viernes, 6 de febrero de 2015

El Sabio, el Profeta, el Mago, el Adivino y el Astrólogo. Por Pablo Telias











:: El Sabio, el Profeta, el Mago, el Adivino y el Astrólogo


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Haremos un viaje en el tiempo, nuestra primera parada será aproximadamente 3000 años atrás, en la región que hoy llamamos el Oriente Próximo (Asia Menor). La propuesta es ver, si algo de lo que sucedía  allá  lejos y hace tiempo tiene resonancia  en la actualidad y vigencia en nuestra actividad astrológica.
Hoy  en día, sabemos, luego de un siglo de exhaustivas investigaciones de textos e inscripciones antiguas, que en aquellos tiempos la distinción entre los  títulos y funciones (Sabio, Profeta, Mago, Astrologo y Adivino), si bien existía, no era tan clara. Los términos se mezclaban en su uso. Otras veces se aplicaban a un mismo sujeto, según la situación, se le decía sabio, profeta, mago a la misma persona. Estos personajes eran  parte  fundamental de la corte real y funcionaban como consejeros del gobernante.
La sabiduría, no significaba lo mismo que para nosotros,  nuestra mentalidad moderna tiende a   asociar la sabiduría con un plano teórico. Los sabios de Babilonia, Asiria ,Israel, eran quienes enseñaban a decidir  y  actuar correctamente en situaciones concretas, de tal modo, la sabiduría, era primordialmente práctica.
Los profetas eran principalmente los transmisores  del mensaje de la divinidad ¿Cómo lo conocían? Por varias formas: sueños, voces, visiones, interpretar  al  cielo, etc.
El oráculo profético no era siempre un anuncio de lo que ocurrirá en el futuro, sino mas bien de lo que estaba ocurriendo en el presente y en todo caso advertían que si el presente no cambiaba, tal o cual  será el futuro.
La magia no se separaba demasiado del  anuncio  profético.  Esta relación entre adivinación y magia la testimonia muy bien una inscripción, al contarnos acerca del pedido que hace un enviado del Rey, cuando va a consultar al adivino: «Tú que puedes descubrir a los pueblos sus destinos y desviar de su curso los acontecimientos futuros...». Subraya la capacidad, no solo de conocer, sino tambien la de operar sobre la realidad.
La astrología no era un conocimiento de aula como lo es hoy, sino que había verdaderos contemplativos del cielo. Para el periodo de tiempo del que estamos hablando, el saber astrológico, si bien estaba bastante desarrollado no estaba sistematizado. La observación de los cuerpos celestes era una fuente importante para conocer lo que los dioses querían decir acerca del presente y del futuro. 
¿Porque se podían reunir  todas estas funciones que hoy nos parecen tan diferentes,  en una misma persona?,  intentare responder   (si no molesta  a los piscianos), en un estilo silogístico:
  • El dios o los dioses  dan a conocer sus planes a través de los fenómenos celestes.
  • El que puede interpretar los cielos es un Sabio.
  • Por lo tanto el  Sabio  puede  transmitir lo que quieren los dioses o el dios. 
Esto  último, es el nexo entre las figuras mencionadas,   lo común entre estas funciones es que todas  tienen algún tipo de comunicación con  los planos asociados a la divinidad. De allí  también se comprende  el término latino adivino para designar estas actividades.
Es muy interesante la reflexión de Cicerón (I siglo a.c)  en una época en que si bien la adivinación estaba  algo desprestigiada en algunos círculos filosóficos, seguía teniendo   presencia en otros y sobretodo  en la creencia popular. Al hacer una crítica a la adivinación nos da una visión  de cómo era la mentalidad de la época «Si hay dioses (…) nos aman, son benéficos y generosos con nosotros; no pueden ignorar lo que está decretado según sus propios designios; saben que nos interesa el porvenir, y que nuestra prudencia aumenta en proporción de este conocimiento; no pueden considerar estas advertencias impropias de su majestad, porque nada hay superior a la benevolencia, ni tampoco pueden ignorar lo venidero. Si no existen dioses, no hay señales de lo futuro: pero existen dioses; luego nos instruyen de lo venidero».
Desplazándonos  un poco mas en el tiempo,  no podemos pasar por alto el lugar tan destacado  que tienen los magos en la  tradición  cristiana. Según el evangelio, los magos de oriente, al  ver  la estrella , interpretaron su significado y profetizaron (anunciaron) que se cumplió la profecía de Balaán, el nacimiento del mesías (Libro de los Números).
Todo este conjunto de actividades mediadoras alcanzó una máxima concentración  y un gran desarrollo teórico-práctico en la figura de Hermes Trimegisto.
Volviendo  al presente, nuestro mundo contemporáneo  no parece diferenciar tan  claramente estas funciones  como a veces creemos.
Hay una experiencia muy contundente, que muchos ya habrán experimentado y es la siguiente,  decir en una reunión de no astrólogos,  "yo estudio astrología". Luego de pronunciar esa  fórmula mágica, empiezan a surgir las preguntas de los presentes. Alguno dirá: " ¿Ahh tirás las cartas?" ,  otro solicita su oráculo personal: " Soy de Sagitario, decime lo que me va a pasar " ,nunca falta el que te pide:  "adivina de que signo soy"  o la solicitud  mas mágica: "Como hago para evitar esto o conseguir aquello",  el otro clásico es: "Vos sabés y no me querés  decir".  Así pues las proyecciones que recibimos, en estas amigables charlas,  alcanzan a todos los títulos tratados.
Habrá entonces que re-pensar (suponiendo que ya lo hemos pensado alguna vez), de qué modo ejercemos la astrología y cual creemos que es su función mas esencial. Es prudente saber que estas transferencias, de diversos  poderes, al astrologo tienen una larga historia y siguen operando en el vínculo consultante-astrólogo. 
No podemos en este artículo ir a fondo con la complejidad y variedad de estas funciones mediadoras del mundo antiguo, solo lo justo para comprender,  el interés vital  y el vital interés que desde hace milenios  nos impulsa a  entender  y transmitir aquello que se está escribiendo, segundo a segundo, en el cielo. El hecho de  leerlo  e  interpretarlo, denota la intima relación,  percibida por todas las épocas y culturas, entre las diversas dimensiones de nuestra realidad. 


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