La extraordinaria importancia que las prácticas adivinatorias y mágicas
de la Antigiiedad tuvieron no sólo en la religión, sino también en la
política, en el ejército o en la sociedad, contrasta sin embargo con los
escasos nombres de adivinos, astrólogos y magos conservados por las
fuentes.
Ya el Antiguo Testamento se refiere a innumerables «profetas», «videntes
», «hombres de Dios» cuyos nombres, en la mayoría de los casos,
desconocemos.
Del mundo clásico greco-romano, sobre todo antes de la era cristiana,
ignoramos los nombres de muchos adivinos, profetas y «hombres
divinos» como es el caso, por ejemplo, del «griego desconocido»
(graecus ignobilis) que según Livio introdujo en Roma la celebración de
las célebres Bacanales del 186 a.C.:
La cosa comenzó con la llegada a Etruria de un griego desconocido que no poseía
ninguna de las muchas artes que difundió entre nosotros el más culto de los
pueblos para el cultivo de la mente y del cuerpo: una mezcla de practicante de
ritos y adivino; y no era de los que imbuyen el error en las mentes con unas
prácticas religiosas declaradas predicando abiertamente la doctrina de la que
viven, sino un maestro de ritos ocultos y nocturnos (Liv., XXXIX, 8, 3-4).

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