PONENCIA PARA EL XXVII CONGRESO IBÉRICO DE ASTROLOGÍA
Estoril (Portugal), del 12 al 15 de mayo de 2010
Siete consideraciones clarificadoras sobre Astrología
Teoría del conocimiento
0. Quien conoce la carretera pero no el coche que conduce, corre el riesgo
de salirse de la carretera y no poder salir del coche. Imagina, ahora, una rueda
que gira delante de ti y te muestra cinco cartas. Tú eliges. Puedes escoger una,
dos..., todas, o ninguna, sólo que la elección no será voluntaria (dependerá de
lo que te hayas trabajado el contenido de cada carta). Pero ten paciencia,
porque la rueda te dará, más adelante, una nueva oportunidad: la libertad sigue
un orden: es hora de estudiar, es hora de salir, es hora de comer, es hora de
dormir..., hay un tiempo para cada cosa. Pasamos rachas (racha también
significa ráfaga de viento), que están ligadas con los ciclos celestes. Pasan los
días; pero los ritmos permanecen.
Ésta es una secuencia simplificada de cómo funciona la Astrología. Y
simplificando también, diremos que la Astrología es una mitología (narraciones
con arquetipos) que busca personalizarse (hablar a cada individuo) a través de
la renovación del tiempo (desarrollo evolutivo). Fijémonos, por ejemplo, que
incluso Zeus es hijo de Cronos (un titán, anterior a los dioses). Toda mitología
(prosopopeya) es transpersonal.
1. La Astrología no se ocupa del futuro (lo ignoto, el caos, el azar), sino del
porvenir (lo que vendrá, un tiempo lleno de continuidad): el tiempo, en una de
sus dimensiones, es cíclico (órbitas: macrocosmos; y orbitales: microcosmos).
Además, la única manera de ver cómo te van a ir las cosas es mirando atrás
(levantando la carta natal, que prefigura) y mirando el presente (los tránsitos,
etcétera). La Astrología, pues, se ocupa no sólo de lo que está por venir, sino
de lo que ya vino (un pasado proyectivo). Tienes tantos años -tiempo de vidacomo
vueltas has dado alrededor del Sol. Es el tiempo el que nos une con el
universo: 1h temporal equivale a 15º de arco; cada dos horas, se levanta un
signo y el hombre aspira 2160 veces, que es el número de años de una Era
precesional; en 24h se levantan los doce signos y el hombre aspira 25.920
veces, que es el número de años que tarda el Sol en recorrer todo el zodíaco
en la precesión de los equinoccios (Año Grande); 72 años del Año Grande
corresponden a un grado de precesión (25.920:360=72), cada 4 minutos se
levanta un grado del zodíaco por la rotación de la Tierra, y cada 4 minutos,
también, el hombre aspira 4x18=72 veces, que es el número normal de latidos
del corazón...
2. La Astrología no es una ciencia (racionalidad), sino un saber, una
disciplina. Y como tal saber se compone de dos partes: una, científica (la
Astronomía) y otra, dialógica (la Hermenéutica participativa). Y es esta última,
precisamente, la que convierte a la Astrología en una disciplina aproximativa,
tanto en el proceso (requiere la colaboración del consultante) como en el
resultado (trabaja con relaciones de significado y no de causa-efecto), puesto
que emplea un lenguaje connotativo de base geometeorológica. La tarea del
astrólogo no consiste en adivinar, sino más bien en descubrir (véase el Informe
Shawn Carlson, Nature, 5 de diciembre de 1985, que es, lamentablemente,
muy aleccionador). Si lo que está arriba es como lo que está abajo (Hermes
Trimegisto), después de mirar el cielo, no olvides mirar dentro de ti, puesto que
los astros (esferas celestes: fuerzas vivas) son como los arquetipos (formas
universales e innatas). Telescopio y lupa: viaje de ida y vuelta (movimiento
oscilatorio). La introspección es la asignatura pendiente del astrólogo: solve et
coagula.
3. La Astrología debe buscar el apoyo complementario (diálogo abierto) de
la Genética (los transposones -genes móviles-, que remodelan continuamente
el genoma, o la Epigenética son excelentes ejemplos para refutar el
determinismo) y de la Psicología humanista y transpersonal (la Psicoastrología,
por ejemplo, está ya muy extendida). Conectar individuo y cosmos: ésta es la
tesis de Richard Tarnas; pero -y apuntamos nosotros- sin olvidar el entorno, la
sociedad. De ahí que la Astrología deba buscar, también, el apoyo
complementario de la Sociología (recordemos que, en sus orígenes, la
Astrología tenía una clara vocación colectiva: recuperemos, pues, la mirada de
Oriente: China e India). En muy pocas palabras: evitar el victimismo y abrirse a
la interdisciplinariedad, para alcanzar así la mayoría de edad.
4. Psicológicamente, el astrólogo posee mentalidad de jugador: le gusta
apostar, le encanta el riesgo. Y hasta presume de sus aciertos, como el jugador
de sus ganancias. Pero debe evitar a toda costa la megalomanía: el astrólogo
realiza pronósticos que justifica con arreglo a unos patrones racionalizables (la
ebriedad de futuro, por tanto, quedará excluida); el astrólogo debe distinguirse
del adivino (quien no supera el plano de la subjetividad: el futuro es mío) y
ganarse, de este modo, la merecida consideración social. La carta astral es lo
que sale a la luz, lo que se ve, conque no cabe hablar de esoterismo, sino de
exoterismo. No se trata ya de creer o no en la Astrología (es un saber que
funciona), sino de dotar a ésta del mayor rigor posible, de limitar su alcance
(huyamos de la quimera). El astrólogo llega a la Forma, a la Idea
(circunferencia); pero no al objeto concreto (aro, pulsera, anillo o corona).
“Podría [potencial simple] afinar más -dice-, pero...”. Y ésta es la frase (si
tuviera A, entonces obtendría B) que marca la línea de separación entre el
pronóstico (sutileza razonable), por un lado, y la predicción (juego-tentaciónapuesta-
superstición), por otro lado. Cuanto más se concreta, más se rebaja,
más se degrada (el ojo del astrólogo es hipermétrope). Es la predicción la que
le hace caer en la trampa (meter con calzador, decir verdades a medias). El
mejor pronóstico, sin dudas, lo realiza el inconsciente cuando, sabiendo lo que
necesitas, se anticipa y decide por ti (el Rey interior). Las cosas ocurren antes
en el inconsciente que en la conciencia.
5. A través de los ciclos celestes, la Astrología liga al individuo con el
universo, utilizando un pensamiento integral y en red (paradigma holístico,
sintagmático), basado en la intuición, más que en el concepto. Filosóficamente,
pues, el astrólogo es agnóstico, escéptico o ateo: no necesita a Dios para dar
cuenta de la vida: el cielo, para él, ya está suficientemente poblado de sentido:
planetas (inclinaciones), signos (temperamentos) y casas (áreas de actuación)
forman la trinidad astrológica (estructura politeísta). Lo que no quiere decir que,
en el ámbito privado, no pueda tener sus creencias. Ahora bien, la Astrología
no puede ser una profesión de fe: debe procurar un conocimiento fiable. Y,
precisamente, por utilizar un modelo holístico, orgánico (como la acupuntura, el
taichí, el ayurveda o la Gestalt), el astrólogo debe mantener la congruencia y
rechazar las interferencias: en definitiva, evitar pensar como un occidental
(monocausalismo excluyente, dualismo psicofísico, lógica binaria, análisis y
especialización...). Recordemos que los signos zodiacales son tipos
psicosomáticos, y que los contenidos morales (bueno-malo) los añade cada
individuo, no la Astrología.
6. Es el instante el que marca la diferencia (crea nuevas combinaciones).
Por pequeña que sea, cada fracción de tiempo, al ser creadora, goza de pleno
sentido. Así, pues, la carta natal (debidamente ajustada) dignifica al individuo,
puesto que le otorga un lugar (una posición) en la Tierra y también, una
orientación (impresiones fundacionales y momentos propicios). Por lo tanto, la
Astrología debe tener en consideración el entorno, la sociedad. La carta natal,
además, nos remite, por repetición de ciclos, a la memoria cósmica (es el
propio movimiento el que crea la memoria, como recurso de máxima
economía). Y más allá, nos encontramos con “la alegría del eterno retorno”,
que diría Nietzsche. Pero ¿acaso hablamos de un universo inteligente? En
cualquier caso, ha dispuesto de tiempo suficiente para aprender: la Tierra, por
ejemplo, tiene una edad aproximada de 5.000 millones de años.
7. El pretendido estatus científico de la Astrología nace de la capacidad de
precisar el qué y el cuándo. Cuando, en realidad, sería más interesante y
fructífero precisar el cómo. Y ese cómo depende de los recursos que
dispongamos. De hecho, es más sensato intentar cambiar el curso de nuestras
conciencias que el curso de los astros. Reflexionemos: en el momento en que
transfiero carga simbólica a un objeto, ese objeto comienza a ejercer influencia
sobre mí (animismo). Y si, de verdad, me influye es porque hay sintonía. El
hombre necesita comunicarse, no sólo con los hombres (y demás seres vivos),
sino también con los objetos (valor arquetípico de los planetas), y lo hace de un
modo prospectivo. Todas las cosas están; pero sólo son cuando las hacemos
conscientes: hay que labrarse el porvenir: la libertad, en función del grado de
conciencia. ¡La de vueltas que da la vida! Más que lo que diga la carta natal, lo
que importa es lo que hago con lo que me dice la carta natal. Ya, por último, y
recordando a Robert K. Merton y su “alquimia moral”, afirmaremos que el
pronóstico comunicado al consultante es, por ese mismo motivo, más probable
que se cumpla que si no se le hubiera comunicado.
CONCLUSIÓN
Y ahora, tras haber definido conceptos y haber fijado límites al conocimiento
de manera sucinta, a pie de obra, yendo y viniendo y abriendo puertas,
recapitulemos:
-El astrólogo ha de superar el victimismo y la megalomanía (conceptos
complementarios): minoría de edad. Para crecer interiormente, el astrólogo
debe aprender a controlar la respiración (el pranayama): ha de ponerse en
hora: reloj, analógico (de esfera) y no digital (precisión milimétrica). El giro
copernicano: del egocentrismo al epistemocentrismo: dejar de mirarse el
ombligo para mirar el ombligo de la Luna.
-El astrólogo tiene que separarse del adivino y buscar el exoterismo. No es
imprescindible la gracia; con tal que el astrólogo posea suficiente conocimiento
y experiencia, basta. Hay que pisar tierra, sobre todo, porque falta una
autoridad competente que reglamente la capacitación del astrólogo. Pronosticar
para conocer y conocer para prevenir: éste es el lema. Por tanto, la oposición
entre Astrología psicológica y Astrología predictiva resulta ya anacrónica.
-Hemos de distinguir entre pro-nóstico (prognosis: conocimiento anticipado)
y pre-dicción, es decir, diferenciar entre lo que “será” y lo que “podría ser”. Es
una cuestión de responsabilidad (no generar expectativas informes: no hacer
literatura barata). Y la estadística, por sí misma, no aporta el rigor necesario.
-La Astrología debe salir de su aislamiento, puesto que ésta no es
patrimonio exclusivo de los astrólogos, y alcanzar la mayoría de edad,
abriéndose a la interdisciplinariedad (Psicoastrología, Ecoastrología,
Grafoastrología...). Actitud: más que poseer el conocimiento, participamos del
conocimiento.
CASO PRÁCTICO
El hombre, como sucesión polimorfa de ciclos, está sincronizado con los
ciclos del sistema planetario, que es su verdadero clan temporal (dinamismo
arquetípico). Quedan, pues, excluidos del pronóstico astrológico: a) los sucesos
aleatorios, ya que no están sometidos a periodos o ciclos; b) las cifras, porque
no son cíclicas (siguen un orden lineal) y, además, son signos concretos; y c)
los objetos concretos, puesto que la Astrología trabaja con arquetipos (formas)
y no con objetos concretos. De este modo, al llegar, por ejemplo, a “extranjero”
(un hiperónimo), ya no podremos concretar la raza, la lengua, las creencias, el
sexo... En definitiva -y valga como norma gastrológica-: no busques en los
platos de los comensales los ingredientes que no había en la cazuela. Por otra
parte, que un suceso sea cíclico no significa que se repita exactamente igual ni
que ocurra necesariamente cuando le corresponde (hay anticipos y demoras).
El pronóstico (de progignosko), conocer, saber de antemano, debe ser
factible (que pueda cumplirse), coherente (con la etapa de la vida) y ajustado (a
la situación concreta). No olvidemos que todo pronóstico empieza con la
necesaria pregunta del astrólogo al consultante: “¿Fecha, hora y lugar de
nacimiento?”. Pregunta que enlaza, de forma inevitable, el tiempo (Sol, Luna...)
con el espacio (paralelos y meridianos).
Veamos, ahora, un ejemplo claro y concreto:
Se trata de un consultante casado, varón, de 41 años.
En esa revolución solar, Saturno se situó sobre la casa VII natal, formando
una gran cruz con la Luna, Júpiter y Venus radicales; asimismo el ascendente
de la revolución recayó sobre la casa XII, y Venus (su regente) se hallaba en
mal estado, mientras que Saturno, ocupando también la casa VII de la
revolución, se oponía a Marte.
Saturno, en casa VII: crisis de pareja; fuertes desavenencias con un socio;
disgustos con sobrinos; fracaso por las ventas de un libro (o similar); problemas
por la actuación de la autoridad (laboral, política, parental...); desgracias
relacionadas con un abuelo, etcétera.
Saturno, en cuadratura a la Luna: tristeza y depresión de ánimo; perjuicio
para la salud; perjuicio para la madre y/o esposa; pérdida de una casa o
mudanza a lugar peor; tristeza en el hogar; reparaciones obligatorias en el
domicilio, etcétera.
Saturno, en cuadratura a Venus: impide goces y alegrías; inclina a la
misoginia; impide el disfrute de la creación artística; un anciano familiar
obstaculiza el goce; enfermedad venérea, de los riñones o de la garganta,
etcétera.
Saturno, opuesto a Júpiter: pesimismo; menos generoso y más huraño;
pérdida de popularidad; malos resultados en acciones legales, etcétera.
A la vista, pues, de dichos indicadores, emitimos el siguiente pronóstico
para el año:
1. Como fondo, el nativo acusará pesimismo y soledad.
2. Problemas de salud para la madre, para la pareja o para él mismo.
3. Profunda crisis con un socio y/o con la pareja, pudiendo llegar hasta la
ruptura de la relación.
4. Empeoramiento de las condiciones de vida en el hogar.
5. Cambios en los hábitos más íntimos.
Como acabamos de comprobar, el pronóstico no consiste en desplegar el
catálogo de posibilidades y apostar, con la intención de llegar lo más lejos
posible, sino en seleccionar sólo lo que resulta más fiable. De este modo, y
tomando como ejemplo el punto 2, no correremos el riesgo de concretar ni la
clase de enfermedad ni quién de los citados miembros de la familia será el más
proclive a enfermar, dado que sería caer en la pura especulación.
De la misma manera, y por idéntico motivo, en el punto 3, tampoco
podremos aventurarnos a afirmar rotundamente que se producirá el divorcio y/o
la ruptura con el socio.
A lo largo de este recorrido, nos hemos encontrado, pues, con dos clases
de límites: los propios de la Astrología como disciplina y los peculiares de cada
carta astral.
Limitar el alcance de la Astrología -resuenan los ecos de Kant- supone
limitar el poder del astrólogo, cosa que, como es obvio, no agrada a ningún
astrólogo; aunque, eso sí, le concede rigor epistemológico. La decisión está
servida.
BIBLIOGRAFÍA
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Barcelona, 1984.
Mi agradecimiento a Adela Ferrer, por su enorme paciencia.
i el temps és el misteri que conté
el germen viu de totes les cadències.
Amb sang els compto, MIQUEL MARTÍ I POL
...sólo es posible acertar con el porvenir
si tratamos de descubrir las leyes del pasado.
Sobre héroes y tumbas, ERNESTO SÁBATO
Luis Sánchez / Del 23 de julio al 18 de octubre de 2009
www.luissanchez.eu
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