miércoles, 14 de agosto de 2019

La escuela pitagórica. Por Gustavo Bueno.









La Escuela pitagórica fue fundada por Pitágoras, nacido en Samos alrededor del 572 a. C, coetáneo de Jenófanes y un poco más joven que Anaxímenes. Pitágoras escuchó a Ferécides el sirio, a Ana-ximandro de Mileto y, probablemente, a Zoroastro. Pero a los cua-renta años, hacia el 532, huyendo de la tiranía de Polícrates, en su pa-tria, emigró a Italia, estableciéndose en Crotona y fundando allí la famosa Escuela. Thomson sugiere que es muy improbable que Pitá-goras fuese en Crotona algo así como un terrateniente. Más bien se asimilaría a la clase mercantil e industrial ( asociación de Pitágoras con e1 oficio de acuñador de monedas) y, por tanto, sus tendencias políticas quedarían en principio, del lado democrático, frente a la aristocracia terrateniente. Sin embargo no faltan quienes ven en la escuela pitagórica un club o heteria representante de los intereses aris-tocráticos de las clases privilegiadas del Sur de Italia: «la política pitagórica es concebida hoy como una política aristocrática, basada en una clase superior que impone su ley y que ha buscado el apoyo, ante el peligro de insurrección —que ni aún así logró conjurar— de su grupo más fanático y duro, la Escuela pitagórica», dice R. Adrados, ba-sándose principalmente en el estudiq;,de Minar. Algunas Ideas importantes de la Filosofía pitagórica estarían vinculadas con la estructura aristocrática de la Escuela (sin que esta vinculación deba entenderse en el sentido reductivista, como si fueran simple «reflejo» ideológico del grupo): la idea del Cosmos, como orden jerárquico, el criterio de la «igualdad proporcional», característico de la oligarquía, frente a la «igualdad aritmética» de la democracia (Platón, Gorgias, 508 A; Rep, 558 C), la distribución según los méritos (xax'á^íav) de Arquitas ta-rentino, etc. Sin embargo, estos rasgos aristocráticos de la Escuela no están ligados necesariamente a una nobleza de sangre, ni las virtudes pitagóricas son, sin más, trasimto de un supuesto «ente
aristocrático» que evoluciona a través de las ciudades y de los siglos y se expresa por boca de Teognis, de Pitágoras o de Píndaro. La aristocracia pitagórica tendría más bien la forma de una plutocracia —y las plutocracias, muchas veces, se enfrentan a las aristocracias de sangre más aun que las democracias históricas. En todo caso, no cabe, sin más, reducir la Escuela pitagórica a la condición de un «grupo de presión» en el seno de una clase aristocrática presupuesta. Es un gru-po aliado, sin duda, con las clases privilegiadas en un tramo de su trayectoria la cual sin embargo, tiene un sentido irreducible a la ideología de esa clase, aunque participe de muchos rasgos. El método dialéctico es aquí la única manera de preservarse contra todo sociologismo perezoso.




http://www.fgbueno.es/med/dig/gb74mp2.pdf 



 

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