A pesar del gran volumen de información que el debate en torno a la heterodoxia
ha generado a lo largo de dos milenios de historia del cristianismo,
no es fácil para el historiador dar una definición de la «herejía»
que sea precisa y a la vez tan genérica que permita englobar los conflictos
internos, de naturaleza muy variada, que han recorrido la historia
de la Iglesia desde sus orígenes hasta el presente. Definir la herejía no ha
sido ni siquiera fácil para los técnicos en la materia, esto es, los teólogos
y los responsables de las instituciones eclesiásticas encargadas de fijar
e imponer la ortodoxia. Que ésta no es una labor de fácil consenso lo
demuestran las múltiples disputas y los conflictos que ha ocasionado la
identificación del hereje a lo largo de la historia y los muchos esfuerzos
de la jerarquía eclesiástica por excluirlo de la comunidad o, en menor
medida, por reintegrarlo en ella.


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