciona“ o más bien „falla“, observaremos que en los últimos 500 años que van de astrología occidental (europea) propiamente dicha se han desarrollado y puesto más de relieve ciertos factores como los aspectos astrológicos (y su continuación, por ejemplo en la teoría de armónicos), mientras que el conocimiento transmitido en torno al zodiaco poco a poco ha ido desfigurándose: Las subdivisiones clásicas de los signos han caído en el olvido, y el concepto tan primordial de las dignidades planetarias no pocos astrólogos lo consideran obsoleto (3).

El zodiaco como fundamento estructural del horóscopo

Pero veamos qué papel jugaban originalmente los doce signos del zodiaco. Quiero resaltar aquí cuatro puntos principales. Me remito para ello especialmente a dos grandes astrólogos del helenismo clásico: Doroteo de Sidón y Vettius Valens. El Carmen astrologicum (4) de Doroteo (siglo I d.C.) es la referencia más importante de la posterior astrología árabe, mientras que la profusa Anthologia de Vettius Valens (5) (siglo II d.C.) contiene, entre otras cosas, la colección más extensa de horóscopos de la época helénica. Aunque en la obra de Ptolomeo estos cuatro factores no queden tan patentes, tampoco los contradice:
- Los signos zodiacales establecen el sistema domal
Los antiguos astrólogos utilizaban el sistema domal de signos enteros, según el cual el signo en que se halla el ascendente es la primera casa, el signo siguiente la casa segunda, etc.  Un ejemplo ilustrativo es la siguiente cita de Doroteo de Sidón. En el capítulo sobre el Hyleg, da un ejemplo en que el ascendente („Horoscopos“) se halla a 18° de Piscis y el Sol a 6°50‘ de Piscis, y dice: „Quise conocer los lugares del Hyleg bajo el que había nacido, que son cinco lugares (se refiere a las casas 1, 11, 10, 9 y 7), y ninguno de los planetas se hallaba en ellos salvo en el Horoscopos, en el que se hallaba el Sol; y este es el mejor de los lugares“ (Carmen astrologicum, pág. 237s.) Es decir, que en este caso el Sol se halla en casa uno (en casa doce no puede ser Hyleg), por el mero hecho de estar en el mismo signo que el ascendente. La casa uno es el signo en que cae el ascendente, desde el primer grado hasta el último, independientemente de donde se halle este ascendente. Diríamos pues que en el ejemplo de Doroteo la casa uno es Piscis, casa de Júpiter, y que en ella se halla el Sol. Aries sería casa dos, Tauro casa tres, Géminis casa cuatro, etc. Los numerosos ejemplos de Valens, Doroteo, Hefesto de Tebas (siglo IV d.C.) y demás autores corroboran plenamente esta definición de las casas del horóscopo. Esto explica también la confusión del término „casa“ (oikos en griego), en el sentido domal (casa propiamente dicha en el lenguaje moderno) o zodiacal (domicilio de un planeta); en un principio el signo y la casa eran idénticos (6).
Se trata exáctamente del mismo sistema de casas utilizado en la astrología védica. El sistema de Porfirio (cuya variante perfeccionada es el sistema de Alcabicio) ya aparece en Vettius Valens, pero es descrito únicamente en el contexto de las direcciones (al igual que en el Tetrabiblos el sistema de casas desiguales, por cierto), mientras que la interpretación de la natividad se basaba siempre en la domificación por signos enteros. También los hindúes conocen el sistema de Porfirio, pero lo consideran secundario.
La anterior cita de Doroteo proviene de la versión árabe del Carmen astrologicum. Esta obra era muy conocida y valorada entre los astrólogos árabes. El judeopersa Messallah (s. VIII a IX d.C.), uno de los “padres” de la astrología árabe, también utilizaba este sistema, como demuestran diversos ejemplos. No deja de ser significativo que en las traduccciones latinas de su obra se incluyeron cúspides de casas, tergiversando el sentido original. Veamos un ejemplo (dib. 2):
                          
                                                                               Dib. 2
El texto del Libro de las natividades de Messallah correspondiente a este horóscopo (la versión latina) reza así: „Busqué los regentes de la triplicidad de la casa en que se hallaba el Sol, de la cual el primer regente es el Sol, el segundo Júpiter y el tercero Saturno etc...“  Lo interesante es el comentario que sigue de Abu Ali:  „el Sol se halla en exaltación en el Medio Cielo… Júpiter, el segundo regente, y el regente del Medio Cielo (Marte) se hallan cadentes en el sexto signo; Saturno, el tercer regente, en su exaltación, significa prosperidad para el nativo en el final de su vida“. Este comentario deja bien claro que la versión original de Messallah se refería a casas iguales a signos (nótese también la utilización del término „signo“ para casas en el texto), según el cual Aries era la casa décima (llamada Medio Cielo, décimo signo a partir del ascendente Cáncer) en la cual se encontraba el Sol, y Saturno se hallaba exaltado en la casa cuarta (Libra). Muchos de los textos árabes se comprenden mejor si tenemos en cuenta este sistema de casas. Y sobre todo se disipan las dudas sobre cómo calcular casas derivadas de otras casas o de planetas, operación ubicua en la astrología clásica y védica.
- Los aspectos se definen como distancias entre signos
Este sistema de casas iguales a signos está ligado también al de aspectos. Originalmente eran considerados básicamente como aspectos por signo, de manera que un planeta en Escorpio, por ejemplo, se hallaría en cuadratura a otro planeta en Acuario, independientemente de los grados que ocuparan. Vettius Valens utiliza continuamente estos aspectos por signo. Pero como no se preocupa de pormenorizar los grados en que se hallan los planetas más que para ilustrar direcciones, tomaremos una cita de Hefesto de Tebas (7). Da un ejemplo con „Kronos (Saturno) en Libra alrededor de 20 grados“, y „Ares (Marte) en Aries alrededor de quince grados, en el término de Hermes; y Afrodita igualmente en Aries alrededor de cinco grados, en el término de Zeus; y Hermes en Aries sobre los seis grados...“ A continuación interpreta: „y resulta que (el nativo) descuida las relaciones con mujeres y sus relaciones con hombres son vergonzosas, especialmente por Ares teniendo posición con Afrodita y Hermes en Aries, que es licencioso, y por ser Afrodita aspectada diametralmente por Kronos,...“ (Apotelesmática, libro II, cap. 18) Vemos claramente que aquí no utiliza orbes, sino que Venus se halla en oposición a Saturno por el mero hecho de estar en signos opuestos. Si nos fijamos en la explicación que da Ptolomeo de los aspectos, vemos que también él los describe básicamente como aspectos zodiacales por signo.
No cabe duda de que los árabes hacían un uso mucho más profuso del concepto de orbe. Es más, diría que la utilización de orbes y la distinción entre aspectos aplicativos y separativos, tan frecuente en la literatura judeoárabe, es una de sus aportaciones más ricas a la interpretación astrológica. Sin embargo pervive el concepto de aspectos por signo, por ejemplo en el concepto de Luna vacía de curso.
Nos encontramos de nuevo con un procedimiento análogo al de la astrología hindú, con la salvedad de que los hindús le dan bastante importancia al aspecto a casa ocho (quincuncio), y omiten el sextil a casa once. Por lo demás esto último concuerda con la doctrina de los aspectos diestros y siniestros: el sextil de uno a once es un sextil siniestro, y por tanto el aspecto más débil de todos según la tradición helénica; la cuadratura diestra (de uno a cuatro) para los hindúes también es más fuerte que la siniestra (salvo en el caso de Saturno).
También hay que tener en cuenta que según ambas tradiciones la cualidad positiva o negativa del aspecto depende en primer lugar del planeta aspectante, y no tanto del aspecto en sí. Una cuadratura u oposición de Júpiter por ejemplo se considera como un aspecto positivo, mientras un trígono de Saturno mantiene la cualidad restrictiva típica de este planeta.
- El significado de los signos se deriva principalmente del planeta regente
La astrología clásica distingue cinco dignidades: el domicilio, la exaltación, la triplicidad, el término y el decanato. Estas dignidades, sobre todo el domicilio y la exaltación, son factores decisivos en la interpretación del horóscopo. En la astrología clásica tienen mucha importancia para juzgar la fuerza de un planeta. Además la regencia de un planeta sobre una casa es el factor primordial a la hora de interpretar las determinaciones respecto al ámbito de vida relacionado con esta casa. Otra faceta que en la astrología védica se sobrentiende, y no tanto en la astrología psicológica moderna.
El regente del signo, es decir el planeta que tiene ahí su domicilio, era el factor que marcaba el carácter de tal signo. Cuando Vettius Valens por ejemplo nos decribe a los Acuario (tales descripciones se refieren en principio al signo ascendente) como „maliciosos, inmutables, resolutos, falsos, traicioneros, que ocultan las cosas, impíos, acusadores, envidiosos …etc“ (8), o ibn Ezra dice de este signo que “sus preocupaciones se dirigirán a reunir mucho dinero” y que es „significador de la gente menospreciada, de la tristeza, de los marineros, de los ahumadores y curtidores” (9) la signatura de Saturno, regente de Acuario, resulta más que evidente.
Aparte de mantener las dignidades clásicas, las descripciones de los hindúes concuerdan mejor con las antiguas. Por ejemplo el Phala Deepika, uno de los clásicos hindúes más importantes, dice del ascendente en Acuario, entre otras cosas, que “sus malas acciones se mantendrán en secreto …. será glotón y se permitirá vivir a expensas de los demás” (10) . (No se enojen los Acuario, por favor. Los antiguos eran un tanto radicales en sus sentencias).
Valga este ejemplo también para mostrar cómo a pesar de la concordancia general en el simbolismo, se da un desplazamiento de significados entre las descripciones antiguas de un signo, y las que se le suelen atribuir hoy en dia en Occidente. En el caso de Acuario nos encontramos con una serie de atributos que hoy muchos identificarían más bien con Piscis (secretismo, falsedad, melancolía, marineros). Es posible que esta desviación de significados se deba al desplazamiento del signo tropical con respecto al sideral - los primeros 23 grados del Piscis tropical hoy en dia serían Acuario sideral. Otro ejemplo sería la breve caracterización (atribuida a Doroteo de Sidón) que hace Ali ben Ragel de Tauro – “variable en sus actos”, que diríamos hoy de Géminis – o de Géminis – “creyente y fiel”, atribuible a Cáncer – o de Virgo – “bien educado, de buenas costumbres .. fiel y auténtico” (11) , que pasaría perfectamente por Libra. Todo ello muy lógico: Tauro es un signo de Venus, que se deja seducir, y los Gemelos mitológicos son el arquetipo por excelencia de la fidelidad.
- Los signos forman la clave para diversas técnicas de pronóstico
Sobre todo Vettius Valens describe varios métodos de pronóstico basados en los signos zodiacales. Uno de ellos, muy extendido también en la astrología árabe, es el del regente del año, que se calcula contando un signo por año a partir del ascendente (o de otro factor hylegíaco). Si alguien tiene el ascendente en Géminis, Mercurio gobernará el primer año de vida, la Luna (Cáncer) el segundo, el Sol (Leo) el tercero, etc. Estos signos y sus regentes son bastante importantes a la hora de analizar revoluciones solares. Otra técnica muy extendida en la Edad Media consistía en determinar los cronocratores de diferentes fases de la vida en base al término por el cual progresa el ascendente. Los términos son porciones fijas del zodiaco.
La astrología hindú también conoce al regente del año arriba descrito. Aparte de esto se describen toda una  serie de sistemas de fases temporales, algunas de ellas basadas en la cuenta de signos (como p.e. el Narayana Dasa) y otras basadas en mansiones lunares (p.e. el Vimshottari Dasa). En ambos casos se entiende al signo (o mansión) como unidad de tiempo, estrechamente ligada a su respectivo regente.
Si comparamos esta concepción clásica de los signos zodiacales con la actualmente en boga, resulta que:
  • Los sistemas de casas que se utilizan hoy en día son independientes de los signos. Es posible, por ejemplo, calcular y trazar un hosóscopo de casas de Plácido (es decir, con la posición domal de los planetas) omitiendo totalmente los signos (12).
  • Al utilizar orbes y diferenciar aspectos aplicativos y separativos etc. se empieza a desligar el concepto de aspecto del de signo zodiacal, más aún si se tienen en cuenta aspectos disociados. La idea de aspecto se vuelve enteramente independiente del zodiaco al introducir aspectos no derivados de la división en doce, o puntos medios etc.
  • Para muchos astrólogos modernos, los domicilios planetarios han perdido claramente el significado que tenían en un principio, hasta el punto de que algunas escuelas no los tienen en cuenta en absoluto. Y no digamos las restantes dignidades. En contra de cómo solían deducir los antiguos los significados de los signos, hoy se tiende más a explicarlos en base a las cruces y los elementos (cosa que, dicho sea de paso, resulta más plausible para el tropicalismo que fundamenta su razón de ser en las cuartas del año). Por último, los intentos modernos de asignar los signos zodiacales a nuevos planetas y planetoides, contribuyen más aún a la disolución del esquema tradicional.
  • En general los sistemas predictivos basados en signos o planetas regentes de fases temporales, han caido en desuso desde hace tiempo en Occidente.
 
No cabe duda de que la astrología occidental ha sabido desarrollar una serie de conceptos muy enriquecedores como fruto de esta evolución, especialmente en el ámbito de la domificación, los aspectos, la teoría de armónicos, o la integración de los planetas transsaturninos. Y tal vez los astrólogos que opinan que las dignidades planetarias de poco sirven estén percibiendo algo correcto. En cuyo caso se plantearía la cuestión de que o bien las dignidades no sirven en absoluto – con lo cual el sistema interpretativo tradicional se vendría abajo literalmente – o bien no son aplicables a un zodiaco tropical.

Un poco de historia

Veamos ahora una serie de datos históricos respecto al origen y la evolución del zodiaco, que me parecen significativos:
  • La división regular de la eclíptica en doce sectores de 30° cada uno ya se utilizaba en Mesopotamia en el siglo VI a.C. (posiblemente ya antes) según los documentos históricos disponibles. Este zodiaco era claramente sideral: sabemos que los astrónomos babilónicos determinaron la posición del punto vernal a 10° de Aries, y más tarde a 8° de Aries, lo cual obviamente es una corrección de la primera medida como consecuencia de la precesión. Por tanto hay que partir de que los caldeos utilizaban un zodiaco sidéreo con respecto al cual calculaban la posición del equinoccio. Tengamos en cuenta también que la simbología asociada a las constelaciones es mucho más antigua aún (independientemente de que existiera un zodiaco regular).
  • Los astrólogos helénicos constatan que su ciencia les viene transmitida por los caldeos y egipcios. Una de las primeras escuelas en la antigua Grecia fue la del astrólogo caldeo Beroso (s.III a.C.). De manera que, el menos en un principio, debieron de asumir el zodiaco sideral, ya que se trata de un sistema claramente babilónico, preexistente a la astrología helénica. El argumento de que fue la astrología helénica la que formuló los significados de los signos, en una época en que los zodiacos coincidían no me vale, pues aparte de testimonios como el de Diodoro (50 a.C.), que nos informa de la ciencia astrológica de los caldeos, ¿qué sabemos nosotros lo que enseñó un Beroso? Es más plausible pensar que los griegos pusieran por escrito lo que sus antecesores transmitían oralmente. De hecho Diodoro nos dice que “entre los caldeos esta rama de la filosofía es propia de una casta … y se transmite de padres a hijos” (13) (que es como decir que la astrología la mamaban de pequeñitos).
  • La astrología griega y la hindú son dos ramas de la misma tradición. En los siglos posteriores a Alejandro Magno las ciencias helénicas fueron transmitidas hasta la India, y viceversa. Incluso después de la toma de poder de los Sasánidas en el siglo tercero d.C. la lengua griega se mantuvo entre las clases cultas en la zona de Irán y Afganistán actuales. Así, entre los términos técnicos de la astrología védica nos encontramos con una serie de palabras de origen griego. Una de las primeras obras hindúes sobre astrología genetlíaca, el Yavanajataka (ca. 270 d.C.), es una traducción de un texto griego, según rezan los últimos versos de la obra. David Pingree saca la conclusión de que la obra original podría haber sido escrita en Alejandría (14).
  • Un gran número de astrólogos griegos y romanos basaba sus cálculos en un zodiaco sidéreo, aunque la diferencia entre ambos zodiacos en aquella época fuera pequeña. En el capítulo dedicado a los signos zodiacales Vettius Valens por ejemplo dice: „Aries es de naturaleza acuosa, trae truenos y granizo. Especialmente su primera parte, hasta el equinoccio, trae tempestades…“ (15). Anteriormente a esta cita Valens ha descrito a Aries desde el punto de vista astrológico, y aquí se refiere a la „influencia“ del Sol en su paso por el signo. Este texto no solo deja claro que el comienzo de Aries no coincide con el punto vernal, sino que además distingue el equinoccio como un factor estacional independiente del signo zodiacal.
  • El primer astrónomo, que sepamos, que describió un zodiaco tropical fue Euctemon (siglo V a.C.). En sus parapegma (cuya información es puramente astronómica y meteorológica) hacía coincidir el primer grado de Aries con el equinoccio de primavera, el primero de Cáncer con el solsticio de verano etc. Es decir, utilizaba un calendario solar basado en las estaciones del año, dando a las doce partes de la eclíptica el nombre de los signos zodiacales. Los caldeos también utilizaban – paralelamente al calendario lunar - una división estacional en doce meses. El equinoccio coincidía aquí con el día 15 del mes de Nissan. La diferencia reside en que Euctemon dió a los meses el nombre de los signos zodiacales, mientras los babilonios reservaron estos símbolos, vinculados a las constelaciones estelares del mismo nombre, para el zodiaco sidéreo.
  • Hiparco de Nicea (siglo II a.C.), el descubridor de la precesión de los equinoccios, asumió la definición tropical del zodiaco. Pero la introducción de este zodiaco tropical en la astrología propiamente dicha no parece llevarse a cabo hasta la época de Claudio Ptolomeo (siglo II d.C.), cuya astronomía se basaba en gran parte en la obra de Hiparco. Aunque es posible que ya Posidonio (s. II-I a.C.) aplicara el zodiaco de Hiparco. El Almagesto de Ptolomeo impuso el paradigma cosmológico vigente durante toda la Edad Media, y la superioridad de sus tablas planetarias con respecto a sus predecesoras indudablemente contribuyó a establecer a la larga el zodiaco tropical.
  • Un predecesor de la división tropical fue probablemente el sistema caldeo de los tiempos de ascensión(16), que se componía de 12 segmentos de la eclíptica dispuestos simétricamente con respecto a los equinoccios, pero que los caldeos distinguían de los signos zodiacales. Los griegos más tarde identificaron estos segmentos con los signos: en vez de definir que el segmento primero comienza a 10° o 8° de Aries – como habían hecho los caldeos – lo equipararon al signo de Aries en su totalidad. Esta norma la siguieron también astrólogos como Vettius Valens, que por lo demás trabajaban con posiciones sidéreas. Argumento que muchos esgrimen en contra de un zodiaco sideral utilizado por los griegos. Este hecho tiene su explicación: es posible que Valens y sus coetáneos hicieran coincidir los tiempos de ascensión con los signos zodiacales, porque sabían que en su época el equinoccio se hallaba muy cerca de 0° de Aries (más o menos sobre 3°), de manera que a efectos prácticos la diferencia era despreciable para aquella época. Además hay que tener en cuenta que los astrólogos de entonces no tenían ni por asomo una idea tan clara de la dinámica de la precesión como la podemos tener nosotros, de manera que confundían fácilmente conceptos sidéreos y tropicales.
  • Las posiciones planetarias de los horóscopos de ejemplo que vienen en la Antología de Vettius Valens son sidéreos, como demuestran Neugebauer y van Hoesen en su estudio sobre horóscopos griegos (17). Lo mismo vale para los horóscopos en la obra de Palco y Retorio (siglos V y VI d.C.). Estos autores ya conocían las tablas de Ptolomeo.
  • De un comentario de Teón de Alejandría (s. IV d.C.) sobre la utilización de tablas se deduce que a menudo los astrólogos corregían las posiciones planetarias de Ptolomeo a coordenadas sidéreas. Según van der Waerden, experto en astronomía antigua, „el informe de Teón demuestra claramente la popularidad del zodiaco sidéreo entre los astrólogos del último período romano“ (18).
  • Teón de Alejandría transmite también la antigua teoría de la trepidación, según la cual el punto vernal oscilaría alrededor de un equinoccio medio (que equivaldría al cero de Aries sideral), pudiendo alcanzar una distancia máxima de 8°(19). Más tarde el astrónomo andalusí Azarquiel (s. XI d.C.) desarrolló una serie de modelos matemáticos para explicar la trepidación (20) (dib.3). No sería hasta después de Copérnico que los astrónomos abandonaran definitivamente esta teoría.
                                             
                                                                                       Dib.3

  • En el primer período de la astralogía árabe parece haberse utilizado un zodiaco sidéreo, aunque con un desfase de unos 4° con respecto al cero Aries original de los caldeos (el ayanamsa que utilizan en la India suele estar entre estos dos valores). El gran maestro Abu Masar (s. VIII-IX d.C.) explica en su Introducción breve a la Astrología en el apartado dedicado al signo de Piscis: „en su última parte se halla el equinoccio“, mientras en Aries leemos que “la luz diurna es mayor que la horas iguales” (21). En los demás signos mutables y cardinales hallamos sentencias análogas. Se trata de definiciones que apuntan claramente a un zodiaco sidéreo con los equinoccios en los últimos grados de Piscis-Virgo, coherente con la época en que vive Abu Masar.
 
Resumiendo, podemos concluir que:
    • El sistema astrológico fue concebido en un principio en base a un zodiaco sidéreo (aunque desconozcamos por el momento las razones que tuvieron los antiguos para definir y ubicar los signos de la manera que lo hicieron).
 
    • Los signos zodiacales y sus dignidades planetarias asociadas  constituían el fundamento estructural de toda la interpretación del horóscopo.
    • El zodiaco sidéreo se mantuvo en Roma, en Bizancio e incluso en la astrología árabe hasta ya entrada la Edad Media, paralelamente a un zodiaco tropical, al tiempo que se confundían conceptos derivados de ambos zodiacos.
    • Hasta el Renacimiento los astrónomos no eran verdaderamente conscientes de la naturaleza de la precesión ni de sus consecuencias, y seguían manteniendo la teoría de la trepidación.
    • La astrología hindú o védica no es en absoluto un sistema diferente del occidental, sino más bien una rama de la misma tradición que continuó utilizando el zodiaco sidéreo original. Es más, el estudio de la astrología hindú puede ayudarnos a entender muchas facetas de la tradición astrológica occidental.
    • La astrología hindú sigue utilizando el zodiaco como fundamento estructural del mismo modo que lo hacían nuestros antepasados helénicos. De hecho – y salvando el tema de los zodiacos - el parecido entre la astrología hindú y la helénica o árabe es mayor que entre la hindú y muchas variantes en boga de la astrología occidental moderna.

Ejemplos de interpretación

Pero vayamos a la práctica: ¿qué ocurre si analizamos horóscopos con el zodiaco sidéreo aplicando las reglas clásicas de interpretación? Según mi experiencia muchos aspectos del carácter y de la vida de un individuo resultan más evidentes y se perciben de forma más directa, sin necesidad de sistemas más finos de interpretación o de factores adicionales. Se aprecian de manera muy marcada las dignidades planetarias, sobre todo el domicilio, la exaltación, la caida y el exilio. También se vuelve patente la validez de los domicilios clásicos – sin incluir a Urano, Neptuno y Plutón – y en general los transsaturnianos hacen menos falta para explicar el destino del nativo. Dicho de otra manera, se obtiene más información con menos factores (no estoy diciendo con esto que los planetas transsaturnianos sean irrelevantes).
Quisiera transmitir este tipo de experiencia ofreciendo unos breves ejemplos, en los que se puede apreciar sobre todo la fuerza de los planetas dignificados y su papel como regentes de casa. Evidentemente, cada cual deberá hacer sus propias investigaciones en otros horóscopos si quiere convencerse de mi tesis, previa familiarización con las reglas de interpretación de la astrología clásica. Los horóscopos vienen en estilo circular y en estilo cuadrado hindú.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       
                                                                                                                       Dib. 4
El horóscopo del boxeador Mohammed Ali (dib.4) tiene a Marte en Aries (su domicilio) en la casa diez (usando un sistema de casas desiguales estaría en nueve). De manera que Marte se vuelve el planeta más fuerte de la carta, aparte de que su ubicación en diez es indicadora de competitividad y afán de lucha como ingredientes de su profesión. Marte rige también la casa cinco, añadiendo así la componente lúdica o deportiva. Nótese que Marte en el zodiaco tropical se hallaría en exilio, más debilitado, y que el dispositor y regente de décima Venus (tropicalmente en Acuario) no explicaría en absoluto el boxeo. En el zodiaco sidéreo Venus se halla en Capricornio y rige la casa cuatro, indicando más bien una infancia dura, por estar retrógrada y en cuadratura a Saturno, el cual a su vez no la puede recibir por estar retrógrado y en caída. La posición del regente del ascendente (Luna) en Capricornio (exilio) subraya esta interpretación. Saturno en caida (y regente de 8) en casa diez y en conjunción por signo con Marte explica que le desposeyeran del título de campeón mundial y le prohibieran luchar durante unos años. Época en que el ascendente progresaba por el término de Saturno.
                                              
                                             
                                                                                                                              Dib. 5
Desde siempre se ha hecho responsable de las teorías sexuales de Sigmund Freud a su ascendente en Escorpio (dib. 5). Curiosamente leí hace poco en un artículo de Phillip Schiffmann, astrólogo austriaco muy versado en astrología clásica, y buen conocedor de las cartas personales que escribió Freud, que llega a la conclusión de que „Freud era un tipo Libra“ (22). Pues bien, sin necesidad de corregir la hora de nacimiento, como propone Schiffmann, en el zodiaco sidéreo Freud tendría un ascendente en Libra. Su dedicación al psicoanálisis queda muy bien indicada por una casa diez en Cáncer (psicología), cuyo regente (Luna) se halla en casa ocho (procesos de transformación, tabúes, psicología profunda), estando en Tauro en exaltación (buena percepción, estabilidad emocional y, al ser regente de décima, éxito) junto con Mercurio, a su vez regente de casa nueve (visión del mundo, ciencia). Esta posición de Mercurio en signo de Tierra, dispositor de Saturno en casa nueve, explica también el enfoque más bien materialista de sus teorías. La dedicación a la psicología profunda viene además dada por el regente del ascendente (Venus, planeta relacionado con la sexualidad) en conjunción con la Cabeza del Dragón (muy relacionada con la psicología y los estados alterados de conciencia – no se pierda el lector lo que la astrología hindú tiene que enseñarnos sobre los nodos) y con Plutón, todo ello en casa siete (los otros, las relaciones personales, en este caso con sus clientes), estando el dispositor, Marte, en casa doce (los secretos, lo inconsciente) en Virgo, recibiéndole Mercurio por trígono aplicativo: entendimiento (Mercurio) de las pulsiones (Marte) subconscientes (casa doce) del cliente (casa 7). Como es de esperar en el horóscopo de una persona notable, encontramos a tres planetas muy dignificados – Sol (regente de once = proyectos, asociaciones) y Luna en exaltación, y Júpiter en domicilio – todos ellos peregrinos en el zodiaco tropical - asi como a Saturno en nueve (ciencia) en su triplicidad y haiz.
                                           
                                                                    
                                                                                                    Dib.6
                      
Un ejemplo claro de que la dignidad de los planetas no tiene nada que ver con la beatitud del individuo, pero sí con el posible nivel de encumbramiento, es el horóscopo de Hitler (dib. 6): Tenía a cuatro planetas en Aries - entre ellos el regente del ascendente, Venus, extremadamente afligido - y naturalmente al Sol y a Marte (y no a Venus) fuertes en su exaltación y domicilio y en casa angular. Creo que huelga comentar esta configuración. Su excepcional carrera la explica, además del Sol angular exaltado, el regente de casa diez (la Luna) en conjunción aplicativa con Júpiter (éxitos, crecimiento) que a su vez la recibe en su domicilio y aspecta por trígono (aspecto por signo) a los planetas en Aries. La catástrofe final viene sobre todo a cuenta de Saturno (regente del término ascendente y almuten de la carta) ubicado en diez en su exilio, y cuadrando a los planetas en Aries, especialmente a Marte y a Venus (regente del ascendente).
Podríamos seguir con los ejemplos, pero el espacio no me lo permite. Desde luego la astrología clásica con su sistema de dignidades planetarias no es tan obsoleto como algunos pretenden. Pero creo que para percibir la verdadera dimensión de su significado deberíamos aplicarlo al zodiaco sidéreo.
Ahora bien, queda la cuestión de cómo fundamentar teóricamente el zodiaco sidéreo. Y por otro lado ¿cómo debemos entender, desde esta nueva perspectiva, el zodiaco tropical? La seguna parte de este artículo la dedicaré a este tema, no poco importante.

(1) Patrice Guinard, El Manifiesto, Mercurio-3 No. 32, 2/2001
(2) El ayanamsa de Lahiri, que es el ayanamsa oficial de la India, es de 23°54’ para enero del 2004, aunque hay astrólogos que postulan otras alternativas (las diferencias con respecto a Lahiri suelen ser pequeñas, de 1,5 grados a lo sumo). Por razones que no puedo profundizar aquí yo utilizo el ayanamsa de Bhasin, 1°07’ más corto que el de Lahiri.
(3) Véanse por ejemplo diversas escuelas modernas como la escuela de Hamburgo, el API o la teoría de armónicos de John Addey, por citar solo algunas. Por lo general la astrología psicológica tiende a restarle importancia a este factor interpretativo.
(4) David Pingree (ed.), Dorothei Sidonii Carmen astrologicum, Teubner, Leipzig 1976.
(5) Vettius Valens, The Anthology, The Golden Hind Press, Berkeley Springs 1994.
(6) Véase también Rafael Gil Brand, Lehrbuch der klassischen Astrologie, Chiron V., Mössingen 2000.
(7) Hefesto de Tebas, Apotelesmatika, Libro II, cap.18, The Golden Hind Press, Cumberland 1998.
(8) Vettius Valens, The Anthology
(9) Abraham ibn Ezra, Libro de los juicios de las estrellas, tomo I, Ed. Biblioteca de Sirventa.
(10) Mantreswara, Phala Deepika, trad. S.S.Sareen, Sagar Publ. Nueva Delhi 1992
(11) Ali ben Ragel, El libro conplido en los iudizios de las estrellas, (trad. Escuela de traductores de Sirventa), Ed. Índigo, Barcelona, 1997
(12) Ver mi artículo Die wahren Häuserstellungen der Planeten en Meridian 4/94.
(13) Versión alemana de U.F.Wurm (1827), sacada de: Barabara Lüders, Archaische Urbilder, Hamburgo.
(14) David Pingree (trad., ed., com.), The Yavanajataka of Sphujidhvaja, Harvard University Press, Londres 1978.
(15) Vettius Valens, The Anthology
(16) Otto Neugebauer, A History of Ancient Mathematical Astronomy, Nueva York 1974.
(17) Otto Neugebauer, H.B. van Hoesen, Greek Horoscopes,  Filadelfia 1959.
(18) B.L. van der Waerden, Historia del zodiaco, Revista Beroso No.1, Septiembre 2000.
(19) Otto Neugebauer, A History of Ancient Mathematical Astronomy
(20) Julio Samsó, La trepidación en Al-Andalus, en Astronomia y Astrologie de los orígenes al Renacimiento (ed. Perez Jimenez A.), Ed. Clásicas, Madrid 1994.
(21) Burnet, Yamamoto, Yano (eds.), Abu Masar: The Abbreviation of the Introduction to Astrology. E.J.Brill, Leiden 1994.
(22) Philipp Schiffmann, Die Falschen, die uns die Arbeit so schwer machen, en www.Sternwelten.at