La importancia de la astrología en la historia de la ciencia no puede desestimarse. Según Lynn Thorndike (1955), hasta el siglo XVII la idea de que los cuerpos celestes tienen algún tipo de influencia en los fenómenos terrestres era implícita o explícitamente aceptada en general. Además, lejos de ser patrimonio de una disciplina científica, la ley natural astrológica (como la llama Thorndike) trascendía a todas las ramas del conocimiento: no sólo la astronomía suponía esta ley, sino también la medicina, la alquimia e incluso la vida cotidiana estaban en mayor o menor medida influidas por ésta. Incluso era tema de discusión en cuestiones religiosas, ya que la mayoría de las críticas a la astrología hasta el siglo XVII provenían de miembros del clero, y sus ideas no se dirigían contra la astrología por ser ésta una idea falsa, sino, por el contrario, por ser verdadera pero peligrosa. Estos hombres veían algo de diabólico en algunas de las aplicaciones de la astrología, pero, como veremos luego, puede ser que la práctica astrológica haya tenido características que desafiaran a la práctica religiosa misma, y ésa puede ser la causa por la que hayan despreciado como práctica; sin embargo, su veracidad estaba siempre fuera de discusión, al menos hasta que, durante el reinado de Isabel de Inglaterra, algunos científicos como John Halle, William Fulke, Reginald Scott y otros comenzaban a desconfiar de la disciplina (Hill (1980), pág. 37-39). Sin embargo, esa desconfianza no era compartida por todos, ni siquiera por la mayoría.
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