Acercarse al mundo de las hechiceras, es penetrar en esa parcela de poder
de la mujer. Y a que si observamos el papel que éstas desempeñan en la sociedad
del Antiguo Régimen, vemos que además de su papel en el hogar, pocos
caminos quedan abiertos a su iniciativa. Es, curiosamente en esas actividades
heterodoxas donde la mujer hace sentir su fuerza. En la contestación al
orden establecido por la Iglesia y por el Estado. Estas mujeres ofrecen otras
alternativas. Por ellos, las mujeres y los hombres que se entregan a esas prácticas
son perseguidos como elementos desestabilizadores a los que es necesario
neutralizar, más por lo que representan en sí mismos que por la gravedad
de su heterodoxia.
Ante todo hay que preguntarse ¿existieron las hechiceras? y si existieron
¿cómo caen bajo el tribunal inquisitorial?
Durante el siglo XVII el Tribunal del Santo Oficio de Granada despachó
una serie de procesos por “superstición y hechicería”, no hay ningún proceso
por “brujería”, ni tan siquiera en los casos en que el reo confiesa abiertamente
tener “pacto implícito con el demonio”. Es más, para el mismo concepto
y conforme va avanzando el siglo, se utilizan términos cada vez
menores para definir el mismo delito como son “por embaucadora”, “santiguadora”,
“embustera”, “prodicta”... etc. lo que demuestra la tendencia del
tribunal a conceder cada vez menos crédito a estas prácticas delictivas. Los
historiadores no se han puesto de acuerdo.


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